En la mayor parte de la literatura social sobre el testimonio, este se trata en su dimensión narrativa o discursiva. En otras palabras, como lo dicho o lo enunciado. Tomando esto como punto de partida, el objetivo de este artículo será problematizar esta noción, reflexionando sobre el testimonio en aquellos contextos en los que, por diferentes razones, no se puede hablar, por lo que la transmisión de las experiencias de violencia se ha podido dar de otra manera. Se tomará como punto de partida una investigación realizada con diferentes familiares y víctimas del franquismo querellantes en la denominada Querella Argentina contra los crímenes del franquismo. En las conversaciones y entrevistas con los querellantes, las alusiones al silencio compartido entre las familias, el miedo vivido durante años y al mal cuerpo presente en sus biografías se convirtieron desde el principio en un material discursivo denso y heterogéneo, difícil de ubicar y analizar. El artículo aborda el análisis de este material discursivo planteando un hoja de ruta donde se acaba transformando la conceptualización del testimonio.
In most of the social literature on testimony, it is treated in its narrative or discursive dimension. In other words, like what is said orwhat is stated. Taking this as a starting point, the objective of this article will be to problematize this notion, reflecting on the testimony in those contexts in which, for different reasons, it is not possible to speak, so that the transmission of experiences of violence has been possible. give otherwise. An investigation carried out with different family members and victims of Francoism complainants in the so-called Argentine Complaint against the crimes of Francoism will be taken as a starting point. In conversations and interviews with the complainants, the allusions to the silence shared between the families, the fear lived for years and the bad body present in their biographies, became from the beginning a dense and heterogeneous discursive material, difficult to locate and analyze. The article deals with the analysis of this discursive material, proposing a roadmap where the conceptualization of the testimony ends up being transformed.
El testimonio, entendido como el relato de sujetos atravesados por experiencias de violencia, tiene una larga tradición como objeto privilegiado de investigación a la hora de plantear otras dimensiones de la violencia dirigida hacia diferentes grupos humanos. La narración del sujeto
No obstante, en la mayor parte de la literatura social, el testimonio está tratado principalmente en su dimensión
Estos discursos estaban atravesados por complejas dimensiones. En primera instancia, si bien son relatos producidos en mi trabajo de campo, aluden a hechos transcurridos a lo largo de casi ocho décadas, y es por esa razón que los registros temporales se intercalan y superponen sin cesar
El objetivo de este texto es contribuir a repensar el testimonio mediante diversas herramientas teórico-conceptuales. ¿Qué sucede cuando, después de la violencia, la reconstrucción del mundo simbólico y social de quienes la han padecido no ha sido desde la toma de la palabra y la escucha social, sino desde el silencio impuesto y la indiferencia social? ¿Qué tipo de transmisiones y prácticas testimoniales pueden darse en esos contextos? ¿Cuáles han podido ser los efectos en las subjetividades políticas de estos sujetos? En este sentido, el presente artículo establece una dialéctica con otros trabajos en donde se ha reflexionado sobre la presencia de la ausencia, los modos de transmisión en contextos represivos, la vida subjetiva y simbólica de las víctimas, o los contextos sociales del testimonio (
En la primera parte realizaré una breve introducción y reflexión sobre la Querella Argentina, mi acceso al campo y las condiciones de elaboración del material etnográfico que luego tomaré en consideración. En la segunda parte trataré el análisis discursivo de tres significaciones y reelaboraciones dentro de los discursos de los querellantes: las alusiones al «silencio» dentro del ámbito doméstico sobre la violencia franquista padecida; los discursos sobre el «miedo» que sufrieron muchos familiares de los querellantes; y las elaboraciones relatadas sobre diferentes síntomas o padecimientos sufridos, muchos de ellos todavía actuales. Finalizaré con unas reflexiones más generales, en donde retomaré las preguntas antes planteadas, no tanto para resolverlas y, por tanto, eliminarlas, sino para colocarlas en el centro de nuestra producción del saber, y no en los márgenes.
La causa 4.591/2010, denominada comúnmente «Querella Argentina contra los crímenes del franquismo» o simplemente «Querella Argentina», alude a un proceso jurídico penal internacional, presentado en Buenos Aires el 14 de abril de 2010. El caso se inició a través de los marcos de Jurisdicción Universal que contemplan la posibilidad de que un Estado miembro de la Comunidad Internacional investigue determinados delitos cometidos en otro tiempo y en otro territorio, si están dentro de la tipificación de «Crímenes de Lesa Humanidad», sin importar el lugar en el que fue cometido el crimen y sin considerar la nacionalidad ni de los autores ni de las víctimas.
La querella fue interpuesta por diferentes asociaciones de derechos humanos argentinas
La Querella Argentina pasó los dos primeros años siendo un proceso menor a nivel jurídico, pues a principios de 2012 se habían interpuesto solamente una decena de querellas, pero adquirió importancia dentro y fuera de España a partir de febrero de ese año, cuando el Tribunal Supremo Español bloqueó definitivamente un intento previo dentro de la judicatura española de juzgar posibles violaciones de derechos humanos cometidas por el régimen franquista entre 1939 y 1952 por parte del juez Baltasar Garzón (Garzón, 2010)
Durante estos años (2012- 2020), el proceso penal generó en el país hitos impensables hasta hace poco respecto a los derechos de las víctimas y las políticas de memoria y DDHH. La Jueza que lleva la instrucción, Servini de Cubría, realizó un viaje a España para tomar declaración a varios testigos y conseguir documentación, tomó testimonio a centenares de querellantes por video-conferencia o en persona en su juzgado de Buenos Aires; consiguió bajo una orden judicial en el Estado español, la exhumación de dos fosas comunes de fusilados por el franquismo
En relación a esto último, la querella interpuesta en Argentina es la primera que incluye todo el marco temporal de la dictadura: desde el golpe de Estado en 1936 a las primeras elecciones democráticas en 1977. Este hecho jurídico generó que se aglutinasen, por primera vez en una misma acción colectiva, todas las realidades represivas del franquismo y, por tanto, todos los tipos de víctimas. De este modo, en un mismo proceso encontramos ex-presos y presas políticas del franquismo que sufrieron torturas y cárcel, familiares de segunda, tercera y hasta cuarta generación que buscan a personas desaparecidas, familiares de niños robados hasta entrada la democracia, de personas que sufrieron trabajos forzados en campos, víctimas y familiares del exilio o la deportación, o mujeres que sufrieron violencia sexual o maltrato infantil en instituciones franquistas. Todas ellas se homologaban, por primera vez, bajo un mismo paraguas, el de los derechos humanos, y un mismo soporte identitario, el de ser todas «víctimas del franquismo». Esta nueva posibilidad promovió que se aglutinase gente de muy distintas edades, configuraciones sociales y demandas, con diferentes historias de represión y supervivencia en los cuarenta años de dictadura.
De cara a mi investigación doctoral sobre los procesos de subjetivación e identificación de las víctimas del franquismo en la Querella, realicé trabajo de campo entre los años 2014 y 2018 en la plataforma madrileña de apoyo a la Querella Argentina. En mi caso, la práctica etnográfica consistió tanto en
En las reuniones internas y convocatorias públicas de la plataforma de apoyo a la Querella, los demandantes se dedicaban fundamentalmente a actividades de cara a la concienciación y promoción de la causa penal, donde los relatos más personales sobre la represión, la vida bajo el franquismo y las trayectorias familiares no eran las cuestiones centrales. No obstante, en las conversaciones más informales que tenía con ellos , los discursos sobre la vida cotidiana y familiar durante el franquismo solían aparecer, ocupando una parte importante, en tiempo e intensidad, de las mismas. Como ya he mencionado, el marco temporal de la dictadura (1936-1978) resulta lejano y mucha de la gente que sufrió o ejerció la violencia está fallecida. Es por esa razón que hay muchas personas que se querellan por familiares en el proceso judicial, aunque eso no significa que algunos de ellos no hayan experimentado la violencia o la represión en sus carnes
En relación con esto, muchas de estas conversaciones se acababan transformando en verdaderos
En un primer momento -y desde una vinculación más obvia- observé que los querellantes relacionaban en sus discursos el «silencio» con la
Era necesario profundizar en los entornos de emergencia del
En los años de la dictadura el silencio operaba, ante todo, como un régimen de
Nosotros no decíamos nada, hija, nada, calladitas. Nada [...] No te preguntaban, yo en mi misma casa, no han sabido que mi padre le habían fusilado, nadie, hasta que no me vieron en la tele. Nosotras calladas, hija, cómo íbamos a decir algo, nada, todos callados.
Esta imposibilidad de hablar, durante esa época, muestra la necesidad de las víctimas de mantener los lazos sociales, de ajustarse a las representaciones dominantes y de gestionar su identidad como «vencidos» de la guerra durante las cuatro décadas de régimen dictatorial de «los vencedores»; también de proteger a los hijos e hijas de aquello vivido por ellos mismos (
Durante la Transición española (1973-1982) se observa cómo nuevos contextos y situaciones acaban transformando las condiciones de emergencia de los relatos sobre la represión. No son numerosas, suelen ser transmisiones en el espacio privado y familiar, y hacen alusión a cómo algunos hijos e hijas «se enteran» de la represión o violencia sufrida por sus tíos, padres y abuelos en las décadas anteriores. La cita siguiente pertenece a Mercedes, una mujer de aproximadamente 70 años que rememora, en su conversación conmigo, algunos sucesos que acaecieron en su casa durante ese periodo:
Y cuando muere Franco, me dice mi madre, «me tienes que ayudar a sacar unas sábanas que tengo allí en el maletero, que quiero sacarlas [...]». Y quitando esas sábanas y limpiando ese maletero me veo un libro de Carlos Marx, uno de Stalin, y el libro rojo de Mao Tse- Tung. Y les digo «¿Y esta literatura de quién es?» Y se me queda mi padre mirando y dice «Mía». Y digo «Desde cuando tú tienes esto aquí guardado? [...] dime que ideología tienes». Dice «Bueno ahora soy socialista pero cuando era pequeño era de la FAI
A través de los discursos, los querellantes relatan cómo se comienza a
A partir del año 2000, la polémica generada en torno al pasado reciente en España ocupó la agenda mediática y política por vías de los movimientos por la recuperación de la memoria histórica y la irrupción de la problemática de las fosas comunes de la guerra y la primera posguerra, ubicadas a lo largo y ancho del país.
En este periodo se produjo una profunda transformación en la especificidad de los testimonios y, como afirma
Yo paso del «no lo cuentes, esto tiene que permanecer en la familia, esto es una cosa privada» a que ahora mi abuela, si viene alguna amiga a mi casa de fin de semana ella puede contar lo que pasó. […] Tú te das cuenta de que no estás solo como víctima cuando empiezas a visibilizar que hay otras muchas víctimas que están en la misma situación que tú. Yo recuerdo […], al final de un documental, hay una foto con hijos de víctimas del franquismo en las escaleras del Congreso. Mi abuela vio eso y dijo «¿Pero toda esa gente tiene el mismo problema que yo?» Y todo eso sirve para que una víctima no se sienta sola, para que pierda el miedo, para que pueda contar lo que ha sucedido, y verbalizarlo es verdaderamente importante para superar el trauma.
En este periodo (2000-2010), la reciente tecnología TIC, algunos medios de comunicación y la creciente industria cultural resultaron actores principales para la reproducción y mediatización de esos discursos, también fueron agentes esenciales organizaciones como la ONU o Amnistía internacional (
Más aún, los contextos de producción de esa forma de testimonio van más allá de su posibilidad de realizarse en un espacio público, pues incluye, a su vez, a los modos en que se testimonia y al contenido de lo testimoniado. A este respecto, en la cita que hemos recogido, se advierte muy bien la homogeneización que se produce en el marco del testimonio por la inclusión de imágenes articuladas «al silencio», al «miedo» e imaginarios vinculados al trauma mediante el desembarco de una gramática (
No obstante, en un momento posterior de la investigación, observé que estos discursos sobre el silenció tenían una implicación más profunda. En una entrevistas con Elsa Osaba -una querellante nieta de deportados durante la Guerra Civil a Francia, que volvió España con sus padres en la adolescencia- me manifestó que sabía «todos los matices del silencio». La concepción que yo tenía en ese momento era la de ver el silencio como una carga pesada, como algo que dificulta el hablar, sin embargo, gracias a esa confesión, pude apreciar esos matices y relacionarme con ellos de una forma distintas, en otras palabras, pude
Revisitando el material ya obtenido observé que los querellantes adornaban las representaciones del silencio con gran cantidad de adjetivos, adverbios y verbos, llenándolo de tonos, de imágenes, de repeticiones. Las historias sobre la vida familiar bajo el franquismo trascendían la dicotomía entre lo dicho y lo no dicho tal como yo lo había planteado inicialmente. Por ejemplo, Julio Recuera, un hombre que se querella por el fusilamiento de sus dos abuelos maternos en la Comunidad Autónoma de Extremadura, me describe así el silencio que él rememora de su madre en relación al asesinato:
En mi casa, ha habido un silencio atroz con ese tema, porque había mucho miedo. Mi madre lo único que hacia era llorar continuamente por los rincones de la casa, continuamente. Llorar [...] Bueno, yo era chiquito, no sabía muy bien de que iba esto, hasta que empecé a madurar un poco y a enterarme un poco del tema. Y bueno, pues empecé ya a saber porque tenía mi madre esa aflicción, ese dolor interno. De vez en cuando explotaba, lo sacaba al exterior: «¡¡ay mi madre!! ¡¡Ay mi padre!! ¡¡Ay, mi querida madre!!, ¡¡Ay. mi querido padre!!».
De este modo, en las conversaciones con los querellantes, este «silencio» comenzaba a adjetivarse, y se convertía en un silencio a medias, negociado o que acompañaba otras prácticas de duelo como llevar flores o comida a lugares donde creían que estaban enterrados sus familiares. También salían las imitaciones o descripciones teatralizadas de las frases, los lamentos y suspiros de los familiares alrededor de estas prácticas vinculadas al silencio
Le Breton (1997) señaló la necesidad de conceptualizar el silencio, ya no como un vacío que ha de rellenarse o como un resto, y sí como portador de una función comunicativa propia. En primer lugar, estos discursos nos dicen algo sobre el pasado de estos familiares: el silencio, en este contexto, operó como una
En segundo lugar, son discursos sobre el silencio enunciados
En los discursos examinados, el silencio está estrechamente emparentado al significante del «miedo». A continuación recogemos un fragmento extraído de una conversación mantenida en casa de Teresa Fernández, mujer de 93 años que se querelló por los asesinatos de tres familiares durante la Guerra Civil. En determinado momento indago a la hija y la nieta de esta mujer, presentes en la conversación, acerca de su conocimiento de la historia de su familia. Además de mostrar el silencio como una práctica habitual -contar a escondidas o cantar en contra de su marido que la mandaba callar-, en la conversación surge también una reflexión sobre el miedo:
En el decir de los demandantes, el «miedo» es empleado con la finalidad de justificar y explicar un amplio número de experiencias, normalmente protagonizadas por otras personas más mayores, muchas de ellas ya fallecidas. Estas experiencias tienen que ver con determinados momentos de la vida de estas personas, y presentan múltiples temporalidades y situaciones. A través del análisis, pude ir comprobando que este significante funcionaba como un marco que habilita a los querellantes, desde el contexto presente, para
En sus discursos, el miedo se presenta como un sentimiento que perdura en el tiempo, un continuo «vivir con miedo», que se convirtió en un estado vital perpetuo de estos familiares, amigos o vecinos durante gran parte de sus vidas. Ese «vivir con miedo» es interpretado como algo que estaba dentro del cuerpo, expresándose en un lenguaje que se refiere a definidas zonas o imágenes corporales (
En ese sentido, tenemos que pensar que el miedo, el silencio y el mal cuerpo tienen que ver con la encarnación de un cuerpo tocado y afectado por esa violencia. En muchas conversaciones, las mujeres y hombres que se querellan por sus familiares ya fallecidos que vivieron la represión y la posguerra, describen a sus padres como personas «con miedo» toda la vida. Alicia García, una mujer que se querella por los abusos sufridos durante su infancia en el preventorio antituberculoso de Guadarrama, pero también por la cárcel, el exilio interior y los trabajos forzados que padeció su padre, me describía así los cambios que sufrió dicho familiar después de la guerra:
Mi padre siempre, siempre tuvo miedo de que le cogieran de nuevo, mi padre tuvo miedo, o sea que yo sé que mi padre no siguió militando, no siguió votando al Partido Comunista, pero la cuestión emocional, del partido comunista [...] Él contaba que en los pueblos repartían Mundo Obrero, la revista del Partido Comunista, en bicicleta. A él le enseñaron a leer y a escribir, él que no había tenido tiempo, en el Partido Comunista, él cuenta todo esto como emocionalmente muy afín [...] Y él en casa cuando se escuchaba por la radio el himno nacional se soliviantaba tanto que teníamos que quitarla [...] Pero sólo en casa. De puertas para fuera, nada.
En estos discursos, los querellantes describen y evalúan las prácticas de una generación anterior, la de los vencidos, aquella protagonista de la guerra y la inmediata posguerra. En un ejercicio de relectura, el marco del «miedo» les permite reinterpretar escenas de la infancia que han vivido o visto, o nuevos datos sobre sus familiares que han encontrado después de su muerte y que no sabían; presentan y justifican las decisiones que tuvieron que tomar sus padres o tíos durante la dictadura, o determinadas escenas que les resultaban enigmáticas o difíciles de comprender.
Este es el caso de Cristina Serrano la cual, después de haber fallecido su madre, se enteró que esta había estado casada por lo civil con un miliciano y había tenido tres hijos en la guerra. Hijos que le quitaron o que tuvo que dar en adopción los primeros años de la posguerra, cuando fue fusilado su marido, anulado el matrimonio y ella tuvo que ejercer la prostitución. Posteriormente, se casó con el padre de Cristina y le tuvo a ella y a un hermano, a los que nunca dijo nada:
Pero ¿qué menos de decírmelo no? Pero bueno, yo la respeto. O sea, enfado nunca he tenido con ella, para mí ha sido una superviviente, no la voy a juzgar para nada, lo único que sí que añoro un poco que me lo hubiera contado ella; no la voy a juzgar si hizo la prostitución, al contrario, yo creo que la hubiera comprendido perfectamente. Pero ella tenía miedo, yo creo que tenía miedo. Es que en esa época… ¡Cómo te ibas a casar con una persona que era viuda de un miliciano y había tenido hijos, todo eso estaba mal visto! Si es que había un montón de prejuicios, todo se ocultaba, todo se evitaba, no se podía poner la radio. Había muchísimo miedo, todas las personas que a lo mejor pensaran de una forma diferente.
En muchas de las descripciones, las prácticas a las que aluden son de tipo inhibidor, pero no todas. A veces, el miedo también les hacía
Se camuflaban, unos oportunistas, otros por miedo. Pues como un señor de aquí de Madrid […]. Ese hombre tenía a su padre en la cárcel, y me decía: «mi madre vivía, cagada de miedo, con mi padre en la cárcel. Y claro, me llevó a un colegio religioso, a las 48 horas me echaron cuando se enteraron de que mi padre estaba en la cárcel, mi madre más acojonada todavía. Y un día me llevó a no sé donde y me vistió con el uniforme del Frente de Juventudes de Falange
Otra de las prácticas recurrentes en las conversaciones tiene que ver con algo ya mencionado, cuando he descrito los cambios en las condiciones sobre el testimoniar durante la transición. En ellos, el miedo se convertía justamente en el motor que desencadenó la transmisión de los relatos de represión a los descendientes. Las siguientes citas pertenecen a Soledad Luque y a José Luis Mateos, querellantes por apropiación de menores la primera y por el fusilamiento de varios familiares el segundo:
Yo me enteré, y nos enteramos de lo de mi abuelo, ¡puf! Pues cuando mi hermana empezó a militar en el PCE en el ‘73. Que mi madre dijo «hija mía, ten mucho cuidao, que esos matan». Y nos contó la historia de su vida [...]
Eh… mi madre siempre me decía en esa época «que ya sabes que cuando detengan a un hijo de un militar no le van a hacer nada pero a ti que eres hijo de rojos te van a romper las costillas
De manera más general, estos relatos sobre el «miedo» aluden a formas de incorporación y transmisión de la represión en diferentes generaciones, a una
Frente a lo complejidad de modular relatos sobre la represión, las prácticas (silenciosas) y los cuerpos (con miedo), eran los que traducían y narraban las experiencias violentas a sus familias. Los afectos, estrategias y memorias que transitan por estas narraciones complican su naturaleza, y atienden a dimensiones contextuales y temporales, dando cuenta muchas veces de las dificultades que tuvieron las siguientes generaciones para poder recibir esa transmisión intergeneracional sobre la violencia padecida.
Por otro lado, a través de estos discursos observamos la gestión de la identidad de los vencidos (
Para finalizar, los discursos que hemos examinado en este apartado ponen el foco en el cuerpo para representar los relatos de violencia (
Hasta ahora hemos dado cuenta del testimoniar desde un registro vinculado, en su mayoría, a sucesos del pasado. En cambio, en el presente, ¿cómo se puede pensar esa manera de transmisión sin palabra, a través del silencio y el cuerpo? Una de las cuestiones más sugerentes que emergió durante el trabajo de campo tiene que ver con los relatos de las sensaciones del «mal cuerpo» en los querellantes, que se refieren a una disparidad de somatizaciones, traumas, marcas o dolores que se experimentan en el presente. Son representaciones que ensanchan el imaginario de un cuerpo o una psique sufriente, que se relacionan con
Dichas imágenes están colmadas de trastornos digestivos y psicológicos, de secuelas o malestares sufridos por los hablantes. A este respecto, si el miedo es algo que hablan los sujetos sobre
Lo interesante es que esta exposición narrativa del cuerpo sufriente muestra elementos somáticos en sí mismos a la vez que pone en juego la manera en que las marcas implican la alteración de un cuerpo en su normalidad debido a la encarnación del sufrimiento (
Partiendo de este contexto más general, pude observar cómo muchas veces las presentaciones desde las retóricas del dolor y las somatizaciones las realizan aquellos querellantes que dentro del mundo de víctimas del franquismo tienen más dificultad para certificar su
Si me acuerdo, en el comedor, pero como si lo estuviera viendo ahora, y se me pone el mismo mal cuerpo, como se me está poniendo ahora, llevo cuatro años con mal cuerpo. Porque era espantoso. Yo me libré de las secuelas, yo creo que me he librado… Aunque yo creo que cuando me pongo tan alterada a estas alturas después de tantísimos años, a lo mejor es que no me he librado tanto.
Según
Esto último se puede relacionar con la gramática dominante de los discursos e imaginarios sobre la víctima: poner la lupa en los efectos y no en las causas de la violencia (
Si bien como decía estos discursos se encuentran en mayor medida en determinadas trayectorias de sujetos querellantes, de una u otra manera esta retórica atraviesa todo el mundo de víctimas del franquismo. En este sentido, se observa bien el uso discursivo de las
Ese día, hizo un repaso pormenorizado de los tormentos que sufrió durante los 13 días en los que fue interrogado en la Dirección General de Seguridad, en plena Puerta del Sol. [...] Después lo trasladaron a la cárcel de Carabanchel, donde pasó a una celda de castigo, incomunicado durante un mes y medio. En total, estuvo dos años en prisión, sin defensa jurídica. Todavía hoy sufre secuelas psicológicas y físicas: un testículo desprendido, una hernia de hiato, un talón roto y la pelvis desplazada. No salió de la cárcel hasta la Ley de Amnistía de 1977. (Público 9/12/2013)
La función comunicativa o expresiva y la función
Yo era pequeña y mi padre lo comentaba, y mi madre decía que por favor se callara (….), en el fondo había miedo a la hora de hablar, y por otro lado notaba que había dolor también por su parte. Mi padre lo ha llevado eso como un lastre, como algo repetitivo además. Ahora a sus 93 años, repite, repite, y repite. Que yo leí hace poco, un estudio interesante de una enfermera sobre el trauma, en donde dice que eso es algo que se da habitualmente en las personas que de esta edad, resulta que tienen ese episodio de su vida sin cerrar. Con lo cual es algo que se va repitiendo, repitiendo, repitiendo.
En este caso, el de los discursos de personas que se querellan por alguno de sus familiares, observamos que el empleo del imaginario del cuerpo desde dos vertientes distintas: por un lado, recuperan imágenes en las que el cuerpo del familiar constituye un soporte manifiesto del sufrimiento padecido; por otro lado, emplean marcos de interpretación vinculados al «trauma» y la trasmisión intergeneracional con el fin de interpretar esas situaciones y sus propios malestares en el momento presente, a título de descendientes y «víctimas» de segunda y tercera generación.
En definitiva, a través del trabajo de campo pude ir constatando cómo, si bien las marcas en el cuerpo y las alusiones al «dolor» están muy presentes en los discursos de los querellantes, hay diferentes marcos narrativos y maneras de significarlos y enunciarlos. En función de sus trayectorias -implicación política o no, violencia directamente padecida o no-, y de las variadas situaciones y públicos con los que se encuentren, así como de sus diversos capitales políticos, sociales o culturales, los sujetos querellantes encuentran su particular ubicación dentro de este crisol de identificaciones y relatos. En todas ellas, el cuerpo es un locus retórico fundamental, pero nada homogéneo en su significación, atribución y tratamiento discursivo.
La ciencia que ha dejado al margen al cuerpo, las emociones y la oralidad en pos de la psique, la razón y la escritura, es la misma que ha dejado fuera de la ciudadanía al indio, al negro, al salvaje, al bárbaro, a la mujer, al niño o al loco
A lo largo del artículo, se ha tratado de describir las significaciones discursivas y las operaciones subjetivas que los querellantes víctimas del franquismo articulan en sus enunciados en torno al «silencio», al «miedo», y al «mal cuerpo». Estos sentidos permiten dar cuenta de los modos de gestión de la identidad de los «vencidos», así como de las diversas maneras de trasmisión y subjetivación de esas experiencias de violencia dentro de la familia, en el pasado y en el presente. Estos relatos muestran que había prácticas de trasmisión familiar que, sin hablar,
En primer lugar, a lo largo del trabajo etnográfico me fui dando cuenta de que no podía concebir o abordar el miedo y el silencio exclusivamente en su función meramente represora o inhibidora, sino que tenía que pensar en las
En tercer lugar, el análisis permite ubicar dos dimensiones de las prácticas (discursivas): el
En último lugar, el análisis da cuenta del cuerpo, las emociones y la oralidad como dimensiones fundamentales de la producción del saber sobre las subjetividades de sujetos atravesados por experiencias de violencia, de procesos que muchas veces están en los límites de la palabra. Sin embargo, o paradójicamente, las ciencias sociales tratan la centralidad en el cuerpo (sufriente) y en las emociones (traumáticas), pero muchas veces desde un punto de vista meramente retórico, como otra manera de legitimar a la víctima desde discursos expertos o académicos. Quizás se trate de hacer lo contrario: tratar de asumir las emociones, la oralidad y el cuerpo como dimensiones fundamentales de las prácticas testimoniales. Y, a la vez, historizar, contextualizar y problematizar las retóricas imperantes entorno a la función del trauma, el cuerpo roto y la representación de la víctima en las economías morales humanitarias (
Este texto es el resultado de un proceso largo y profundo de discusión y reelaboración de uno de los capítulos de mi tesis doctoral, defendida en diciembre de 2018. Querría agradecer la atención, la escucha, la lectura y la devolución a las personas que me han ayudado en este proceso con sus preguntas, comentarios o críticas. Agradecimientos a Jorge Moreno, Marie José Devillard, Alvaro Pazos, Paco Ferrándiz, Mariana Tello y Violeta Ros.
La investigación fue realizada gracias a la obtención de una beca predoctoral de la Universidad Complutense de Madrid (CT4/14).
A lo largo del texto, utilizaré las comillas («») cuando esté tratando categorías nativas, es decir, palabras, conceptos o figuras utilizadas por los querellantes dentro de su mundo simbólico y social; de otro lado, utilizaré las letras
Recordemos que la violencia hacia la población española ejercida por el franquismo se inicia ya desde el golpe de Estado en la madrugada del 17 de Julio de 1936, y que esta, aún modificando su morfología represiva, continuó hasta el inicio de la democracia en Junio de 1977. A estos cuarenta años de represión continuada hay que añadirle otros cuarenta años de democracia, en donde las prácticas testimoniales sobre la violencia ejercida o padecida han seguido produciéndose en diferentes contextos sociales -desplazándose en los últimos años desde el ámbito familiar y doméstico a las narrativas públicas-.
Las asociaciones argentinas fueron las siguientes: Abuelas de Plaza de Mayo; Liga argentina por los Derechos del Hombre; Comisión Provincial por la Memoria; Asamblea Permanente por los Derechos Humanos; Centro de Estudios Legales y Sociales; Asociación de ex detenidos- desaparecidos; Federación de Asociaciones Gallegas de la República de Argentina; Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales y el Comité de Acción Jurídica.
Una de las principales organizaciones españolas que habían protagonizado toda la década anterior las búsqueda de los fusilados y desaparecidos durante la guerra y el primer franquismo, republicanos civiles o militares represaliados por el bando franquista, enterrados en cunetas y fosas comunes y todavía sin identificar.
Este proceso de judicialización es célebremente conocido como el «caso Garzón». Este juez se había hecho ya popular entre las instancias internacionales al procesar las dictaduras argentina y chilena unos años antes. Su famoso auto de 2008 formalizaba la posibilidad de investigar los hechos constitutivos de graves violaciones de derechos humanos por parte de la dictadura franquista entre 1936 y 1952, pero la judicatura española lo imputó por posibles hechos de prevaricación al considerar que en nuestro país no se pueden investigar dicho delitos.
información, ver <web
Utilizaré de manera indiscriminada los apelativos «demandante(s)» «querellante(s)» para dar cuenta de las personas que han incorporado querellas o denuncias en el proceso penal, de cara tanto a facilitar la lectura como a tratar al mismo nivel a ambos tipos de actantes pues así se realizó siempre en la Coordinadora.
Las dos exhumaciones pertenecen al caso de Timoteo Mendieta, natural de la provincia de Guadalajara, fusilado en esta localidad en el otoño de 1939 y tirado a la fosa común del cementerio junto a otros compañeros. Su hija, Ascensión, se querelló para poder recuperar sus restos. En enero de 2016 se realizó la primera exhumación, pero ninguno de los restos recuperados fueron identificados como Timoteo, por lo que se procedió a otra exhumación en mayo de 2017 donde finalmente Ascensión sí pudo recuperar los restos de su padre.
Más concretamente, a ex funcionarios del aparato del Estado franquista procesados por torturas, ex ministros franquistas acusados de ordenar el asesinado y/o la detención ilegal de decenas de personas, y un médico al que se le acusa de sustracción de menores. Algunos ya han fallecido, por lo que el número se ha reducido.
Normalmente, son personas que se querellan por familiares porque consideran que los abusos y violaciones sufridos por estos últimos fueron mas graves, mientras que no habían considerado hasta hace poco que sus propias experiencias vividas pudiesen ser
Ver nota 10.
«FAI» responde a las siglas de la «Federación Anarquista Ibérica», organización fundada en 1927 de corte anarquista y comunista libertario, revolucionaria, con acciones que incluían robos de bancos, constitución de bibliotecas populares u organización de huelgas. Apoyó en 1931 la constitución del «Frente Popular» y luchó contra Franco en el lado republicano durante la Guerra Civil.
Se refiere a las Juventudes Socialistas Unificadas, organización juvenil del Partido Comunista de España.
Prácticas que suelen, además, estar protagonizadas por las mujeres de la casa, en donde se da sobre todo la figura de la
La Falange fue el partido político del régimen franquista durante toda la dictadura, una organización de corte fascista, con gran poder durante la guerra y los primeros años dictadura.