Disparidades. Revista de Antropología 79 (2)
 eISSN: 2659-6881
https://doi.org/10.3989/dra.2024.982

El modelo epistemológico en los orígenes de la antropología moderna: Consecuencias disciplinares desde una perspectiva histórico-filosófica

The epistemological model in the origins of modern anthropology: Disciplinary consequences from a historical-philosophical perspective

 

1. INTRODUCCIÓN

 

A raíz del giro reflexivo/interpretativo de los años ochenta (Clifford y Marcus 1986Clifford, James y GeorgeMarcus (eds.). 1986. Writing Culture. The Poetics and Politics of Ethnography. Berkeley, CA: University of California Press. ISBN 0520057295.) —proveniente a su vez de la influencia de la fenomenología existencial o hermenéutica en las ciencias sociales1 La fenomenología, a pesar de que esta surge formalmente en 1900-1901 con las Investigaciones Lógicas de Edmund Husserl (1859-1938), no comenzará a ejercer una influencia destacable sobre la antropología hasta los años setenta (véanse Bidney 1973 o Jackson 1996), lo que más adelante será conocido como giro fenomenológico (Bull 2000; Bull y Mitchell 2015; Spinney 2006, 2007) y que a la postre ayudó a la disciplina a desembarazarse de las restricciones epistemológicas platónico-cartesianas.— que facilita la consolidación a nivel institucional de los giros sensorial y corporal de los años noventa (Stoller 1997Stoller, Paul. 1997. Sensuous Scholarship. Filadelfia, PA: University of Pennsylvania Press. ISBN 0812216156.; Howes 2003Howes, David. 2003. Sensual Relations: Engaging the Senses in Culture and Social Theory. Ann Arbor, MI: University of Michigan Press. ISBN 9780472068463., 2004Howes, David (ed.). 2004. Empire of the Senses: The Sensual Cultural Reader. Oxford y Nueva York: Berg. ISBN 9781859738634., 2005Howes, David. 2005. Sense of the City. Montreal, Canada: Exhibition Catalogue Canadian Centre for Architecture. Disponible en: <https://www.david-howes.com/DH-research- sampler-arch-senses.htm>, 2006Howes, David. 2006. «Charting the Sensorial Revolution». Senses and Society 1(1): 113-128., 2013Howes, David. 2013. «The Expanding Field of Sensory Studies». Sensory Studies. Blog. Disponible en: <https://www.sensorystudies.org/sensorial- investigations/the-expanding-field-of-sensory-studies/> Fecha de acceso: 18 ene. 2024., 2016Howes, David. 2016. «Sensing Cultures: Cinema, Ethnography, and the Senses», en RupertCox, AndrewIrving y ChristopherWright (eds.), Beyond Text? Critical Practices and Sensory Anthropology: 173-188. Manchester: Manchester University Press.), la antropología anglosajona de finales del siglo veinte comienza a asumir de forma generalizada la revisión de sus propios orígenes, atrasando al menos dos décadas la ubicación de su propio nacimiento moderno (véase Stocking 1987Stocking, George. 1987. Victorian Anthropology. Londres: Collier MacMillan., 1995Stocking, George. 1995. After Tyler: British Social Anthropology 1888-1955. Wisconsin, WI: University of Wisconsin Press. ISBN 9780299145804.; Grimshaw y Hart 1996; Banks y Morphy 1997Banks, Marcus y HowardMorphy (eds.). 1997. Rethinking Visual Anthropology. New Haven, CT: Yale University Press.; Grimshaw 2001Grimshaw, Anna. 2001. The Ethnographer’s Eye: Ways of Seeing in Modern Anthropology. Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 0521773105.). Consecuentemente, en lugar de considerar el trabajo de campo de Malinowski en las islas Trobriand y Los Argonautas del Pacífico-Sur (1922) como el momento fundacional de la antropología, hoy en día se considera que la Cambridge Anthropological Expedition de 1898 —en adelante, CAE — al estrecho de Torres y la etnografía «Reports of the Cambridge Anthropological Expedition to Torres Straits» —en adelante, Reports, cuyo primer volumen2 Compilación en seis volúmenes publicados entre 1901 y 1912 (Volúmenes del II al VI), y 1935 (Vol. I). fue publicado en 1901— ya reúnen los requisitos para ser considerados simbólicamente el origen de la antropología social y/o cultural3 Para los propósitos del artículo no es necesaria la distinción entre antropología social y cultural. Para profundizar en las diferencias y matices entre ambas vertientes, véanse Esteva Fabregat (1972), Eggan (1975 [1954]) y Lisón Tolosana (2007). en su forma moderna.

La importancia de la CAE en la historia de la antropología tiene varias vertientes. Por un lado, fue la primera empresa antropológica conocida que puso en valor el trabajo de campo bajo un método científico4 Haddon y Rivers no sólo acuñaron el término «trabajo de campo» (fieldwork), sino que lo concibieron como una actividad central e ineludible de una antropología que, hasta la expedición al estrecho de Torres, basaba sus teorizaciones en el empleo de fuentes de segunda mano (Smith y Ball 2007).. Como veremos en profundidad, aunque hoy resulte cientificista por su sesgo naturalista y ciertamente esté impregnada de racismo y supremacismo tardovictoriano, la metodología consignada en los Reports se muestra sistemática, abierta y replicable, a diferencia del «oscurantismo» procedimental posterior de Malinowski (Grimshaw y Hart 1996). Y, aun así, cabe subrayar que, aunque el modelo epistemológico de objetividad de los Reports responde por metodología a estructuras onto-epistemológicas de tradición empirista que primaban la experiencia sensible sobre lo intelectual en la adquisición de conocimiento de los nativos de las islas Trobriand, su fundamento teórico operaba apriorísticamente bajo una lógica racionalista que no sólo mantiene la separación platónico-cartesiana entre intelecto y sensorialidad, sino que esa primacía epistemológica de lo sensible se torna además sólo aplicable a los nativos, pero no a los investigadores, lo que, a la postre, impedía la consideración efectiva de la categoría corpóreo-sensorial como epistemología válida.

Entiéndase que no propongo una visión escéptica de la verdad antropológica, ni mucho menos un nihilismo suavizado, sino la consideración de que difícilmente cabe concebir el racismo y supremacismo intrínseco a las prácticas y discursos de la antropología de finales del diecinueve y durante buena parte del siglo veinte sin explicitar que las verdades antropológicas ni pueden ni deben ser inmutables. La verdad en las ciencias sociales no es una propiedad inherente a lo estudiado sino el resultado de un método consensuado bajo las premisas imperantes en cada época. Sin pretender su justificación, sino solamente su explicación, cabe destacar, por tanto, que en este artículo me atengo a la interpretación del criterio filosófico de verdad del pragmatismo norteamericano representado por William James (1975 [1907James, William. 1975[1907]. Pragmatism: A New Name for Some Old Ways of Thinking. Nueva York y Londres: Longmans, Green & Co. Reimpreso en Cambridge, MA: Harvard University Press.]) y John Dewey (1958 [1925Dewey, John. 1958[1925]. Experience and Nature. 3ª ed. Nueva York: Dover Publications, Inc.]) para quienes la verdad debe ser valorada en función de su utilidad, precisamente el criterio que, argumento, siguen los investigadores de la CAE. Por lo demás, entiendo que la postura epistemológica de este artículo no es ni mucho menos incompatible con el necesario análisis político de una antropología postcolonial que sigue revisando el utilitarismo y la asimetría en las relaciones de poder en las prácticas etnográficas occidentales de buena parte del siglo veinte (véase Drescher 1990Drescher, Seymour. 1990. «The ending of the slave trade and the evolution of European scientific racism». Social Science History 14(3): 415-450.; Pels y Salemink 1999Pels, Peter y OscarSalemink. 1999. «Introduction: Locating the Colonial Subjects of Anthropology», en PeterPels y OscarSalemink (eds.), Colonial Subjects. Essays in the Practical History of Anthropology: 1-52. Ann Arbor: The University of Michigan Press.; Bahmbra 2014Bhambra, Gurminder K. 2014. «Postcolonial and Decolonial Dialogues». Postcolonial Studies 7(2): 115-121.; Pels 2022Pels, Peter. 2022. «Classification Revisited: On Time, Methodology and Position in Decolonizing Anthropology». Anthropological Theory 22(1): 78-101. doi: <10.1177/14634996211011749>).

Otra vertiente a tener en cuenta es que, si bien David Howes argumenta que la atención dispensada por la CAE a la sensorialidad de los isleños del estrecho de Torres evidencia que «toda antropología fue antropología sensorial en el inicio» (Howes 2016Howes, David. 2016. «Sensing Cultures: Cinema, Ethnography, and the Senses», en RupertCox, AndrewIrving y ChristopherWright (eds.), Beyond Text? Critical Practices and Sensory Anthropology: 173-188. Manchester: Manchester University Press.: 174, trad. del a.), en este artículo matizaré tal afirmación en base a que, según se constata en los Reports, los sentidos fueron considerados meros objetos de estudio y no epistemologías —una distinción que necesariamente nos llevará a deslindar la antropología de los sentidos de la antropología sensorial, en línea con los argumentos de Pink (Pink y Howes 2010Pink, Sarah y DavidHowes. 2010. «The Future of Sensory Anthropology/the Anthropology of the Senses». Social Anthropology/Anthropologie Sociale 18(3): 331-340. doi: <10.1111/j.1469-8676.2010.00119_1>). Por otro lado, puesto que para estudiar cuestiones de cultura o socialidad se emplearon etnográficamente medios visuales, la CAE puede considerarse por tanto el inicio no sólo de las antropologías social/cultural y de los sentidos, sino también el de la antropología visual (Schäuble 2018Schäuble, Michaela. 2018. «Visual Anthropology», The International Encyclopedia of Anthropology. John Wiley and Sons. doi: <10.1002/9781118924396.wbiea1969>).

Por otro lado, debido a que la tradición anglosajona es la dominante, analizar los orígenes de su antropología desde una perspectiva filosófica sirve para identificar las estructuras onto-epistemológicas presentes en los modelos científicos no sólo de la CAE y del funcionalismo subsiguiente, sino también de la antropología continental. En última instancia, el análisis propuesto facilitará una interpretación de por qué la legitimación de las epistemologías corpóreo-sensoriales —y, por ende, de las antropologías visual y sensorial— no se produce hasta la llegada del giro interpretativo en los años ochenta del siglo pasado.

Por tanto, el trayecto que seguiré es el siguiente. Primero, veremos ciertos usos paradigmáticos que tuvieron la cámara fotográfica y el novedoso cinematógrafo como herramientas de investigación antropológico-etnográfica en aquella expedición de 1898. Segundo, realizaremos un análisis onto-epistemológico tanto del discurso como del modelo de objetividad desde la perspectiva de una antropología filosófica que tiene entre sus objetos de estudio las condiciones de posibilidad del conocimiento científico (San Martín 2016San Martín, Javier. 2016. «Prólogo: antropología y fenomenología. Una ambigua amistad», en Fernanda ItzelGómez (ed.), Antropología y Fenomenología. Filosofía y Teoría de la Cultura: 13- 36. Centro Mexicano de Investigaciones Fenomenológicas.). Tercero, veremos que el funcionalismo posterior al modelo etnográfico de objetividad de principios del siglo pasado no hizo sino ahondar en el objetivismo platónico-cartesiano, lo que condujo a las antropologías visual y de los sentidos a convertirse en subdisciplinas marginales casi hasta finales de siglo veinte, momento en el que también surge —o resurge, según Howes (2016Howes, David. 2016. «Sensing Cultures: Cinema, Ethnography, and the Senses», en RupertCox, AndrewIrving y ChristopherWright (eds.), Beyond Text? Critical Practices and Sensory Anthropology: 173-188. Manchester: Manchester University Press.)— la antropología sensorial.

En las conclusiones veremos que todas estas consideraciones facultan ciertos deslindes disciplinares y la observación de que el asentamiento de los paradigmas corporizados y sensoriales de finales de siglo —auspiciados primero por el giro reflexivo o interpretativo (Clifford y Marcus 1986Clifford, James y GeorgeMarcus (eds.). 1986. Writing Culture. The Poetics and Politics of Ethnography. Berkeley, CA: University of California Press. ISBN 0520057295.), proveniente a su vez del posestructuralismo que surge de las diferentes interpretaciones acerca de la fenomenología existencial, cuestión en la que ahondaremos más adelante— facilitaron la integración de las prácticas de la antropología visual en el esquema metodológico de la etnografía sensorial tal como es concebida por Pink (2015Pink, Sarah. 2015. Doing sensory ethnography. 2.ª ed.Los Angeles: Sage.). En última instancia, puesto que la antropología británica marcó la pauta, al menos de inicio y durante décadas, para las antropologías de otras latitudes —incluida la española—, analizar los modelos de objetividad de los Reports y del funcionalismo permite identificar un cartesianismo que en ocasiones todavía resuena en la disciplina, concretamente, en el subdesarrollo que presenta el modelo etnográfico de objetividad corporizada/existencial, como he argumentado en otra ocasión (Lema Vidal 2023).

Antes de comenzar los desarrollos a continuación es momento de aclarar a qué nos venimos refiriendo, por un lado, con la expresión «estructuras onto-epistemológicas» y, por otro, a su caracterización como «platónico-cartesianas». Dado que el análisis que sigue es antropológico-filosófico, la primera expresión debe considerarse en el sentido de aquellas estructuras de pensamiento que conceptualizan la pregunta ontológica por el ser de las cosas y, por tanto, condicionan los objetos que la ciencia entiende posible estudiar; estructuras ontológicas que, a su vez, se encuentran íntimamente determinadas por la pregunta epistemológica acerca de qué nos es posible conocer en la relación de objetivación sujeto-objeto. Por su parte, la caracterización de la anterior estructura como «platónico-cartesiana» no responde a una filiación directa entre las filosofías racionalistas de Platón y Descartes (Alanen 1982Alanen, Lilli. 1982. Studies in Cartesian Epistemology and Philosophy of Mind. Helsinki: FisicalBook.), sino a una común aversión no tanto hacia la subjetividad sino hacia los riesgos de sus excesos, de forma que la lógica dualista resultante sancionaba la separación entre arte y conocimiento, lo sensible y el logos (Laplantine 2014Laplantine, François. 2014. The Life of the Senses: Introduction to a Modal Anthropology. Londres: Bloomsbury.: 20-22, 106). Así, si decimos que los primeros antropólogos modernos de la CAE operaban bajo «estructuras onto-epistemológicas platónico-cartesianas», nos referimos a que su concepción ontológica de las categorías sensoriales mediante las que los isleños trobriandeses debían considerar su propia realidad estaba necesariamente separada, en aras de la objetividad, de la intelectualidad metodológica de los investigadores, quienes sólo emplearon los medios etno-fílmicos y fotográficos como evidencia ilustrativa de sus teorías preconcebidas.

2. LAS PRÁCTICAS ETNO-VISUALES DE HADDON EN LA CAE

 

Equipada con múltiples dispositivos de medición, así como con un cinematógrafo y una cámara fotográfica, los miembros5 La expedición estuvo liderada por el antropólogo británico Alfred C. Haddon, fundador de la School of Anthropology de la Universidad de Cambridge. Además de Rivers, Seligman y Ray, el equipo contaba con los asistentes Charles S. Myers (1873-1946), músico encargado de los experimentos en audición, William MacDougall (1871-1938), quien estudió sensación táctil, y el fotógrafo Anthony Wilkin (s.d.- 1901). de la CAE llegaron a las islas Murray6 Las islas Murray, hoy pertenecientes a Australia, estaban a finales del s. XIX bajo administración colonial británica. A diferencia de otras islas del archipiélago, las tres Murray (Mer, Dauar y Waier) apenas habían comenzado a ser frecuentadas por misioneros cristianos 27 años antes de la llegada de la expedición y hacía sólo 10 años que los niños habían comenzado a ser instruidos en inglés. Estas injerencias occidentales habrían tenido un efecto en las gentes de las islas Murray, si bien, según Haddon, «estas no fueron perjudiciales para los objetivos de la expedición», quien por lo demás concluye: «Quizá no sería fácil encontrar un lugar más favorable para el estudio de gente tan sencilla y primitiva» (Haddon 1901: vi, trad. del a.). —situadas entre Papúa-Nueva Guinea y el norte de Australia, con el mar del Coral al este y el de Arafura al oeste— con el fin de estudiar a los nativos melanesios desde la lingüística, la sociología y la antropología física y antropométrica. La expedición estaba liderada por Alfred Cort Haddon (1855-1940) —quien se encargó de las filmaciones— y entre los principales investigadores se encontraban el ya por entonces reputado psicólogo William Halse Rivers Rivers7 En el momento de unirse a la expedición de A. C. Haddon en 1898, W. H. R. Rivers ya contaba, a sus 34 años, con cierto reconocimiento como investigador en psicología experimental y fisiología sensorial. Sin embargo, su prestigio vendría por la metodología que aplica en los análisis genealógicos, paradigmáticos durante décadas al encajar a la perfección en el funcionalismo (Bevan y MacClancy 2004). (1864-1922), así como el etnólogo y médico Charles Gabriel Seligman (1873-1940), quien se encargó de estudiar la medicina local y patologías nativas, y el filólogo Sidney H. Ray (1858-1939) encargado de la transcripción de las lenguas locales papúes (Herle 2001Herle, Anita. 2001. «Exhibition and Representation: Stories from the Torres Strait Islanders exhibition». Museum International (UNESCO, París) 211, 53(3): 8-18. Oxford y Malden, MA: Blackwell. ISSN 1350-0775.).

En una demostración paradigmática de la concepción del cuerpo como objeto de estudio, la CAE emplea la cámara fotográfica en su función tipológica, mostrando a los nativos de perfil y de frente, a menudo sobre un fondo neutro, despojados de su entorno, con el objetivo de poder comparar los rasgos morfológicos entre diferentes razas. El cuerpo humano concebido como hecho biológico en lugar de como construcción histórica y cultural, o incluso como suelo existencial de la persona y el yo (Csordas 1990Csordas, Thomas J. 1990. Embodiment as a paradigm for anthropology. Ethos18(1): 5-47., 1994Csordas, Thomas J. 1994. Embodiment and Experience: The Existential Ground of Culture and Self. Cambridge: Cambridge University Press.), es una constante cientificista del siglo diecinueve que resulta de la incursión, en las ciencias humanas, de la actitud naturalista proveniente de las ciencias naturales (San Martín 2016San Martín, Javier. 2016. «Prólogo: antropología y fenomenología. Una ambigua amistad», en Fernanda ItzelGómez (ed.), Antropología y Fenomenología. Filosofía y Teoría de la Cultura: 13- 36. Centro Mexicano de Investigaciones Fenomenológicas.). Prueba de ello es que esta actitud naturalista en los usos de la cámara fotográfica con respecto a las personas investigadas no difiere de la mostrada por otras investigaciones de la época (MacDougall 1997MacDougall, David. 1997. «The Visual in Anthropology», en MarcusBanks y HowardMorphy (eds.). Rethinking Visual Anthropology: 276-295. New Haven: Yale University Press. ISBN 0300066910.). De hecho, esta actitud naturalista en el uso de la cámara fotográfica se da también en los usos del cinematógrafo, y además de una forma más compleja, por lo que dedicaré la sección a analizar sobre todo estos últimos.

Con respecto a la producción de imágenes en movimiento, tomadas íntegramente por Haddon, debemos destacar, primero, que aquella fue la primera vez que se usó el por entonces novedoso cinematógrafo con fines etnográficos8 Si bien se habían grabado imágenes en movimiento de sujetos de interés antropológico —dos danzas rituales sioux (Buffalo dance y Ghosts dance) dirigidas por William Kennedy Dickson y grabadas en 1894 por William Heise, con el kinetoscopio de Thomas A. Edison en sus estudios de West Orange, Nueva Jersey—, las imágenes tomadas por Haddon en el estrecho de Torres son consideradas las primeras imágenes etnográficas en movimiento tomadas en el lugar donde viven los sujetos investigados.. Segundo, la expedición al estrecho de Torres empleó los medios visuales principalmente con ánimo de legitimar la antropología como incipiente ciencia moderna. Este valor demostrativo se ve reflejado en la preocupación de la expedición por llevar consigo los mejores medios visuales y sonoros disponibles en su época, una relación de cámaras y material9 Junto a un cinematógrafo Newman and Guardia de 35mm y treinta rollos de película, se usaron además varias cámaras fotográficas, entre ellas una Newman and Guardia Serie B con lente Carl Zeiss, y el instrumental y químicos necesarios para revelar in situ las fotografías, mientras que, para el sonido, contaban con dos cilindros de fonógrafo con función de grabación y reproducción (Edwards 1998a: 107). (Edwards 1998aEdwards, Elizabeth. 1998a. «Performing Science: Still Photography and the Torres Strait Expedition», en AnitaHerle y SandraRouse (eds.), Cambridge and the Torres Strait: Centenary Essays on the 1898 Anthropological Expedition: 106-135. Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 0521584612.: 107). Tercero, la ausencia de menciones directas al cinematógrafo en los Reports resulta desconcertante, máxime cuando el resultado de las filmaciones en las islas Murray entusiasma de tal forma a Haddon que ya en el año 1900 conmina a otro colega, el antropólogo australiano Baldwin W. Spencer a emplear etnográficamente el cinematógrafo, como demuestra la correspondencia entre ambos, en la que Haddon se expresa en los siguientes términos: «Realmente debes hacerte con un cinematógrafo o biógrafo o como se le llame en esa parte del mundo. Es una pieza indispensable del aparato antropológico» (Haddon 1900Haddon, Alfred Cort. 1900. Carta n° 2. Spencer Papers, Museo Pitt-Rivers. Oxford. Disponible en: <http://web.prm.ox.ac.uk/spencer_pdf/PRMBox1_E_2.pdf, trad. del a., énfasis en el original).

En relación con las tres cintas que han sobrevivido hasta nuestros días10 En el viaje de vuelta a Reino Unido varias bobinas se perdieron y otras se echaron a perder por la humedad. Las tres cintas digitalizadas que han llegado hasta nuestros días están disponibles en la National Film and Sound Archive of Australia. Disponible en: < https://aso.gov.au/titles/historical/torres-strait-islanders/clip2/> Fecha de acceso: 19 abr. 2023., dos de ellas muestran a los nativos de las Murray en danzas rituales y, otra, el encendido de una hoguera. Las tres secuencias siguen el patrón estético de un encuadre fijo que muestra a las personas de cuerpo entero, en planos generales. A pesar de que en 1898 el lenguaje cinematográfico no estaba plenamente desarrollado —la combinación de planos generales, medios y primeros planos con fines dramáticos suele ser atribuida a D. W. Griffith en The Birth of a Nation (1915)—, la estética elegida por Haddon no es arbitraria. Al contrario, entronca con una tradición objetivista surgida con la propia invención de la fotografía y posteriormente del cine, como demuestra que fue cultivada por Auguste y Louis Lumière quienes, habiendo sido descritos en numerosas ocasiones como simples técnicos o registradores de la realidad, prescindían de planos cortos o medios con la pretensión de evitar la emotividad (Grimshaw 2001Grimshaw, Anna. 2001. The Ethnographer’s Eye: Ways of Seeing in Modern Anthropology. Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 0521773105.).

Los planos generales filmados desde el trípode permitían a Haddon registrar de forma desapegada y racional la realidad, concibiéndola de facto como datos etnográficos. Además, los datos así recabados, esto es, en conformidad con el requisito de desapego de las epistemologías científicas platónico-cartesianas, servían para preservar en película, y para la posteridad, rituales que estaban en peligro de desaparición por la presión colonial. El propio Haddon escribe unos años antes de la expedición de 1898 sobre la necesidad de documentar culturas en peligro de extinción (Haddon 1897: 305-306; Haddon, 1898: xxiii). En el estrecho de Torres, este abnegado espíritu conservacionista no sólo queda patente en que al menos una de las danzas grabadas fue especialmente reproducida para su filmación (Grimshaw 2001Grimshaw, Anna. 2001. The Ethnographer’s Eye: Ways of Seeing in Modern Anthropology. Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 0521773105.), sino que, además, las máscaras rituales empleadas, que habían sido prohibidas décadas antes por la administración colonial11 Antes de la llegada de los misioneros, las máscaras empleadas en la danza ceremonial Malu-Bomai eran de caparazón de tortuga. Poco después de comenzar la evangelización se destruyeron las máscaras y se prohibió su elaboración. De hecho, Haddon cuenta en Headhunters que la recreación de aquellas máscaras conmovió profundamente a varios ancianos de la isla Mer (una de las que conforman el archipiélago de las Murray) después de veinticinco años desde la supresión del culto (Haddon 1978 [1901]: 47)., se confeccionaron con cartón suministrado por Haddon.

Conocida como «etnografía de salvamento» (salvage ethnography), esta función de los medios visuales fue replicada a lo largo de la historia de la antropología visual12 Como ejemplos de cine etnográfico en la función de «salvamento de culturas en peligro de extinción» estarían cintas que marcaron época en la disciplina como el Nanuk de Flaherty de 1922; la serie Character Formation, filmada entre 1936 y 1939 por Gregory Bateson (1904-1980) bajo la dirección de Margaret Mead, y cuyo montaje es dirigido por la segunda ya en los años cincuenta; o The Ax Fight (1975) de Timothy Asch, quien fue alumno de Mead en la Universidad de Columbia y esta a su vez de Franz Boas (1858-1942)., y de forma paradigmática en la metodología «estudio de caso» (case study) fomentada por Margaret Mead (1901-1978) (Henley 2013Henley, Paul. 2013. «From Documentation to Representation: Recovering the Films of Margaret Mead and Gregory Bateson». Visual Anthropology, 26: 75-108.) y prolongada hasta los setenta por su antiguo alumno Timothy Asch (1932-1994; Lema Vidal 2023). A partir del giro reflexivo de los años ochenta, la antropología tomaría conciencia de que la etnografía de salvamento cumplía una función «taxidérmica», es decir, de «disecación, conservación y exposición del otro» (Rony 1996) que aislaba de la historia contemporánea a las sociedades no occidentales, ocultando las problemáticas políticas y éticas surgidas de los desiguales encuentros con la sociedad occidental, privando a sus comunidades de voz y capacidad de decisión. A su vez, cabe mencionar que el auge inicial del cinematógrafo favoreció que, a principios del siglo veinte, las proyecciones de culturas exóticas en salones y ferias occidentales sustituyesen la presencia física de los nativos con el fin de satisfacer tanto la curiosidad del público occidental como las pretensiones científicas de los primeros antropólogos modernos (MacDougall 1997MacDougall, David. 1997. «The Visual in Anthropology», en MarcusBanks y HowardMorphy (eds.). Rethinking Visual Anthropology: 276-295. New Haven: Yale University Press. ISBN 0300066910.).

Para concluir esta sección cabe una breve reflexión. El hecho de que las filmaciones de Haddon fuesen escenificaciones para la cámara añade otra capa interpretativa a su estatus epistemológico en la medida en que su estatus ontológico se ve afectado. Los trobriandeses filmados por Haddon no miran a la cámara en sus escenificaciones para no «desafiar la autoridad del antropólogo» pues, según Edwards, «ello perturba el sentido de inmediatez, espontaneidad y naturalismo en el que se fundamentan la validación observacional y la re-presentación ilusionista» (Edwards 2011Edwards, Elizabeth. 2011. «Tracing Photography», en MarcusBanks y JayRuby (eds.), Made to be Seen: A History of Visual Anthropology: 159–189. Chicago, IL: University of Chicago Press.: 162, trad. del a.). Precisamente, estos usos objetivistas, que provienen de una tradición epistemológica racionalista que oculta la escenificación y al investigador para proteger una pretendida objetividad científica, deben interpretarse, en línea con la argumentación de Edwards, «como una forma de demostración científica en la que la replicación es en sí misma parte del sistema probatorio» de las metodologías experimentales de la antropología pre-malinowskiana (Edwards 2011Edwards, Elizabeth. 2011. «Tracing Photography», en MarcusBanks y JayRuby (eds.), Made to be Seen: A History of Visual Anthropology: 159–189. Chicago, IL: University of Chicago Press.: 165, trad. del a.). Así, las películas de Haddon, puesto que carecen no ya de sustrato narrativo, sino de la intención y la conciencia de constituir etnoficciones, no pueden considerarse una forma primigenia de tal categoría a la manera, por ejemplo, de «Nanuk, el Esquimal» (1922) de Robert Flaherty (1884-1951) —categoría que, en todo caso, inaugura Jean Rouch (1917-2004) en la década de los cincuenta, junto a las del cine corporizado, el cine nativo y el cine reflexivo, anticipándose varias décadas a los giros reflexivo, visual, sensorial y corporal en la antropología de los ochenta y noventa (Lema Vidal 2023). Pero debemos seguir indagando en los Reports, ahora mediante el análisis del discurso científico de Rivers, con el fin de continuar con una interpretación que sirva para seguir situando, en el modelo etnográfico de objetividad en los orígenes de la antropología moderna, las epistemologías platónico-cartesianas que fundamentan no sólo las ciencias naturales sino también las humanas13 Según el fenomenólogo Tatarkiewicz, alrededor del año 1880 comenzó a instalarse una perspectiva positivista que caracterizaba la filosofía como inútil debido al progreso científico-técnico (San Martín 2008: 42). (San Martín 2016San Martín, Javier. 2016. «Prólogo: antropología y fenomenología. Una ambigua amistad», en Fernanda ItzelGómez (ed.), Antropología y Fenomenología. Filosofía y Teoría de la Cultura: 13- 36. Centro Mexicano de Investigaciones Fenomenológicas., 2017San Martín, Javier. 2017. «Fenomenología trascendental y antropología filosófica», en VerónicaMedina Rendón (ed.), Antropología y Fenomenología. Antropología Filosófica y Filosofía Social: 63-84. México DF: CEMIF. ISBN 9786079737122.; Laplantine 2014Laplantine, François. 2014. The Life of the Senses: Introduction to a Modal Anthropology. Londres: Bloomsbury.) y que, como veremos, deben también interpretarse desde lo político.

3. EL TRATAMIENTO DE LOS SENTIDOS Y EL DISCURSO CIENTÍFICO DE RIVERS EN SUS REPORTS

 

En la «Introducción» al Volumen II de los Reports, titulado «Fisiología y Psicología», Rivers expone sus objetivos y método: «El trabajo a describir en este volumen […] es el resultado de un intento por estudiar las características mentales de los nativos […] a través de los métodos de la psicología experimental» (Rivers 1901: 1, trad. del a.). Tal empresa se refleja en la relación de materias investigadas en torno a la agudeza visual y la sensibilidad a las diferencias de luz ambiente; la visión en color; la nomenclatura de los colores; la visión binocular; las ilusiones visuales; la precisión y el rango auditivo; la discriminación de diferencias tonales; el ritmo; el olfato y el gusto; la agudeza táctil y su ubicación; la sensibilidad al dolor; los tiempos de reacción auditiva y visual; por mencionar algunos14 Introducción de Reports of the Cambridge Anthropological Expedition to Torres Straits escrita por W. H. R. Rivers (Rivers 1901: 1-2).. Para llevar a cabo los experimentos en el campo fisiológico y sensorial, Rivers y sus asistentes, Charles S. Myers y W. MacDougall, contaban, entre otras, con las siguientes herramientas: un olfactómetro de Zwaardemaker para medir la sensibilidad olfativa, un tintómetro de Lovibond para estudiar la percepción de los colores, un audiómetro de Politzer para medir la agudeza auditiva y un algómetro para tratar de objetivar el umbral de dolor de los nativos (Richards 2010).

En el caso del discurso científico de la expedición, este contenía graves sesgos de partida. Así, la CAE pretendía demostrar que los nativos melanesios de las Murray, al encontrarse en un estadio evolutivo (cultural/biológico) anterior al occidental, poseían capacidades psicomotrices y sensoriales superiores a las occidentales. Concretamente, la premisa de partida era la siguiente: «Si demasiada energía es gastada en las bases sensoriales, es natural que la superestructura intelectual se vea resentida»; por lo que concluye que «poca duda puede haber acerca de que tal atención exclusiva [hacia lo sensorial] es un obstáculo para desarrollos intelectuales más altos» (Rivers 1901Rivers, William Halse Rivers. 1901. «Introduction», en AlfredC. Haddon (ed.), Reports of the Cambridge Anthropological Expedition to Torres Strait, Vol. 2, Physiology and Psychology: 1-7. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: <https://ttu-ir.tdl.org/bitstream/handle/2346/47182/ttu_stc001_000085.pdf?sequence=1&amp;isAllowed =y: 44-45, trad. del a.). A su vez, Rivers se muestra gratamente sorprendido por la forma en que los sujetos investigados llevaron a cabo las tareas encomendadas: «En la mayoría de los casos exhibieron un grado de aplicación que era sorprendente dada la creencia generalizada sobre la dificultad de mantener la atención del salvaje concentrado en una única tarea por cualquier período de tiempo» (Rivers 1901Rivers, William Halse Rivers. 1901. «Introduction», en AlfredC. Haddon (ed.), Reports of the Cambridge Anthropological Expedition to Torres Strait, Vol. 2, Physiology and Psychology: 1-7. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: <https://ttu-ir.tdl.org/bitstream/handle/2346/47182/ttu_stc001_000085.pdf?sequence=1&amp;isAllowed =y: 3, trad. del a.).

En definitiva, así como los usos que Haddon hace del cinematógrafo en la expedición reflejan un modelo de objetividad positivista que, debido a su cartesianismo, no es capaz de explorar el potencial sensible y epistemológico que atesoran el lenguaje audiovisual y la percepción corpóreo-sensorial, la aproximación de Rivers a la sensorialidad se limita a concebir los sentidos como objetos de estudio. Incluso aceptando que la percepción sensorial fue estudiada por la CAE en relación con la cultura melanesia nativa, y que por este motivo tal vez podría considerarse como una antropología sensorial, el hecho de adoptar una perspectiva descorporizada y epistemológicamente desligada de la sensorialidad que pretendía estudiar hace que la aproximación psico-fisiológica de Rivers pueda computar como antropología de los sentidos, pero no como antropología sensorial, que por definición debe contar con una metodología que Pink (2015Pink, Sarah. 2015. Doing sensory ethnography. 2.ª ed.Los Angeles: Sage.) define como etnografía sensorial, en la que los sentidos y el cuerpo no son meros objetos de estudio cultural, sino también medios para estudiarse a sí mismos, como analizaré en mayor profundidad en las conclusiones.

Por su parte, el discurso científico de Rivers (1901) en los Reports se asienta en unas hipótesis de partida que, motivadas por el interés en objetivar científicamente la sensorialidad y la fisiología de los nativos melanesios de las Murray, contenían un sesgo naturalista originario al estar basadas en las teorías evolucionistas de Herbert Spencer (1820-1903), filósofo y sociólogo inglés que sostenía una concepción lineal del vínculo entre evolución biológica y desarrollo cultural (Pickles 2009Pickles, Anthony J. 2009. «Part and Whole Numbers: an “Enumerative” Reinterpretation of the Cambridge Anthropological Expedition to Torres Straits and its Subjects». Oceania 79(3): 293-315. Disponible en: <http://www.jstor.org/stable/40313182). Por ello, no debe perderse de vista que los métodos de Rivers y Haddon, si bien atesoran un indudable valor experimental, sostenían y, a su vez, eran sostenidos por un entramado de poder colonial abiertamente racista que consideraba los cuerpos y el mismo ser de los nativos como datos científicos susceptibles de circular impunemente entre las instituciones coloniales —tanto en ultramar como en la metrópoli— bajo criterios de utilidad y explotación (véase Lewis 1973Lewis, Diane. 1973. «Anthropology and Colonialism». Current Anthropology 14(5), 581-602. Disponible en: <http://www.jstor.org/stable/2741037>; Asad 1979Asad, Talal. 1979. «Anthropology and the Colonial Encounter», en GerritHuizer y BruceMannheim (eds.), The Politics of Anthropology: From Colonialism and Sexism Toward a View from Below: 85-94. Berlin, Nueva York: De Gruyter Mouton. doi: <10.1515/9783110806458.85>; Stoler 2021Stoler, Ann Laura. 2021. Carnal Knowledge and Imperial Power. University of California Press. doi: <10.4324/9781003003595-13>). En el caso de la CAE, las cerca de 400 fotografías tomadas por Wilkins bajo la dirección de Haddon, las filmaciones tomadas por este último, así como los cerca de 1.500 objetos recolectados y expuestos en diferentes foros institucionales bajo el pretexto de la investigación (Herle 2001Herle, Anita. 2001. «Exhibition and Representation: Stories from the Torres Strait Islanders exhibition». Museum International (UNESCO, París) 211, 53(3): 8-18. Oxford y Malden, MA: Blackwell. ISSN 1350-0775.), dan testimonio abierto del extractivismo con el que la antropología operó hasta el giro reflexivo de los años setenta y ochenta.

Como veremos a continuación al comparar el modelo funcionalista de objetividad etnográfica de Malinowski en relación con el de Rivers, hoy en día se reconoce a Rivers como uno de los padres de la etnografía moderna, no tanto por sus aportaciones en el campo de la genealogía antropológica —que hasta hace relativamente poco eran la fuente de su reconocimiento en la disciplina15 Los estudios genealógicos de Rivers en Kinship and Social Organisation (1914) sentaron cátedra en terminología y método para varias generaciones posteriores de antropólogos funcionalistas. Por otra parte, el interés de Rivers en las epistemologías concernientes a la metodología etnográfica se refleja de forma paradigmática en Notes and Queries (1912), un manual sobre metodología en el que enfatiza la importancia de convivir con los sujetos de estudio por largos periodos de tiempo —aportación injustamente atribuida a Malinowski (Grimshaw 2001).—, sino por su profundo interés en la transparencia metodológica de las etnografías como forma de transmisión y réplica del conocimiento científico-antropológico (Grimshaw 2001Grimshaw, Anna. 2001. The Ethnographer’s Eye: Ways of Seeing in Modern Anthropology. Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 0521773105.).

4. EL AUGE DEL MODELO FUNCIONALISTA DE MALINOWSKI FRENTE AL DE RIVERS

 

El año 1922 marca el inicio del período funcionalista. En tal año Bronislaw Kasper Malinowski (1884-1942) publica Los Argonautas del Pacífico-Sur, mediante el que se fijaron, para las siguientes décadas, los estándares que conferían al trabajo de campo etnográfico estatus científico. En 1922 también se publica Los isleños de Andamán de Alfred Reginald Radcliffe-Brown (1881-1955) quien, influenciado por el sociólogo francés, Émile Durkheim (1858-1917), establece el marco teórico del funcionalismo (Grimshaw y Hart 1996). 1922 es, además, el año en que muere Rivers, dato que no es cuestión menor, según afirman Grimshaw y Hart (1996: 20), para comprender el resto de la trayectoria de la antropología en el siglo veinte.

El funcionalismo, cuyo «característico objeto de estudio eran las sociedades primitivas», sostenía que «las prácticas consuetudinarias se comprenden mejor en términos de su contribución a la integración de la sociedad como un todo funcional» (Grimshaw y Hart 1996: 16, trad. del a.). El nuevo foco estaba, por tanto, en la función a la que el fenómeno social o cultural sirve, sin que fuese necesario atender a los procesos históricos que podrían configurar decisoriamente la conformación de tal función. Pero no podemos profundizar en las consecuencias de la propuesta funcionalista promovida por Malinowski desde la práctica y por Radcliffe-Brown desde las instituciones, sin comprender su éxito en el periodo de entreguerras.

En paralelo a las crecientes cuotas de poder que los Estados adquirieron en el periodo de entreguerras para regular la vida social, política y económica —especialmente en un contexto de conflicto entre los modelos políticos de las democracias liberales y las dictaduras—, la propuesta de Malinowski ofrecía un método a primera vista democrático e igualitario. La etnografía científica se llevaría a cabo mediante un extenso trabajo de campo, bajo el «método de la observación participante», previa intensiva formación teórica, dando lugar a un nuevo tipo de investigador, el «etnógrafo-teórico», que aunaba el antiguo paradigma del viajero con el nuevo del teórico-intelectual (Grimshaw y Hart 1996: 16-17). Así, el modelo de Malinowski desechaba las viejas concepciones racistas en favor de una nueva concepción evolucionista que promulgaba que las gentes primitivas eran netamente iguales al resto de la población occidental, pero que se encontraban en un estadio evolutivo previo que, en todo caso, era de máximo interés antropológico por ser un vestigio de etapas anteriores de desarrollo tecnológico y social (Grimshaw y Hart 1996: 17-18).

Por otro lado, en el periodo de entreguerras se produce también la denominada «crisis del oculocentrismo» del periodo de entreguerras. Las dolorosas consecuencias de la Gran Guerra (1914-1919) traen, por un lado, una pérdida generalizada de fe en el progreso de la humanidad en base a los avances de la técnica y, por otro, ahondan en la desconfianza racionalista de las ciencias hacia las epistemologías corpóreo-sensoriales, en especial hacia la visión como fundamento del conocimiento, lo que a su vez provoca un viraje definitivo hacia el logos y el lenguaje como últimos asideros epistemológicos (Jay 1991Jay, Martin. 1991. «The Disenchantment of the Eye: Surrealism and the Crisis of Ocularcentrism». Visual Anthropology Review 7(1): 15-38. Disponible en: <http://www.metafactory.ca/articles/jay1991.pdf> Fecha de acceso: 18 ene. 2024.). Este contexto histórico ofrecía un terreno fértil para que el paradigma funcionalista fijase nuevos procedimientos metodológicos que promovían un modelo exclusivamente textual, lo que implicó la defenestración de las imágenes y los sentidos como modos válidos de conocimiento etnográfico. En consecuencia, a partir de finales de los años veinte las fotografías van desapareciendo de las monografías antropológicas con una rapidez «sorprendente» (MacDougall 1997MacDougall, David. 1997. «The Visual in Anthropology», en MarcusBanks y HowardMorphy (eds.). Rethinking Visual Anthropology: 276-295. New Haven: Yale University Press. ISBN 0300066910.: 281; Grimshaw 2001Grimshaw, Anna. 2001. The Ethnographer’s Eye: Ways of Seeing in Modern Anthropology. Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 0521773105.: 25). En el caso del documental etnográfico, el apetito de la aristocracia y de la incipiente burguesía por los mundos exóticos no sólo provocó el auge de los documentales tipo travelogue16 El travelogue era el formato por excelencia del cine de viajes enfocado, principalmente, en retratar el exotismo de los lugares y las gentes de los confines de los imperios coloniales de las potencias occidentales., sino también la mercantilización de otras representaciones visuales etnográficas, lo que «ayudó a convencer a muchos antropólogos de que el medio [(audio)visual] tenía pocas aplicaciones serias» (Griffiths 1996Griffiths, Alison. 1996. «Knowledge and Visuality at the Turn-of-the-Century Anthropology: The Early Ethnographic Films of Alfred Cort Haddon and Baldwin Walter Spencer». Visual Anthropology Review, 12(2): 18-43.: 19, trad. del a.). Tanto es así que ni siquiera el halo de la veracidad de la noción de «documental»17 El término inglés «documentary» es empleado por primera vez por John Grierson (1898-1972) como adjetivo en una reseña crítica sobre el documental Moana (1926) de Robert Flaherty, publicada bajo el pseudónimo «The Moviegoer» el 8 de febrero de 1926 en el New York Sun (Tagg 2009). acuñada por Grierson en 1926 y la consiguiente aplicación de una estética realista consiguen generar entre los antropólogos el entusiasmo de antaño.

Más allá de que el funcionalismo de Malinowski sirvió parcialmente de base al estructuralismo de Claude Levi-Strauss (1908-2009) (véase Needham 1962Needham, Rodney. 1962. Structure and Sentiment: A Test Case in Social Anthropology. Chicago, IL: University of Chicago Press.) —obviamente, junto a los desarrollos en lingüística de Ferdinand de Saussure (1857-1913)—, el modelo etnográfico de objetividad permaneció inalterable hasta el giro reflexivo/interpretativo de finales de los setenta y principios de los ochenta —a menudo representado por Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography (1986Clifford, James y GeorgeMarcus (eds.). 1986. Writing Culture. The Poetics and Politics of Ethnography. Berkeley, CA: University of California Press. ISBN 0520057295.), editado por James Clifford y George E. Marcus— debido a que seguía fundamentado en premisas dualistas platónico-cartesianas. En aquellas décadas del último tercio del siglo pasado, bajo la influencia del posestructuralismo francés —con los análisis políticos de Michel Foucault, el deconstructivismo de Jacques Derrida o la hermenéutica de Paul Ricoeur; ramificaciones provenientes del giro ontológico-existencial auspiciado por la obra Ser y Tiempo (1927) de Martin Heidegger (1889-1976)—, la antropología sufrió una crisis de representación de la otredad que puede interpretarse como una crisis ética, lo que a la postre, durante los años noventa, condujo a la profunda revisión de la figura de Malinowski, a quien se otorgó el dudoso honor —tal vez exageradamente— de haber atraído los males que han atormentado a la antropología hasta la adquisición de su propia «autoconciencia».

En efecto, Grimshaw y Hart sostienen que la posición institucional ocupada por Radcliffe-Brown y Malinowski fue aprovechada por ambos para, o bien, apropiarse de las aportaciones pioneras de Rivers y Haddon o, directamente, diluir su papel como fundadores de la etnografía científica (Grimshaw y Hart 1996: 23-25). Así, Malinowski se mantuvo «reacio a discutir abiertamente sus métodos de campo, dejando sin resolver cuestiones acerca de la genealogía de sus ideas» (Grimshaw y Hart 1996: 27, trad. del a.). Más aún, su modelo de etnografía científica generó una serie de confusiones epistemológicas en el núcleo del trabajo de campo al provocar que «el individuo colapsase en el colectivo, los hechos en la teoría, la vida en las ideas, lo específico en lo general» (Grimshaw y Hart 1996: 26, trad. del a.). La influencia del modelo etnográfico de Malinowski dejó una profunda huella de «difuminación sistemática entre sujeto y objeto, lo individual y lo colectivo, lo particular y lo universal» (Grimshaw y Hart 1996: 38, trad. del a.). En definitiva, para Grimshaw y Hart, cualquier posible avance del modelo funcionalista de objetividad queda totalmente opacado por el oscurantismo metodológico y las graves incoherencias entre teoría y práctica de la etnografía científica tal como fue elaborada por Malinowski.

Por tanto, a partir del modelo funcionalista la antropología y la etnografía optan por la seguridad epistemológica que proporcionaba el texto, una forma de conocimiento que se pliega más adecuadamente que los modos corpóreo-visuales a la fijación de los significados y la producción de ideas abstractas (MacDougall 1998MacDougall, David. 1998. Transcultural Cinema. LucienTaylor (ed.). Princeton , NJ: Princeton University Press. ISBN 0691012342., 2006MacDougall, David. 2006. The Corporeal Image: Film, Ethnography, and the Senses. Princeton, NJ: Princeton University Press. ISBN 9780691121550.; Laplantine 2014Laplantine, François. 2014. The Life of the Senses: Introduction to a Modal Anthropology. Londres: Bloomsbury.). La profusión de detalles que presentaban las imágenes podría ser atractiva, pero también caprichosa, y de ninguna manera parecía compensar su patente incapacidad para desentrañar causas ocultas y fijar significados. Cabe así interpretar que el racionalismo latente en la actitud cientificista imperante en el funcionalismo abocó al ostracismo a la sensorialidad y la corporalidad, así como a los medios que se nutrían de ambas epistemologías —como el cine y la fotografía— en favor de lo intelectual vinculado al ámbito de la verbalidad y la textualidad. Esto no quiere decir que las imágenes fuesen completamente erradicadas de las monografías y las etnografías escritas, sino que su función quedó largamente relegada a la de acompañamiento ilustrativo de argumentos teóricos expresados textualmente (MacDougall 2006MacDougall, David. 2006. The Corporeal Image: Film, Ethnography, and the Senses. Princeton, NJ: Princeton University Press. ISBN 9780691121550.). El propio Malinowski, quien solía ilustrar con fotografías sus monografías, deja patente, en 1935, el escaso valor que concede al medio fotográfico en su metodología: «Traté la fotografía como ocupación secundaria, una forma poco importante de recolectar evidencias […]. En particular, me guie por los principios de disponibilidad y lo pintoresco, […] casi una relajación accesoria al trabajo de campo» (Malinowski citado en Edwards 1998bEdwards, Elizabeth. 1998b. «Photography and Anthropological Intention in Nineteenth Century Britain». Disparidades. Revista de Antropología 53(2): 23-48. doi: <10.3989/rdtp.1998.v53.i2.387>: 44, trad. del a.).

En comparación, Haddon y Rivers habían alumbrado un método etnográfico orientado a la búsqueda de universales en relación con los particulares de los individuos estudiados en contextos culturales e históricos específicos, un método en el que la «teorización y las ideas» todavía están al servicio de la práctica etnográfica. Dicho de otra forma, «la contribución distintiva de Rivers a la nueva antropología fue su énfasis en el método», que este fuese «objetivable» y «transparente» en «aras de la reproducción científica del conocimiento» y, para ello, intentó «desarrollar una aproximación científica universal para el estudio de la humanidad, empezando por los fundamentos de la percepción y el parentesco», sin perder de vista la «conexión entre etnografía e historia» (Grimshaw y Hart 1996: 24, trad. del a.). Las concepciones vanguardistas de Rivers, quien consideraba el trabajo de campo en equipo en lugar de individualmente, así como la minuciosa descripción de los procedimientos para facilitar su comprobación y reproducción, albergaba los mecanismos necesarios para que la propia etnografía científica pudiese adaptarse, transformarse y reformularse con el devenir de las décadas.

En definitiva, mientras el método de Malinowski es juzgado como un método opaco, misterioso, que buscaba preservar, mediante la objetividad y racionalidad atribuida a la escritura, la autoridad de la voz del antropólogo, en un contexto en el que la antropología buscó asentarse en las instituciones universitarias, el método de Rivers está considerado hoy en día como paradigma de una metodología experimental, abierta, creativa y reflexiva (Grimshaw y Hart 1996: 38), que estuvo abierta al desempeño de los medios (audio)visuales como herramientas complementarias del trabajo de campo, si bien tal vez no como epistemologías de pleno derecho todavía.

5. CONCLUSIONES. CONSIDERACIONES TERMINOLÓGICAS Y TAXONÓMICAS

 

La forma en que los medios visuales fueron empleados por los integrantes de la CAE expresan una concepción epistemológica empirista de las propias herramientas etnográficas de investigación, si bien estas operaban en un marco teórico general heredero del racionalismo platónico-cartesiano. Dicho de otra forma, la cámara fotográfica y el cinematógrafo fueron operados bajo coordenadas cientificistas dualistas que hacían una distinción objetivista entre mente y cuerpo, intelecto y sensorialidad, sujeto investigador y objeto de investigación. Este esquema se debe a la (ya mencionada) incursión de la actitud naturalista propia de las ciencias naturales en las ciencias sociales (San Martín 2016San Martín, Javier. 2016. «Prólogo: antropología y fenomenología. Una ambigua amistad», en Fernanda ItzelGómez (ed.), Antropología y Fenomenología. Filosofía y Teoría de la Cultura: 13- 36. Centro Mexicano de Investigaciones Fenomenológicas.). Bajo el influjo de estas estructuras onto-epistemológicas latentes, las prácticas etnográficas visuales de la CAE en el estrecho de Torres expresan, como hemos visto, no solo el racismo colonial propio de la época, sino también una aproximación empírica sesgada y de lógica binaria con respecto a la sensorialidad y la intelectualidad de los nativos. Por otro lado, la aproximación metodológica abierta y transparente de Rivers, y el uso de herramientas visuales por parte de Haddon —celebrado a pesar de su concepción cientificista como herramienta de dominación colonial— son sustituidas, durante el funcionalismo, por el oscurantismo metodológico y el logocentrismo de Malinowski (Grimshaw y Hart 1996). Con todo, la CAE supone el origen de las subdisciplinas antropológicas sensorial y visual en el marco de la consolidación, en su forma moderna, de la antropología social/cultural. En este sentido, y habiendo analizado las prácticas epistemológicas y discursos de la expedición, conviene hacer ciertas precisiones terminológicas que nos conducirán a una resignificación de tantos de los orígenes como de las filiaciones de las antropologías mencionadas. Para ello, comencemos por definir las diferentes subdisciplinas antropológicas en juego, comenzando por la antropología visual.

Para definir la antropología visual podemos atenernos a las concepciones onto-epistemológicas dominantes que emanan de sus prácticas audiovisuales durante el siglo veinte. Así, la antropología visual puede definirse, a grandes rasgos, como la antropología que emplea medios (audio)visuales para investigar etnográficamente fenómenos culturales o sociales, así como el análisis y la interpretación en términos culturales y antropológicos de las representaciones visuales generadas tanto por su propia actividad etnográfica (hoy en día, de naturaleza colaborativa) como las producidas por las propias culturas y comunidades que estudia —a los efectos de alcanzar el primero de los dos objetivos de estas conclusiones, esto es, establecer filiaciones sub-disciplinares, esta definición abierta y generalista se presenta suficiente—. Según esta definición, podemos afirmar que los usos del cinematógrafo y la cámara fotográfica en la CAE de 1898 corresponden con los inicios de una antropología visual que, en definitiva, nació en conjunción con la disciplina de referencia en el campo, la antropología social y/o cultural (Grimshaw 2001Grimshaw, Anna. 2001. The Ethnographer’s Eye: Ways of Seeing in Modern Anthropology. Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 0521773105.; Howes 2016Howes, David. 2016. «Sensing Cultures: Cinema, Ethnography, and the Senses», en RupertCox, AndrewIrving y ChristopherWright (eds.), Beyond Text? Critical Practices and Sensory Anthropology: 173-188. Manchester: Manchester University Press.; Schäuble 2018Schäuble, Michaela. 2018. «Visual Anthropology», The International Encyclopedia of Anthropology. John Wiley and Sons. doi: <10.1002/9781118924396.wbiea1969>). Por su parte, para confirmar que la afirmación de Howes —acerca de que el origen de la antropología moderna implica el de la antropología sensorial (Howes 2016Howes, David. 2016. «Sensing Cultures: Cinema, Ethnography, and the Senses», en RupertCox, AndrewIrving y ChristopherWright (eds.), Beyond Text? Critical Practices and Sensory Anthropology: 173-188. Manchester: Manchester University Press.: 174) —necesita matización, debemos antes explorar brevemente las diferencias, si las hubiese, entre una antropología sensorial y una antropología de los sentidos.

Sarah Pink defiende que «la antropología sensorial tiene sus raíces y despega desde el estudio antropológico de la percepción sensorial y las categorías que caracterizan la antropología de los sentidos» (Pink y Howes 2010Pink, Sarah y DavidHowes. 2010. «The Future of Sensory Anthropology/the Anthropology of the Senses». Social Anthropology/Anthropologie Sociale 18(3): 331-340. doi: <10.1111/j.1469-8676.2010.00119_1>: 331, trad. del a.). Por ello, según Pink, la nueva antropología sensorial proviene de un cambio de perspectiva onto-epistemológico con amplias consecuencias teóricas y prácticas: «Una antropología sensorial implica una antropología «re-pensada», informada por teorías de percepción sensorial, en lugar de [ser] una sub-disciplina exclusiva o empíricamente sobre los sentidos» (Pink y Howes 2010Pink, Sarah y DavidHowes. 2010. «The Future of Sensory Anthropology/the Anthropology of the Senses». Social Anthropology/Anthropologie Sociale 18(3): 331-340. doi: <10.1111/j.1469-8676.2010.00119_1>: 331, trad. del a.). En respuesta a Pink, David Howes argumenta que todas esas prácticas que hoy en día se consideran «sensoriales» bien pueden ser acogidas bajo la denominación de antropología de los sentidos —él mismo defiende haber propuesto, en 1991, el uso del adjetivo «sensorial»18 Howes propone el término «antropología sensorial» (sensorial anthropology), con el adjetivo «sensorial» que no reconocen los diccionarios Oxford ni Cambridge, en lugar del hoy en día aceptado «sensory» como «conectado con nuestros sentidos físicos», según se recoge en ambos diccionarios. (Pink y Howes 2010Pink, Sarah y DavidHowes. 2010. «The Future of Sensory Anthropology/the Anthropology of the Senses». Social Anthropology/Anthropologie Sociale 18(3): 331-340. doi: <10.1111/j.1469-8676.2010.00119_1>: 334)-. Por tanto, cabe aceptar, por un lado, que las prácticas y teorizaciones no muestran hoy día una distinción suficiente para la diferenciación entre una antropología de los sentidos y otra sensorial. Por otro, sin embargo, debe matizarse que, como hemos visto en las prácticas etnográficas y el discurso científico de la CAE, así como en el modelo de objetividad del funcionalismo posterior, mientras la antropología de los sentidos ha estado en vigor de forma discontinua desde el surgimiento de la antropología moderna, la antropología sensorial, por su parte, surge de la legitimización de las epistemologías corpóreo-sensoriales a finales del siglo veinte —junto al nuevo modelo etnográfico de objetividad corpóreo-sensorial con las nociones de enfoque sensual (sensuous scholarship) de Stoller (1997Stoller, Paul. 1997. Sensuous Scholarship. Filadelfia, PA: University of Pennsylvania Press. ISBN 0812216156.), trabajo de campo sensorial (sensorial fieldwork) de Robben y Slukka (2007Robben, Antonius C. G. M. y JeffreySluka (eds.). 2007. Ethnographic Fieldwork. Oxford: Blackwell Publishing.) o etnografía sensorial (sensory ethnography) de Pink (2015Pink, Sarah. 2015. Doing sensory ethnography. 2.ª ed.Los Angeles: Sage.).

Por las mismas razones, relacionadas con el estatus de las epistemologías corporizadas, si nos atenemos al interés de la CAE por la corporalidad de los nativos melanesios de las islas Murray, podría aceptarse el nacimiento de una antropología del cuerpo en el sentido de objeto de estudio (semiológico, cultural, social, económico, etc.) —véase una historiografía en Soukup y Dvořáková (2016Soukup, Martin y MariaDvořáková. 2016. «Anthropology of Body: the Concept Illustrated on an Example of Eating Disorders». Slovenský Národopis 64(4): 513-529.). Por otro lado, una antropología denominada como «corporal» puede comprenderse como implícita en la antropología sensorial, pues sus epistemologías incluyen la corporalidad como epistemología (véase Stoller 1997Stoller, Paul. 1997. Sensuous Scholarship. Filadelfia, PA: University of Pennsylvania Press. ISBN 0812216156.). Sin embargo, si hacemos una distinción entre corporalidad y corporización, entendiendo la primera como expresión de la condición existencial segunda (Lema Vidal 2023), podemos hablar de antropología fenomenológica (o corporizada) en el sentido ofrecido por Csordas (1990Csordas, Thomas J. 1990. Embodiment as a paradigm for anthropology. Ethos18(1): 5-47., 1994Csordas, Thomas J. 1994. Embodiment and Experience: The Existential Ground of Culture and Self. Cambridge: Cambridge University Press., 2011Csordas, Thomas J. 2011. «Embodiment: Agency, Sexual Difference, and Illness», en Frances E. Mascia-Lees (ed.), A Companion to the Anthropology of the Body and Embodiment: 137-156. Malden, MA: Blackwell Publishing.), Maso (2001Maso, Ilja. 2001. «Phenomenology and Ethnography», en: PaulAtkinson et al. (eds.). Handbook of Ethnography: 136-144. Londres: Sage.) o Ram (2015) —la corporización en su dimensión pre-objetivamente experiencial, perceptiva, emocional y cultural—, y cuya metodología se presenta bajo las premisas de una etnografía corporizada en el sentido elaborado por Creswell (1998Creswell, John W. 1998. Qualitative Inquiry and Research Design: Choosing Among Five Traditions. Thousand Oaks, CA: Sage.), Turner (2000Turner, Aaron. 2000. «Embodied ETHNOGRAPHY. DOING CULTURE». Social Anthropology 8 (1): 51-60. doi: <10.1111/j.1469-8676.2000.tb00207.x>), Bernard (2002Bernard, H. Russell. 2002. Research Methods in Anthropology: Qualitative and Quantitative Approaches. Walnut Creek, CA: Altamira Press.), Wacquant (2004Wacquant, Loic. 2004. Body and Soul: Notebooks of an Apprentice Boxer. Nueva York: Oxford University Press.), Monaghan (2006Monaghan, Lee F. 2006. «Fieldwork and the Body: Reflections on an Embodied Ethnography», en DickHobbs y RichardWright (eds.), Handbook of Fieldwork: 226-241. Londres: Sage.) o Schliewe (2020Schliewe, Sanna. 2020. «Embodied Ethnography in Psychology: Learning Points from Expatriate Migration Research». Culture and Psychology 26(4): 803-818. doi: <10.1177/1354067X19898677>), es decir, el cuerpo concebido como «herramienta en sí misma de investigación mediante la que las experiencias son vividas, catalogadas y analizadas» (Ribeiro 2017Ribeiro, Nuno F. 2017. “Boxing culture and serious leisure among North-American youth: An embodied ethnography.” The Qualitative Report 22 (6): 1622-1636. <10.46743/2160-3715/2017.2715>.: 1624, trad. del a.).

Cabe destacar que el término «sensorial» (sensory) aparece adjetivando más habitualmente a la etnografía, especificando que se trata de una forma especializada de trabajo de campo que, otorgando un lugar central al cuerpo y los sentidos como epistemologías, emplea metodologías innovadoras entre cuyas herramientas y métodos están la tecnología de captación de imagen y sonido, así como todos los medios digitales disponibles hoy en día, para investigar más allá de las descripciones logocéntricas. Estos métodos están englobados en una noción más amplia que tanto Pink (2015Pink, Sarah. 2015. Doing sensory ethnography. 2.ª ed.Los Angeles: Sage.) como Howes (2013Howes, David. 2013. «The Expanding Field of Sensory Studies». Sensory Studies. Blog. Disponible en: <https://www.sensorystudies.org/sensorial- investigations/the-expanding-field-of-sensory-studies/> Fecha de acceso: 18 ene. 2024.) denominan «etnografía sensorial» (sensory ethnography). De ahí que las herramientas etnográficas de la antropología visual o sensorial, es decir, los distintos tipos de micrófonos y la cámara de fotografía DSLR o del smartphone, así como las cámaras de video ya sea en smartphone, de tipo camcorder o DSLR —que son los tipos habitualmente empleados en la investigación etnográfica— puedan considerarse hoy subsumidas no solo en la antropología sensorial y en su metodología de cabecera, la «etnografía sensorial» o, en su caso, en la nueva antropología multisensorial (véase Vidali 2016Vidali, Debra Spitulnik. 2016. «Multisensorial Anthropology: A Retrofit Cracking Open of the Field». American Anthropologist 118(2): 395-400.), sino también en la antropología multimodal.

La antropología multisensorial puede considerarse una forma ampliada de antropología sensorial al trascender la mera investigación de la relación cultura-sensorialidad, es decir, la conformación cultural de los sentidos (véase Pink 2015Pink, Sarah. 2015. Doing sensory ethnography. 2.ª ed.Los Angeles: Sage.) para centrarse en las «teorías, ámbitos del ser, métodos y órdenes de datos que conciernen a la sensación, lo sensorial y los qualia […] en relación con el cuerpo, la emoción, el pensamiento, la memoria, la cultura material, el diseño, la fisicidad, etc.» (Vidali 2016Vidali, Debra Spitulnik. 2016. «Multisensorial Anthropology: A Retrofit Cracking Open of the Field». American Anthropologist 118(2): 395-400.: 396, trad. del a.). Por un lado, las antropologías sensorial y multisensorial comparten con la variante multimodal «la reacción» que, según Westmoreland, esta última ostenta «contra problemáticas visualistas y centradas en el texto que fundamentan legados antropológicos de autoridad epistémica» (2022Westmoreland, Mark R. 2022. «Multimodality: Reshaping Anthropology». Annual Review of Anthropology 51: 173-194. Disponible en: <https://www.annualreviews.org/doi/10.1146/annurev-anthro-121319-071409.: 174, trad. del a.). Por otro lado, la antropología multimodal se diferencia de aquellas por una visión holística no solo acerca de «las diversas formas de comprender la experiencia humana y […] [la] creciente variedad de herramientas, prácticas y conceptos para compartir estas comprensiones», así como su integración en la metodología etnográfica, pues «la multimodalidad no se reduce al uso de nuevos medios o tecnologías digitales», sino que «al incorporar agendas sensoriales, colaborativas y descolonizadoras, una agenda multimodal parece ofrecer una perspectiva más inclusiva, donde diversos actores pueden encontrar nuevos puntos de encuentro mutuo» (Westmoreland 2022Westmoreland, Mark R. 2022. «Multimodality: Reshaping Anthropology». Annual Review of Anthropology 51: 173-194. Disponible en: <https://www.annualreviews.org/doi/10.1146/annurev-anthro-121319-071409.: 174, trad. del a.). En definitiva, la caracterización de la antropología como multimodal ofrece un esquema de producción de conocimiento etnográfico que, más allá de la multidisciplinariedad de las herramientas, impulsa la participación directa y polifónica de los colaboradores etnográficos en la propia investigación, de forma que las prácticas y discursos coloniales que, en los orígenes de la antropología y durante buena parte del siglo veinte, accedían y difundían ilegítimamente los cuerpos y vidas de otras personas bajo pretextos cientificistas, se erigen hoy día como un eco del pasado que, en todo caso, conviene no dejar de analizar.

En definitiva, una mirada desde la historiografía y la antropología filosófica al tratamiento del cuerpo y los sentidos en la antropología de finales del siglo diecinueve y principios del veinte ha revelado que la categoría corpóreo-sensorial fue concebida originalmente sólo como objeto de estudio y no como epistemología. Esta exclusión del cuerpo y de los sentidos como epistemologías legítimas es estructural en la antropología a lo largo del siglo veinte, si bien cuenta con excepciones precisamente en los márgenes de la disciplina. De hecho, precisamente desde las prácticas marginales de la antropología visual comienzan a producirse trabajos audiovisuales que van a contracorriente de las propias prácticas dominantes en la propia subdisciplina, de forma que hasta el giro reflexivo de los ochenta y los giros visual, sensorial y corporal de los noventa, conviven dos modelos en la antropología visual: un modelo que sigue la tradición platónico-cartesiana de ocultamiento existencial de la corporización y de las epistemologías corpóreo-sensoriales y emocionales que surgen pre-objetivamente de tal condición existencial, representado por la concepción del cine etnográfico de Margaret Mead, y posteriormente de Timothy Asch (Lema Vidal 2023); y otro modelo que, sin fundamentarse de forma explícita en la fenomenología, se materializa en el cine de cámara corporizada de Jean Rouch, que comienza a finales de los cincuenta y se prolonga hasta los setenta, o ya en los ochenta con el Forest of Bliss (1986) de Robert Gardner quien inaugura la perspectiva postmoderna mediante una concepción fenomenológico-sensorial del cine etnográfico que ya no es concebido sólo como representación ilustrativa o descriptiva de teorías textuales (MacDougall 1998MacDougall, David. 1998. Transcultural Cinema. LucienTaylor (ed.). Princeton , NJ: Princeton University Press. ISBN 0691012342.), sino como material indiciario de la propia experiencia corporizada, sensible y transcultural del encuentro etno-fílmico entre colaboradores de la investigación, la/el antropóloga/o y espectadores (MacDougall 1998MacDougall, David. 1998. Transcultural Cinema. LucienTaylor (ed.). Princeton , NJ: Princeton University Press. ISBN 0691012342.; Lema Vidal 2023).

DECLARACIÓN DE CONFLICTO DE INTERESES

 

El autor de este artículo declara no tener conflictos de intereses financieros, profesionales o personales que pudieran haber influido de manera inapropiada en este trabajo.

DECLARACIÓN DE CONTRIBUCIÓN DE AUTORÍA

 

Daniel Lema Vidal: conceptualización, investigación, redacción – borrador original, redacción – revisión y edición.

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Stocking, George. 1987. Victorian Anthropology. Londres: Collier MacMillan.

66 

Stocking, George. 1995. After Tyler: British Social Anthropology 1888-1955. Wisconsin, WI: University of Wisconsin Press. ISBN 9780299145804.

67 

Stoler, Ann Laura. 2021. Carnal Knowledge and Imperial Power. University of California Press. doi: <https://doi.org/10.4324/9781003003595-13>

68 

Stoller, Paul. 1997. Sensuous Scholarship. Filadelfia, PA: University of Pennsylvania Press. ISBN 0812216156.

69 

Tagg, John. 2009. The Disciplinary Frame: Photographic Truths and the Capture of Meaning (NED-New edition). Minneapolis: University of Minnesota Press. Disponible en: <http://www.jstor.org/stable/10.5749/j.ctttv1qh>

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Turner, Aaron. 2000. «Embodied ETHNOGRAPHY. DOING CULTURE». Social Anthropology 8 (1): 51-60. doi: <https://doi.org/10.1111/j.1469-8676.2000.tb00207.x>

71 

Vidali, Debra Spitulnik. 2016. «Multisensorial Anthropology: A Retrofit Cracking Open of the Field». American Anthropologist 118(2): 395-400.

72 

Wacquant, Loic. 2004. Body and Soul: Notebooks of an Apprentice Boxer. Nueva York: Oxford University Press.

73 

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NOTAS

 
1 

La fenomenología, a pesar de que esta surge formalmente en 1900-1901 con las Investigaciones Lógicas de Edmund Husserl (1859-1938), no comenzará a ejercer una influencia destacable sobre la antropología hasta los años setenta (véanse Bidney 1973Bidney, David. 1973. «Phenomenological Method and the Anthropological Science of the Cultural Lifeworld», en MauriceNatanson (ed.), Phenomenology and the Social Sciences: 109-140. Evanston, IL: Northwestern University Press. ISBN 0810106167. o Jackson 1996Jackson, Michael (ed.). 1996. Things as They Are. New Directions in Phenomenological Anthropology. Bloomington, IN: Indiana University Press. ISBN 025333036X.), lo que más adelante será conocido como giro fenomenológico (Bull 2000Bull, Michael. 2000. Sounding Out the City: Personal Stereos and the Management of Everyday Life. Oxford: Berg. ISBN 1859733379.; Bull y Mitchell 2015Bull, Michael y JonMitchell (eds.). 2015. Ritual, Performance and the Senses. Londres: Bloomsbury. ISBN 9780857854735.; Spinney 2006Spinney, Justin. 2006. «A Place of Sense: a Kinaesthetic Ethnography of Cyclists on Mt Ventoux». Environment and Planning D: Society and Space 24(5): 709-732., 2007Spinney, Justin. 2007. «Cycling the City: Non-Place and the Sensory Construction of Meaning in a Mobile Practice», en DaveHorton, PaulRosen y PeterCox (eds.), Cycling and Society: 25-46. Aldershot: Ashgate Publishing.) y que a la postre ayudó a la disciplina a desembarazarse de las restricciones epistemológicas platónico-cartesianas.

2 

Compilación en seis volúmenes publicados entre 1901 y 1912 (Volúmenes del II al VI), y 1935 (Vol. I).

3 

Para los propósitos del artículo no es necesaria la distinción entre antropología social y cultural. Para profundizar en las diferencias y matices entre ambas vertientes, véanse Esteva Fabregat (1972), Eggan (1975 [1954Eggan, Fred. 1975[1954]. «La antropología social y el método de la comparación controlada», en Josep R. Llobera (coord.). La antropología como ciencia: 179-202. Barcelona: Anagrama.]) y Lisón Tolosana (2007Lisón Tolosana, Carmelo (ed.). 2007.Introducción a la Antropología Social y Cultural. Teoría, Método y Práctica. Madrid: Akal.).

4 

Haddon y Rivers no sólo acuñaron el término «trabajo de campo» (fieldwork), sino que lo concibieron como una actividad central e ineludible de una antropología que, hasta la expedición al estrecho de Torres, basaba sus teorizaciones en el empleo de fuentes de segunda mano (Smith y Ball 2007).

5 

La expedición estuvo liderada por el antropólogo británico Alfred C. Haddon, fundador de la School of Anthropology de la Universidad de Cambridge. Además de Rivers, Seligman y Ray, el equipo contaba con los asistentes Charles S. Myers (1873-1946), músico encargado de los experimentos en audición, William MacDougall (1871-1938), quien estudió sensación táctil, y el fotógrafo Anthony Wilkin (s.d.- 1901).

6 

Las islas Murray, hoy pertenecientes a Australia, estaban a finales del s. XIX bajo administración colonial británica. A diferencia de otras islas del archipiélago, las tres Murray (Mer, Dauar y Waier) apenas habían comenzado a ser frecuentadas por misioneros cristianos 27 años antes de la llegada de la expedición y hacía sólo 10 años que los niños habían comenzado a ser instruidos en inglés. Estas injerencias occidentales habrían tenido un efecto en las gentes de las islas Murray, si bien, según Haddon, «estas no fueron perjudiciales para los objetivos de la expedición», quien por lo demás concluye: «Quizá no sería fácil encontrar un lugar más favorable para el estudio de gente tan sencilla y primitiva» (Haddon 1901: vi, trad. del a.).

7 

En el momento de unirse a la expedición de A. C. Haddon en 1898, W. H. R. Rivers ya contaba, a sus 34 años, con cierto reconocimiento como investigador en psicología experimental y fisiología sensorial. Sin embargo, su prestigio vendría por la metodología que aplica en los análisis genealógicos, paradigmáticos durante décadas al encajar a la perfección en el funcionalismo (Bevan y MacClancy 2004).

8 

Si bien se habían grabado imágenes en movimiento de sujetos de interés antropológico —dos danzas rituales sioux (Buffalo dance y Ghosts dance) dirigidas por William Kennedy Dickson y grabadas en 1894 por William Heise, con el kinetoscopio de Thomas A. Edison en sus estudios de West Orange, Nueva Jersey—, las imágenes tomadas por Haddon en el estrecho de Torres son consideradas las primeras imágenes etnográficas en movimiento tomadas en el lugar donde viven los sujetos investigados.

9 

Junto a un cinematógrafo Newman and Guardia de 35mm y treinta rollos de película, se usaron además varias cámaras fotográficas, entre ellas una Newman and Guardia Serie B con lente Carl Zeiss, y el instrumental y químicos necesarios para revelar in situ las fotografías, mientras que, para el sonido, contaban con dos cilindros de fonógrafo con función de grabación y reproducción (Edwards 1998a: 107).

10 

En el viaje de vuelta a Reino Unido varias bobinas se perdieron y otras se echaron a perder por la humedad. Las tres cintas digitalizadas que han llegado hasta nuestros días están disponibles en la National Film and Sound Archive of Australia. Disponible en: < https://aso.gov.au/titles/historical/torres-strait-islanders/clip2/> Fecha de acceso: 19 abr. 2023.

11 

Antes de la llegada de los misioneros, las máscaras empleadas en la danza ceremonial Malu-Bomai eran de caparazón de tortuga. Poco después de comenzar la evangelización se destruyeron las máscaras y se prohibió su elaboración. De hecho, Haddon cuenta en Headhunters que la recreación de aquellas máscaras conmovió profundamente a varios ancianos de la isla Mer (una de las que conforman el archipiélago de las Murray) después de veinticinco años desde la supresión del culto (Haddon 1978 [1901]: 47).

12 

Como ejemplos de cine etnográfico en la función de «salvamento de culturas en peligro de extinción» estarían cintas que marcaron época en la disciplina como el Nanuk de Flaherty de 1922; la serie Character Formation, filmada entre 1936 y 1939 por Gregory Bateson (1904-1980) bajo la dirección de Margaret Mead, y cuyo montaje es dirigido por la segunda ya en los años cincuenta; o The Ax Fight (1975) de Timothy Asch, quien fue alumno de Mead en la Universidad de Columbia y esta a su vez de Franz Boas (1858-1942).

13 

Según el fenomenólogo Tatarkiewicz, alrededor del año 1880 comenzó a instalarse una perspectiva positivista que caracterizaba la filosofía como inútil debido al progreso científico-técnico (San Martín 2008: 42).

14 

Introducción de Reports of the Cambridge Anthropological Expedition to Torres Straits escrita por W. H. R. Rivers (Rivers 1901Rivers, William Halse Rivers. 1901. «Introduction», en AlfredC. Haddon (ed.), Reports of the Cambridge Anthropological Expedition to Torres Strait, Vol. 2, Physiology and Psychology: 1-7. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: <https://ttu-ir.tdl.org/bitstream/handle/2346/47182/ttu_stc001_000085.pdf?sequence=1&amp;isAllowed =y: 1-2).

15 

Los estudios genealógicos de Rivers en Kinship and Social Organisation (1914) sentaron cátedra en terminología y método para varias generaciones posteriores de antropólogos funcionalistas. Por otra parte, el interés de Rivers en las epistemologías concernientes a la metodología etnográfica se refleja de forma paradigmática en Notes and Queries (1912), un manual sobre metodología en el que enfatiza la importancia de convivir con los sujetos de estudio por largos periodos de tiempo —aportación injustamente atribuida a Malinowski (Grimshaw 2001).

16 

El travelogue era el formato por excelencia del cine de viajes enfocado, principalmente, en retratar el exotismo de los lugares y las gentes de los confines de los imperios coloniales de las potencias occidentales.

17 

El término inglés «documentary» es empleado por primera vez por John Grierson (1898-1972) como adjetivo en una reseña crítica sobre el documental Moana (1926) de Robert Flaherty, publicada bajo el pseudónimo «The Moviegoer» el 8 de febrero de 1926 en el New York Sun (Tagg 2009).

18 

Howes propone el término «antropología sensorial» (sensorial anthropology), con el adjetivo «sensorial» que no reconocen los diccionarios Oxford ni Cambridge, en lugar del hoy en día aceptado «sensory» como «conectado con nuestros sentidos físicos», según se recoge en ambos diccionarios.