El artículo se basa en los proyectos: 1. «Procesos de territorialización de la memoria en escenarios de postconflicto. Caracterización, implicación y lineamientos de políticas en el orden local, regional y nacional» (Proyecto TEMPO), financiado por CNMH y COLCIENCIAS; 2. «Escenarios de postconflicto en Colombia 2005-2010. Estudio de las representaciones culturales e implicaciones sociales en
El derecho al territorio no es un asunto meramente jurídico, es, sobre todo, un argumento cultural de la conducta socioespacial que da concepto, regulación y establecimiento a las relaciones sociales. Este artículo sitúa el derecho y la justicia como categorías explicativas, en la medida en que permiten establecer, en nuestro caso, etnográficamente, los factores que orientan su producción y reivindicación a través de hechos que dan cuenta de una sociedad, de su geografía y de su historia (hechos territoriales). La justicia a la que hacemos referencia es cognitiva, por ello se entiende, un conjunto multidimensional de conocimientos situados (o de lugares que producen conocimientos) para el
The right to territory is not purely a legal matter. It is above all, a cultural argument of socio-spatial behaviour that gives concept, regulation and establishment to social relations. This article positions law and justice as explanatory categories, insofar as they allow us to establish – in our case ethnographically – the factors that guide their production and vindication through facts that account for a society, its geography and its history (territorial facts). The justice to which we refer is cognitive, which involves a multidimensional body of situated knowledge (or places that produce knowledge) for knowing how to be. This article will address this position on the basis of two investigations carried out in the Central Andes of Colombia between 2011 and 2017, under the themes: “post-conflict scenarios in Colombia” and, “anthropo-environmental reconfiguration". The technologies and cultural materials presented fall within the scope of territorial scales (scale as cultural value) from an analysis of the anthropology of the territory.
El territorio se produce a partir del conocimiento del mundo que tiene la gente, del que tienen de ella misma, de su entorno, de sus datos, de sus actos y de las cosas que los rodean.
El debate entre derecho y justicia tiene largo aliento, pero lo que aquí se expone y analiza se ubica en lo que señala Priscilla Claeys (
Los estudios sobre el derecho al territorio requieren, entonces, de una discusión más
Los conceptos matriz de dicho derecho al territorio son el territorio, la justicia y la justicia cognitiva. Por territorio entendemos el producto de una relación entre la geograficidad (relación fisiografía/sociedad), la sociabilidad (relaciones de fuerza y de sentido), la historicidad (los ritmos y los momentos) y la política-emocionalidad
En 2016, durante un trabajo de campo al Este del Departamento de Caldas, un funcionario de uno de los ayuntamientos de esos municipios expresó que la razón por la cual no viajaba a una vereda
Esta lejanía no solo está dada por la apariencia miserable de un lugar o por su lejanía fáctica, sino que está determinada por la distancia simbólica de
Esta marca de distancia espacial que como imágenes y postura son recurrentes en los proyectos de investigación, nos llevaron a entrar en el análisis de las escalas territoriales como eje de la relación entre el derecho al territorio y la justicia cognitiva.
Se ha vuelto tradición y cada vez con más fuerza, no solo gubernamental, sino también científica, que sea el desarrollo económico territorial, impuesto como modelo de la concepción y ordenación territorial a comienzos del siglo XX, lo que determine los parámetros para ubicar pueblos, veredas, pedanías y ciudades; bajo la lógica de lo que la geografía económica reduce a las escalas de la distancia, la división y la densidad, que son asumidas como la única forma o, al menos, la forma legítima de pensar el territorio.
Conforme a esta lógica, la ubicación o existencia de un territorio se pondera: 1. En
De cómo el fenómeno de esta forma de «contar el mundo» se ha vuelto un problema se han ocupado, más que la antropología, la politología o la geografía política y cultural. En antropología quizá lo evocan los estudios clásicos de Lévi-Strauss (
Para explicar lo que entendemos por
La conexión entre el derecho al territorio y la justicia cognitiva exige esa nueva lectura escalar entre las tres D y las tres R, que permita influir con postura en la toma de decisiones conceptuales y políticas, bajo criterios y apreciaciones de alternativas para un discurso practicado y un discurso vivo. Interrogarse sobre a quién le sirve el conocimiento situado (
La metodología utilizada en las investigaciones fuente de este artículo fueron la cartografía cognitiva o cartografía a mano alzada de las situaciones problema; las filmaciones, los paisajes sonoros, la cartografía SIG-interactiva con fotografía y vídeo, la cartografía de sintaxis espacial; los talleres de conocimiento, los conversatorios domésticos, las entrevistas abiertas y a profundidad y el debate local con actores sociales comunales y gubernamentales; las observaciones directas e indirectas y los diarios de campo como recurso epistemológico registrado en reuniones; la exposición de imágenes y objetos, así como las reflexiones
Los juristas contemporáneos afirman que el derecho al territorio está en el marco o bien de un nuevo territorio o bien de una multiplicación de territorios en los cuales la identidad y la autonomía no cesan de afianzarse. En esa postura, el concepto de identidad no evoca, en ningún momento, el de conocimiento territorial y, por tanto, tampoco implica la legitimación del sentido de pertenencia a un lugar que tiene un actor social o una colectividad.
En Colombia existe una disyuntiva, que va más allá de lo formal, entre dos conceptos. Remitámonos a lo que se asienta en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras que hemos citado al comienzo: restitución de tierras y restitución simbólica. Nótese el doble vínculo de la palabra restitución asociada, de una parte, a un asunto fáctico (tenencia, uso y gestión de un lugar, eso implica en la Ley restitución de tierras) y, de otra, a un asunto definitivamente cultural como lo simbólico (restitución simbólica). No obstante, el Estado ha soslayado lo que implica en el fondo la palabra «restitución» y algunos académicos han referido sobre todo a la tenencia de tierra como lo expresan, por ejemplo, los trabajos de Sánchez León (
A continuación, abordaremos todo el marco que venimos dando, a través de los proyectos citados
Una restitución simbólica de la finca como el microcosmos que en lo rural hace sentido del ser, del tener y del estar. De la vereda que hoy más que nunca se ha visto que en Colombia no solo funge como el hábitat por excelencia en el campo, sino como la territorialización más eficaz al momento de hablar de instaurar en el campo los posacuerdos con la guerrilla de las FARC (23 de junio de 2016), mostrando la injusticia espacial con que ha sido tratada como concepto y unidad territorial en la historia del país. De la casa como la transición entre la vida de todos los días y la institucionalidad de la vida cotidiana para incorporar la cultura. De la escuela como el lugar donde se produce la concreción entre la memoria individual y colectiva que sustenta la historia de un país. Del pueblo mismo como una figura no solo diacrónica descriptiva, sino como una referencia a la relación espacio, gente y proyecto futuro. El pueblo como un medio humanizado, a la vez producto y sustancia activa de sociedades localizadas (Proyecto TEMPO. Informe final, junio de 2017).
De la cita del informe consideramos resaltar la conexión socio-espacial entre finca, vereda, escuela y pueblo. Son a la vez metáforas del «buen vivir» y materialidades de la relación gente y proyecto futuro. Son la muestra del ser, tener y estar, que durante el conflicto armado permitió a los nativos desarrollar a través de ellas, estrategias y mecanismos de conocimiento local como insumos de resistencias particulares (
A nivel global existen posturas evocadoras que relacionan el derecho al territorio con el conocimiento. Sin embargo, a menudo, estas posturas se reducen a circunscripciones político administrativas, lo que genera volver sobre la imagen de escala como grado de la geografía económica (distancia, división, densidad). Las publicaciones que hemos rastreado o se enfocan en lo rural, desde la tenencia de tierra como medio de producción o de legitimidad étnica, o se sitúan en la ciudad con un fuerte vínculo al concepto de ciudadanía lo que deja por fuera el campo (
Y también otras que conectan el Estado con el Derecho al Territorio. El derecho al territorio completa su reclamo y su consumación en el «derecho al Estado», dicen Martin y Renaudie (
Si de otra parte retomamos al académico brasileño Bernardo Mançano Fernandes (
Este conocimiento situado se objetiva en el saber para y desde el entorno con ejercicios culturales que van desde vivir, discurrir o constatar la existencia del territorio, hasta llegar a producir desde y con él. Todo esto se ha puesto en evidencia en las investigaciones que soportan este artículo, veamos.
En el trabajo de campo de 2016 (Proyecto VACEA) en la Cuenca del río Chinchiná, Caldas Colombia (La Nueva Primavera), evidenciamos la importancia de un grupo de mujeres que en número no son significativas, pero que, en el rol del conocimiento climático para la mina de río, trabajo que realizan los hombres, son fundamentales.
Los hombres esperan a que estas mujeres llamadas «gariteras» y «bogueadoras» (o «boguiadoras») les lleven alimento y bebidas al lecho del río donde se ubican desde la aurora, para sacar materiales que luego venden a las constructoras; pero, además de comida y bebida, esperan que les informen lo que vieron en el trayecto camino al río: arrastre de rocas, presencia de gravilla, intensidad del caudal aguas arriba. Ellas caminan en torno a 10 km desde sus casas en ida y regreso hacia la mina del río (su vereda se ubica a 1600 m s. n. m.
Las gariteras y bogueadoras, mujeres campesinas de entre 20 y 50 años, jefes de casa y de familia que a veces se hacen acompañar por sus hijos pequeños en estas actividades, han acumulado y gestionan un conocimiento en técnicas y conceptos que les da el poder de saber cómo es y cómo ha evolucionado un lugar que monitorean con cuidado de generación en generación en el trabajo de mina de río.
A la fecha (2016), estas mujeres cumplen, además, la labor de «vigías naturales» que no solo contribuye al éxito del trabajo de los mineros, sino que también, como valor agregado, consiste en la vigilancia para que el río no sorprenda con desbordes porque recuerdan que el lugar en el que viven, La Nueva Primavera, es un reasentamiento producto de la avalancha en los Andes Colombianos del Nevado del Ruiz de 1985. Este trabajo las mantiene alerta con el valor de la memoria que les recuerda que si el «río brama», como lo dicen, deberán advertir a todos porque viene lava de volcán. Esta es una región de volcanes y de montaña que ha convivido con temblores y avalanchas en ciertos periodos, y cuya neblina cobija con frecuencia la montaña. Por ello, el trabajo de llevar comidas y bebidas durante todo un día, seis días a la semana, ha desarrollado esta «profesión» de climatólogas locales, sin las cuales, sería imposible hacer cualquier estudio de territorialización climática en la zona. Ellas lo refieren así:
Aquí los que cuentan son los combos [mineros] que manejan las minas de arena del río. Y nosotras las gariteras, no contamos porque tengamos plata pa [para] aportar en necesidades o fiestas como ellos, pero somos las que conocemos todo lo que aquí pasa. Llevamos 3 y 4 veces las comidas a los trabajaderos, son como 6 veces entre que vamos y venimos, nos damos cuenta de todo. Pero también sin las comidas ellos no comen y nosotros tampoco, porque nos pagan a 4 mil pesos comida llevada. En otras partes más arriba [en veredas hacia la montaña] están también las boguiadoras, esas van más porque llevan la bebida, sino ¿cómo boguean [cómo se hidratan] pa todo lo que hay que trabajar? Ellas se dan cuenta de más cosas: si llueve, si llega alguien nuevo, aquí ellas son como una cajita de conoceres [cajita de conocimiento] (Extracto de entrevista a Mónica Gómez, garitera de la vereda La Nueva Primavera, Villamaría, febrero 2016. Proyecto VACEA).
Muchas de estas mujeres no son dueñas de la tierra, pero son dueñas del territorio, tienen un sentido del lugar que les da el conocimiento que tienen de él, todo el derecho territorial de ser y de estar allí, en la vereda. Por sobre otros roles de gentes del lugar, son ellas quienes dan cuenta del clima. Ellas caminan largos trayectos y dan cuenta de si las nubes «están negras» y habrá tempestad, saben del clima y sus transformaciones territoriales más que cualquier agricultor que está en lo suyo propio o que un minero de río que solo sabe si el río está «bendito» o «maldito» un día u otro, dependiendo de los materiales que traiga y que ellos le extraen.
En otra parte del mismo departamento de Caldas, hacia el Oeste (alto Occidente) y bajo un problema territorial diferente, pero en el mismo marco de nuestro análisis o en equivalencia, podemos citar lo que encontramos entre los indígenas del municipio de Ríosucio. Allí y a la manera de las rogativas, rituales recurrentes en otros lugares de América Latina y que aún subsisten en España, pero en nuestro caso, no con santos que se llevan de casa en casa, o por veredas y pueblos, sino con una población nativa que se moviliza ella misma para lograr en persona el efecto deseado donde hiciera falta, los indígenas embera chamí de este municipio, enfrentaron el periodo más cruel de la guerra (desde 1990 hasta 2010) entre guerrilla, paramilitares y Ejército Nacional con un
Decidieron realizar un recorrido directo por los corredores de guerrilla y paramilitares al que denominaron
Pero también hubo para este ánimo de rogativa territorial en Ríosucio, un hecho político muy fuerte, tal como lo muestra la personera
A nivel nacional no había una política clara y debíamos improvisar todo. Un día me dijo el Defensor del Pueblo: «váyase y detenga el desplazamiento» y al llegar vi de qué se trataba y ¡entendí que el gobierno no entendió nada! Luego nos llamaron y nos dijeron: «llévennos a hablar con los violentos, llévennos a la zona de conflicto». Y nosotros los llevamos y cuando nos los encontramos y esos funcionarios se bajaron a frentearlos [hacerles frente], fue horrible y peligroso, que peligro en que nos pusieron […]. No entendían nada, todo lo veían desde el escritorio, era como si estuviéramos puestos en realidades totalmente distintas y quizá así era, pero ellos eran responsables. Nosotros, al ver una y otra vez actitudes como estas, decidimos pensar qué hacer y cómo seguir manejando el asunto (Personera del municipio de Ríosucio. Trabajo de Campo Foro de Localidades Postconflicto. Manizales, julio 2011. Proyecto, Escenarios de postconflicto en Colombia 2005-2010. Estudio de las representaciones culturales e implicaciones sociales en
Los trabajos de campo referidos traen consigo la ponderación de las escalas de la representación y del reconocimiento para la redistribución. La redistribución en las escalas remite al ejercicio de un don y contra-don en el marco de la misma oportunidad de paridad territorial, no solo en el plano de lo económico como intercambio material fáctico, sino también en el intercambio material que sustenta lo simbólico. La redistribución es la escala de mayor fuerza territorial por ser la escala que consuma la justicia de las tres «R», esto es, la justicia cognitiva; pero, sobre todo, lo es por ser una escala desde la cual podemos constatar cómo, desde dónde y con qué se impacta un conocimiento compartido o denegado, en la distancia de las alteridades o en la aproximación de las mismidades, en el corpus cultural que estamos dispuestos a aceptar o a defender, como enmarque o desenmarque de reclamos y reconocimientos, para legitimar la redistribución fáctica o simbólica del lugar de cada uno, de los otros y de los mismos en un territorio determinado.
Estos datos de trabajo de campo están, no obstante, en una línea del derecho, es decir, cuando la población está en relación de inequidad y desventaja y demanda dicho derecho. Pero ¿qué sucede cuando quien demanda son aquellos que históricamente han tenido la tierra y el territorio? Esta situación la hemos abordado también en un trabajo de campo en el marco de la relación cultura-paisaje productivo.
En el año 2013 tuvo lugar en Colombia lo que se conoce como paro cafetero, o huelga cafetera. En este momento, todos los municipios colombianos productores de café salieron de todos los rincones del país a un plantón que duró varias semanas al que se unieron otros sectores productivos del país
No entren, gritó una señora […] Si Ustedes son de esos de la Nacional [Universidad Nacional de Colombia] que nos desprestigiaron en
En otro momento, en el mismo proyecto (septiembre 2013) fuimos a otra vereda a entrevistar a una líder y cuando hicimos referencia a la entrevista de la finca La Gaviota (entrevista anterior) nos dijo lo siguiente:
Es verdad, nos dijo. Nosotros cómo vamos a participar, si no sabemos movernos en eso […]. Yo le digo con confianza, en vista de que parece ser que solo moviéndonos así nos hacen caso, entonces llamamos a un especialista de esas marchas […] y nos capacita por las noches para saber cómo participar de las manifestaciones. Nosotros no queremos conflicto, ni aprender malas cosas, pero tenemos derecho a aprender cómo se hace, cómo es que uno se pone en la acción y así, si es necesario salir a la carretera. Esa persona nos indica como es “delante”, “atrás”, “a los lados” y nos indica cómo saber si se ha metido gente mala en la marcha [infiltrados] […]. Por ahora nosotros participamos dando apoyo logístico, digamos, damos mercado o así (Retomado del Diario de Campo. Entrevista IO
Esta necesidad de conocimiento situado teje además conexiones con quienes en este tipo de situaciones se han formado en la práctica de manifestarse. Para quien ha vivido de lucha en lucha como sucede a los campesinos del sur del país (Departamentos de Cauca, Nariño, Caquetá), es casi inverosímil imaginar que haya alguien en Colombia que no sepa cómo ponerse en la escena de un paro como estos. Sin embargo, para el centro del país (actuales departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío), que durante décadas desde principios del siglo XX y hasta 1987 cuando cae el precio del café y llega la crisis social y económica fue el país de la prosperidad, esto no constituía una necesidad de conocimiento. En la actualidad (luego de la crisis) lo es, y lo que hacen es buscar en quienes tienen la experticia de un conocimiento incorporado de larga data, para formarse con ellos. Lo que describe la persona en la cita no es un caso aislado, viene sucediendo cada vez con mayor frecuencia y mayor profundidad en las pedagogías y didácticas del aprendizaje
En este cambio o crisis se puso en evidencia también, que los jornaleros locales, que habían adquirido un largo conocimiento sobre prácticas de producción del café, debían ahora pensar en adquirir otro tipo de conocimiento o de instar a sus nuevas generaciones a aprestarse para adquirirlo. Hacemos referencia sobre todo a la ganadería por ser una actividad opuesta a la agricultura en el escenario y campo expuestos.
Encontramos que los trabajadores que ofrecían sus servicios a fincas-haciendas como la Francia estaban informándose mediante el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) sobre la oferta de cursos para aprender a inyectar ganado, a aprender de enfermedades, de producción ganadera bovina, entre otros conocimientos. Las poblaciones más jóvenes de tradición campesina están ya en la labor de adquirir estas nuevas exigencias del mercado. Un mercado cuya demanda es mínima y cuya oferta se prepara para ser mucha debido a las expectativas de sustitución de café por ganado en el marco de la crisis del café. Pero lo que está en juego en este fenómeno no es solo el cambio de oficio, lo más importante aquí es el conocimiento y la reestructuración de la organización social que inicia por la familia nuclear y extensa. En las labores de ganadería el papel de la familia ya no es preponderante, las exigencias son mucho menores en términos del tiempo y del espacio. El trabajo con el ganado no requiere allí, de una organización fuerte en número y complejidad, como sí lo requiere el trabajo de la agricultura del café. En la ganadería del lugar solo demandan una mujer para cocinar, uno o dos hombres para cuidar del ganado y algún niño que haga los mandados. El número de trabajadores por finca cambia radicalmente y el rol de la mujer es secundario, la masculinización territorial es evidente y la afectación en el Paisaje Cultural Cafetero (más allá del declaratoria de Paisaje Cultura Cafetero Patrimonio de la Humanidad) es estructural con estas nuevas alternativas. Este cambio en el paisaje se evidencia en temas tan básicos como la distribución y función de la casa, puesto que ya no tiene la centralidad como pasa en la agricultura cafetera. La casa en finca ganadera es más funcional. En la actualidad es usual ver grandes y hermosas casas de antiguas fincas cafeteras desoladas y su rehabilitación es urgente. Los cuarteles o estancias de dormitorios de los trabajadores, las cocinas, los patios, los espacios propios del tratamiento del café, todo está desocupado. La cultura cafetera no es un asunto solo de producción del grano, sino de una cultura construida como conocimiento en práctica, símbolo y discurso. Por tanto, la situación repercute sobre la cohesión territorial local, más allá de la decisión de unas fincas, con un fuerte impacto en la relación derecho al territorio y a la justicia cognitiva. Todo en el marco de un problema que, como hemos visto, no solo implica a los jornaleros (visto la entrevista de la finca-hacienda La Gaviota), sino a todo un conglomerado social marginado por la Federación Nacional de Cafeteros que, con la intención expresa de «cooperación para el beneficio de los campesinos», creó un «territorio desmembrado» del resto del país en 1934, con la concupiscencia del Estado Colombiano y los Gobiernos, y que hoy entre los dos, sustentan la Declaratoria de esta zona y algunos municipios más como Paisaje Cultural Cafetero Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Ahora pretenden con ello solucionar la crisis cafetera de la zona, sin mayores apoyos para reactivar una economía basada en la cultura de la producción de café. La ganadería es una sola de las muchas bifurcaciones socioeconómicas que están buscando los campesinos.
El hecho territorial es lo que marca el establecimiento y la relación en el ciclo que sigue de una a otra de estas escalas culturales (tres R: representación, reconocimiento, redistribución) para pensar la relación derecho al territorio como base de la justicia cognitiva. En esta relación el conocimiento es activo, produce y se deja producir a la manera de la relación entre
La representación es uno de los conceptos más potentes en antropología y el de mayor impacto político de todos los conceptos sobre la cultura. La posición y posesión de las cosas, las personas, los actos definen la representación. Así, representar(arse) exige situarse en un lugar y desde allí discurrir y actuar. Ese ejercicio puede igualmente producir un territorio, reconfigurarlo o «ajustarlo» y al realizar cualquiera de estas acciones se construye o «se reconstruye» también el lugar mismo.
La relación entre la posición y posesión de lugar aparece en el trabajo de campo de todos los proyectos que sirvieron como base para este artículo cuando los campesinos nos dicen, por ejemplo, «nosotros somos agregados [mayordomos], no somos los dueños, pero conocemos mejor que nadie todo esto, porque de aquí sacamos
Si la representación da la posición y la posesión, el reconocimiento ofrece la existencia, la de uno y la de los otros con quien debatir, le brinda legitimidad a los actores, a los hechos y a las cosas. El derecho al territorio en escenarios de postconflicto en Colombia bien muestra esta demanda de representación y reconocimiento. Los campesinos del municipio de Pensilvania, Caldas, son un ejemplo de lo que ha pasado en otras partes del país con lo que el gobierno colombiano llama, el Sistema Nacional de Política de Vivienda de Interés Social o Prioritaria
En lo expuesto deducimos una mirada cualitativamente diferente que se ocupa de las relaciones de vecindad, alteridad y, con ello, de la cercanía o lejanía cognitiva, con una compleja puesta en escena de material y
No se trata
Entendemos por equivalencia epistemológica las categorías explicativas que como conceptos surgen en una cierta
Pensamos en la equivalencia epistemológica desde lo que Braidotti (
Consideramos que en temas como los aquí tratados, resulta importante
En el primer caso de culturas colindantes, parece más allegada la posibilidad de una equivalencia epistemológica en el plano de saberes y conocimientos que producen conceptos para describir y explicar realidades que surgen de dinámicas territorialmente próximas. En el caso segundo, no obstante, lo que hay es que el concepto hace mismidad desde los principios que lo definen, pero se ubica en medios empíricos diferentes porque justamente son procesos históricos diferenciales. Pero en los dos casos, Colombia y Francia, la proximidad en términos de la demanda de representación, reconocimiento y redistribución es total, aunque el mapa los sitúe en extremos opuestos. Si bien no desconocemos las realidades de toda índole entre uno y otro lugar, el
La aplicación de la justicia territorial implica en las investigaciones realizadas en Colombia que soportan este artículo, el derecho a un saber reconocido (gariteras y bogueadoras del río Chinchiná), la legitimación de una estabilidad sociocultural en tierra propia más allá de las dinámicas de la guerra (indígenas de Ríosucio), la validación de las distintas categorías territoriales tradicionales y de la relación tierra-territorio en contextos de postconflicto como el derecho a recibir restitución en símbolo y políticas (campesinos Pensilvania y Samaná), o la participación territorial diferente, frente a un problema conexo (productores de café en Chinchiná). Sin embargo, como cotejo para ver la posibilidad de funcionamiento de la equivalencia epistemológica en realidades distintas, podemos citar de forma sucinta el trabajo de campo realizado entre 2005-2008 y en 2017 en Saint Antonin Noble Val (departamento del Tarn et Garonne, sur de Francia). Allí encontramos que los pobladores urbanitas que viven ahora en esos pueblos ex-centrados de las urbes, reclaman también una justicia territorial bajo otro sentido: «La culture n’est pas seulement de la ville. Ce n’est pas justice territoriale que le traitement des territoires tel que celui-ci. Je ne trouve pas juste, ni normal que la culture soit réservée aux grandes villes, tout ne se passe pas à Paris»
Ahora bien, ¿cómo articular esta equivalencia epistemológica con el valor de las escalas culturales? En donde quiera que se ponga en práctica la propuesta de este artículo, deberán tenerse en cuenta los aspectos clave que conciernen a un abordaje de las tres «R», representación, reconocimiento y redistribución. La estructura que correlaciona el derecho al territorio y la justicia cognitiva concierne, en las escalas culturales, a:
Los procesos de decisión y no los estados de decisión.
La equidad desde el valor sociocultural y político de la igualdad.
Los modelos y mejoras de distribución espacial de la riqueza material y de las oportunidades como base de la experiencia.
La distribución en cuando al acceso a bienes materiales e inmateriales donde cuenta la posición socioespacial de los actores.
La exploración y repartición de las prácticas y discursos espaciales en cuanto al control y vivencia por parte de distintos actores con el fin de hacer evidentes las formas veladas de dominación.
Y, por tanto, entender, y sobre todo asumir, que las escalas de la geografía económica: distancia, división y densidad (tres D), deben entran en diálogo con las escalas como valor o escalas culturales (las tres R). Si tenemos en cuenta que las escalas son en su naturaleza una medida, debemos preguntarnos entonces qué queremos medir y sobre todo desde dónde queremos o debemos medirlo. No es posible que mientras el conteo del mundo se pone en el plano de quienes producen más, o cómo entran en el concierto de cercanía o lejanía del poder, o qué tienen para ser ponderados según interese hegemónicos, los lugares mismos sean subsumidos sin que haya modos de comprometerse activamente con sus presentes. O como diría Braidotti (
Reconsiderar la concepción derecho-cognición en el marco de las escalas culturales para analizar problemas territoriales multidimensionales, lo que implica ajustar, también, las herramientas conceptuales con las cuales estamos estudiando y participando de su transformación.
El derecho al territorio es un poder explicativo que emerge desde la concepción y aplicación de la justicia.
El territorio como medio explicativo práctico y discursivo para pensar y ejercer la justicia (cognitiva y territorial) debe ser un objetivo de la acción social democrática.
Desde las dinámicas contemporáneas debe darse la
El estudio del derecho al territorio como base de la justicia cognitiva debe tratarse desde una equivalencia epistemológica que permita leer realidades múltiples para generar una especie de espacio intermedio cognitivamente válido y corporeizado en su conjunto, que permita acercar lo que la globalidad contemporánea se ha empeñado en separar. Para nuestro caso es factible pensar, desde la equivalencia epistemológica, en la conexión de lugares tanto conexos como disociados: los Andes centrales de Colombia o el sur de Francia, haciendo el ejercicio de pensar en el derecho al territorio como el nuevo derecho humano y como un marco de acción colectiva.
Profesora Titular (ICSH, GIT, ANTROSOC/RETEC/ELER/CNPT). Correo electrónico:
Documento Maestro del Doctorado en Estudios Territoriales, Universidad de Caldas Colombia (2011, 2016).
Vereda y corregimiento son figuras de organización territorial en Colombia. Un corregimiento se compone por veredas y ese conjunto forma parte de un municipio.
Ver proyectos en nota inicial del artículo.
Ver definición de estos conceptos más arriba.
Metros sobre el nivel del mar.
Personero en Colombia es un adjunto jurídico de las alcaldías que representa a la comunidad y se encarga permanentemente de ejercer la defensa de los derechos; recibe las quejas que presenta cualquier persona sobre las situaciones violatorias de los Derechos Humanos e informa a las autoridades competentes sobre los hechos.
Para ampliar la información sobre el paro cafetero, se sugiere ver: <
Cada vez que un entrevistado nos pide omitir su identidad colocamos la sigla IO.
Para ampliar esta idea de «territorios en mutación cafetera» véase Nates-Cruz y Velásquez López (
Para ampliar esta información del Sistema ver: <
Programa de Presidencia de la República de Colombia. Disponible en: <
Ver proyectos en nota inicial del artículo.
«La cultura no es solamente de la ciudad. No es justicia territorial esa marginación en que se meten territorios como este. No encuentro justo, ni normal que la cultura sea reservada a las grandes ciudades, todo no pasa en Paris (…)» Proyecto
Para ampliar este caso de Aurèle véase <