Disparidades. Revista de Antropología 76 (2)
julio-diciembre 2021, e019
eISSN: 2659-6881
https://doi.org/10.3989/dra.2021.019

CONDICIÓN ODORÍFICA, GOBIERNO OLFATIVO Y ODORO-SOCIALIDAD: ETNOGRAFÍA NASAL EN LA ZONA GRIS BILBAÍNA*Condición de posibilidad de este artículo, agradezco la participación, confianza y afecto de todas las personas que han hecho de la experiencia etnográfica una vivencia aleccionadora. La ayuda del Programa Predoctoral de Formación de Personal Investigador No Doctor del Gobierno Vasco ha sido el sustento económico de la investigación que he desarrollado como doctorando del programa Modelos y Áreas de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). La constructiva crítica y recomendaciones de los evaluadores seleccionados por Disparidades. Revista de Antropología, los consejos de Ignacio Mendiola y, en especial, la lectura atenta, comentarios y correcciones del artículo realizadas por mi directora de tesis doctoral, la antropóloga Olatz González Abrisketa, han contribuido a mejorar el escrito inicial de manera significativa. Sin embargo, soy el único responsable de los posibles fallos y carencias del artículo.

ODORIFIC CONDITION, OLFACTORY GOVERNMENT AND ODOR-SOCIALITY: NASAL ETHNOGRAPHY IN THE GRAY ZONE OF BILBAO

Ander Mendiguren Nebreda

Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea

https://orcid.org/0000-0001-7371-7641

RESUMEN

Fruto de un proceso etnográfico iniciado a través de la auto-instrumentalización como voluntario en un centro de incorporación social para investigar con personas precarizadas en las zonas de abandono del Bilbao contemporáneo, este artículo aborda el giro sensitivo que aconteció durante el trabajo de campo. Centrado en el vínculo entre política y olor, propone una aproximación reflexiva y crítica que ensambla las antropologías de las violencias, el posestructuralismo y los estudios sensoriales. Partiendo de las propias percepciones olfativas y, específicamente, los desagradables aromas sentidos mientras acompañaba a los interlocutores, conceptualizo el propio yo como una totalidad carnal polisensorial tejida en entramados materiales y discursivos específicos. Tras presentar las premisas y los principales antecedentes de la denominada revolución sensorial en ciencias sociales, expongo las interpretaciones elaboradas a partir de la experiencia etnográfica. A pesar del entrelazamiento entre precarización, abandono y hediondez, el gobierno de la higiene corporal desplegado por las y los profesionales de la tecnología asistencial en la que he investigado deviene moralizador, individualizador y, en consecuencia, susceptible de acentuar la violencia simbólica de seres que tienden a ser responsabilizados de su destino. Asimismo, tanto la individualización como la racialización de la condición odorífica son elementos centrales de clasificación y jerarquización en la socialidad cotidiana de la zona gris bilbaína.

PALABRAS CLAVE: 
Etnografía sensorial; Antropología de las violencias; Biopolítica; Olfato; Precarización.
ABSTRACT

Fruit of an ethnographic process initiated through self-instrumentalization as a volunteer in a centre of social incorporation to investigate with precarized people in the abandonment zones of contemporary Bilbao, this article addresses the sensitive turn that occurred during the fieldwork. Centered in the links between politics and smell, it proposes a reflexive and critical approach that joins the anthropologies of violence, post-structuralism and sensory studies. Starting from my own olfactory perceptions and, specifically, the unpleasant aromas felt while accompanying the interlocutors, I conceptualize the self as a multisensory carnal whole woven into specific material and discursive frameworks. After presenting the premises and the main antecedents of the so-called sensory revolution in social sciences, I display the interpretations elaborated from the ethnographic experience. Despite the link between precarization, abandonment and stinking, the government of body hygiene deployed by the professionals of the care technology in which I have researched becomes moralizing, individualizing and, consequently, susceptible to accentuate the symbolic violence of beings who tend to be responsibilized for their destiny. Likewise, both the individualization and the racialization of the odorific condition are central elements of classification and hierarchization in the daily sociality of Bilbao’s gray zone.

KEYWORDS: 
Sensory Ethnography; Anthropology of Violences; Biopolitics; Smell; Precarization.

Recibido: 26 de enero de 2020; Aprobado: 20 de julio de 2020.

Cómo citar este artículo / Citation: Mendiguren Nebreda, Ander. 2021. “Condición odorífica, gobierno olfativo y odoro-socialidad: etnografía nasal en la zona gris bilbaína”. Disparidades. Revista de Antropología 76(2): e019. doi: <https://doi.org/10.3989/dra.2021.019>.

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

 

¿Huelen las ‘clases más bajas’? Por supuesto, en conjunto son más sucias que las clases elevadas. Están obligados a serlo, teniendo en consideración las circunstancias en las que viven, porque hasta en esta tardía fecha menos de la mitad de las viviendas en Inglaterra tiene baños. Además, el hábito de lavarse a sí mismo todos los días es uno muy reciente en Europa, y las clases trabajadoras son generalmente más conservadoras que la burguesía [...]. Pero lo esencial es que las personas de clase media creen que la clase trabajadora es sucia [...] y, lo que es peor, que son, de algún modo, inherentemente sucios (Orwell 2001 [1937]: 117-118Orwell, George. 2001 [1937]. The Road to Wigan Pier. Londres: Penguin.).

Las clases bajas huelen. Según George Orwell (2001 [1937]: 115)Orwell, George. 2001 [1937]. The Road to Wigan Pier. Londres: Penguin. en The Road to Wigan Pier, obra publicada en 1937 que expone las condiciones de vida de los mineros en el norte de Inglaterra, ese es el verdadero secreto y la frontera infranqueable de la diferencia de clases. Pionero en enfatizar la trascendencia política del olor, el escritor y periodista británico no sólo planteó que el aroma desprendido por los obreros era una materialidad repulsiva cultivada por las duras condiciones laborales y las limitaciones de acceso a las tecnologías de higienización, sino que sugirió que la percepción de ese olor estaba mediada por la aversión de la burguesía hacia esas formas de vida. Al considerar el hedor proletario como una somatización de la desigualdad y destacar la trascendencia de su interpretación simbólica (Pîrvu 2011Pîrvu, Paula. 2011. «Smell as Means of Communication According to George Orwell: “The Road to Wigan Pier”». Language and Literature-European Landmarks of Identity 8: 542-548. Disponible en: <http://www.diacronia.ro/ro/indexing/details/A5954/pdf>. Fecha de acceso: 22 jun. 2019.), elaboró una lectura que, coherente con la propuesta teórica de Didier Fassin (2004)Fassin, Didier. 2004. «Entre las políticas de lo viviente y las políticas de la vida. Hacia una antropología de la salud». Revista Colombiana de Antropología 40: 283-318. Disponible en: <http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0486-65252004000100010&lng=en&nrm=iso>. Fecha de acceso: 5 mar. 2016. , supera tanto el relativismo como la traba del positivismo.

Hace poco más de dos décadas Constance Classen, David Howes y Andrew Synnott (1994)Classen, Constance, David Howes y Andrew Synnott. 1994. Aroma. The Cultural History of Smell. New York: Routledge. propusieron la noción «políticas del olor» para referirse al modo en el que las relaciones de poder y dominación atraviesan la percepción nasal. Se trata de un concepto que, parafraseando a Jacques Ranciere (2009 [2000])Rancière, Jacques. 2009 [2000]. El reparto de lo sensible. Estética y política. Santiago: LOM Ediciones., alude a un reparto de lo odorífico en el que las personas que ocupan una posición hegemónica son consideradas inodoras y fragantes, mientras los subalternos tienden a ser enmarcados como malolientes. Si olor y odio comparten la misma raíz latina (Conde Díaz 2013: 17Conde Díaz, Carmen. 2013. «El olor de la esquizofrenia». Átopos 14: 15-23. Disponible en: <http://www.atopos.es/pdf_14/15-23_El%20olor%20de%20la%20esquizofrenia.pdf>. Fecha de acceso: 10 sep. 2019. ), Classen, Howes y Synnott advierten que «un sentimiento de aversión hacia una clase dada de personas habitualmente precede e informa la percepción de ellos como malolientes» (1994: 164)Classen, Constance, David Howes y Andrew Synnott. 1994. Aroma. The Cultural History of Smell. New York: Routledge.. Debido a su poder simbólico y emocional, lo odorífico participa en los «marcos de reconocibilidad» a los que alude Judith Butler (2010 [2009])Butler, Judith. 2010 [2009]. Marcos de guerra. Las vidas lloradas. Barcelona: Paidós. ejerciendo un rol clave en los procesos de clasificación y jerarquización humana (Pîrvu 2011Pîrvu, Paula. 2011. «Smell as Means of Communication According to George Orwell: “The Road to Wigan Pier”». Language and Literature-European Landmarks of Identity 8: 542-548. Disponible en: <http://www.diacronia.ro/ro/indexing/details/A5954/pdf>. Fecha de acceso: 22 jun. 2019.).

El presente artículo es resultado de la experiencia investigadora sobre la que pivota mi tesis doctoral. Interesado en el proceder etnográfico y el estudio de expresiones extremas de pobreza urbana, inicié el trabajo de campo en Berpiztu, un centro de incorporación social ubicado en Bilbao La Vieja, la zona más marginalizada de la capital vizcaína1Los nombres empleados para aludir al centro de incorporación social, profesionales y usuarios son pseudónimos, protegiendo así el anonimato de mis interlocutores. . Inevitablemente, el acceso al campo fue acordado, en primera instancia, por canales jerárquicos: mis gatekeepers fueron la profesional y el director de Berpiztu, que aceptaron la propuesta de ejercer de voluntario para investigar con las personas que socorren, cuerpos institucional y académicamente objetivados como en situación de exclusión social extrema y enfermos con patología dual. Si bien dicha entrada pudiera considerarse éticamente cuestionable, durante las primeras conversaciones cara a cara con las personas usuarias -así como en repetidas ocasiones durante el paso de nuestras interacciones- aclaré los intereses etnográficos que motivaban mi presencia y praxis como voluntario2Simplificada en el artículo, no soy ajeno a la necesaria problematización de la dimensión deontológica. El fácil acceso al campo debido a la precarización de las personas con las que he investigado, la legitimidad que otorga adoptar el rol de voluntario, las precauciones que exige estudiar en un medio atravesado por multiplicidad de violencias, la gestión del intercambio de intimidades y secretos, la salida del campo y la (des)vinculación respecto a personas con las que he establecido lazos que exceden a la investigación o la necesidad de elaborar representaciones que den cuenta de su carácter vivo y poliédrico, son algunas de las cuestiones que abordo en profundidad en el marco de mi tesis doctoral..

La propia implicación en Berpiztu, locus estratégico donde he colaborado en actividades, liderado talleres y ejercido de peluquero, ha condicionado el desarrollo del trabajo de campo. En este sentido, he participado en el gobierno asistencial de la exclusión social desplegado por una de las organizaciones del denominado Tercer Sector Social de Bizkaia, un entramado calificable de «mano izquierda paraestatal» (Fraiman y Rossal 2008Fraiman, Ricardo y Marcelo Rossal. 2008. «El retorno del Estado. Políticas sociales y comunidad(es) imaginada(s) en Montevideo». En Sonnia Romero Gorski (comp. y ed.), Anuario de Antropología Social en Uruguay: 127-139. Montevideo: Nordan-Comunidad.) que ha sido instrumentalizado para encubrir, tal como diagnosticó Loïc Wacquant (2004 [1999])Wacquant, Loïc. 2004 [1999]. Las cárceles de la miseria. Madrid: Alianza Editorial., la erosión del pecho social estatal. Las afinidades electivas de las técnicas asistenciales contemporáneas de la escucha y el acompañamiento, críticamente escudriñadas, entre otros, por Didier Fassin (1999)Fassin, Didier. 1999. «La patetización del mundo. Ensayo de antropología política del sufrimiento». En Mara Viveros y Gloria Garay (comps.), Cuerpo, diferencias y desigualdades: 31-41. Santafé de Bogotá: Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. y Robert Castel (2008 [2003])Castel, Robert. 2008 [2003]. La Inseguridad Social. Qué es estar protegido. Buenos Aires: Manantial., con el proceder etnográfico han sido especialmente fructíferas: además de mantener extensas conversaciones desde una posición de cercanía, he tenido la oportunidad de acompañar a los interlocutores por las diversas tecnologías, tanto de la nebulosa sociosanitaria como de la mano derecha punitiva (Bourdieu 1999 [1998]Bourdieu, Pierre. 1999 [1998]. «La Mano izquierda y la mano derecha del Estado». En Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal: 11-22. Barcelona: Anagrama.), que les asisten, controlan, moralizan, disciplinan, vigilan y/o castigan para neutralizar la inseguridad civil y social que representan. En paralelo, cuando lo solicitaban he empleado mi furgoneta para ayudarlos con sus mudanzas, una práctica que ha favorecido el acceso a espacios vitales íntimos3Si bien en este escrito específicamente focalizado en la dimensión odorífica no se abordan la multiplicidad de localizaciones en las que se tejen las formas de ser de las personas con las que he investigado, es oportuno advertir que seguir a los interlocutores ha dotado a la etnografía desarrollada, de la cual este artículo constituye una pequeña ramificación, de un cariz multisituado (Marcus 2001).. Sin duda, interactuar con ellos al margen de las dinámicas desplegadas en Berpiztu, trasgrediendo así normas implícitas de la práctica asistencial, ha sido el modo de afianzar el vínculo de confianza necesario para alcanzar la suficiente profundidad etnográfica. Muestra de ello es lo que en un momento dado me advirtieron: «en el centro te vamos a tratar con respeto, pero fuera vas a ser uno más de nosotros».

Interesado en la plasticidad de la experiencia humana, el propósito de la etnografía ha sido comprender cómo el devenir de las personas con las que he investigado se teje en entramados materiales y discursivos. De este modo, aspira a cuestionar las lecturas hegemónicas que individualizan, medicalizan y, por tanto, despolitizan su destino. Al tratarse de seres sumidos en la «muerte social» (Patterson 1982Patterson, Orlando. 1982. Slavery and Social Death. A Comparative Study. Cambridge: Harvard University Press.) y sujetos a diversas formas de gobierno, he entrelazado dos enfoques que posibilitan aprehender las dinámicas que moldean sus modos de ser. Por un lado, la antropología de las violencias y, específicamente, las nociones de «continuum de violencia» (Scheper-Hughes y Bourgois 2004Scheper-Hughes, Nancy y Philippe Bourgois. 2004. «Introduction: Making Sense of Violence». En Nancy Scheper-Hughes y Philippe Bourgois (eds.), Violence in War and Peace: 1-31. Malden: Blackwell.), «zona gris» (Levi 2018Levi, Primo. 2018. Trilogía de Auschwitz. Barcelona: Ediciones península.) y «zona de abandono social» (Biehl 2005Biehl, João. 2005. VITA. Life in a Zone of Social Abandonment. Berkeley: University of California Press.). Por otro, una aproximación posestructuralista de carácter foucaultiano para interpretar los afectos de las diversas tecnologías de poder que sujetan y orientan la conducta de mis interlocutores (Foucault 1991 [1982]Foucault, Michel. 1991 [1982]. El Sujeto y el Poder. Bogotá: Carpe Diem. ).

La inclinación hacia la dimensión olfativa ha sido una emergencia creativa resultado de diversas retroalimentaciones: el incesante bombardeo de aromas desagradables durante la interacción cuerpo a cuerpo; las alusiones de profesionales y usuarios al mal olor, así como la insistencia de los primeros en fomentar las prácticas de higiene corporal de los segundos; la lectura de Aroma: The Cultural History of Smell (Classen, Howes y Sinnott 1994Classen, Constance, David Howes y Andrew Synnott. 1994. Aroma. The Cultural History of Smell. New York: Routledge.); y, por último, las conversaciones mantenidas con el antropólogo Carlos García Grados (2017García Grados, Carlos. 2017. «La percepción participante como una herramienta metodológica feminista: Una aplicación a los estudios de género». AIBR 12(2): 125-146. Disponible en: <https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=623/62352859003>. Fecha de acceso: 2 oct. 2019.). Tras un apartado reflexivo, el artículo expone las premisas básicas de los estudios sensoriales. Continúa proyectando una serie de interpretaciones acerca de la condición odorífica de los interlocutores, la positividad de las prácticas y discursos profesionales en torno a la higiene y, por último, la trascendencia del olor en la socialidad cotidiana de la zona gris bilbaína.

REFLEXIVIDAD SENSORIAL: DERIVA CREATIVA DURANTE EL CONTACTO CUERPO A CUERPO

 

Hasta llegar a Berpiztu el contacto mantenido con formas de vida precarizadas y abandonadas había sido distante y visual4 Georg Simmel ([1907] 2014) ya advirtió, a comienzos del s. XX, de la primacía de la experiencia visual en las metrópolis modernas.. Cierta aversión me dominó cuando, en términos proxémicos (Hall 1972 [1966]Hall, Edward T. 1972 [1966]. La dimensión oculta. México D. F.: Siglo XXI. ), transité de la distancia pública a la personal: las formas en las que la acumulación de sufrimiento social (Kleinman, Das y Lock 1997Kleinman, Arthur, Veena Das y Margaret Lock. 1997. Social Suffering. Berkeley: University of California Press. ) se expresa en los cuerpos perturbaron mis marcos perceptivos durante las primeras interacciones con las personas usuarias, que parecían recién salidas de un campo de batalla. Ejerciendo de peluquero tuve que acostumbrarme a manipular cabelleras grasientas, casposas y con alguna que otra costra. Visualizar sangre infectada era el acontecimiento que con mayor intensidad activaba mis miedos. Progresivamente, dichas sensaciones y emociones declinaron5El esfuerzo realizado por superar la grima que inconsciente e irreflexivamente suscitaban determinados estímulos es innegable. Por ejemplo, estrechar la mano a uno de mis interlocutores, una especie de garra amorfa con amputaciones y heridas mal cicatrizadas, despertaba una repulsión enquistada que nunca se ha desvanecido por completo. .

Proveniente del aliento, carne y vestimenta de quien a posteriori ha sido uno de mis interlocutores principales, una rancia combinación de sudor, suciedad, tabaco y marihuana -difícilmente representable discursivamente- me impactó durante la que recuerdo como «la escena (imaginaria) del encuentro etnográfico» (Marcus 2008Marcus, George E. 2008. «El o los fines de la etnografía: del desorden de lo experimental al desorden de lo barroco». Revista de Antropología Social 17: 27-48. Disponible en: <https://revistas.ucm.es/index.php/RASO/article/view/RASO0808110027A>. Fecha de acceso: 20 ene. 2017. ). Se trataba de Darío, un chico de 27 años que, tras nacer en el seno de una conflictiva familia monoparental encabezada por una mujer en situación de sinhogarismo, ha vivido en centros de acogida, reformatorios, albergues y la calle. Fracaso escolar, consumo de sustancias ilegalizadas desde la infancia, tentativas de suicidio, precariedad laboral, desempleo y represión policial han tejido, en intersección con otras dinámicas precarizadoras, su progresivo soterramiento en la muerte social. Perceptor de ayudas no contributivas de invalidez gracias a los diagnósticos psiquiátricos y de la renta de garantía de ingresos (RGI), complementa tácticamente dichos ingresos participando en el escalafón más precario del narcotráfico. Así se costea las dosis de droga y afronta las múltiples multas económicas con las que la mano derecha del Estado castiga sus habituales infracciones a la seguridad ciudadana. A pesar de ser el usuario más joven de Berpiztu, su curtida cara y destrozada dentadura no parecen acordes a su edad. Pronto descubrí que es de los más denostados por su condición hedionda, pero no se trata de un caso excepcional.

Cegado por la conceptualización clásica de la observación participante, que erige la vista y el oído como las vías legítimas de producción de conocimiento, el interés en lo olfativo, marginado al último peldaño de la jerarquía sensorial por amenazar «el régimen abstracto e impersonal de la modernidad en virtud de su interioridad radical, sus propensiones a la transgresión de fronteras y su potencia emocional» (Classen, Howes y Synnott 1994: 5Classen, Constance, David Howes y Andrew Synnott. 1994. Aroma. The Cultural History of Smell. New York: Routledge.), fue tardío. Retrospectivamente, las copiosas alusiones en el diario a las propias percepciones y a las expresadas por los interlocutores muestran que fue resultado de la creatividad característica del trabajo de campo (González Abrisketa 2011González Abrisketa, Olatz. 2011. «Azar y creatividad son cuestiones de método». Ankulegi. Revista de Antropología Social 15: 47-56. Disponible en: <https://aldizkaria.ankulegi.org/index.php/ankulegi/article/viewFile/37/107>. Fecha de acceso: 6 jun. 2017. ).

La atmósfera odorífica de sus moradas también me incomodó. El tufo más desagradable lo percibí al visitar a Darío en el piso unipersonal concedido por el programa Hábitat Bizkaia6Se trata de una expresión local y singular del modelo Housing First que, distanciado del modelo escalera tradicional, parte de una separación entre lo social y lo terapéutico priorizando, tal como su propio nombre indica, el acceso rápido a una vivienda individual, independiente y permanente como un factor que favorece procesos de integración, recorridos sociales inclusivos y nuevos proyectos vitales dignos (Busch-Geertsema 2012).. Según abrió la puerta me quedé paralizado en el umbral unos segundos, afectado por una sensación nauseabunda. Darío, que nunca ha disfrutado de un hogar, advirtió que «está todo un poco patas arriba», pero ni él ni su colega aludieron al hedor que dominaba la vivienda. Al entrar vi varios ceniceros a rebosar, ropa sucia tirada por las esquinas, varias bolsas de basura entreabiertas, restos de alimentos derramados en la encimera y el fregadero hasta arriba de vajilla mugrienta. «Van a venir María [voluntaria de Berpiztu] y una chica de prácticas a limpiar y enseñarme, porque sólo no puedo y está todo hecho un desastre», me comentó Darío meses después. Aunque los espacios habitados por otros interlocutores tenían olores más agradables, lo habitual ha sido que versiones atenuadas de ese ambiente fétido afectasen mis papilas olfativas. Al circular por las espacialidades institucionales -cárcel, albergues, hospitales, módulos psicosociales, unidad de desintoxicación y hospital psiquiátrico- acompañando o visitando a los interlocutores, he percibido diferentes versiones del aroma característico de los productos químicos que se emplean para limpiar, desinfectar y esterilizar con la intención de minimizar la diseminación de microorganismos patógenos7Al abordar la experiencia encarnada de una activista política vasca, Mari Luz Esteban (2018: 350-351) destaca el olor de la cárcel y cita el artículo periodístico de Francesc Escribano (19 de septiembre de 2008), quien plantea que «la poca ventilación aumenta la acumulación de olores corporales con los olores de comida y de los productos de limpieza... y no sé si el fracaso tendrá algún olor, pero, si lo tuviera también se encontraría mezclado con los demás». . Resultó llamativo que Txema -un hombre de cincuenta años que, según sus relatos, experimentó en primera persona las crisis de la heroína y el sida durante los ochenta, participó en una trama de trata de blancas tras dejar el caballo e iniciarse en el consumo cotidiano de cocaína, trabajó como pulidor de suelos de hormigón, vivió plácidamente junto a sus añoradas perras en una finca que compró en Fuerteventura hasta que, en sus propias palabras, «no había curro y todo se fue al traste por un atraco» que perpetró, retornó a Bilbao tras librarse del «talego», se gastó los casi treinta millones de pesetas obtenidos de la venta de la finca en «putas y coca en menos de dos meses», fue rechazado por su familia y, finalmente, se quedó «tirado en la calle»- afirmase que odia el olor del Hospital de Basurto, «porque a mi padre lo mataron aquí [supuestamente por una negligencia médica] y un amigo de mis padres se murió por el olor según cruzar la puerta». Progresivamente, las impresiones iniciales se han diluido en una ampliación de los propios parámetros sensitivos. La habituación nasal, intermitente e incompleta, ha acontecido durante la interacción cotidiana. Por ejemplo, al transportar en la furgoneta a algunos interlocutores y sus pertenencias ha sido frecuente que los primeros minutos tuviera que bajar la ventanilla discretamente para poder respirar con comodidad. Al cabo de un rato, la molestia inicial se desvanecía. Sin embargo, a la mañana siguiente volvía a ser sorprendido por un leve hedor impregnado en el interior del vehículo. Asimismo, al espaciar las visitas para focalizar en la labor de escritura, la sensación de extrañamiento olfativo ha retornado.

Varias experiencias vividas durante la investigación han contribuido así a dislocar la asunción «de que el propio modelo subjetivo de percepción es universalmente válido» (Howes 2005: 29Howes, David. 2005. «Skinscapes. Embodiment, Culture and Environment». En Constance Classen (ed.), The Book of Touch: 27-39. Oxford: Berg.). Recuerdo con especial intensidad el día en el que Txema, tras una larga espera pernoctando en un albergue de emergencia durante la que expresó su deseo de ocupar una vivienda vacía, devino beneficiario de Habitat Bizkaia, programa asistencial que con su sagaz sentido del humor renombró como «first sin house». Junto a las profesionales, entramos en su nueva morada: un bajo de unos cincuenta metros cuadrados en un estado tan decadente como el barrio en el que se localiza. Percibí una emanación pútrida y las profesionales, interpeladas por dicho aroma, no tardaron en excusarse afirmando que se trataba de una tubería rota de la que se ocuparían. Txema, despreocupado, afirmó que «no huele nada… después de haber dormido en el suelo entre ratas, en el albergue… no es nada, estoy acostumbrado a cosas mucho peores». Es probable que su declaración estuviera imbuida por la emoción inicial de acceder a una vivienda unipersonal.

Hace más de medio siglo Mary Douglas (1973 [1966])Douglas, Mary. 1973 [1966]. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo XXI. enfatizó que la cultura mediatiza nuestras experiencias y Edward T. Hall (1972 [1966])Hall, Edward T. 1972 [1966]. La dimensión oculta. México D. F.: Siglo XXI. expuso que la percepción depende de una serie de filtros culturalmente normados que están enquistados en el fondo de nuestro sistema nervioso. En sintonía, David Le Bretón plantea que el sentir corporal no es un fenómeno exclusivamente mental o psicológico, sino que varía en función «de la pertenencia social del actor y de su modo particular de inserción en el sistema cultural» (2002: 59)Le Breton, David. 2002 [1990]. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión.. Por tanto, lejos de ser una experiencia directa de la realidad, las sensaciones siempre están mediadas por un «mundo de significados» (Le Breton 2007: 22Le Breton, David. 2007. El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos. Buenos Aires: Nueva Visión. ) y la «memoria encarnada» (Valle 1997Valle, Teresa del. 1997. «La memoria del cuerpo». Arenal: Revista de historia de mujeres 4(1): 59-74.). Haber sido tan afectado por las exhalaciones de las personas con las que he investigado se debe a que soy una totalidad carnal polisensorial tejida en unos marcos específicos. He crecido en un caserío reformado en el campo, un entorno que ha tendido a ser relacionado con la salud, debido al aislamiento y la ventilación. Insoportable para muchas personas, el olor a estiércol de vaca me despierta plácidos recuerdos. El medio por el que circulo, la Mancomunidad de Uribe Kosta, es un espacio urbano más bien disperso que carece de industria y es habitado, fundamentalmente, por la clase media-alta. De igual modo, sigo las pautas de higiene normativas y empleo desodorante a diario.

Cuando los usuarios de Berpiztu me regalaron una colonia para agradecer mi implicación como voluntario comprendí las discrepancias entre nuestros marcos sensitivos. «Huele muy rico, yo me la quería comprar para mí» advirtió Darío emocionado cuando rasgué el papel de regalo. Se trataba de la colonia Muy Mío Sport, cuya caja estaba decorada con la imagen de un vigoroso y depilado David Bustamante lanzando un puñetazo al aire. Feliz por su muestra de afecto, debo reconocer que, aunque nunca utilice perfumes tan intensos, muy probablemente no contemplaría la posibilidad de adquirir uno cuyo precio oscila los siete euros8El uso del perfume como práctica de distinción no es nuevo, siendo Georg Simmel (2014 [1907]) el primero en establecer una analogía con el adorno o la vestimenta. Sin embargo, el entramado contemporáneo de marcas que comercializan diversos productos -colonias, perfumes y desodorantes- y operan mediante estrategias de marketing que estigmatizan las exhalaciones del cuerpo, celebran el olor artificial y dotan a sus productos de una impronta simbólica asociada a la sexualidad, el bienestar, el éxito y/o el estatus social -adaptada al público masculino- (Classen, Howes y Synnott 1994) ha motivado la emergencia del homo odoríficus, un sujeto hiper-vigilante del propio olor y responsabilizado de su modulación que trasciende la figura moderna del homo hygienicus. .

BAJO LA RÚBRICA DE LA REVOLUCIÓN SENSITIVA

 

Dentro de grandes espacios históricos de tiempo se modifican, junto con toda la existencia de las colectividades humanas, el modo y la manera de su percepción sensorial. Dichos modos y manera en que esa percepción se organiza, el medio en el que acontecen, están condicionados no solo natural, sino también históricamente (Benjamin 2018 [1936]: 200Benjamin, Walter. 2018 [1936]. «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica». En Iluminaciones: 195-223. Barcelona: Taurus. ).

Para nutrir mi imaginación etnográfica he recurrido a los estudios sensoriales, un campo que, a pesar de su tardía institucionalización, ha devenido legítimo en humanidades y ciencias sociales. La «revolución sensitiva», tal como propone designarla el antropólogo canadiense David Howes (2013: 13)Howes, David. 2013. «The Social Life of the Senses». Ars Vivendi Journal 3: 4-23. Disponible en: <http://www.ritsumei-arsvi.org/uploads/publications_en/20/2013AVJ_no3_Howes.pdf >. Fecha de acceso: 4 jun. 2019. , recrudece el descentramiento de las coordenadas modernas de producción de saber. Disloca la dicotomía cartesiana y el paradigma ocular moderno que marginalizan lo corporal y lo emocional. Coherente con la crítica epistemológica feminista (Haraway 1995 [1984]Haraway, Donna J. 1995 [1984]. Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra. y 2004Haraway, Donna J. 2004. «Testigo_modesto@ segundo_milenio». Lectora: revista de dones i textualitat 10: 13-36. Disponible en: <http://revistes.ub.edu/index.php/lectora/article/view/7061>. Fecha de acceso: 27 oct. 2016.; Harding 1996 [1986]Harding, Sandra. 1996 [1986]. Ciencia y feminismo. Madrid: Morata.), denuncia el carácter androcéntrico y etnocéntrico de la empresa científica, apuntando al entrelazamiento hegemónico entre vista-razón-masculino-civilización y la relegación del resto de sentidos, los que implican cercanía, a la Otredad animal, femenina, salvaje, precarizada y/o depravada 9Una serie de autores exponen la interrelación entre jerarquías sensoriales y humanas. El hombre occidental burgués devino naturalizado como el ser capacitado para las actividades científicas de explorar, juzgar, estudiar o escribir (Howes 2014: 18). La supuesta inclinación de los pueblos primitivos a los sentidos inferiorizados -el olfato, el gusto y el tacto- y la brutalidad fue proyectada en los tratados del s. XVIII y naturalizada en el s. XIX a través de los relatos de viajeros, misioneros y antropólogos (Howes 2006 y 2011). Lo femenino también fue asociado a esos sentidos, relegando a las mujeres al trabajo reproductivo del hogar por una supuesta impericia natural para el desarrollo de labores intelectuales en las que la vista y el oído eran cruciales (Van Ede 2009: 63; Howes 2014: 18). Las clases bajas también fueron relegadas al trabajo manual (Hernández 2018: 240), mientras el olfato se asoció al universo de la enfermedad, el desorden y la inmoralidad de campesinos y obreros (Larrea Killinger 2010: 31). .

El giro sensorial también supera el verbocentrismo y ocularcentrismo de virajes previos (Howes 2006Howes, David. 2006. «Charting the Sensorial Revolution». Senses & Society 1(1): 113-128. doi: <https://doi.org/10.2752/174589206778055673>. y 2013Howes, David. 2013. «The Social Life of the Senses». Ars Vivendi Journal 3: 4-23. Disponible en: <http://www.ritsumei-arsvi.org/uploads/publications_en/20/2013AVJ_no3_Howes.pdf >. Fecha de acceso: 4 jun. 2019. ). Cuestiona el giro lingüístico-textual que, bajo la influencia de Clifford Geertz (1989 [1988])Geertz, Clifford. 1989 [1988]. El antropólogo como autor. Barcelona: Paidós. o Michel Foucault (1992 [1971])Foucault, Michel. 1992 [1971]. El orden del discurso. Buenos Aires: Tusquets., dominó, tal como evidencian las propuestas de abordar «la cultura como un texto» (Geertz 2003 [1973]Geertz, Clifford. 2003 [1973]. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.) o de «escribir la cultura» (Clifford y Marcus 1991Clifford, James y George E. Marcus (eds.). 1991. Retóricas de la antropología. Madrid: Jucar.), el campo de las ciencias sociales. Asimismo, supera el redescubrimiento poslingüístico de la imagen propio del giro pictorial (Mitchell 2009 [1994]: 23Mitchell, William J. T. 2009 [1994]. «El giro pictorial». En Teoría de la Imagen. Ensayos sobre representación verbal y visual: 19-39. Madrid: Akal.)10Sus adalides abordan la comunicación visual asumiendo que cada periodo y localización se caracteriza por «modos de ver» (Berger 2000 [1972]) o «régimen escópico» específicos que determinan el campo de lo visible (Jay 2003) y participan en las tecnologías de deseo, dominación y/o violencia (Mitchell 2009: 30). . Por último, puede concebirse como una respuesta crítica al giro corporal (Sabido Ramos 2017: 375Sabido Ramos, Olga. 2017. «Georg Simmel y los sentidos: una sociología relacional de la percepción». Revista Mexicana de Sociología 79(2): 373-400. doi: <http://dx.doi.org/10.22201/iis.01882503p.2017.2.57667>.), porque gravita sobre el paradigma del embodiment del antropólogo norteamericano Thomas Csordas (1990)Csordas, Thomas J. 2002. «Embodiment as a Paradigm for Anthropology». En Body/Meaning/Healing: 58-87. New York: Palgrave Macmillan., que rebasó las interpretaciones que reducían el cuerpo a una abstracción moldeada por objetivaciones y regulaciones de arriba a abajo (Foucault 2012 [1975]Foucault, Michel. 2012 [1975]. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI.).

La emergencia de la antropología de los sentidos durante los ochenta inauguró la institucionalización contemporánea del campo sensorial que aspira a describir «la lógica social que informa cómo los miembros de una cultura determinada distinguen, valoran, relacionan y combinan los sentidos en la vida cotidiana» (Howes 2006: 122Howes, David. 2006. «Charting the Sensorial Revolution». Senses & Society 1(1): 113-128. doi: <https://doi.org/10.2752/174589206778055673>.). Su premisa básica, enunciada por Constance Classen (1997: 402)Classen, Constance. 1997. «Foundations for an Anthropology of the Senses». International Social Science Journal 49(153): 401-412. doi: <https://doi.org/10.1111/j.1468-2451.1997.tb00032.x>. en su ensayo denominado «Foundations for an Anthropology of the Senses», es la existencia de un modelo sensorial dominante en cada sociedad a través del que sus miembros dotan de sentido al mundo; un sensorio confeccionado a partir de valores y significados contingentes y susceptibles de ser desafiados11Partiendo de las taxonomías sensoriales presentes en otras tradiciones evidencian el carácter artefactual de la categorización occidental de los cinco sentidos, atribuyendo su origen a Aristóteles y su jerarquización al racionalismo cartesiano y el idealismo platónico. Asimismo, desbaratan la concepción de la percepción como actividad cognitiva neuronal localizada en el Sistema Nervioso Central y, en consecuencia, desafían el saber etnocéntrico de la neurobiología y la psicología por individualizar las diferencias en términos de talento/deficiencia o racializarlas como fisicidades sensitivas naturales del Otro (Van Ede 2009: 64; Howes 2010: 335). . En síntesis, propone que «los órdenes sensoriales están entrelazados con los ordenamientos sociales» (Howes 2014: 19Howes, David. 2014. «El creciente campo de los estudios sensoriales». Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad 6(15): 10-26. Disponible en: <http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=273231878002>. Fecha de acceso: 4 jun. 2019.).

A pesar de la aparente novedad de lo promulgado por los representantes contemporáneos de los estudios sensoriales, considero oportuno reconocer, sin afán de ser exhaustivo, la multiplicidad de voces que, al menos desde comienzos del siglo XX, han reflexionado acerca de lo sensitivo como articulador significante de las relaciones humanas. Sin duda, el clásico de referencia en la disciplina sociológica es Georg Simmel (2014 [1907]: 622-637)Simmel, Georg. 2014 [1907]. «Digresión sobre la sociología de los sentidos». En Sociología: estudio sobre las formas de socialización: 622-637. México D. F.: Fondo de Cultura Económica., quien a comienzos del siglo pasado brindó las dos dimensiones analíticas centrales para una interpretación que ensambla lo cognitivo, lo sensorial y lo afectivo: (1) el carácter histórico de la percepción y (2) la (re)producción de clasificaciones y jerarquizaciones humanas en la percepción recíproca de la interacción. En antropología destaca la apuesta de Claude Lévi-Strauss cuando, al edificar el sistema de los mitos de cocina, recurre «a oposiciones entre términos que, todos o casi, eran del orden de las cualidades sensibles: lo crudo y lo cocido, lo fresco y lo podrido, lo seco y lo húmedo, etc.» (1972 [1966]: 393)Lévi-Strauss, Claude. 1972 [1966]. Mitológicas II: de la miel a las cenizas. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.. Entre otros posibles antecedentes, David Howes (2013)Howes, David. 2013. «The Social Life of the Senses». Ars Vivendi Journal 3: 4-23. Disponible en: <http://www.ritsumei-arsvi.org/uploads/publications_en/20/2013AVJ_no3_Howes.pdf >. Fecha de acceso: 4 jun. 2019. destaca las contribuciones de los filósofos Maurice Merleau-Ponty, Luce Irigaray y Marshall McLuhan y los sociólogos Norbert Elías, Peter L. Berger y Thomas Luckman. Del mismo modo, es pertinente reconocer tanto la sensibilidad mostrada por Walter Benjamin (2018 [1936]: 200)Benjamin, Walter. 2018 [1936]. «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica». En Iluminaciones: 195-223. Barcelona: Taurus. como las reflexiones de Edward T. Hall en su obra La dimensión oculta, donde dedica un apartado específico al espacio olfativo (1972 [1966]: 61-67)Hall, Edward T. 1972 [1966]. La dimensión oculta. México D. F.: Siglo XXI. y expresa que «las personas criadas en culturas diferentes viven en mundos sensorios diferentes» (Ibídem: 222). Si se atiende a aportaciones más recientes, destaca la definición de la actividad política propuesta por Jacques Rancière (2009 [2000])Rancière, Jacques. 2009 [2000]. El reparto de lo sensible. Estética y política. Santiago: LOM Ediciones. como una práctica que moldea nuestra experiencia sensible para la configuración de «lo común», un «reparto de lo sensible» en el que priman los intereses de grupos humanos concretos mientras desrreconoce determinadas formas de vida. Circunscribiendo el foco a la dimensión odorífica, el artículo publicado en 1972 «The Sociology of Odors», de Gale P. Largey y David R. Watson, constituye un referente ineludible para comprender cómo «olores particulares, ya sean reales o supuestos, a veces se utilizan como indicadores de la pureza de individuos y grupos particulares dentro del orden social» y que «tales imputaciones morales afectan a los procesos de interacción humana» (1972: 1022, 1024)Largey, Gale P. y David R. Watson. 1972. «The Sociology of Odors». American Journal of Sociology 77(6). Disponible en: <https://www.jstor.org/stable/2776218?seq=1#metadata_info_tab_contents>. Fecha de acceso: 15 jun. 2020. .

Por último, es necesario advertir que fue en la década de 1990 cuando la revolución sensorial reformuló las tecnologías de producción de conocimiento12Aunque Howes (2010) considera que sus críticas son infundadas, Sarah Pink (2010) critica la antropología de los sentidos por espacializar y comparar la(s) cultura(s) y propone una antropología sensorial que ahonda en la reflexividad y la innovación metodológica interdisciplinar. . La experiencia del «cuerpo sintiente» (sentient body) devino un medio de investigación privilegiado (Classen 1997Classen, Constance. 1997. «Foundations for an Anthropology of the Senses». International Social Science Journal 49(153): 401-412. doi: <https://doi.org/10.1111/j.1468-2451.1997.tb00032.x>.). Contra la idea de observación participante, Howes (2006: 122)Howes, David. 2006. «Charting the Sensorial Revolution». Senses & Society 1(1): 113-128. doi: <https://doi.org/10.2752/174589206778055673>. propone la «sensación participante» (participant sensation). Se trata de una reformulación que favorece la superación de sesgos que, tal como advierte Aurelia Martín Casares (2006Martín Casares, Aurelia. 2006. Antropología del género: culturas, mitos y estereotipos sexuales. Valencia: Universidad de Valencia.) en su recorrido por la antropología del género, atraviesan el modelo etnográfico clásico. Si Sarah Pink (2009: 65)Pink, Sarah. 2009. Doing Sensory Ethnography. Londres: SAGE. plantea que la «percepción participante» (participant sensing) se libera del lastre etnocéntrico, Carlos García Grados (2017)García Grados, Carlos. 2017. «La percepción participante como una herramienta metodológica feminista: Una aplicación a los estudios de género». AIBR 12(2): 125-146. Disponible en: <https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=623/62352859003>. Fecha de acceso: 2 oct. 2019., quien investiga con personas ciegas que practican deporte adaptado para abordar la sutil reproducción sensitiva del sistema de género, propone un dispositivo metodológico feminista despojado del cariz androcéntrico.

LA HIGIENIZACIÓN DE LOS CUERPOS PRECARIZADOS Y ABANDONADOS EN UN BILBAO ASÉPTICO

 

El olor no tiene cabida en los entornos aparentemente desodorizados de los paisajes sensoriales desabridos de las actuales ciudades occidentales, por lo que la asignación de (mal) olor a ciertos cuerpos marcados como diferentes actúa como una marca sensorial de diferencia inaceptable que interrumpe procesos de la modernidad relacionados con la eliminación o confinamiento al terreno de lo privado de los olores (Mata-Codesal 2018: 25)Mata-Codesal, Diana. 2018. «El olor del cuerpo migrante en la ciudad desodorizada. Simbolismo olfativo en los procesos de clasificación social». AIBR, Revista de Antropología Iberoamericana 13(1): 23-43. doi: <https://doi.org/ 10.11156/aibr.130103>..

La iluminación del espacio público urbano para proteger la propiedad y la seguridad de la emergente burguesía fue la obsesión de finales del siglo XVII hasta mediados del XVIII. El sueño de la colonización olfativa para alcanzar una sociedad inodora dominó durante la siguiente centuria y, con la territorialización del paradigma microbiano que desbarató el vínculo causal entre hedor y enfermedad, la biopolítica higienista de finales del siglo XIX se afanó en la lucha contra la inmundicia (Classen, Howes y Synnott 1994Classen, Constance, David Howes y Andrew Synnott. 1994. Aroma. The Cultural History of Smell. New York: Routledge.; Larrea Killinger 1997Larrea Killinger, Cristina. 1997. La cultura de los olores. Una aproximación a la antropología de los sentidos. Quito: Abya-Yala. y 2010Larrea Killinger, Cristina. 2010. «La colonización olfativa de la medicina. Cuerpos y espacios urbanos». Calle 14: revista de investigación en el campo del arte 4(5): 24-43. Disponible en: <https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3735201.pdf>. Fecha de acceso: 30 jun. 2019.). Fue en esa última fase cuando Bilbao, afectado por la explosión demográfica y la violencia estructural del capitalismo industrial que fueron caldo de cultivo de epidemias devastadoras, devino objeto de medidas biopolíticas que pretendían neutralizar los agentes patógenos combatiendo la suciedad para mejorar la salud de la población (Novo 2004: 86Novo, Pedro A. 2004. «¡Que no se habite, que no se beba, lejos del olfato, fuera de la vista!». Bidebarrieta 14: 83-115. Disponible en: <https://www.ehu.eus/ojs/index.php/Bidebarrieta/article/view/18561>. Fecha de acceso: 10 sep. 2019.).

La utopía que motivó la activación de prácticas municipales civilizatorias -limpiar las calles, esconder las aguas fecales, apartar las basuras o controlar el agua potable- persiste en las urbes contemporáneas, donde los agentes implicados en proyectos urbanos y estéticos -publicistas, economistas, paisajistas, constructores- persiguen imágenes asépticas (Larrea Killinger 2010: 40-41Larrea Killinger, Cristina. 2010. «La colonización olfativa de la medicina. Cuerpos y espacios urbanos». Calle 14: revista de investigación en el campo del arte 4(5): 24-43. Disponible en: <https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3735201.pdf>. Fecha de acceso: 30 jun. 2019.). En un breve artículo del Periódico Bilbao, el escritor y periodista Alfredo Amestoy (Noviembre de 2009)Amestoy, Alfredo. 2009. «Bilbao… En busca del fulgor perdido». Periódico Bilbao nov. Disponible en: <http://www.bilbao.eus/bld/bitstream/handle/123456789/20885/pag24.pdf?sequence=1>. Fecha de acceso: 28 oct. 2019. explica que la villa industrial caracterizada por el «ulular de las sirenas, los silbidos de las calderas y el ruido de las grúas y de las cadenas al amarrarse», «una gran cocina bullidora, con muchos fuegos y un sinfín de pucheros y tarteras; con fragor de cacharros, humos de todos los colores y multitud de olores», ha sido reemplazada por un Bilbao silenciado e higienizado.

Si durante los setenta Bilbao devino una expresión ejemplar de las viejas ciudades industriales en declive (Martínez Monje y Vicario 1995Martínez Monje, Pedro Manuel y Lorenzo Vicario (1995). «Déclin industriel et polarisation socio-spatiale: le cas de Bilbao». Espace. Populations. Societes 3: 349-367. doi: <https://doi.org/10.3406/espos.1995.1709>.), en los noventa transitó, siguiendo la estela de otras urbes postindustriales, de una gestión gerencial focalizada en los usos del suelo y la provisión de servicios públicos a un gobierno emprendedor que concibe el espacio urbano como enclave de oportunidades y máquina de crecimiento (Harvey 1989Harvey, David. 1989. «From Managerialism to Entrepreneurialism: the Transformation in Urban Governance in Late Capitalism». Geografiska Annaler: Series B, Human Geography 71(1): 3-17. doi: <https://doi.org/10.1080/04353684.1989.11879583>.). Desde entonces la capital vizcaína compite por estar en el mapa y trepar en la jerarquía global de ciudades (González 2007González, Sara. 2007. «Trepando por la jerarquía urbana: nuevas formas de gobernanza neoliberal en Europa». UOC Papers: revista sobre la sociedad del conocimiento 5: 6-13. Disponible en: <uocpapers.uoc.edu/uocpapers/5/dt/esp/gonzalez_sara.pdf>. Fecha de acceso: 10 oct. 2018.). Dando cuenta de las luces y sombras del proceso de regeneración bilbaíno, Marisol Esteban (2000Esteban, Marisol. 2000. Bilbao, luces y sombras del titanio. El proceso de regeneración del Bilbao metropolitano. Bilbao: Universidad del País Vasco. ) advierte que, aunque la villa se ha convertido en un centro cultural de nivel internacional cuyo referente material y simbólico es el Museo Guggenheim, no se ha logrado atraer servicios avanzados -banca, seguros, alta tecnología y comercio especializado-13En relación a las sombras del proceso de regeneración urbana en Bilbao, hace más de dos décadas que Pedro M. Martínez Monje y Lorenzo Vicario (1995) señalaron sus nocivas consecuencias en la polarización socioespacial. Desde entonces, tal como detecta un reciente análisis clúster (Aguado-Moralejo, Echebarría y Legarreta 2019), la segregación social entre barrios del municipio se ha intensificado. . Al abordar el denominado efecto Guggenheim, Iñaki Esteban (2007)Esteban, Iñaki. 2007. El efecto Guggenheim, del espacio basura al ornamento. Barcelona: Anagrama. critica tanto la instrumentalización de la cultura para fines comerciales como el afán de atraer turistas que subyace a las políticas contemporáneas de estetización urbana.

Es oportuno señalar que las tecnologías multisensoriales son, hoy en día, comunes en el sector turístico (Kuczamer-Kłopotowska 2017Kuczamer-Kłopotowska, Sylwia. 2017. «Sensory Marketing as a New Tool of Supporting the Marketing Communication Process in Tourism Services Sector». Handel Wewnętrzny 2(367): 226-235. Disponible en: <https://www.ceeol.com/search/article-detail?id=555003>. Fecha de acceso: 1 sep. 2019.). De hecho, el riesgo de degradación que, tras el desastre de las inundaciones de 1983, amenazó al Casco Viejo de Bilbao, actualmente calificado de «espacio turístico de primer orden» por la administración municipal14Enlace al portal web del Ayuntamiento: <http://www.bilbaoturismo.net/BilbaoTurismo/es/historia/la-transformacion-de-bilbao>. , motivó la activación de un proyecto para su revitalización que, además de primar al comercio como agente de primer orden (Ibarlucea Bustamante 2001: 266-267Ibarlucea Bustamante, Esther. 2001. «Cascos históricos: regeneración urbana. El caso de Bilbao». Azkoaga 8: 253-268. Disponible en: <euskonews.eus/0332zbk/artikuluak/08253268.pdf>. Fecha de acceso: 10 oct. 2018.), se apoyó en estrategias de marketing sensorial (Diez Ridruejo 2016: 54-69Diez Ridruejo, Cristina. 2016. Marketing sensorial y su aplicación en la revitalización del Casco Viejo de Bilbao tras las inundaciones de 1983. Tesis de grado. Facultad de Ciencias Empresariales y del Trabajo de Soria, Universidad de Valladolid. Disponible en: <http://uvadoc.uva.es/handle/10324/20509>. Fecha de acceso: 10 sep. 2019.)15Impulsado por la creciente competitividad, el marketing se ha distanciado de sus formulaciones clásicas, aquellas que definían al consumidor como un ser racional que debe disuadirse recurriendo, fundamentalmente, a estímulos visuales y auditivos, para, apoyándose en los saberes de la neurociencia para estimular la experiencia holística, sensorial y emocional (Schmitt 1999; Emsenhuber 2011; Hultén 2011).. Todavía más, el Portal Oficial de Turismo de Euskadi publicita la región con un video titulado Euskadi, disfrutarás con los cinco sentidos16Enlace al video: <https://www.youtube.com/watch?v=2m0JIvtx-aY>..

Un caluroso día de verano quedé en la plaza Unamuno del Casco Viejo para tomar un café con Txema y Joan, cuya amistad pivota en el intercambio de psicofármacos recetados por sus respectivos psiquiatras. Cuando abracé a Txema, percibí un aroma entremezclado de tabaco y humedad que, tras más de tres años de relación etnográfica, me resultó familiar. Nerviosos y divertidos, era evidente que acababan de consumir. Joan, un varón de cuarenta años nacido en Portugal cuya trayectoria vital ha estado, hasta fechas recientes, condicionada por el uso intravenoso de heroína, confesó que ambos habían esnifado Rubifen®, medicamento psiquiátrico empleado para tratar el -denominado- trastorno por déficit de hiperactividad. Al pasear por las Siete Calles fuimos bombardeados por toda una serie de estímulos provenientes de los comercios que tratan de atraer a potenciales clientes. Algunos desprendían olores de intensidad variables. A diferencia del resto de viandantes, que se detenían a observar y entraban en los comercios, el interés de mis dos acompañantes, distanciados de la figura del consumidor potencial, era mínimo. «El Casco ya no es lo que era», comentó Txema, quien recordó haber disfrutado del ambiente de ese barrio durante su juventud.

A diferencia de esos estímulos seductores, los desprendidos por las personas precarizadas y abandonadas con las que he investigado resultan indeseables en el Bilbao contemporáneo. Recurriendo a la clásica conceptualización desarrollada por Mary Douglas (1973 [1966])Douglas, Mary. 1973 [1966]. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo XXI., se trata de cuerpos sucios, impuros y fuera de sitio que representan el riesgo de contaminación y, por tanto, se consideran amenazantes para la -supuesta- pureza estética y sensorial del orden urbano. En consecuencia, entrelazándose con la gestión punitiva de la mano derecha, la mano izquierda que pretende hacerlos sobrevivir, aminorando su vulnerabilidad a la muerte biológica prematura, participa en el despliegue de un «panopticismo social» (Wacquant 2004 [1999]Wacquant, Loïc. 2004 [1999]. Las cárceles de la miseria. Madrid: Alianza Editorial.) y contribuye a barrer esas formas de vida de la vista del ciudadano pleno y el turista. Constitutiva del Trabajo Social (García y Rendueles 2017García, Sergio y César Rendueles. 2017. «Hacia un nuevo Trabajo Social crítico: Presentación del monográfico: el gobierno de lo social en la era neoliberal». Cuadernos de Trabajo Social 30(2): 243-260. doi: <https://doi.org/10.5209/CUTS.56352>.), la paradoja que difumina los límites entre la ayuda y el control atraviesa buena parte de las plurales tecnologías sociales que les dotan de un espacio en el que resguardarse de la intemperie. Del mismo modo, tal como me explicó Darío, la normativa de la Renta de Garantía de Ingresos, principal fuente de recursos económicos de buena parte de los interlocutores, contempla retirar y/o penalizar a los perceptores que mendigan. En definitiva, se articula un gobierno que pretende neutralizar su molesta presencia en un espacio público mercantilizado y turistificado.

Como parte de su gestión sanitaria, la acción municipal dispone de duchas públicas para facilitar «el acceso a la higiene tanto a la población desfavorecida como a la transeúnte o con necesidades especiales mediante la existencia de las modernas instalaciones de duchas públicas» (Ayuntamiento de Bilbao 2018: 41Ayuntamiento de Bilbao. 2018. Guía de recursos de Bilbao la Vieja, San Francisco y Zabala. Ayuntamiento de Bilbao. Disponible en: <https://www.bilbao.eus/cs/Satellite/bilbaoLaVieja/Recursos-y-equipamientos/es/1272992419830/Contenido>. Fecha de acceso: 10 ene. 2019.). Su horario, bastante restringido, es de lunes a viernes de 8:00h a 13:20h, limitándose el último turno hasta las 12:20 en verano. Sin embargo, mis interlocutores hacen uso, fundamentalmente, de las duchas de los albergues, los centros de día, las viviendas en las que han logrado arrendar una habitación o los pisos unipersonales del programa Habitat Bizkaia.

«Aquí nos obliga a ducharnos todas las noches. Según entrar. A mí me parece de puta madre, porque hay cada guarro», afirmó Santiago, otro de los usuarios de Berpiztu, la tarde que accedí al centro de noche Hontza para ayudarle a recoger sus pertenencias.

Berpiztu comparte baños, duchas y servicio de lavandería con el centro contiguo de baja exigencia, que también atiende a personas objetivadas como adictas a las drogas, en situación de exclusión social extrema y/o sin hogar que, mayoritariamente, viven con VIH. El discurso de los usuarios acerca de las espaciosas duchas, cuyas paredes son de azulejos pequeños azules, es ambivalente. Según Joan «están muy bien, el chorro es fuerte, tiene potencia, ¿verdad? [Txema asiente], y bueno si te pones chancletas y eso, pues están desinfectadas». Sin embargo, días más tardes Txema afirmó que «las duchas dan puto asco, hay algunos que se chutan ahí dentro, yo paso de ducharme ahí».

Como «ingenieros de la conducta» (Foucault 2012 [1975] Foucault, Michel. 2012 [1975]. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI.), los propios profesionales y, especialmente, las trabajadoras del centro de baja exigencia instan a los usuarios a higienizarse y desodorizarse. Presencié dicha práctica, que acompañaron con la apelación al mal olor y falta de aseo, cuando ejercí de peluquero. Asumiendo tanto la relación naturalizada entre mal olor e infección (Larrea Killinger 1997: 286Larrea Killinger, Cristina. 1997. La cultura de los olores. Una aproximación a la antropología de los sentidos. Quito: Abya-Yala.) como los patrones contemporáneos de higiene corporal, su pretensión es hacerlos sobrevivir mitigando el riesgo de infecciones17Un breve recorrido histórico por las prácticas de higiene (Moreno-Martínez, Gómez García y Hernández-Susarte 2016) o una genealogía del uso de la ducha (Hand, Shove y Southerton 2005) subvierten las asunciones contemporáneas del aseo. Las teorías decimonónicas que calificaban al aire de agente portador de miasmas denostaban el uso del agua por debilitar al cuerpo y, en consecuencia, el baño se reservaba a los enfermos que se beneficiaban de los cambios de temperatura, mientras los sanos sólo debían lavarse cara y manos (Larrea Killinger 1997: 245-247). No fue hasta la territorialización del paradigma microbiano cuando emergió la obsesión por el aseo corporal, proliferaron baños y lavabos privados -reservados a la burguesía- y nació el homo hygienicus, un sujeto que somete su existencia a los postulados científico-médicos para optimizar su salud (González de Pablo 1995). Los datos recopilados por el historiador vasco Pedro A. Novo (2004: 105-109) acerca del uso de las primeras duchas municipales instaladas en 1915 dan cuenta del lento avance de la higiene corporal en Bilbao -donde la mayoría de viviendas carecían de baño completo-, porque en 1920 había una proporción de 0,5 duchas por persona al año y en 1930 de 0,96.. Motivarlos a higienizarse también es un modo de purificarlos, de neutralizar la molestia provocada por sus cuerpos sucios y malolientes para producir pobres más dignos y soportables.

PRECARIZACIÓN Y DISTANCIAMIENTO DE LOS MARCOS OLFATIVOS DE RECONOCIBILIDAD

 

«El olor es la parte mala de la otra parte mala del hombre, la carne». (Le Breton 2002 [1990]: 119Le Breton, David. 2002 [1990]. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión.)

Interesado en la dimensión odorífica, mantuve un fructífero diálogo con Txema y Joan tras almorzar juntos a comienzos de marzo de 2019. Ambos denostaron con una actitud rabiosa a otros por su condición hedionda. «Es que ese es un guarro, no tiene solución… y ese otro aún más, huele de puta pena, se podrían dar la mano los dos», afirmó Txema enfadado. «Es que yo no entiendo, ¿por qué no se duchan? Si es que huelen fatal… ¿No se dan cuenta?» dijo Joan. Sin embargo, cuando les pregunté el tiempo máximo que habían permanecido sin ducharse su confesión fue llamativa.

«Cuando me quedé en la calle, que estaba de puto culo, pues estuve un año. El sudor hace que te protejas, como una película o algo así, te hace impermeable a la lluvia. Ahora me ducho tres o cuatro veces a la semana. Todos los días no, porque es malo para la piel. Capullo, paso de que se me borren los tatus» -argumentó Txema entre risas.

«No, joder… el sudor te hace tener más frío… eso de la película, no sé, yo también estuve un año tirado sin ducharme, cuando peor estaba en la calle [le pregunto el motivo y tarda en responder]; pues por el vicio, ya sabes, cuando te da igual todo y sólo quieres [hace el habitual gesto de chutarse con la mano derecha mientras extiende el brazo izquierdo]. Pero después ya me duchaba todos los días, ¡pregúntale a John [profesional del centro de baja exigencia] a ver quién era el más limpio y el que más se duchaba! Siempre me ponía de ejemplo» -afirmó Joan transitando de la vergüenza al orgullo.

Aunque no lo explicitaron, es probable que ese extenso periodo en el que estuvieron sin ducharse fuera la etapa en la que se encontraban intensamente yonquizados18Es Alesandro Baratta (1991) quien emplea el término «yonquizados» para referirse a los consumidores de sustancias ilegalizadas precarizados por la política prohibicionista y demonizados por los medios de comunicación. . Joan aseveró que «estaba mal de verdad, no era humano, no actuaba como un humano». A Txema le «daba igual todo, cogía el agua para apuñalarme de los charcos, no lavaba nada». En una de las muchas conversaciones que mantuve con Julio, un hombre cercano a los cincuenta que ha convivido desde niño con una sordera prelocutiva y al que Txema y Joan criticaban por sus exhalaciones corporales, se explayó con su habitual efusividad acerca del periodo en el que, en sus propias palabras, «estaba muerto en vida».

«Pues estaba sucio, ¡muy sucio! Cuando estaba en Málaga me daba igual todo, ¿me entiendes? [Asiento con la cabeza] No me importaba nada… caminaba todo el día por las calles, el pelo largo todo sucio, con una barba así [se lleva las manos a la barbilla], la ropa no me la cambiaba, no me duchaba, sólo quería drogarme, sólo eso… me daba igual lo demás… ¡Iba hasta con todo lamparones de sangre! Ahora me preocupo por ir limpio, me ducho en mi casa» -me comentó tras su notable mejoría al devenir beneficiario del programa Habitat Bizkaia.

Por tanto, Julio, quien atribuye su temprano inicio en el uso de drogas al fallecimiento prematuro de su hermano pequeño, los violentos conflictos entre sus progenitores y las burlas del resto de jóvenes por su déficit auditivo, asoció la propia higiene a la salida de la «muerte en vida». En contraste, en sus escritos autobiográficos confeccionados en los ordenadores de Berpiztu va más allá de la animalización para denostar su propio devenir yonquizado.

Tenía que dejarlo, volver a Bilbao y pedir ayuda, estaba fatal, bebía, fumaba porros y me chutaba coca, y sin ducharme, un perro era mejor que yo mismo, no tenía conciencia en Málaga. Hasta la policía me querían que volviera a mi tierra, que hace un Bilbaíno en Málaga, «morir poco a poco» decía yo […]. Todos los días, un gramo, 4 cuartos me metía, coca en cristal, por las mañanas 4 litros de cerveza y 2 porros, y un chute, así estaba colocado19Texto completo disponible en: <http://blogs.vidasolidaria.com/comision-antisida-bizkaia/2017/01/13/capitulo-xii-el-nombre-vida-de-un-ex-toxicomano-por-leoelim/>..

Una tarde soleada de otoño coincidí con Mario, un señor mayor y de baja estatura que acudía al centro de baja exigencia. Su cojera, las profundas ojeras de su envejecido rostro, su mirada irritada, cabello desaliñado y la suciedad que impregnaba su vestimenta alertaban que se encontraba, tal como él mismo comentó, «en una mala racha». Su lenguaje corporal evidenciaba que acababa de drogarse. Por primera vez, se mostró arisco conmigo. Le pregunté por su herida en el pómulo derecho y afirmó que había sido «por un hostión» durante «un desfase de fin de semana» en el que habían ingresado a su pareja y había vuelto a «la puta calle otra vez». Como mantuve una mayor distancia física durante la conversación, fue al despedirnos, estrechándonos la mano, cuando percibí el intenso hedor que desprendía.

En los periodos en los que se intensifica el soterramiento de estas personas en la «muerte social» (Patterson 1982Patterson, Orlando. 1982. Slavery and Social Death. A Comparative Study. Cambridge: Harvard University Press.), más se distancian de las normas de aseo y limpieza. Desde la noción de «cuerpo político» de Scheper-Hughes y Lock (1987)Scheper-Hughes, Nancy y Margaret M. Lock. 1987. «The Mindful Body: a Prolegomenon to Future Work in Medical Anthropology». Medical Anthropology Quarterly 1(1): 6-41. doi: <https://doi.org/10.1525/maq.1987.1.1.02a00020>., entiendo que mis interlocutores están atravesados por relaciones de poder y dominación que se expresan en procesos somáticos y, por tanto, en los estímulos sensoriales que producen. La precarización afecta en sus «itinerarios corporales» (Esteban 2004Esteban, Mari Luz. 2004. Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y cambio. Barcelona: Bellaterra.) intensificando la emanación de olores abyectos para los marcos olfativos de reconocibilidad20No debe olvidarse que las diversas sustancias que ingieren son susceptibles de alterar su olor corporal. Asimismo, el consumo desaforado afecta a la regulación de la temperatura corporal, siendo llamativo lo mucho que se abrigan y su sudoración constante.. Dicho patrón parece sostenerse tanto en las diferencias odoríficas entre los interlocutores como en las trayectorias individuales. En paralelo, la preocupación respecto a la propia higiene corporal varía según el grado de precarización21Cabe destacar que quienes encarnan una masculinidad viril parecen menos preocupados por el aroma que desprenden, lo que da cuenta del entrelazamiento del género con la dimensión odorífica (Classen, Howes y Synnott 1994: 162-164).. Cuanto más afectados se encuentran por las espirales de diversas violencias (Scheper-Hughes y Bourgois 2004Scheper-Hughes, Nancy y Philippe Bourgois. 2004. «Introduction: Making Sense of Violence». En Nancy Scheper-Hughes y Philippe Bourgois (eds.), Violence in War and Peace: 1-31. Malden: Blackwell.), más se abandonaban a sí mismos. Dado que la propia participación en el distanciamiento respecto a los parámetros instituidos de autocuidado acentúa su vulnerabilidad, el autoabandono puede ser calificado de violencia íntima. Resulta llamativo que la primera vez que Darío expresó preocupación por controlar su olor corporal para alcanzar y sostener una identidad olfativa socialmente aceptada fue cuando, tras pernoctar en albergues municipales y en la calle, accedió al piso unipersonal del programa Habitat Bizkaia.

DESPOLITIZACIÓN DEL OLOR: VIOLENCIA SIMBÓLICA Y ODORO-SOCIALIDAD EN LA ZONA GRIS BILBAÍNA

 

La violencia simbólica es esa coerción que se instituye por mediación de una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante (y, por lo tanto, a la dominación) cuando sólo dispone, para pensarlo y pensarse o, mejor aún, para pensar su relación con él, de instrumentos de conocimiento que comparte con él y que, al no ser más que la forma incorporada de la estructura de la relación de dominación, hacen que ésta se presente como natural (Bourdieu 2000 [1998]: 224-225Bourdieu, Pierre. 2000 [1998]. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.).

Sin negar que los profesionales sean conscientes del vínculo entre precarización y hediondez, el gobierno que despliegan tiende hacia la moralización y la responsabilización individual. Conciben la higiene como una conducta racional de cuidado de lo físico moralmente deseable (González de Pablo 1995: 280González de Pablo, Ángel. 1995. «Sobre la configuración del modelo de pensamiento de la higiene actual: el caso español». Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam 15: 267-329. Disponible en: <https://www.raco.cat/index.php/Dynamis/article/view/108745/165452>. Fecha de acceso: 20 may. 2019.). Al disponer de un servicio de higiene y constatar el poco uso que algunos de los usuarios hacen de él, reiteran frases como «este no se ducha, es un guarro». Inconscientemente, reproducen una dinámica despolitizadora: por un lado, obvian las violencias que distancian a determinados seres humanos del buen olor; y, por otro, asumen acríticamente los marcos olfativos de reconocibilidad. De este modo, reproducen la división de lo sensible que reprueba a las personas con las que he investigado. El fantasma del olor como elemento de moralización, jerarquización y control (Hernández 2018Hernández, Analía L. 2018. «Familias e higiene. El olor como símbolo de exclusión social en Buenos Aires a comienzos del siglo XX». En Guillermo O. Quinteros y M. Pablo Cowen (comps.), Familias de ayer y de hoy: Las sociedades ibéricas y el Río de la Plata: 227-249. La Plata: Universidad Nacional de La Plata.) retorna22No debe olvidarse que durante el gobierno de la primera cuestión social el término «molestia olfativa» fue apropiado para reprobar los hedores de la miseria social y el hacinamiento por su vínculo con la propagación de enfermedades, el vicio y el retraso, perjudiciales para las formas de vida burguesas, el progreso y el orden urbano (Larrea Killinger 1997: 259-282Larrea Killinger, Cristina. 1997. La cultura de los olores. Una aproximación a la antropología de los sentidos. Quito: Abya-Yala.). . Asimismo, dicha lógica de gobierno parece susceptible de acentuar la «violencia simbólica» (Bourdieu 2000 [1998]Bourdieu, Pierre. 2000 [1998]. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.) que atraviesa sus procesos de subjetivación.

Los propios interlocutores participan de la reprobación individualizadora de la condición hedionda de las personas con las que están obligadas a convivir en las «zonas de abandono» (Biehl 2005Biehl, João. 2005. VITA. Life in a Zone of Social Abandonment. Berkeley: University of California Press.). «La higiene no está reñida con la pobreza» me comentó Raúl, un chico de complexión fina y tez morena que es diana de críticas homófobas y racistas reiteradas por buena parte de los usuarios de Berpiztu. Al igual que sus gestores, refuerzan el statu quo sensorial y obvian por completo los efectos de las violencias que tejen su destino. Se trata de una dinámica de dominación resultado del «efecto de un poder, inscrito de forma duradera en el cuerpo de los dominados, en forma de esquemas de percepción y disposiciones [habitus]» (Bourdieu 2000 [1998]: 225Bourdieu, Pierre. 2000 [1998]. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.), que «opera en un nivel íntimo vía el reconocimiento-desconocimiento de las estructuras de poder por parte de los dominados, quienes cooperan en su propia dominación» (Bourgois 2002: 75Bourgois, Philippe. 2002. «El poder de la violencia en la guerra y en la paz». Apuntes de Investigación del CECYP 8: 73-98. Disponible en: <http://www.philippebourgois.net/articles/Apuntes%20Investigacion%20CECYP%202002%20smaller.pdf>. Fecha de acceso: 3 mar. 2017. ). Dado que el olor es un componente relevante en las relaciones interpersonales y jerarquías humanas, considero oportuno abordar la «odoro-socialidad» (Mata-Codesal 2018Mata-Codesal, Diana. 2018. «El olor del cuerpo migrante en la ciudad desodorizada. Simbolismo olfativo en los procesos de clasificación social». AIBR, Revista de Antropología Iberoamericana 13(1): 23-43. doi: <https://doi.org/ 10.11156/aibr.130103>.), que es simultáneamente expresión y articulación de las relaciones interpersonales y jerarquías humanas en la zona gris bilbaína. Los interlocutores más «ciudadanizados» (Biehl 2005: 65Biehl, João. 2005. VITA. Life in a Zone of Social Abandonment. Berkeley: University of California Press.) critican y subalterizan a los más precarizados por su falta de aseo y hedor. Iñigo, sentado en el sofá de Berpiztu, se quejó de que «aquí la gente no se ducha… son unos guarros… mira el sofá este huele fatal… ya les he dicho que lo laven [a los profesionales], pero ni puto caso». De todas formas, desde mis marcos olfativos, quienes se muestran críticos e inclementes con los «guarros» no emanan, precisamente, una fragancia complaciente.

«Ante las quejas del resto de usuarios, casi tuvimos que expulsarle [a Darío] por su olor. Estaba destrozado, durmiendo en la calle… pasando por una racha muy mala… pero era un olor horrible, los otros usuarios se quejaban un montón… querían que se fuera o se duchara, pero él estaba tirado en el sofá, muerto, no sabíamos muy bien qué hacer» -me narro el director de Berpiztu en su despacho.

Por otro lado, al afirmar que «los putos negros y moros huelen fatal y son unos guarros», participan de una racialización odorífica para denostar a los «muertos sociales intrusivos» (Patterson 1982Patterson, Orlando. 1982. Slavery and Social Death. A Comparative Study. Cambridge: Harvard University Press.). En la pugna con los inmigrantes precarizados con los que con/mal-viven suelen emplear la acusación del mal aroma étnico -junto a otras formas de desvalorización- para denigrar y justificar su comportamiento de rechazo. Es necesario advertir que «en lugar de ser una causa de antipatía étnica, las aversiones olfatorias son generalmente una expresión de ella» (Classen, Howes y Synnott 1994: 164Classen, Constance, David Howes y Andrew Synnott. 1994. Aroma. The Cultural History of Smell. New York: Routledge.). Según Diana Mata-Codesal, el olor tiene un papel central en los procesos de subalterización del otro-inmigrante al aplicarse a «quienes se construyen como culturalmente diferentes, lo que explica que los cuerpos migrantes/racializados y sus supuestas costumbres sean frecuentemente codificados como malolientes» (2018: 39)Mata-Codesal, Diana. 2018. «El olor del cuerpo migrante en la ciudad desodorizada. Simbolismo olfativo en los procesos de clasificación social». AIBR, Revista de Antropología Iberoamericana 13(1): 23-43. doi: <https://doi.org/ 10.11156/aibr.130103>..

En contraposición, una breve anécdota ilustra el modo en el que asumen automáticamente mi buen olor corporal como miembro de los grupos a los que se atribuye la pureza odorífica. Una calurosa mañana de junio tuve que realizar varios recados estresantes antes de dirigirme, sudoroso, al centro de incorporación social. No me dio tiempo a ducharme a la mañana y se me olvidó mitigar el propio olor corporal con el desodorante que suelo utilizar a diario. «Joder, hoy alguien no se ha duchado, huele fuerte», afirmó Roberto cuando me senté a su lado. A pesar de que, consciente del aroma que desprendían mis axilas, confesará que quizás fuera yo, su respuesta resultó llamativa: «¡Qué va! Será alguno de estos, no creo que seas tú, será otro guarro que lleva tiempo sin ducharse».

CONCLUSIONES EN TORNO A LA PLASTICIDAD DE LA CONDICIÓN ODORÍFICA

 

Tal y como apuntaba en el inicio del presente artículo, el interés por los olores emergió durante el acontecer creativo de «la respiración sensorial de lo cotidiano» (Le Breton 2002 [1990]: 99Le Breton, David. 2002 [1990]. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión.) durante el trabajo de campo. Con el propósito de atender a la plasticidad ontológica de las personas con las que he investigado para cuestionar las racionalidades hegemónicas de la nebulosa sociosanitaria, la investigación que he desarrollado se focaliza en los entramados materiales y semióticos en los que se tejen sus modos de ser. En este artículo abordo su condición odorífica. La auto-instrumentalización etnográfica del cuerpo, el emplazamiento en una localización extraña y la interacción con personas extremadamente precarizadas ha posibilitado cuestionar la universalidad de los propios marcos olfativos. A partir de las experiencias vividas parece plausible plantear la asociación entre precarización y hediondez. El olor desprendido por los interlocutores era más desagradable en los periodos en los que se encontraban más dañados por las espirales de diversas formas de violencia. Es decir, cuanto mayor es su soterramiento en la muerte social, más se distancian sus exhalaciones carnales del olor ideal del humano pleno. Además, contra los preceptos de las formas de gobierno contemporáneas, se infligen violencia íntima al descuidar su higiene corporal en un abandono de sí mismos. A pesar de ser conscientes de lo planteado, los profesionales que instan a los usuarios a ducharse para limpiarse y desodorizarse contribuyen a la reprobación moral y la individualización de su condición hedionda. Se trata de una práctica biopolítica susceptible de acentuar la intensa violencia simbólica que atraviesa su experiencia. Asimismo, los propios interlocutores reproducen ese discurso individualizador que refuerza los marcos olfativos de reconocibilidad instituidos. Lo odorífico media en su socialidad cotidiana como elemento de clasificación, jerarquización, racialización y moralización entre los muertos sociales que conviven en la zona gris bilbaína.

Cierro este artículo esbozando dos interpretaciones, líneas de fuga que, sin duda, requieren una mayor problematización. Desde la noción de «cuerpo político» (Scheper-Hughes y Lock 1987Scheper-Hughes, Nancy y Margaret M. Lock. 1987. «The Mindful Body: a Prolegomenon to Future Work in Medical Anthropology». Medical Anthropology Quarterly 1(1): 6-41. doi: <https://doi.org/10.1525/maq.1987.1.1.02a00020>.), el mal olor de su cuerpo no sólo puede ser concebido como somatización de la sumisión y el daño, sino también como una forma de resistencia, protesta e indisciplina que perturba el orden sensorial. Por último, parece posible plantear la existencia de una maquinaria sistemática de violencia sensorial que jerarquiza la humanidad: mientras una serie de fuerzas impactan sobre determinados cuerpos alejándolos del ideal sensitivo instituido, dicho ideal violenta a quienes no se ajustan a sus parámetros. En este sentido, propongo integrar la noción de violencia sensorial en el continuum de violencia confeccionado por Scheper-Hughes y Bourgois (2004)Scheper-Hughes, Nancy y Philippe Bourgois. 2004. «Introduction: Making Sense of Violence». En Nancy Scheper-Hughes y Philippe Bourgois (eds.), Violence in War and Peace: 1-31. Malden: Blackwell.. «Es una pasada, vas en el bus y en el metro con ellos [usuarios] y nadie se quiere sentar al lado tuyo», me comentó un voluntario de Berpiztu. Perceptible al acompañarlos, el rechazo cotidiano signa la experiencia de los interlocutores.

NOTAS

 
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Condición de posibilidad de este artículo, agradezco la participación, confianza y afecto de todas las personas que han hecho de la experiencia etnográfica una vivencia aleccionadora. La ayuda del Programa Predoctoral de Formación de Personal Investigador No Doctor del Gobierno Vasco ha sido el sustento económico de la investigación que he desarrollado como doctorando del programa Modelos y Áreas de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). La constructiva crítica y recomendaciones de los evaluadores seleccionados por Disparidades. Revista de Antropología, los consejos de Ignacio Mendiola y, en especial, la lectura atenta, comentarios y correcciones del artículo realizadas por mi directora de tesis doctoral, la antropóloga Olatz González Abrisketa, han contribuido a mejorar el escrito inicial de manera significativa. Sin embargo, soy el único responsable de los posibles fallos y carencias del artículo.

1

Los nombres empleados para aludir al centro de incorporación social, profesionales y usuarios son pseudónimos, protegiendo así el anonimato de mis interlocutores.

2

Simplificada en el artículo, no soy ajeno a la necesaria problematización de la dimensión deontológica. El fácil acceso al campo debido a la precarización de las personas con las que he investigado, la legitimidad que otorga adoptar el rol de voluntario, las precauciones que exige estudiar en un medio atravesado por multiplicidad de violencias, la gestión del intercambio de intimidades y secretos, la salida del campo y la (des)vinculación respecto a personas con las que he establecido lazos que exceden a la investigación o la necesidad de elaborar representaciones que den cuenta de su carácter vivo y poliédrico, son algunas de las cuestiones que abordo en profundidad en el marco de mi tesis doctoral.

3

Si bien en este escrito específicamente focalizado en la dimensión odorífica no se abordan la multiplicidad de localizaciones en las que se tejen las formas de ser de las personas con las que he investigado, es oportuno advertir que seguir a los interlocutores ha dotado a la etnografía desarrollada, de la cual este artículo constituye una pequeña ramificación, de un cariz multisituado (Marcus 2001Marcus, George E. 2001. «Etnografía en/del sistema mundo». El surgimiento de la etnografía multilocal. Alteridades 11(22): 111-127. Disponible en: <https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=747/74702209>. Fecha de acceso: 20 ene. 2017.).

4

Georg Simmel ([1907] 2014)Simmel, Georg. 2014 [1907]. «Digresión sobre la sociología de los sentidos». En Sociología: estudio sobre las formas de socialización: 622-637. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. ya advirtió, a comienzos del s. XX, de la primacía de la experiencia visual en las metrópolis modernas.

5

El esfuerzo realizado por superar la grima que inconsciente e irreflexivamente suscitaban determinados estímulos es innegable. Por ejemplo, estrechar la mano a uno de mis interlocutores, una especie de garra amorfa con amputaciones y heridas mal cicatrizadas, despertaba una repulsión enquistada que nunca se ha desvanecido por completo.

6

Se trata de una expresión local y singular del modelo Housing First que, distanciado del modelo escalera tradicional, parte de una separación entre lo social y lo terapéutico priorizando, tal como su propio nombre indica, el acceso rápido a una vivienda individual, independiente y permanente como un factor que favorece procesos de integración, recorridos sociales inclusivos y nuevos proyectos vitales dignos (Busch-Geertsema 2012Busch-Geertsema, Volker. 2012. «The Potential of Housing First from a European Perspective». European Journal of Homelessness 6(2): 209-216. Disponible en: <https://www.feantsa.org/download/ejh6_2_resp_housingfirst68279119617434108798.pdf>. Fecha de acceso: 16 ene. 2019. ).

7

Al abordar la experiencia encarnada de una activista política vasca, Mari Luz Esteban (2018: 350-351)Esteban, Mari Luz. 2018. «Herida de política y cárcel. El relato encarnado de una activista». Disparidades. Revista de Antropología 73(2): 343-363. doi: <https://doi.org/10.3989/rdtp.2018.02.004>. destaca el olor de la cárcel y cita el artículo periodístico de Francesc Escribano (19 de septiembre de 2008)Escribano, Francesc. 2008. «El olor de la cárcel». El Periódico 19 de sep. Disponible en: <https://www.elperiodico.com/es/opinion/20081219/el-olor-de-la-carcel-70602>. Fecha de acceso: 28 oct. 2019. , quien plantea que «la poca ventilación aumenta la acumulación de olores corporales con los olores de comida y de los productos de limpieza... y no sé si el fracaso tendrá algún olor, pero, si lo tuviera también se encontraría mezclado con los demás».

8

El uso del perfume como práctica de distinción no es nuevo, siendo Georg Simmel (2014 [1907])Simmel, Georg. 2014 [1907]. «Digresión sobre la sociología de los sentidos». En Sociología: estudio sobre las formas de socialización: 622-637. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. el primero en establecer una analogía con el adorno o la vestimenta. Sin embargo, el entramado contemporáneo de marcas que comercializan diversos productos -colonias, perfumes y desodorantes- y operan mediante estrategias de marketing que estigmatizan las exhalaciones del cuerpo, celebran el olor artificial y dotan a sus productos de una impronta simbólica asociada a la sexualidad, el bienestar, el éxito y/o el estatus social -adaptada al público masculino- (Classen, Howes y Synnott 1994Classen, Constance, David Howes y Andrew Synnott. 1994. Aroma. The Cultural History of Smell. New York: Routledge.) ha motivado la emergencia del homo odoríficus, un sujeto hiper-vigilante del propio olor y responsabilizado de su modulación que trasciende la figura moderna del homo hygienicus.

9

Una serie de autores exponen la interrelación entre jerarquías sensoriales y humanas. El hombre occidental burgués devino naturalizado como el ser capacitado para las actividades científicas de explorar, juzgar, estudiar o escribir (Howes 2014: 18Howes, David. 2014. «El creciente campo de los estudios sensoriales». Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad 6(15): 10-26. Disponible en: <http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=273231878002>. Fecha de acceso: 4 jun. 2019.). La supuesta inclinación de los pueblos primitivos a los sentidos inferiorizados -el olfato, el gusto y el tacto- y la brutalidad fue proyectada en los tratados del s. XVIII y naturalizada en el s. XIX a través de los relatos de viajeros, misioneros y antropólogos (Howes 2006Howes, David. 2006. «Charting the Sensorial Revolution». Senses & Society 1(1): 113-128. doi: <https://doi.org/10.2752/174589206778055673>. y 2011Howes, David. 2011. «The Senses: Polysensoriality». En Frances E. Mascia-Lees (ed.), A Companion to the Anthropology of the Body and Embodiment: 435-450. Oxford: Blackwell Publishing Ltd. ). Lo femenino también fue asociado a esos sentidos, relegando a las mujeres al trabajo reproductivo del hogar por una supuesta impericia natural para el desarrollo de labores intelectuales en las que la vista y el oído eran cruciales (Van Ede 2009: 63Van Ede, Yolanda. 2009. «Sensuous Anthropology: Sense and Sensibility and the Rehabilitation of Skill». Anthropological Notebooks 15(2): 61-75. Disponible en: <https://hdl.handle.net/11245/1.309747>. Fecha de acceso: 30 sep. 2019. ; Howes 2014: 18Howes, David. 2014. «El creciente campo de los estudios sensoriales». Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad 6(15): 10-26. Disponible en: <http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=273231878002>. Fecha de acceso: 4 jun. 2019.). Las clases bajas también fueron relegadas al trabajo manual (Hernández 2018: 240Hernández, Analía L. 2018. «Familias e higiene. El olor como símbolo de exclusión social en Buenos Aires a comienzos del siglo XX». En Guillermo O. Quinteros y M. Pablo Cowen (comps.), Familias de ayer y de hoy: Las sociedades ibéricas y el Río de la Plata: 227-249. La Plata: Universidad Nacional de La Plata.), mientras el olfato se asoció al universo de la enfermedad, el desorden y la inmoralidad de campesinos y obreros (Larrea Killinger 2010: 31Larrea Killinger, Cristina. 2010. «La colonización olfativa de la medicina. Cuerpos y espacios urbanos». Calle 14: revista de investigación en el campo del arte 4(5): 24-43. Disponible en: <https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3735201.pdf>. Fecha de acceso: 30 jun. 2019.).

10

Sus adalides abordan la comunicación visual asumiendo que cada periodo y localización se caracteriza por «modos de ver» (Berger 2000 [1972]Berger, John. 2000 [1972]. Modos de ver. Barcelona: Gustavo Gili. ) o «régimen escópico» específicos que determinan el campo de lo visible (Jay 2003Jay, Martin. 2003 [1988]. «Regímenes escópicos de la modernidad». En Campos de fuerza. Entre la historia intelectual y la crítica cultural: 221-251. Buenos Aires: Paidós.) y participan en las tecnologías de deseo, dominación y/o violencia (Mitchell 2009: 30Mitchell, William J. T. 2009 [1994]. «El giro pictorial». En Teoría de la Imagen. Ensayos sobre representación verbal y visual: 19-39. Madrid: Akal.).

11

Partiendo de las taxonomías sensoriales presentes en otras tradiciones evidencian el carácter artefactual de la categorización occidental de los cinco sentidos, atribuyendo su origen a Aristóteles y su jerarquización al racionalismo cartesiano y el idealismo platónico. Asimismo, desbaratan la concepción de la percepción como actividad cognitiva neuronal localizada en el Sistema Nervioso Central y, en consecuencia, desafían el saber etnocéntrico de la neurobiología y la psicología por individualizar las diferencias en términos de talento/deficiencia o racializarlas como fisicidades sensitivas naturales del Otro (Van Ede 2009: 64Van Ede, Yolanda. 2009. «Sensuous Anthropology: Sense and Sensibility and the Rehabilitation of Skill». Anthropological Notebooks 15(2): 61-75. Disponible en: <https://hdl.handle.net/11245/1.309747>. Fecha de acceso: 30 sep. 2019. ; Howes 2010: 335Howes, David. 2010. «Response to Sarah Pink». Social Anthropology 18(3): 333-336, 338-340. doi: <https://doi.org/10.1111/j.1469-8676.2010.00119_2.x>.).

12

Aunque Howes (2010)Howes, David. 2010. «Response to Sarah Pink». Social Anthropology 18(3): 333-336, 338-340. doi: <https://doi.org/10.1111/j.1469-8676.2010.00119_2.x>. considera que sus críticas son infundadas, Sarah Pink (2010)Pink, Sarah. 2010. «The Future of Sensory Anthropology/the Anthropology of the Senses». Social Anthropology 18(3): 331-333. critica la antropología de los sentidos por espacializar y comparar la(s) cultura(s) y propone una antropología sensorial que ahonda en la reflexividad y la innovación metodológica interdisciplinar.

13

En relación a las sombras del proceso de regeneración urbana en Bilbao, hace más de dos décadas que Pedro M. Martínez Monje y Lorenzo Vicario (1995)Martínez Monje, Pedro Manuel y Lorenzo Vicario (1995). «Déclin industriel et polarisation socio-spatiale: le cas de Bilbao». Espace. Populations. Societes 3: 349-367. doi: <https://doi.org/10.3406/espos.1995.1709>. señalaron sus nocivas consecuencias en la polarización socioespacial. Desde entonces, tal como detecta un reciente análisis clúster (Aguado-Moralejo, Echebarría y Legarreta 2019), la segregación social entre barrios del municipio se ha intensificado.

14

Enlace al portal web del Ayuntamiento: <http://www.bilbaoturismo.net/BilbaoTurismo/es/historia/la-transformacion-de-bilbao>.

15

Impulsado por la creciente competitividad, el marketing se ha distanciado de sus formulaciones clásicas, aquellas que definían al consumidor como un ser racional que debe disuadirse recurriendo, fundamentalmente, a estímulos visuales y auditivos, para, apoyándose en los saberes de la neurociencia para estimular la experiencia holística, sensorial y emocional (Schmitt 1999Schmitt, Bernd. 1999. «Experiential Marketing: a New Framework for Design and Communications». Journal of Marketing Management 10(2): 19-26. doi: <https://doi.org/10.1111/j.1948-7169.1999.tb00247.x>.; Emsenhuber 2011Emsenhuber, Bernadette. 2011. «Scent Marketing: Making Olfactory Advertising Pervasive». En Jörg Müller, Florian Alt y Daniel Michelis (eds.), Pervasive Advertising: 343-360. London: Springer.; Hultén 2011Hultén, Bertil. 2011. «Sensory Marketing: The Multi-sensory Brand-experience Concept». European Bussiness Review 23(3): 256-276. doi: <https://doi.org/10.1108/09555341111130245>.).

16

Enlace al video: <https://www.youtube.com/watch?v=2m0JIvtx-aY>.

17

Un breve recorrido histórico por las prácticas de higiene (Moreno-Martínez, Gómez García y Hernández-Susarte 2016Moreno-Martínez, Francisco J., Carmen I. Gómez García y Ana M. Hernández-Susarte, 2016. «Evolución histórica de la higiene corporal: desde la edad antigua a las sociedades modernas actuales». Cultura de los cuidados: Revista de Enfermería y Humanidades 46: 115-126. doi: <https://doi.org/10.14198/cuid.2016.46.11>.) o una genealogía del uso de la ducha (Hand, Shove y Southerton 2005Hand, Martin, Elizabeth Shove y Dale Southerton. 2005. «Explaining Showering: a Discussion of the Material, Conventional, and Temporal Dimensions of Practice». Sociological Research Online 10(2). doi: <https://doi.org/10.5153/sro.1100>. ) subvierten las asunciones contemporáneas del aseo. Las teorías decimonónicas que calificaban al aire de agente portador de miasmas denostaban el uso del agua por debilitar al cuerpo y, en consecuencia, el baño se reservaba a los enfermos que se beneficiaban de los cambios de temperatura, mientras los sanos sólo debían lavarse cara y manos (Larrea Killinger 1997: 245-247Larrea Killinger, Cristina. 1997. La cultura de los olores. Una aproximación a la antropología de los sentidos. Quito: Abya-Yala.). No fue hasta la territorialización del paradigma microbiano cuando emergió la obsesión por el aseo corporal, proliferaron baños y lavabos privados -reservados a la burguesía- y nació el homo hygienicus, un sujeto que somete su existencia a los postulados científico-médicos para optimizar su salud (González de Pablo 1995González de Pablo, Ángel. 1995. «Sobre la configuración del modelo de pensamiento de la higiene actual: el caso español». Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam 15: 267-329. Disponible en: <https://www.raco.cat/index.php/Dynamis/article/view/108745/165452>. Fecha de acceso: 20 may. 2019.). Los datos recopilados por el historiador vasco Pedro A. Novo (2004: 105-109)Novo, Pedro A. 2004. «¡Que no se habite, que no se beba, lejos del olfato, fuera de la vista!». Bidebarrieta 14: 83-115. Disponible en: <https://www.ehu.eus/ojs/index.php/Bidebarrieta/article/view/18561>. Fecha de acceso: 10 sep. 2019. acerca del uso de las primeras duchas municipales instaladas en 1915 dan cuenta del lento avance de la higiene corporal en Bilbao -donde la mayoría de viviendas carecían de baño completo-, porque en 1920 había una proporción de 0,5 duchas por persona al año y en 1930 de 0,96.

18

Es Alesandro Baratta (1991)Baratta, Alesandro. 1993. «Introducción a una sociología de la droga. Problemas y contradicciones del control penal de las drogodependencias». Revista Jurídica 7: 197-224. Disponible en: <revistajuridicaonline.com/wp-content/uploads/1993/02/7_introducción_a_una_sociologia_de_la_droga.pdf>. Fecha de acceso: 5 jul. 2016. quien emplea el término «yonquizados» para referirse a los consumidores de sustancias ilegalizadas precarizados por la política prohibicionista y demonizados por los medios de comunicación.

19

Texto completo disponible en: <http://blogs.vidasolidaria.com/comision-antisida-bizkaia/2017/01/13/capitulo-xii-el-nombre-vida-de-un-ex-toxicomano-por-leoelim/>.

20

No debe olvidarse que las diversas sustancias que ingieren son susceptibles de alterar su olor corporal. Asimismo, el consumo desaforado afecta a la regulación de la temperatura corporal, siendo llamativo lo mucho que se abrigan y su sudoración constante.

21

Cabe destacar que quienes encarnan una masculinidad viril parecen menos preocupados por el aroma que desprenden, lo que da cuenta del entrelazamiento del género con la dimensión odorífica (Classen, Howes y Synnott 1994: 162-164Classen, Constance, David Howes y Andrew Synnott. 1994. Aroma. The Cultural History of Smell. New York: Routledge.).

22

No debe olvidarse que durante el gobierno de la primera cuestión social el término «molestia olfativa» fue apropiado para reprobar los hedores de la miseria social y el hacinamiento por su vínculo con la propagación de enfermedades, el vicio y el retraso, perjudiciales para las formas de vida burguesas, el progreso y el orden urbano (Larrea Killinger 1997: 259-282Larrea Killinger, Cristina. 1997. La cultura de los olores. Una aproximación a la antropología de los sentidos. Quito: Abya-Yala.).

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