En este artículo reflexionamos sobre la inclusión en nuestro trabajo etnográfico de datos provenientes de otras fuentes y la postura que debemos tomar ante la variación del discurso de esas muestras respecto a nuestras observaciones. Un fenómeno recurrente en la etnografía que suele dejarse de lado y que conviene tener presente en nuestra labor como antropólogos. Para ello, usaremos nuestro propio trabajo de campo y las anotaciones que obtuvimos comparándolos con las grabaciones de diferentes programas de televisión y otras entrevistas realizadas a nuestros informantes por otros agentes, con lo que analizaremos sus variaciones desde el análisis del discurso basados en los postulados de Wetherell y Potter, la importancia de la contextualización, la interacción social de Goffman o el concepto de
In this paper we reflect on the possibilities to include in our ethnographic work other sources not from our own fieldwork, as tv interview, formal speech in front of evaluators or similar agents; we analyze the variations of the contents in these speeches and the position we have to place about it as ethnographers. A phenomenon that, usually is avoided in our research as ethnographers, but we have to bear in mind as anthropologists. We will use our own experience in the fieldwork and the fieldnotes in opposition to the discourses produced to the tv interview. We study these changings based on the Whetherell and Potter´s speech analysis, the context situation, the Goffman´s role studies or the
Se trata este de un artículo de reflexión teórica acerca de los métodos investigativos empleados en antropología y la interpretación de los datos obtenidos, al tiempo que plantea una reflexión sobre la variación de los discursos de los internos en instituciones cerradas y sus posibles significados. Se analizan esas variantes que aparecen en los discursos de los informantes frente a diferentes observadores, especialmente los que se producen frente a una cámara de tv cuando son grabados con otros fines distintos a los nuestros y la posibilidad de su incorporación a nuestra labor etnográfica. Así, partiendo de un trabajo de campo que usaré como pretexto, analizaré el uso de otras fuentes, reflexionando sobre el empleo de las entrevistas realizadas por otros y su incorporación a nuestro análisis, abordando cómo difieren esos mensajes de nuestras observaciones y la posición que debemos tomar ante ello. Un fenómeno con el que seguir debatiendo sobre la labor antropológica desde una perspectiva metodológica, arrojando una pincelada más sobre el uso de las diferentes herramientas etnográficas que se ponen a nuestra disposición. Mi intención es continuar con la labor crítica que ha marcado a nuestra ciencia y que nos ha permitido asentar una metodología propia con la que analizar los diferentes procesos culturales observados y los procedimientos que empleamos en su recogida. Para ello, expondré la variación de los discursos que encontré en algunas grabaciones realizadas por mí mismo durante mi trabajo de campo en un centro de internamiento de menores infractores y otras entrevistas realizadas por otros sujetos a esos informantes, comparándolas y poniendo el foco de interés en cómo debía incorporarlas a mi labor. Un suceso que suele aparecer en otras propuestas ya que, a menudo, nuestra comunidad de estudio tiene registros provenientes de otras fuentes que nos pueden ser útiles, pero que difieren de los datos recogidos por nosotros mismos, lo que nos puede suscitar ciertas dudas acerca de su uso e interpretación.
La diferencia entre lo que un informante dice y hace es un tema fundamental y en permanente revisión para la antropología y si, además, le incluimos la aparición de la cámara de tv como detonante para mostrar otras explicaciones y comportamientos, la amalgama de significados y situaciones que aparecen crece y se vuelve más compleja. Junto a esto, la variable de las instituciones cerradas y el discurso que sus protagonistas tienen, tomándolo como si fuesen parte de un teatro vivido, en el sentido de las variaciones de su discurso, se presentan como algo fundamental para comprender profundamente el devenir diario de estos espacios, algo que resultará también útil para las entidades que supervisan estas instituciones o gestionan su funcionamiento. Si el comportamiento es figurado, si existe un plano formal o fingido y otro auténtico o si la observación abrupta de estos observadores altera su comportamiento y su validez para su estudio serán algunos de los temas sobre los que profundizaré. Planteo, por tanto, un análisis epistemológico de esas fuentes así como de la variación del discurso y el empleo de esas entrevistas, en definitiva, la interpretación crítica del discurso y el enfoque etnográfico de este y su importancia en cárceles, centros de internamiento o espacios similares, donde esta conceptualización es fundamental para su comprensión.
Será por tanto, un análisis desde la palabra desde dónde debamos comenzar a analizar este fenómeno. Así, veremos cómo el acceso a la información en la mayoría de los estudios de las ciencias sociales está basado en el plano lingüístico, en el análisis de lo que otros nos cuentan y cómo nos lo cuentan y será desde ese plano desde el que debamos entender esas variaciones. Nuestros estudios se realizan fundamentalmente a través de la participación, la escucha y el análisis de lo que nos cuentan y es, por tanto, el lenguaje el vehículo fundamental para el entendimiento de otras prácticas y significados, por lo que pondré el foco de atención en ese plano. En este sentido, la existencia de diferentes discursos frente a una misma experiencia vivida, similar al efecto Rashomon tantas veces analizado en antropología (
Por tanto, reflexionaré aquí sobre las múltiples variantes que puede tener el registro discursivo de los informantes, la reactividad en la observación, la modificación del discurso (y su comportamiento) dependiendo del contexto en el que se encuentren y la importancia de tenerlo en cuenta en nuestra labor etnográfica. Para ello emplearé una experiencia observada durante mi trabajo de campo en un centro de menores en el que, junto a mi labor de observación, contamos con permanentes visitas rutinarias de control y evaluación por parte de las administraciones responsables y, especialmente, con la visita puntual de un programa de televisión que entrevistó y grabó a los actores de este centro. La modificación del discurso de los informantes frente a la cámara de tv o los mensajes utilizados en esas entrevistas respecto a lo que me contaban habitualmente servirán como muestra etnográfica con la que reflexionar en torno a este fenómeno, fácilmente aplicable a otros contextos de similar exposición.
Desde la teoría de los esquemas culturales, como estructuras de conocimiento compartidas hasta los conceptos de
En definitiva, lo que decimos que hacemos según quien nos escuche o nos observe y cómo influye en la etnografía.
Durante estos últimos siete años he estado realizando un trabajo de campo etnográfico en un centro de internamiento de menores infractores de Andalucía. Aprovechando mi condición de maestro −lo que me facilitó la entrada a estos lugares, cuya principal dificultad se encuentra justamente en ese acceso− y la opción que se me brindaba para compartir escenarios y situaciones con los menores, comencé a realizar una labor etnográfica de recogida de datos con la que conocer e interpretar acertadamente los comportamientos que allí dentro se producían, intentando entender los múltiples significados que para el menor infractor podía tener ese periodo de privación de libertad y los espacios por los que transitaba. Así, mi labor como docente se fue diluyendo poco a poco y conseguí compartir otros horarios y espacios con los que accedí a todos los escenarios por los que transitaba el menor. Todo ello desembocó en la publicación de un trabajo etnográfico complejo
Para contextualizarlos convenientemente, se pueden definir brevemente como unos espacios −instituciones totales, diría
En ese contexto, mi análisis se basó en la observación participante y la datación de los diferentes discursos que los menores mantenían en los diferentes escenarios por los que atravesaban, tomando a estos como protagonistas y narrando los significados y explicaciones que daban a sus prácticas diarias (conversaciones en el tiempo de patio, compartiendo horas de comedor o tiempos de espera para ir a las diferentes actividades, viendo películas con ellos, usándome como desahogo en momentos de crisis, indicándoles las actividades que debían realizar o explicándoles los contenidos de la escuela) y teniendo los preceptos actuales sobre exclusión social (
Sería durante ese proceso etnográfico en el que me encontrase puntualmente con unos escenarios diferentes a los que describía habitualmente y en los que los comportamientos y los discursos eran aparentemente distintos a los que venía datando. Junto a las prácticas diarias de escuela, talleres, comedores y tiempo libre, en los que las conversaciones ya me parecían recurrentes −alcanzaba el punto de saturación de mi investigación−, aparecieron otros escenarios en los que sus comportamientos y principalmente sus discursos sobre estos, ya que fundamentalmente eran entrevistas y observaciones breves, cambiaban radicalmente de contenido, mostrando algunas disonancias, que me llevaron a la reflexión y ahora a su análisis. Me refiero a las diferentes visitas que los responsables de la institución (delegación de justicia provincial, defensor del menor, equipo técnico de los juzgados, etc.) realizaban periódicamente para evaluar y controlar las actuaciones que allí se llevaban a cabo, una labor que se repetía mensualmente, y con la que se entrevistaba a los menores bajo su responsabilidad, se supervisaba el gasto y control del centro o se evaluaban las sanciones y medidas empleadas. Una situación en la que las entrevistas se convertían en algo habitual, las actuaciones, preguntas y respuestas se repetían y los discursos disonantes aparecían una y otra vez. Esto me dio pie a comenzar a indagar en este tema, pero sería con otro acontecimiento con el que esos comportamientos se enfatizarían aún más, lo que me permitió observarlos con mayor nitidez y usarlos como eje en mi estudio: la visita durante unos días de un programa de tv para grabar un reportaje sobre este espacio
Comenzando con algunas anotaciones que hice en mi diario al inicio de mi trabajo de campo sobre las visitas recibidas vemos cómo se producían:
Me choca que no son aulas normales a las que estoy acostumbrado. Los ventanales que hay a un lado con los guardias de seguridad observándote o el monitor dentro del aula hacen esto incómodo. Es una clase, pero no. Además, a lo largo de las clases siempre nos vemos interrumpidos por alguna novedad. Cuando no aparece el guardia de seguridad llamando a algún menor que tiene cita judicial y se lo lleva, sube la psicóloga a por otro para hacer terapia o llama su abogado. Es complicado dar la clase y me voy a tener que acostumbrar a esos cambios. A veces, también, tenemos alguna visita y de repente, aparecen por el pasillo un séquito de gente que nos mira desde los ventanales que parecen turistas mirándonos a nosotros. Siempre alguien de la dirección nos señala a nosotros y a los menores explicándoles algo. A continuación, abren la puerta, pasan como si no molestasen y hacen algunas preguntas genéricas sobre qué estamos haciendo o sobre los estudios en general. Uno de los nenes ha dicho hoy que parecemos los monos del zoo. (Fragmento del diario de campo)
Como punto de partida para el análisis se pueden fijar dos planos de la realidad observada que, a modo introductorio, definiré como
Conversación entre la reportera de tv y uno de los menores entrevistados:
−16 he cumplido hoy.
− ¿Hoy?, ¡felicidades!
−Gracias.
−¿Has celebrado tu cumpleaños? ¿En el instituto? ¿Has salido al instituto?
−No, hoy no, porque tenía que presentarme en fiscalía de menores en Málaga.
−¿Y cómo te ha ido?
−Bien, bastante bien.
−¿Cuánto tiempo llevas aquí en el centro?
−Pues... cinco meses
−¿Cuánto te queda?
− 7 meses.
− ¿Qué has pensado para cuando salgas de aquí, del centro?
− Me gustaría seguir mis estudios y sacarme el bachillerato. A partir de ahí, presentarme a unas oposiciones de policía nacional. Siempre hay que ver los dos lados de las cosas.
−¿Qué has aprendido aquí en el centro, en el tiempo que llevas?
− Se aprende mucho, porque aquí se tiene mucho tiempo de pensar y yo pienso que ojalá pudiese volver atrás y escoger el camino correcto y no haberme equivocado.
Este mismo menor me decía unos minutos antes:
−Ojalá me pregunten a mi, maestro. Lo vais a flipar. Les voy a contar que esto no vale para nada, que no hacéis nada y que nos estáis todo el día riñendo y quitando créditos. Verás.
En el trabajo del etnógrafo un aspecto fundamental es la escucha de los discursos que los nativos envían a sus interlocutores. Como decía más arriba, es en la palabra empleada donde se pone el foco de atención y la que ayudará a entender por qué hacen las cosas que hacen y los diferentes significados que tienen para ellos el mundo en el que viven. Desde esa perspectiva, el antropólogo se fija en la palabra, pero no será esta, entendida con un enfoque de la lengua, desde la que se analice su significado, sino como elemento lingüístico central de un discurso que engloba un hecho cultural. Será, por tanto, la cultura la que se vaya buscando y hasta ahí, llegaremos fundamentalmente a través también de esa misma palabra.
Desde esta posición, se hace sencillo entender la dualidad de planos que planteo aquí y el cambio de discurso que un observado puede realizar bajo diferentes situaciones, simplemente se debe a que tiene diferentes registros y explicaciones de lo que hace y los empleará en función de ese contexto. Es decir, no hay dos planos
Desde esta perspectiva ya se conocen las ventajas e inconvenientes del uso de las entrevistas en la labor etnográfica o el empleo de esas otras fuentes tal como analizo aquí.
Junto a la direccionalidad planificada por parte del entrevistador, estas pueden dotar de mayor grado de deliberación al entrevistado que reflexionará sobre su actuación y la imagen que proyecta sobre el entrevistador alejándose quizás de los significados
Desde esta perspectiva, la diferencia fundamental en el mensaje adoptado en esas entrevistas u otras observaciones externas y la labor propia de la observación participante es obvia y, junto al tipo de información y otros ajustes como el tiempo disponible o la posibilidad de recogida de datos, la obtención del
A partir de ahí se comienza a complicar la interpretación de estos mensajes ya que esos dos planos de informacion difieren enormemente por lo que, según mi intuición etnográfica, debería obedecer a los otros discursos, a aquellos que he conseguido a través de mi trabajo de campo y la participación junto a ellos, pero también necesitaré tener presente esos otros que he llamado
Volviendo al prisma del contexto, la solución se encuentra fijándose sobre un escenario específico y describiendo la actividad en función de este. Tal como dice
Yo lo que quiero es sacarme el graduado y aprovechar el tiempo ya que tengo que estar aquí dentro. Llevarlo bien, pasar de todo el mundo y cuando salga dejarme de rollos. (Menor, 17 años, respuestas a la entrevista inicial para conocer su nivel escolar)
Desde este enfoque de-cursivo, la cultura es el conjunto de reglas con el que las personas dan forma a su acción social y también el conjunto de reglas para relacionarse con esas reglas de la cultura en cada situación concreta (
Desde este punto de vista, el comportamiento del menor que usaba como ejemplo más arriba tiene una explicación, a priori, sencilla. Éste, ante la observación y el comportamiento esperado por parte de los evaluadores o la cámara de tv, decide recurrir a un discurso estándar con el que salir exitoso de esa situación, mostrar el rol esperado (o que él cree esperado) por parte del interlocutor e intentar obtener alguna recompensa al mostrar ese discurso. En este caso, la observación de esta situación servirá para valorar si el sujeto tiene aprendidos esos códigos y cómo los ponen en juego. Sería así de sencillo y esta conclusión por sí misma ya sería valiosa, pero esta afirmación, la categorización de
Abordándolo desde los esquemas discursivos se puede observar cómo en las respuestas de los menores aparecen ciertos elementos que podrían agruparse en torno a algunos significados predominantes bajo los que todos los actores que se ven involucrados en estos escenarios describen su actividad. Tanto en la construcción de sus mensajes como en los elementos semánticos de él se repiten algunos elementos conformando mensajes similares. Así, se podría pensar que se trata de unos mensajes recurrentes que pueden esconder bajo sus ropajes unas estructuras genéricas, a los que se denominaría esquemas discursivos, con los que responder a las demandas formales de los entrevistadores y que se encuentra lejos de los significados
Desde esta perspectiva, los esquemas son estructuras de conocimiento compartidas, que incluyen los rasgos cognitivos que definen prototípicamente una situación, un acontecimiento, un objeto o cualquier otro fenómeno social (
Es así como se puede explicar el comportamiento y las respuestas genéricas que se obtienen de estas fuentes y cómo los menores comienzan a manejarlas a base de transitar por los diferentes escenarios con los que empezará a familiarizarse. Un plano
Entrevista con una menor por parte de la periodista:
− ¿Te ha hecho pensar en lo que has hecho?
− Sí, por lo menos ahora me doy cuenta de valorar a mi familia. [...]
−¿Cuál es el secreto para llevarlo bien?
−Pues ir a lo tuyo, tener lo objetivos claros y poco más. [...]
−¿Cuál es tu objetivo?
−Mi objetivo es salir a la calle, ver a mi familia y sacarme la ESO. [...]
−¿Te gusta estudiar?
−Sí, quiero estudiar jardín de infancia
O en este otro fragmento de una carta de un menor al juez solicitando su reducción de medida judicial: «Señor Juez, le escribo para solicitar mi reducción de medida [...] me he sacado el graduado, estoy en fase 4, ahora estoy más centrado y he arreglado los problemas que tenía con mi madre».
Desde esa perspectiva, se puede analizar también según los repertorios interpretativos. Enlazando con lo que decía más arriba sobre el decurso y la importancia de la contextualización y el reconocimiento de escenarios prototípicos, tal como afirman
Conversación con la periodista:
−Antes era más niño y tenía pensamiento... ahora tengo que criar otra persona más.
−¿Esto te ayuda?
−Mucho. Y pienso ahora más.
− Ya mismo voy a empezar a salir de permiso. (respuesta sobre su comportamiento)
−Si lo llevo bien, en cuanto cambie de fase, empiezo a ir los fines de semana a ver a mi familia. Y últimamente me estoy portando bien.
Esto choca frontalmente con los registros que obtuve en mi trabajo de campo y que diferían plenamente de esos discursos. Así, algunos de los menores que entrevisté, respondían a las mismas preguntas comentadas anteriormente con expresiones como «esto es cosa de payos», «yo qué voy a estudiar y trabajar. Toda la vida trabajando para pagar la luz y un piso ¿no?», «el contrato conductual de la salida de fin de semana me lo paso por los cojones» o «cuando me queden dos tres semanas para para irme os vais a enterar, vais a conocer al XXX de verdad, que llevo tragando un año aquí», mostrando estos otros significados asociados a las mismas preguntas y prácticas, arrojando un discurso muy distanciado de los anteriores, ahora que se encontraban en otro escenario y ante un interlocutor con el que, creían, podían desplegarlo.
Desde la perspectiva antropológica, este repertorio se puede confundir con las categorías semánticas que los menores empleaban, pero difiere en el sentido en que no se usan con un significado
Esa variación del discurso muestra también que el menor es consciente de esa otra realidad vivida, aquella por la que le preguntan los periodistas o los gestores y que es la que estos quieren percibir, lo que les hará conscientes de la existencia de otro plano, el
Esto se observa en los informes elaborados por estas visitas en las que se habla de
En definitiva, tanto los esquemas discursivos que emplean, como los repertorios interpretativos serán dos caras de la misma moneda que son empleados para encajar en los marcos de referencia que usa su interlocutor, con los que tener algún tipo de recompensa. Es decir, reproducen los conceptos que saben que utiliza el entrevistador y con los que codificará su información, y que por tanto, esperan que acaben siendo útiles para ellos, en cuanto que son esos entrevistadores los que deben evaluarlos. Al igual que un profesor hace repetir la lección a un alumno con lo que muestra si conoce los contenidos exigidos, el menor repetirá el discurso con la esperanza de cumplir las expectativas sociales que se generan en torno a él. Es ahí donde la interacción social también entra en juego. Algo que analizo a continuación.
Siguiendo el análisis de la realidad que realizaría
Por extensión y comparándolo con otros escenarios similares donde la cámara intercede con el observado, vemos como todos tenemos unos roles aprendidos que presuponemos son los que debemos reproducir (redes sociales, televisión o cualquier escenario ajeno del que no tenemos más referencia que los mensajes encapsulados) y los ponemos en acción de manera similar en cuanto nos lo piden. No solo porque nos proyectamos en los ojos de los otros sino porque esperamos algo de los otros a través de un comportamiento aparentemente educado y conformado culturalmente, con lo que esperamos cumplir los roles sociales que intuimos nos achacan y con los que tener éxito en esa
Puede analizarse así que lo que ocurre delante de la cámara es un decurso impostado e hipersometido a la presión social, que exige el desempeño de un rol bajo unos parámetros convencionales con los que se espera tener éxito frente a esa presión, de ahí que lo debamos tomar con cautela en nuestra labor etnográfica o, al menos, lo interpretemos como un género discursivo propio que maneja unos códigos diferentes. Otro escenario diferente sobre el que reflexionar con sus reglas propias. Algo que se aproxima más a un comportamiento encapsulado y en cierto grado, de ficción, que al comportamiento habitual del sujeto y el grupo. De ficción en el sentido que es reflexionado y fingido, no que sea irreal, ya que, al igual que ocurre frente a otras pantallas, es una parte más de nuestro yo puesto en escena, una realidad ficcionada. Haciendo una comparación con los estudios de patrimonio, esta práctica sería similar a la de cualquier comunidad que altera su forma de comportarse en los rituales festivos porque es observada por la cámara del turista o la observación del público, sometiéndose a esa presión y comportándose de manera diferente. Esa versión higienizada de la fiesta o edulcorada de su rito no es una señal de falsificación, sino un plano más de ese comportamiento del que se sabe observado
Este punto de vista de la presión social entronca directamente con el enfoque de los cuerpos dominados. Tal como decía
Adelantando algunas de las conclusiones, desde esta perspectiva se observa como la incorporación de estos discursos al trabajo etnográfico será más que recomendable ya que servirán como variables de control con las que contraponer las observaciones, analizando los diferentes planos existentes y reflexionando sobre la distancia existente entre una práctica y otra. Además, siguiendo a
Aquí es donde se puede enlazar con el concepto de
Desde esta perspectiva, estos cambios de un plano a otro también se harán empleando el humor o la exageración dramática con la que ridiculizar la estructura en la que están insertos. Así, algunos de los discursos empleados encajarían en aquello que Pueyo y Delgado llamaban
−Maestro yo me estoy quedando tonto aquí dentro. Entre las drogas que me he tomado y ahora estar encerrado no me acuerdo ni de lo que hacía antes. Yo le voy a decir al juez que me saque ya, que ya se me ha olvidado todo lo que hacía antes, ¿no? (conversación con XXX en el aula)
Este comportamiento
Al hilo de este comportamiento, cuando nos sentimos observados, debemos añadir otro debate necesario que también hará reflexionar sobre ese fenómeno y que se debe tener presente a la hora de incluir estos discursos a la labor como etnógrafos, en concreto, relacionado con la dualidad emic-etic y la inclusión del informante dentro del grupo de estudio, y es que yo mismo fui observado y entrevistado en esas visitas, lo que me llevó a desarrollar estos mismos comportamiento que estoy analizando, empleando un mensaje nada acorde a lo que había dicho anteriormente o que manifestaba habitualmente sobre otros escenarios, es decir, convirtiéndome en parte del todo observado y por tanto, en plano emic de mis propios estudios.
Tienen interés en aprender, lo que hay que saber es qué quieren aprender... y guiarlos y tutelarlos para llegar a unas metas que sean provechosas para ellos. (Maestro de la escuela y antropólogo)
Así, pude comprobar todo lo dicho anteriormente, ya que sería yo mismo quien fingiese un comportamiento impostado, recurriendo a un esquema discursivo conocido por mí y con un repertorio interpretativo prototípico con el que hablar sobre mi actividad, en este caso, acudiendo al discurso de la docencia en lugares de especial dificultad, la motivación en la enseñanza o la labor comprometida y vocacional del docente. Del mismo modo, adoptando el rol de maestro desempeñé todo el papel que se espera de este, tanto en comportamiento y expresión corporal −el lenguaje silencioso y la eficacia de la proxémica que ya analizó Tall (1972)− a través de gestos como la escritura en la pizarra o las preguntas al alumnado, como en el contenido dramático explicando contenidos que ni siquiera debían trabajarse ese día. Esto me hizo reflexionar acerca de la
Desde la perspectiva emic, siguiendo las pautas clásicas de la etnografía, el antropólogo intenta desenmarañar los significados del nativo para traducirlas a un escenario etic. Es decir, hace una inmersión en el campo, se empapa del discurso emic, comparte esos escenarios y las prácticas y, a partir de ahí, traslada ese discurso a una explicación formal y alejada de esa perspectiva del nativo, cercana a una narración comprensible para el resto de los interesados ajenos a este contexto, es decir, a un plano etic. Será esa dualidad permanente responsabilidad y labor del investigador que deberá permanecer con un pie en cada terreno, haciendo de puente entre uno y otro mundo. Si el investigador se acerca a estos comportamientos irá construyendo sus categorías etic, a medida que va conociendo las categorías emic que estos emplean, refinando poco a poco su análisis, haciéndolo más complejo y profundizando en los significados culturales que estas escenas tienen. Dicho de otro modo, elaborando esa secuencia infinita por la que emic1 producirá etic1, que a su vez desembocará en emic2 y este en etic2 y así sucesivamente hasta emicN. Pero aquí, y llegamos a otra de las claves de este texto, aparecerá la novedad de que el propio investigador fuese el que, de repente frente a la cámara, se convirtiese en informante y fuese él mismo el que produjese información emic para su propio estudio. Es decir, mi comportamiento pasaba a ser motivo de análisis para mí mismo pudiendo reflexionar sobre esa forma de interpretar las reglas sociales y cumpliendo todo lo mencionado anteriormente. Es así como nace la inquietud por el análisis de los comportamientos variados y la reflexión en este artículo, ya que me colocaba en primera persona a ambos lados del trabajo etnográfico.
Una vez expuesta la reflexión acerca del plano
Desde la etnografía tenemos cierta tendencia a buscar esos otros discursos, lo que se producen más allá de los discursos formales, generalmente amparados por el aval que concede el acceso al campo y la complicidad con el informante, buscando con esto cierto marchamo de garantía en el trabajo, como si dificultad supusiese calidad, dejando en un segundo plano ese discurso formal, lo que amputaría la visión global del objeto estudiado y que es fundamental para arrojar una muestra completa en el estudio, ya que dará una información global de todas las intervenciones que allí se producen.
No se plantea aquí que el informante mienta ni se analiza la posibilidad de esto, asunto que debe estar ya superado, sino el análisis del comportamiento frente a un objeto que hace impostar un discurso y un rol aparentemente distinto, pero que, si se profundiza en él, no es sino otra capa más de su cultura, en este caso sometido a la presión social, lo que también dará una información valiosa.
Tal como se decía al comienzo, al igual que ocurre con el efecto Rashomon, los decires sobre los haceres variarán en función de la perspectiva que se tome, por lo que se deben recopilar todas las voces posibles en el análisis etnográfico. La existencia de diferentes discursos frente a una experiencia vivida simplemente mostrará que ésta es compleja y que puede tener diferentes lecturas y reflexiones por parte de su actor. Desde esta perspectiva el comportamiento del menor frente a la cámara servirá para conocer el grado de implicación que éste tiene en su propio proceso de internamiento, comparando los diferentes mensajes que produce sobre sus hechos; las variaciones del discurso como prueba de la adquisición de competencias culturales propias de esos entornos cerrados y su disposición o motivación para ponerlas en juego.
Tampoco se analiza aquí el discurso frente a la cámara de tv como si fuese una cámara de entrevista etnográfica, pero muestra la importancia y el condicionante que supone ganarse su confianza para poder datar esos discursos y al mismo tiempo, perderla para observar los otros, ya que esos otros discursos tamizados por el filtro del desconocimiento y la desconfianza ante el entrevistador darán también una información que será útil y necesaria. El discurso del entrevistado, incluyendo su reflexión, la impostación del mensaje y el uso de recursos recurrentes puede ser también muy útil para comprender la percepción que él tiene de su actividad a ojos externos y, por tanto, permitirá analizar ambas prácticas. No se analiza aquí si estos son verdaderos, algo que sería un tremendo error, sino que existen otros discursos, y romper o no esa barrera situará en escenarios distintos que deben ser conocidos. Así, la coexistencia de diferentes planos o roles con los que el sujeto hace frente a su situación como interno, la polisemia del discurso y su localización en diferentes escenarios deben ser tenidos en cuenta, ya que conformarán el total de sus actos. Conocer esos planos y poder manejarlos en el análisis etnográfico será muy útil, ya que darán la visión del nosotros y del otro, de las prácticas y de las variantes en los discursos que lleva aparejadas esas prácticas.
Todo este trabajo así como las características de estos centros de internamiento se pueden consultar en
Algunos fragmentos de aquellas entrevistas están disponibles y se puede consultar en <
Este concepto de éxito también daría para un estudio propio, ya que la adecuación a las normas impuestas será la herramienta cuantificable por la que el menor obtenga mayores recompensas, pero no será sinónimo de éxito para ambas partes. Al igual que mantengo a lo largo de todo el artículo, soy consciente de que este concepto también tendría un enfoque dual y opuesto para menores e instituciones gestoras. Así, para la institución tendrá asociado un significado de créditos, terapias, formación, etc. que distará de la concepción que tiene para muchos menores: no dejarse someter por la institución o no variar su comportamiento a lo largo de su medida. Por lo que el sometimiento y el dilema entre sujeto e institución estarán en permanente lucha.
Como decíamos al comienzo, todo el comportamiento de los menores es evaluado en función de un sistema de puntuación asociado a su comportamiento. Esos puntos son denominados créditos y son obtenidos cada mañana y tarde a criterio del monitor que los acompaña. Este sistema fija las puntuaciones que deben conseguir para obtener diferentes fases que se ajustarán proporcionalmente a su medida y marcarán el progreso y los privilegios a los que podrán acceder (salidas de fin de semana, permisos, etc.).
Un ejemplo de esto se puede ver en el artículo «Limpia, fija y da esplendor. Falsedad y autenticidad en las representaciones patrimoniales de la fiesta» en el que se debate sobre la versión higienizada en la patrimonialización de las fiestas. (
En todos los años de trabajo de campo y docencia que pasé allí nunca ninguna institución se presentó sin previo aviso, a excepción de una investigación realizada por el defensor del menor, lo que permitía preparar esas visitas convenientemente.