Disparidades. Revista de Antropología 76 (1)
enero-junio 2021, e008
eISSN: 2659-6881
https://doi.org/10.3989/dra.2021.008

CRÍTICAS ORDINARIAS Y SENTIDO DE LA JUSTICIA EN CONTEXTOS DE INMIGRACIÓN*Los fragmentos analizados proceden de un trabajo de campo realizado en la provincia de Almería entre 2012 y 2014, en el marco del Proyecto I+D «Aproximación antropológico social de la vulnerabilidad y de los derechos humanos» (CS2011-25322).

ORDINARY CRITICS AND SENSE OF JUSTICE IN IMMIGRATION CONTEXTS

Marie José Devillard

Universidad Complutense de Madrid

https://orcid.org/0000-0002-2465-846X

RESUMEN

El artículo se centra en el análisis de críticas ordinarias formuladas por inmigrantes latinoamericanos con respecto a situaciones experimentadas en el marco de las relaciones laborales o ante la administración pública. Tras la exposición de las denuncias de acciones consideradas injustas y de las formas discursivas empleadas al hacerlo, se pone en evidencia las condiciones de posibilidad del diálogo y de la escucha, así como las diferentes lógicas y economías morales presentes según los contextos. Se destaca el contraste entre el discurso público y el privado, el juicio inmediato y el retrospectivo, y cómo la reapropiación reflexiva de los hechos mediante el relato contribuye a restablecer temporal y localmente la integridad moral de los agentes sociales.

PALABRAS CLAVES: 
Ironía; Critica ordinaria; Inmigración; Economía moral; Derechos humanos.
ABSTRACT

This article focuses on the analysis of expressions of ordinary criticism made by Latin American immigrants with regard to situations experienced within the framework of labor relations or when dealing with public authorities in Spain. This article presents examples of complaints lodged for actions deemed unjust by Latin American immigrants, the discursive forms that formulate said grievances and the conditions for potentially facilitating the dialogue of the parties involved, as well as the differing rationales and moral economies manifested according to context. The study highlights the contrast between public and private discourse and between immediate and hindsight judgments, focusing on how the reflective re-appropriation of facts through the reporting of events allows social agents to reestablish, temporarily and locally, their moral integrity.

KEY WORDS: 
Irony; Ordinary Criticism; Immigration; Moral Economy; Human Rights.

Recibido: 30 de abril de 2019; Aprobado: 30 de marzo de 2020

Cómo citar este artículo / Citation: Devillard, Marie José. 2021. «Críticas ordinarias y sentido de la justicia en contextos de inmigración». Disparidades. Revista de Antropología 76(1): e008. doi: <https://doi.org/10.3989/dra.2021.008>.

CONTENIDO

L’humour: la politesse du désespoir

(Chris Marker 1950-1951.)

Estamos familiarizados con formas de ridiculización hechas públicas por humoristas y caricaturistas en sus actuaciones mediáticas. Reflexivos y calculados, son discursos producidos por profesionales y destinados al gran público. A partir de observaciones y análisis crítico de la vida cotidiana o de la actualidad política, aquellos recurren abierta y directamente a la ironía y a provocar la risa para destapar motivos de reprobación social. Menos destacado es el humor cotidiano que coexiste al lado en situaciones banales, «en el fondo nocturno de la actividad social» como diría De Certeau (1990: XXXV)De Certeau, Michel. 1990. L’invention du quotidien. 1. Arts de faire. París: Gallimard. Se trata de formas críticas a menudo veladas, a veces claramente sarcásticas, que se despliegan con fines diferentes y en ámbitos más restringidos, privados o semipúblicos. No son juegos de palabras inventados para la circunstancia ni comentarios realizados ante un público impersonal. Se expresan con palabras ordinarias y en marcos sociales también ordinarios, sin premeditación; son relatos más o menos jocosos relativos a hechos ocurridos en el día a día, contados al hilo de otra actividad. Las narraciones remiten a situaciones que se han dado o a recreaciones de experiencias previas. Sin embargo y a pesar de que los comentarios no estén destinados a ser divulgados, constituyen indudablemente una forma de contestación social. Como las denuncias formales estudiadas por Boltanski (1990)Boltanski, Luc. 1990. L’amour et la justice comme compétences. París: Metailié., los relatos de estas secuencias movilizan, por parte de los propios agentes sociales, un “trabajo crítico” sobre sus experiencias personales en el que se mezclan grados variables de distanciamiento reflexivo, así como de afectividad.

Sin duda, los discursos citados más adelante señalan y se centran en prácticas y comportamientos discriminatorios llevados a cabo por empleadores o técnicos de la administración con respecto a los inmigrantes, así como en reivindicaciones. Las narraciones y los argumentos coinciden además con enunciados recogidos en entrevistas. No obstante y a diferencia de estudios centrados directamente sobre la problemática de la inmigración, el objetivo prioritario del artículo no es descriptivo. Aunque no sea cuestión de separar lo dicho del modo de decirlo, mi propósito principal no consistirá en dar cuenta, documentar, comprobar, corroborar o enmarcar los hechos a los que los agentes sociales se refieren1En este sentido, tiene que quedar claro que no se trata de restituir una muestra basada en criterios de representatividad estadística de las prácticas, denuncias y testimonios.. Más bien me detendré en las formas retóricas que toma la crítica social en un contexto de iguales y en ausencia de los victimarios; en poner en evidencia las rupturas que las conversaciones privadas introducen con respecto a lo que acaece en los contextos laborales o administrativos y a lo que se visibiliza en aquellas situaciones; en destacar algunos mecanismos de resistencia y de subversión de las relaciones desiguales, reservados al ámbito privado; en suma, en poner en evidencia las economías morales que sostienen los diálogos cotidianos, así como la noción de justicia que atraviesa el conjunto.

Así, pues, el análisis siguiente se centrará menos en lo ocurrido, en lo relatado (o en lo relatado o callado respecto a lo ocurrido), que en lo que los agentes sociales hacen de ello, cómo se reapropian de la situación narrándola, qué formas de expresión críticas utilizan y cómo ello contribuye a la reafirmación del sujeto. Al respecto, resulta muy interesante la doble sugerencia de Keane (2010: 76, 78)Keane, Webb. 2010. «Minds, Surfaces, and Reasons in the Anthropology of Ethics» en M. Lambek (ed.). Ordinary Ethics. Anthropology, Language and Action: 64-83. Nueva York: Fordham University Press. al defender que lo ético es ubicuo y que la intuición del carácter moral se encuentra a menudo en la «superficie de las cosas». En el presente caso lo albergan la banalidad de lo dicho, la cadencia y el tono de la voz, las palabras empleadas, las exclamaciones, las escenificaciones, las sonrisas a medias o la expresión de la afectación.

Me propongo reflexionar sobre estas cuestiones partiendo de un corpus discursivo constituido por denuncias entresacadas de conversaciones informales y, en cierto sentido, anodinas, entre latinoamericanos y latinoamericanas de distinta procedencia, establecidos en España. Si bien los hechos proceden del trabajo de campo etnográfico realizado durante tres veranos en pueblos rurales de Andalucía oriental, el marco de recogida de los datos analizados a lo largo del artículo no respondió a una situación de investigación expresa y explícita sino a encuentros suyos habituales (que me dejaban presenciar2Me introdujo una de las contertulias (a la que había entrevistado el año anterior a estos encuentros) dando todo lujo de detalles sobre quién era yo, lo que hacía y, sobre todo, la persona de referencia que me había recomendado a ella. Me comentó en aparte que era conveniente decirlo porque la referencia a esta persona era la mejor carta de presentación de cara a sus compañeros y compañeras, para que no desconfiaran de mí. A raíz de estos encuentros repetidos, tuve luego la oportunidad de hacer entrevistas con alguno y algunas de los presentes. Esto sirvió como complemento importante en la medida en que, como dejo constancia en las líneas que siguen, permitió situar sociológicamente los discursos con respecto al abanico de situaciones conocidas a nivel local.) en lugares públicos al acabar la jornada laboral, junto a los juegos infantiles donde correteaban sus hijos. La composición de los grupos era abierta y fluctuante: mixtos con preponderancia de mujeres, cuyo número variaba en sus momentos más álgidos entre unas cinco y ocho personas, según los días de la semana3Hay que precisar que los varones solían participar poco. De hecho, todas las citas de este texto proceden de mujeres.. Algunas estaban sentadas, otras se mantenían de pie alrededor a mayor o menor proximidad, o iban y venían entre los juegos y el lugar de reunión. Los comentarios, libres y a menudo deshilachados, versaban sobre temas corrientes cuyos contenidos dependían de las noticias o de lo acaecido a lo largo de la jornada. El ambiente era distendido y no se entreveían conflictos; a lo sumo, pequeñas divergencias de pareceres según las trayectorias y experiencias respectivas de cada cual. En definitiva, el grupo constituía un lugar de comunicación, conocimiento mutuo y seguimiento en el que predominaban asuntos familiares y domésticos, pero también un canal de información e intercambio sobre cuestiones de interés común, especialmente laboral o administrativo. Paralelamente, se puede presumir que funcionaba como un espacio de formación de opinión y de subjetivación de formas de ser, pensar y actuar. A fines analíticos, pues, la virtud esencial de estos intercambios radica en que, a diferencia de lo que ocurre en las entrevistas, se trata de conversaciones espontáneas entre pares, realizadas en un ámbito cotidiano, en torno a actividades ordinarias y en confianza.

Sociológicamente hablando y como indican las entrevistas en profundidad realizadas, dichos sujetos así como las personas próximas a ellos ya no forman parte -objetivamente4La advertencia no es baladí. Aunque la caracterización de los agentes sociales que sigue sea suficiente a efectos de ubicación y comprensión de sus decires inmediatos, conviene no reducir su implicación personal y afectiva a datos puntuales de índole sociológico. Como defiende Veena Das, los acontecimientos pasados siguen notándose «en el margen» (Das 2007: 8, 10Das, Veena. 2007. Life and Words. Violence and the Descent into the Ordinary. Los Angeles-Londres: University California Press.), y en particular en las historias, gestos y conversaciones (ibídem: 97), así como en la anticipación del presente. Se constata a menudo su permanencia (aunque no se exprese verbalmente, como también señala dicha autora) en temas o acciones relativos a la inserción en el país de acogida. - de las poblaciones que Fassin (2018)Fassin, Didier. 2018. La vie. Mode d’emploi critique. París: Le Seuil. denomina «nómadas forzosos». Su situación actual en el país está relativamente estabilizada (al menos en apariencia y temporalmente): se mantienen económicamente gracias a los encargos que hacen por cuenta ajena y/o reciben algunas ayudas públicas o de parte de ONGs (Banco de alimentos, Caritas…); han procedido a, y por lo general logrado, la reagrupación familiar; sus hijos están siendo escolarizados; algunos tienen la expectativa de obtener la nacionalidad española en breve. Dicho de otro modo, tanto las personas que intervienen en las conversaciones que analizaré a continuación como los colectivos de los que forman parte y que constituyen su principal mundo de referencia, tienen una situación comparativamente privilegiada respecto a conciudadanos e inmigrantes llegados más recientemente5De hecho no era infrecuente que aludieran a estas diferencias y dejaran constancia de casos de mayor discriminación que la que padecían ellos.. Esta diferencia es fundamental para comprender algunos aspectos de sus discursos: pese a la precariedad de su posición no padecen iguales agobios, y tanto la experiencia como los saberes acumulados les proporcionan una capacidad de distanciamiento que se refleja en lo expresado y en las formas narrativas utilizadas. No obstante y a pesar de ser residentes legales, siguen estando condenados -según se desprende de testimonios y reivindicaciones recogidos a lo largo del trabajo de campo- a que se les remita continua, restrictiva y unilateralmente a su condición subalterna: sean lo que sean, hagan lo que hagan, se les continua viendo y tratando esencialmente como inmigrantes. De hecho, su situación laboral permanece precaria, cuando no, claramente, ilegal o alegal (Pazos y Devillard 2017Pazos, Álvaro y Marie José Devillard. 2017. «La construcción cotidiana de la legitimidad del sujeto inmigrante en el contexto español actual». Alteridades 27 (53): 73-82.). Aunque algunas mujeres trabajan en el campo, la mayoría cuida a ancianos, costeando ellas mismas la Seguridad social si tienen contrato, o arreglándoselas -mediante algún u otro subterfugio como comprarlo- para obtener uno en vísperas de la renovación del permiso de residencia; en cualquier caso, sus horas de trabajo efectivo superan ampliamente lo declarado oficialmente. Asimismo, los varones también suelen tener un trabajo temporal en distintos sectores de producción (construcción, horticultura, servicios…), con contratos de semejantes características o, igualmente, sin ellos (Devillard y Franzé 2021Devillard Marie José y Adela Franzé. 2021. «No es solo un contrato...Legalidad e ilegalismos como estrategias de inserción social encontextos migratorios», en Tomé, Pedro, María Valdés y Consuelo Álvarez, Símbolos en la ciudad, símbolos de la ciudad, Ensayos en homenaje a María Cátedra: 403-436. Valencia: Tirant humanidades.). Además de su común procedencia de Latinoamérica6A nivel local, la población de origen latinoamericano constituía entonces el mayor contingente de inmigrantes. La mayoría de ellos procedían de Bolivia, Ecuador y Colombia, y en mucho menor medida de Perú y Costa Rica., les une el hecho de que todos y todas han tenido una amplia experiencia de relaciones laborales problemáticas, así como de encontronazos de diferente índole y desigual desenlace con empleados y servicios públicos. Por todo ello, ocupan una posición social parecida (familias reagrupadas, sector servicios…) en el país receptor, que posibilita que identifiquen en mayor o menor grado vivencias respectivas similares y que establezcan relaciones de connivencia sobre esta base. Así, el sentido ordinario al que me iré refiriendo tendrá menos que ver con marcos latinos y formas culturales compartidos o afines que con vivencias parecidas en España, derivadas de una común dependencia de los españoles y de similares situaciones de vulnerabilidad7Considero importante subrayar esta cuestión porque la similar situación de inmigrantes y la común procedencia latinoamericana de los agentes sociales podría inducir a interpretaciones erróneas de lo que se pretende en el desarrollo del artículo: no se trata en absoluto de dar cuenta de un modelo discursivo distintivo que caracterizara, supuestamente, a una población dominada y, menos aún, a las inmigrantes “latinoamericanas”. .

Dicho esto, no se puede dar cuenta de la cuestión aludiendo únicamente al marco social de producción del habla, de la escucha y del entendimiento. Cabe preguntarse ¿en base a qué experiencias sociales y representaciones se forma la evidencia que exime de dar explicaciones?; así como, entre otras cosas, ¿en virtud de qué valores los agentes sociales construyen la idea de lo adecuado y de lo justo?. Como en las denuncias formales, la cuestión última radica en «clarificar los principios de justicia sobre los cuales las personas se apoyan cuando se dedican a criticar o a justificarse» (Boltanski 1990: 61Boltanski, Luc. 1990. L’amour et la justice comme compétences. París: Metailié.).

En lo que sigue me centraré, primero, en el análisis de los objetos de las denuncias y en el examen de las modalidades discursivas. En segundo lugar se tratará, de un lado, de poner en evidencia las condiciones de posibilidad del diálogo y sus características; y de otro lado, de examinar las diferentes lógicas y economías morales puestas de manifiesto en los distintos contextos.

1. CRÍTICAS ORDINARIAS: ANÁLISIS DE UN CORPUS DISCURSIVO

 

La capacidad crítica se ejerce sobre asuntos diversos y de modos diferentes. Las insensateces y paradojas de la Administración constituyen un blanco privilegiado que afecta a los individuos directa y recurrentemente; los agentes sociales están frecuentemente confrontados a ello, con repercusiones sobre la vida cotidiana a menudo graves y prolongadas. En la secuencia siguiente la dilación de los plazos, subvirtiendo el orden de entrega de los documentos a los servicios de extranjería o, también, la lógica generacional, constituyen muestras del orden ético que guía las declaraciones:

[X pregunta a una compañera un poco apartada del círculo de interlocutores]: « ¿Cuánto tiempo hace que lo [la solicitud de nacionalidad] han metido? [y recalca acto seguido a la contestación], ¿dos años? Mira… a ella [la hermana de aquella] le han aprobado ¡y a ella no! (..) De ellos [refiriéndose a otros contertulios] ¡de su familia, igual! (..) Al que más ha trabajado, que cumplía más los requisitos, el ¡último! La nena [su hija] ¡ha hecho ya el juramento! Y al papa ¡todavía no! Los papeles se presentan por separado, así que igual le aprueban a ella un día, a él otro día.. ¡igual que con las tarjetas de residencia!... ».

El seguimiento de un orden cronológico se considera claramente como más lógico y -probablemente también- más justo. La irracionalidad de los procederes administrativos genera desconcierto en los agentes sociales. Pero también se constata con respecto a requisitos normativos sin fundamento. Por ejemplo, otra mujer relataba -soltando la carcajada- las incongruencias a las que dan lugar excesivos legalismos: para cumplir con los requisitos exigidos para matricularse en un cursillo abierto a minorías, la empleada pidió que aportara pruebas de pertenencia a su etnia adicionales a la fe de nacimiento. Por suerte, una trabajadora social que la conocía firmó un certificado a pesar de que fuera algo que «no se puede demostrar».

No se denuncia solo la incoherencia de algunas normas, sino también la carencia de pautas claras y fiables en la atención al ciudadano:

«A: Llevas la fotocopia… te dicen que ¡tienes que llevar el original!. Llevas los originales y la fotocopia, te dicen ‘… ¿para qué tantos papeles…?’. El certificado de convivencia, te piden. Es el mismo para los dos… Yo fui con el original… Cuando he ido me dijeron que éramos marido y mujer, con uno era suficiente. Y, a otros, les dijeron que no, que todo tenía que ser original, que ¡cómo íbamos a llevar fotocopia! Con el empadronamiento, lo mismo. Tú tienes que ir con todos los papeles, por si acaso, y ya está!...

B: Te hacen sacar fotocopias de todo el pasaporte, y a la hora de mirar se quedan con la primera, ¡ya está!...

C: A mi Sra…[dirigiéndose a A]… siempre se lo han quedado todo! Tienes que llevar el pasaporte original…esto ¡depende de quién te atienda!.

A: Cada uno… ¡la suerte que lleva! Y ellos ni saben lo que te están pidiendo, van preguntando por allí…».

Mediante casos diferentes que ilustran el mismo fallo, el diálogo denuncia explícitamente la ausencia de organización y los perjuicios que acarrean tales desquicios. En este contexto restringido, los sujetos no cuestionan el sometimiento a unos requisitos administrativos sino, más bien, la ausencia de normas que regulen el proceso de manera lógica y estable, que permitan saber a qué atenerse8En un artículo anterior señalé como, a falta de requisitos claros, son los propios servicios de información a los inmigrantes quienes aconsejan que lleven consigo un sinfín de papeles para prevenir que se retrase el proceso una vez llegado el momento de entregar la documentación (Devillard 2013Devillard, Marie José. 2013 «La inmigración como una prueba social y los márgenes legales del desencuentro. Políticas públicas, prácticas sociales y construcción de la persona». Política y sociedad 52 (3): 897-920.). . A veces se recalca que las exigencias, el «papeleo», no han servido para nada; otras veces, la falta de consideración de las circunstancias personales del solicitante9Ver también Parajuá y otros 2014Parajua Daniel, Débora Ávila, Adela Franzé y Marie José Devillard. 2014. «Desdibujando derechos: políticas públicas, vulnerabilidad y formas reincidentes de desamparo» en Rivas Rivas, Ana y Begoña Leyra (eds.). Políticas públicas y nuevas formas de gobernabilidad social: 530-547. Tarragona: Universitat Rovira i Virgili... Para éste, la inseguridad y la falta de fiabilidad de la información recibida se traduce en una incertidumbre vivencial que conforma una de esas «violencias de la vida cotidiana» inherentes al uso del poder (Kleinman 2000Kleinman, Arthur. 2000. «The Violences of Everyday Life. The Multiple Forms and dynanics of Social Violence» en Veena Das, Arthur Kleinman, Mamphela Ramphele y Pamela Reynolds (eds.). Violence and Subjectivity: 226-241. Berkeley, Los Ángeles, Londres: University of California Press.).

El intercambio siguiente retoma estos argumentos, reproduciendo y escenificando la conversación mantenida con la empleada de la administración:

«A: … Lo de extranjería, es lo más… más ¡desorganizado! Que no te informan bien… y ¡no tratan bien!... a mí por lo menos las veces que me han tratado, ¡me han tratado mal!... La última vez, me coge los papeles y casi me los rompe y tira a la cara. “¿Por qué no había organizado bien los papeles?”, que ella “no tenía porque organizármelos!”, que “esto es una mierda! … tienen que venir en orden!”, que “yo [la empleada] no estoy aquí para sentarme media hora contigo o con cada persona que venga…”

B: …¡Estaría cabreada la mujer!

A: … Me ha hecho llorar ¿sabes? Las dos veces que he ido.. ¡a llorar!

C: … En vez de ayudar a… de favorecer a uno que está pagando, porque ¡estás pagando!. Es lo contrario, ¡te ponen más pegas! Y ¡sabiendo que venimos de lejos! Si estuviéramos en [la misma ciudad], pues vale, me voy y mañana lo llevo…

A: Lo que digo, mire, vengo de lejos, tengo mi niño… “¡esto no es excusa!”… (Era una mujer, más o menos de mi edad si…la impotencia de ¡no saber qué hacer! Y después de llorar): “ ¿Qué te pasa, mujer?, ¡No es para tanto!”, me puede decir las cosas, pero no de esta manera (..) No tienes por qué tratarme así, le dije».

El análisis de esta secuencia es ilustrativa. Destacan varias conductas consideradas por las usuarias como intransigencias y formas de discriminación (maltrato, abuso de poder…), así como, en cierto sentido, falta de humanidad: la preeminencia de exigencias formales en detrimento de una mayor atención a los individuos. A este respecto, resulta útil la advertencia de Pharo (2001)Pharo, Patrick. 2001. Le sens de la justice. Essais de sémantique sociologique. París: PUF. cuando señala cómo una orden dada es «el centro conceptual de las actividades de dirección», que se descomponen de hecho en un elenco de actos diversos. En el caso citado, la relación de autoridad que personifica la administrativa, tal y como la mujer narra el suceso, se manifiesta prioritariamente a través de incriminaciones («no venir los papeles en orden »), actitudes despectivas («romper y tirar a la cara») así como amonestaciones recordando sus obligaciones respectivas («no estoy aquí para sentarme media hora contigo »), delimitaciones sobre el bien y el mal («¡esto no es excusa! »). Todo ello seguido por muestras de complacencia («¿Qué te pasa, mujer? ¡No es para tanto! ») que como sugiere dicho autor «no parece(n) muy compatible(s) con el sentido de la justicia» (Pharo 2001: 83Pharo, Patrick. 2001. Le sens de la justice. Essais de sémantique sociologique. París: PUF.). Frente a ello, la interlocutora expone cómo se ha visto afectada por la situación, la impotencia, las lágrimas, y apela a un trato más justo: el paso del Ud al tuteo pareciera exigir una relación de respeto mutuo, característico de los encuentros entre iguales.

Por otra parte, los juicios emitidos ponen de manifiesto las diferencias entre la escala de valores propia y la de los servicios públicos. Se critican los formalismos y las prácticas que rigen la razón administrativa (en filigrana, junto a la despersonalización del trato, la descortesía y el tiempo limitado de dedicación), que no atienden a razones personales y domésticas. La denuncia, pues, concierne tanto a las prioridades y a las modalidades de la atención pública, como a la desconsideración que sufren los usuarios.

No se pueden aislar estas críticas de corte general de otras vivencias y experiencias. Se insertan dentro de un marco más amplio de quejas relativas al trato reservado a los inmigrantes, en el ámbito del trabajo, especialmente. En este caso las denuncias -presumible e indirectamente incentivadas por la presencia de la investigadora- tienen una vocación informativa cuyo fundamento parece reforzado por la presencia de gente que puede confirmarlo. Las interlocutoras apoyan las aseveraciones de sus compañeras, dando crédito a lo relatado, recalcando tanto los prejuicios como los perjuicios y, por consiguiente, la evaluación negativa de la secuencia.

A veces, las críticas se vuelven más precisas y reivindicativas:

«Nosotros derechos, derechos, no tenemos nada, ¡más bien nos explotan!.. El trabajo mismo. ¿no ves? Cuando trabajas en una casa, es obligatorio que den vacaciones.. Primero ¡de alta! Lo segundo trabajar todo el año y que te den un mes de vacaciones pagado, las medias pagas, la paga de navidad… Aquí en el pueblo, ¡nadie! ¡nadie! No quieren ¡ni darte de alta!. Le dices, “necesito darme de alta” -claro la necesitamos para renovar la tarjeta- pero te dicen “te puedo dar de alta pero a condición que te pagues…” y ¡te pagan una miseria! … Pagas a la SS que, total, son 200 euros el mes, y te pagan 500 euros!.. y dicen “Es que Uds. han venido aquí y ¡quieren tener todos los derechos como nosotros!” Hombre, tampoco pedimos un sueldo como ganan los otros! Las españolas trabajando por hora. Hay una española que la conozco, donde yo trabajaba, dice ‘vosotras tenéis la culpa, cobrar 5 o 6 euros la hora! Yo cobro, les guste o no les guste, 11-12 euros. Pero si nosotros decimos 8 euros, “hay otras que vienen por menos”. Y nosotras ¿por qué? ¡Porque necesitamos!... Mientras los españoles aquí, tienen su familia, tienen su casa, tienen una ayuda… mientras nosotros, quieras o no quieras, cuando llega el final del mes, tienes que pagar el alquiler, la luz, el agua, la basura, la comunidad.. tantos líos que te meten…tienes que comprar el butano…hoy en día, ¡ganas para vivir!».

Si bien este fragmento proviene de la misma sesión que la anterior, se aprecian algunos cambios de registro. El uso del lenguaje de derechos sustituye al tono y al contenido precedentes, más descriptivos y centrados en las relaciones interpersonales. En un primer momento, la descripción de las condiciones laborales a las que las mujeres están sometidas evidencia las infracciones legales cometidas por los empleadores, así como los abusos y la impunidad con la que éstos actúan. Mientras el enunciado denuncia la ilegalidad y los ilegalismos vueltos comunes, el énfasis y las exclamaciones apoyan y acentúan la propia generalización verbal a partir de los casos más cercanos y conocidos.

Acto seguido, en cambio, la intervención aborda -en un registro más autodefensivo que acusativo- las causas del sometimiento, de la aceptación y, por consiguiente, de la no manifestación de la disconformidad. La informante se sitúa en un punto medio de tensión discursiva y social, dando voz tanto a una empleadora como a una trabajadora española. Situadas en los polos extremos del campo laboral, ambas tienen intereses diametralmente opuestos, que se expresan en posiciones y valoraciones sobre los inmigrantes antitéticas, pero igualmente negativas. La locutora se defiende de ambas acudiendo a consideraciones socio-económicas e impersonales. La precariedad económica y social en la que se encuentran los inmigrantes les obliga a aceptar condiciones de trabajo muy inferiores a las propias del mercado laboral: la competencia, la falta de soportes familiares, unido a los apremios domésticos configuran un triángulo de sujeciones inextricables que limitan su capacidad de negociación, reducen la libertad de decisión e impiden que adopten una posición más reivindicativa.

El fragmento siguiente ilustra lo anterior pero documentando los abusos de manera más precisa, la falacia de los argumentos corrientemente utilizados, así como los elementos que permiten a las trabajadoras españoles ser más intransigentes:

Mira. El primer año, cuando empezaba a trabajar, entraba a las 9, salía a las 2 y entraba por la tarde a las 5.30 y salía a las 7. Me pagaban 650. Se murió la abuela, cogí otro trabajo, me pagaba igual, 650 pero más horas. Entraba a las nueve menos cuarto y salía a las 3 menos cuarto, y a la tarde entraba a las 5 y salía a las 8. Más horas y el mismo sueldo. Y, ahora, donde estaba, iba 7 horas, que me daban 400 euros! Ahora echan la culpa [N y P al unísono: “ ¡A la crisis!”]… Te dicen: ‘Hija mía, tú tienes más bien que estar agradecida por tener un trabajo porque hay otras que lo están buscando y no lo encuentran!..”. Ya, ¡no lo encuentran porque no aceptan el sueldo que Uds. quieren dar!. Muchos españoles dicen: “ Para 5 euros, voy a estar limpiando mañana y tarde… ¡prefiero estar en casa!”. ¡Claro! Porque tienen su casa, no tienen que pagar alquiler ni no sé qué, o tienen una ayuda… porque tienen siempre ayudas de todo, están siempre cobrando ayudas [N: … “ Nosotros estamos solos, no tenemos ayuda…”]. Sí, porque si no trabaja, siempre el padre le da o la madre le da algo… Mientras nosotros si no ganamos lo que nos ofrezcan ¿Quién nos da a nosotros? Y el alquiler, tienes que pagar cada mes, tengas o no tengas… No pagas un mes, ¡te echan! Prefiero dejar de comer que dejar de pagar el alquiler, porque si me echan, con tres niños ¿donde voy?. Ellos dicen: ‘Por la crisis… es que nos quieren recortar la pensión o no sé qué, es que nos quieren quitar la pensión de no sé cual…”.

A diferencia de lo comentado hasta ahora, este fragmento no relata una única conversación. Retoma -bajo una forma dialogada y comparativa- argumentos ordinarios oídos en diferentes ocasiones por unos y otros. La simulación cumple sintéticamente una triple función. Pone en evidencia los agravios comparativos entre españoles e inmigrantes, y denuncia las argucias corrientemente utilizadas; pero, sobre todo, muestra que los segundos no son crédulos, pese a que -en el curso de la acción- pueda parecerlo al quedarse callados y no contradecir las razones expuestas. En este sentido, la composición narrativa es rehabilitadora: el descrédito de los decires del superior ayuda a restituir -ante sí mismo- el equilibrio perdido por la relación de subordinación laboral. El modo en que las personas presentes se animan mutuamente, asintiendo y aportando nuevos datos sugiere que estas intervenciones ofrecen una salida honrosa (aunque momentánea) a la rabia contenida. De hecho, desmontar los argumentos comunes dando voz ficticiamente al contrincante, constituye una estrategia común en las críticas ordinarias que conforman las conversaciones cotidianas entre iguales.

Entre otras temáticas, resulta frecuente -sobre todo en presencia de un extraño pero no exclusivamente- mencionar el aprecio del trabajo de los sudamericanos y sudamericanas:

«La gente dice que les gustamos nosotros, porque les tratamos bien. Las españolas no las tratan igual. Nosotros somos muy cariñosos, muy delicados con los abuelos, las abuelas. Pero, ¿una española va a estar allí dándole de comer como a un crío, limpiando el culo..? Con una persona mayor se hace esto, nos contratan para esto, tienes que lavarle, lavarle el culo, las tienes que tratar como a un crío… Las mujeres españolas, ¡qué van a hacer esto! Pero no tienes [en el jefe/a] esta conciencia de decir: ‘Tú, tu trabajo lo haces muy bien, me gusta y yo te voy a dar todas las obligaciones… ¡Te lo mereces!’. Y todavía te dicen “Estoy muy contenta contigo porque el trabajo lo haces muy bien!”. Tienen cara para decírtelo, y para el sueldo… ¡Noooo!”».

La interlocutora mezcla constataciones con metadiscursos al explicar las diferencias entre su forma de trabajar y la práctica corriente de las empleadas de hogar españolas. La comparación entre «nosotras» y « ellas» se cristaliza en torno a sus actitudes y aptitudes respectivas. El cariño hacia los ancianos, expresión del respeto que tienen hacia ellos -a diferencia de lo considerado como habitual en España- son argumentos frecuentemente recalcados e ilustrados detalladamente. Más allá de la dimensión comparativa, estos comentarios sirven para denunciar la injusticia cometida al no corresponderse el servicio prestado -la satisfacción ajena que procura- con una retribución salarial a la altura del mismo. La cita siguiente recoge la misma idea pero en términos todavía menos benevolentes:

«A- Ahora mismo, la mujer que estoy murió ayer! ¡Me he quedado sin trabajo! Allí trabajaba 10 horas, 400, y en la noche, me pagaba aparte de 10 de la noche a las 8 de la mañana, y me daba 300. Y yo le digo que me de 500… “ No, porque toda la paga de mi padre la vas a llevar!”. A mí me decía cuando me daba el sueldo de la noche y del día, me decía ‘te lo estás llevando toda la pensión!...’

B: Yo tenía un trabajo, de 8 a 8; y como era en [alejado de su residencia], el [su marido] me tenía que llevar… Como [el] entraba a las 7 de la mañana, a las 6 me dejaba. Nunca me lo han pagado…

A: ¡Caras duras! Por eso me enfado… ¿Qué hago aquí? ¡Limpiando culos! Ni a mi madre, la he limpiado cuando se puso mala y todo. Y aquí limpiando culos ajenos, para que nos den una miseria…pero… ¿Qué haces? Para darle de comer a tu familia… Me toca buscar otro trabajo. Como no hay trabajo, aceptar lo que te dicen! Saben que hay mucha gente que busca trabajo, y ofrecen lo que ofrecen!».

Como en secuencias anteriores, se denuncian simultáneamente la mala fe de los empleadores, los abusos, la falta de reconocimiento, así como la inequidad de posición que obliga a aceptar las condiciones impuestas. Las tareas acometidas pasan a ser el exponente más claro de la humillación que soporta el inmigrante. La informante se rebela e, incluso, cuestiona su propia actitud. La selección de la higiene como principal exponente de su cometido no es baladí, frente a otras tareas o tratos que serían mucho más revalorizantes. Así, la evocación de las tareas consideradas desagradables o vergonzosas que atienden a la higiene personal es un ejemplo paradigmático (y uno de los más repetidos) que ilustra la infravaloración de la que son objeto. Como ya puso de manifiesto Bakhtin (1970)Bakhtine, Mikhaïl. 1970. L’œuvre de François Rabelais et la culture populaire au Moyen Âge et sous la Renaissance. París: Gallimard. en su estudio de la obra de Rabelais, la anatomía corporal, con sus partes altas y bajas, de ingestión y de excreción, ofrece el terreno que escenifica metafóricamente las relaciones sociales. El «culo», con el que se asocia la idea de expulsión y de suciedad, condensa de manera gráfica la jerarquía y la subordinación.

Con todo no faltan quienes procuran mostrar una cierta ecuanimidad aludiendo al contexto socio-económico. Aquí vemos yuxtapuestos secuencialmente una doble actitud: hacer suyo el relato oficial sobre el paro y el mercado laboral, y pasar al ataque mediante un discurso más ofensivo:

«A- Dicen que la crisis…

B- Ahora sí… Porque ¡hay mucha gente parada !... Ahora sí, si se tocan las narices, pues, es verdad, que vayan a su país…, porque ¡hay muchos españoles que están pasando ya hambre! Aunque hay mucha gente que echa la culpa a los inmigrantes, pero están muy equivocados. Hay mucha gente de corbata que están viviendo muy bien, y por culpa de ellos, ha sido todo…

A- Mire, el Rey… ahora ha salido Rajoy… Ha salido Aznar… sí es verdad lo que dicen algunos españoles que hemos ganado, pero …¡con nuestro trabajo!

C- ¡A mí no me han regalado nada! He tenido que trabajar…

B- Claro, menudo trabajo!.. los que han emigrado saben lo que es emigrar. ¡Es duro emigrar! Dejas todo, la familia, mujer, hijos… Mire: ¿donde sale el dinero…? raro es el alcalde que no haya sacado nada… ¡Mucha corrupción…aquí hay mucha corrupción».

Tras un primer momento en el que una de las hablantes pareciera predispuesta a admitir que se echara a quienes «se tocan las narices», las críticas se desplazan desde los españoles que les reprochan fomentar el paro hacia los gobernantes y verdaderos causantes de la crisis. La crítica ordinaria abandona así el ámbito familiar hacia una esfera más externa y general que afecta a todos conjuntamente, ciudadanos, residentes e inmigrantes. El caso personal resurge entre medias, mostrando la afectación y la discriminación. La enumeración de los hechos constitutivos del coste individual cobra intensidad poniendo en primer plano a la familia nuclear. De este modo, se evoca al ámbito de relación más valorado, por encima de cualquier otra consideración (sea de orden material o amistosa), y cuya importancia es reconocible por todos los oyentes. Asimismo, la reivindicación del mérito propio, del valor económico del trabajo, de los sacrificios asumidos, desmienten la idea de gratuidad y de deuda con respecto a los jefes y, más generalmente, a los españoles. De este modo, la deconstrucción de la retórica habitual que rodea a la inmigración y la puesta en evidencia del carácter falaz de los argumentos, hacen las veces de llamamiento hacia más justicia e igualdad de trato.

2. LAS CRITICAS ORDINARIAS COMO FORMAS DE AFECTACIÓN

 

Los discursos expuestos constituyen buenas muestras de la complejidad de la situación de los inmigrantes, de sus prioridades e implicación emotiva. Las quejas son de diferente tipo, gravedad y alcance: desorganización, requerimientos y situaciones absurdas, incoherencias, contradicciones, detección de errores, mentiras y falsedad de los argumentos, manifestaciones de conmiseración o prepotencia, prejuicios y «racismos cotidianos» (Chebel d’Appollonia 1998Chebel d’Appollonia, Ariane. 1998. Los racismos cotidianos. Barcelona: Ediciones Bellaterra.), explotación e injusticias…

2.1 LA DENUNCIA

 

La mayor parte de las críticas se refieren a comportamientos ajenos interpretados como injusticias (padecidas por lo general en primera persona10Retomo aquí la distinción que Pharo introduce para diferenciar los distintos modos de enfrentarse a la injusticia. Me interesa especialmente aquí la diferenciación entre la «injusticia en primera persona» y la «injusticia en tercera persona ». Mientras la primera es padecida, la segunda es aquella de la que «uno no es la víctima ni el agente [responsable], (…) sino testigo» (Pharo, 1996: 19Pharo, Patrick. 1996. L’injustice et le mal. París: L’Harmattan.). Según los momentos y circunstancias uno encara la injusticia de una u otra manera.) o, más corriente y simplemente aún, a acciones que se estiman inapropiadas, inconvenientes o reprochables desde diversos ángulos (eficacia administrativa, economía, honradez, engaño, falta de profesionalidad, vulneración de derechos humanos...).

Sin embargo, el discurso no suele referirse a una disputa hecha explícita frente al contrincante. Debido en parte a la posición social de dependencia de los agentes sociales (tanto las víctimas directas como los contertulios a los que se dirigen), las críticas no (o rara vez) dan lugar a procedimientos oficiales como recursos o quejas en libros de reclamaciones…. Y, en los escasos casos en los que los sujetos han manifestado su disgusto, suelen haberse limitado a una expresión de enfado o una (relativamente tímida) demanda de mejor trato. Son, pues, experiencias individuales que, por muy comunes que sean, no han pasado a ser objeto de una denunciación formal ni han dado lugar, a fortiori, a una movilización o «causa colectiva» (Boltanski 1993Boltanski, Luc. 1993. La souffrance à distance. París: Metailié.).

La situación denunciada forma parte de estas «violencias de la vida cotidiana» (Kleinman 2000Kleinman, Arthur. 2000. «The Violences of Everyday Life. The Multiple Forms and dynanics of Social Violence» en Veena Das, Arthur Kleinman, Mamphela Ramphele y Pamela Reynolds (eds.). Violence and Subjectivity: 226-241. Berkeley, Los Ángeles, Londres: University of California Press.) vinculadas al ejercicio del poder. Así, se puede decir de lo narrado y de la narración lo que Boltanski (1993: 91)Boltanski, Luc. 1993. La souffrance à distance. París: Metailié. comenta con respecto a la indignación: al darse la violencia «a distancia y, por consiguiente, fuera de todo contacto físico… [aquella] está condenada a quedarse en el mero lenguaje». Por otra parte, pese a que los agentes sociales muestren de manera contundente su disconformidad ante terceros, lo hacen la mayor parte de las veces de un modo poco ofensivo. Se limitan a poner de manifiesto lo absurdo, la insensatez, la arbitrariedad, las injusticias o las incoherencias de una situación. Son pues «críticas ordinarias» orientadas por unos valores que, en el curso de la acción, han permanecido silenciados, soterrados, obviados a pesar de que subyacieran a la aparente aceptación de -o sumisión ante- un hecho, una situación o una relación marcada por el sello de la desigualdad. Retomando la distinción de Fassin y Eidelman (2012)Fassin, Didier y Jean Sébastien Eideliman. 2012. «Défense et illustrations des économies morales» en Économies morales contemporaines: 9-18. París: La Découverte. entre «economías morales» (desarrolladas en el espacio macrosocial) y «subjetividades éticas» (que se manifiestan en el espacio microsocial), se puede sugerir que el hecho de callarse o de hablar -cómo, dónde y cuándo hacerlo- reflejan las diferencias entre las primeras (que remiten a los valores asociados a las condiciones laborales o de inmigración, en el momento actual) y las segundas (que se hacen eco del propio sentir y, eventualmente, de la oposición a lo anterior).

2.2 EL ESPACIO DISCURSIVO

 

No son discursos aislados. Se cotejan de manera implícita con otros que, lógicamente, constituyen otros tantos juicios de valor y ejercicios acusatorios. En este sentido, las críticas ordinarias expresadas públicamente están alimentadas por las denuncias que se hacen a diario, en ámbitos tanto públicos como privados. Estas conversaciones se enmarcan en, y deben vincularse con, otros comentarios que no conciernen directamente a las experiencias directas de los agentes sociales pero guardan, de cerca o de lejos, afinidades e, incluso, relaciones de dependencia: la acción política, el contexto socio-económico, la corrupción, la crisis, la construcción social de España y de los españoles… Estos nexos se traducen, en particular, a través de fórmulas que manifiestan la sorpresa y el asombro, descalificaciones, expresiones defensivas, denuncias de prácticas censurables o sobreentendidos velados; quejas; comparaciones entre el país de procedencia y España; denuncias de manifestaciones de racismo y de prácticas discriminatorias; expresiones de fatalismo; agravios comparativos.

La crítica toma fácilmente la forma de una ridiculización (de un decir, un comportamiento, una actitud corporal, una normativa…). Por consiguiente, el desencadenante que da lugar a mofa o a risas entre los asistentes reposa principalmente en la capacidad de transformar una experiencia social (negativa) en algo digno de contarse y de ser reprobable. La habilidad del sujeto -así como el éxito de la comunicación con los demás- consiste en detectar y, luego, poner de manifiesto, las características de la situación (cómica, ridícula, contradictoria, ilegal…). Lo puede hacer con mayor o menor agudeza (según su forma de ser, trayectoria social, conocimientos, habilidades y capacidad crítica, distanciamiento con respecto a la situación vivida), pero la resignificación y las reconfiguraciones que presenta su intervención desaparecen tras el (aparente) realismo de lo relatado y el refuerzo que recibe de parte del o de los oyentes.

Dada la complicidad previa entre los agentes sociales presentes, no hace falta desplegar mucho esfuerzo. La injusticia vivida en primera persona en otras situaciones asegura la sensibilidad y compasión de los interlocutores (Pharo 1996Pharo, Patrick. 1996. L’injustice et le mal. París: L’Harmattan.). Basta a menudo con replicar el discurso en los mismos términos o parecidos (relato indirecto, mimo…). La forma (tono de la enunciación, imitación de la entonación del otro...) es una apoyatura -difícilmente reproducible en un escrito como el presente-. Sin embargo es fundamental para la comunicación y el propósito. Otras veces, se completa irónicamente con un comentario que deja explícitos el alcance, la significación o las consecuencias de lo ocurrido. Es frecuentemente un desencadenante de relatos similares (emitidos por las mismas personas) que proporcionan mayor credibilidad y peso simbólico a la crítica individual. Refuerza la connivencia entre los presentes, la cual se manifiesta a menudo por las carcajadas e incluso, a veces, por una hilaridad colectiva.

Además, el proceso comunicativo tiene la virtud de revertir la situación de sufrimiento inicial. Como advierte también Boltanski (1993: 101)Boltanski, Luc. 1993. La souffrance à distance. París: Metailié., la atención se desplaza desde la víctima que padece la injusticia hacia el perpetrador al que se acusa. Subvierte momentánea y ficticiamente la relación de subordinación sin alcanzar a replantear, en la práctica, el orden social en el que los agentes sociales están involucrados. Desde este ángulo, el tipo de actuación o de denuncia analizado tiene un alcance limitado. Pero tampoco se debe minimizar ni considerar insignificante, porque es constitutivo de formas de resistencia. Se entrevé en la respuesta más arriba citada de la mujer que, al rebelarse, obliga a la funcionaria a modificar en alguna medida su comportamiento. La queja expresa un sentir político común, un poder desde abajo, y conforma una manifestación infrapolítica, que tiene la potencialidad de ser movilizada en favor de un trato más justo (legal, igualitario, humano…).

2.3 DIALOGISMO

 

La denuncia o la crítica es inherentemente dual. Sidnell (2010)Sidnell, Jack. 2010. «The Ordinary Ethics of Everyday Talk» en Michael Lambek (ed.) Ordinary Ethics. Anthropology, Language and Action: 123-139. Nueva York: Fordham University Press. recuerda que uno de los elementos claves del análisis de las palabras es la propia interacción social en la que se expresan. Más concretamente aún, Keane (2010: 73)Keane, Webb. 2010. «Minds, Surfaces, and Reasons in the Anthropology of Ethics» en M. Lambek (ed.). Ordinary Ethics. Anthropology, Language and Action: 64-83. Nueva York: Fordham University Press. recalca que «actos como justificar, acusar y persuadir no pueden ser entendidos fuera de la interacción con otras personas». Tanto lo expresado como el modo de hacerlo dependen estrechamente del marco social en el que la conversación se desarrolla. Pero lo importante aquí no radica en insistir en la naturaleza dialógica del lenguaje (y, por ende, de la denuncia) o en el carácter fundamentalmente relacional de la acción social, sino en precisar las condiciones que hacen posible la comprensión e implicación del oyente en una relación de cara a cara. En este sentido no basta con oponer el ámbito público al privado, o el grupo extenso a las oportunidades de escucha que propicia uno más restringido. Ciertamente y como apunta Scott (1990: 179)Scott, James. 2003 [1990]. Los dominados y el arte de la Resistencia. Tafalla: Era/Txalaparta. la conversación oral entre un pequeño número de individuos facilita la expresión del desacuerdo y es lo que mejor protege al relato y al sujeto de la enunciación. Sin embargo, es fundamental que el discurso se emita ante individuos entre los cuales los márgenes de incertidumbre y de disconformidad son menores. Como algunos autores han señalado en relación a otros contextos (Castillejo Cuellar 2007Castellejo Cuellar, Alejandro. 2007. «La globalización del testimonio: historia, silencio endémico y los usos de la palabra». Antipoda 4: 76-99.; Pollack 1986Pollack, Michael. 1986. «La gestion de l’indicible», Actes de la recherche en science sociales 62-63: 30-53.; Pollack y Heinich 1986Pollack, Michael y Nathalie Heinich. 1986. «Le témoignage», Actes de la Recherche en Sciences Sociales 62-63: 3-29.), salir del silencio y exponer públicamente lo sucedido depende en gran parte de las disposiciones de los receptores (oyente o lector). De otro lado, un elemento constitutivo del entendimiento, y por lo tanto de la liberación de la palabra, es la complicidad. Ya lo he evocado. La implicación de los interlocutores va más allá o es de otra naturaleza que la empatía o capacidad psicológica de ponerse en el lugar del otro y atenderle. Siguiendo el análisis de Pharo (1996: 28-29)Pharo, Patrick. 1996. L’injustice et le mal. París: L’Harmattan., el acuerdo tácito entre los agentes sociales se debe a que el sentimiento de injusticia no deriva solo de una «implicación puramente sensible» (aquella que siente uno en su propia carne). También supone una «implicación moral », aquello que hace que uno resienta también la injusticia en tercera persona. Para esto, es necesario no solo que las acciones injustas sean suficientemente llamativas sino también que uno esté preparado para reconocer el perjuicio y enjuiciarlo de similar modo (Pharo 1996: 55Pharo, Patrick. 1996. L’injustice et le mal. París: L’Harmattan.). Asimismo, en el caso estudiado, se puede argüir que los sujetos se sienten concernidos no solo cognitiva y moralmente sino sensible y afectivamente, debido a que lo narrado evoca situaciones (como mínimo) conocidas y, la mayor parte de las veces, vividas directamente o, al menos, a través de terceros cercanos. Como precisa Keane (2010: 78)Keane, Webb. 2010. «Minds, Surfaces, and Reasons in the Anthropology of Ethics» en M. Lambek (ed.). Ordinary Ethics. Anthropology, Language and Action: 64-83. Nueva York: Fordham University Press. «una descripción debe implícitamente tener en cuenta la perspectiva de los otros, de aquellos que pueden también reconocerlo». Si bien la dimensión dialógica es consubstancial a cualquier juicio, los relatos presentes se insertan dentro un terreno compartido de entendimiento, generado en gran parte por experiencias ciertamente individuales pero comunes, de diversa índole, pero recurrentes. Las similitudes de las experiencias sociales no solo hacen lo dicho reconocible sino que suscitan las identificaciones interpersonales.

2.4 EXPERIENCIAS SOCIALES, GENERALIDAD Y GENERALIZACIÓN

 

Desde este punto de vista, se puede considerar que la experiencia compartida así como el juicio que ésta merece o recibe es lo que permite que lo singular -el suceso narrado- se pueda extrapolar y logre adquirir una alto nivel de generalidad. Los victimarios son -para el sujeto de la enunciación- personas concretas, conocidas, nombradas, con las cuales ha tenido un trato de cara a cara, continuado (jefe) o esporádico (empleado de la administración…); no obstante, las experiencias individuales acaban siendo no solo anonimizadas sino despersonalizadas e intercambiables. El oyente puede fácilmente identificar estos sucesos con un(os) u otro(s) con el (los) que se ha topado o cruzado: ha pasado por idéntico o parecido trance, ha conocido agentes sociales con actitudes similares, le han tratado del mismo o semejante modo, se han dirigido a él con palabras o maneras idénticas... Son hechos que convierten al discurso no sólo en decible sino, sobre todo, en audible y reconocible por los demás. Si bien la necesidad de rendir cuenta de las razones y las justificaciones dependen del contexto social (Keane 2010: 69Keane, Webb. 2010. «Minds, Surfaces, and Reasons in the Anthropology of Ethics» en M. Lambek (ed.). Ordinary Ethics. Anthropology, Language and Action: 64-83. Nueva York: Fordham University Press. ), el marco en el que se dan las conversaciones en los casos expuestos no da lugar -o raramente- a hacerlo: por lo general, el relato de lo ocurrido no requiere explicación ni justificación explícita. Parece que el juicio va de suyo.

Ahora bien, tampoco se debe obviar que esto no se cumple sin el silenciamiento de experiencias contrarias y menos dañinas personal y emocionalmente hablando. En las situaciones comentadas, los agentes sociales (locutor y oyente) tienden a no matizar, a eludir los casos menos discriminatorios de tal modo que lo relatado parece inequívocamente generalizable a todas las demandas, situaciones, ámbitos y personas. Se detecta en dos sentidos. De un lado, se aprecia como la propia dinámica conversacional -la presencia del grupo, la predisposición a escuchar lo ocurrido, el marco fundamentalmente lúdico-, y la narración de un suceso reciente que ocasionó sufrimiento, favorecen que los interlocutores tiendan a silenciar experiencias contrarias que relativizara el testimonio. De otro lado, es preciso recordar como la atención a los microprocesos sociales desvela tanto diferencias de trato como heterogeneidad en las relaciones y respuestas (Castel 2009Castel, Robert. 2009. La montée des incertitudes. Travail, protections, statut de l’individu. París: Seuil.; Corcuff 2012Corcuff, Philippe. 2012. «De la domination à ce qui lui échappe» en Philippe Corcuff. Où est passée la critique sociale? Penser le global au croisement des savoirs: 59-84. París: La Découverte.; Fassin 2010; Siblot 2006Siblot, Yasmine. 2006. Faire valoir ses droits au quotidien. Les services publics dans les quartiers populaires. París: Sciences Po Presses.; Spire 2008Spire, Alexis. 2008. Accueillir ou reconduire. Enquête sur les guichets d’immigration. París: Raisons d’Agir.)11Las entrevistas en profundidad y realizadas en ámbitos privados constituyen una ocasión más favorable para obtener informaciones menos esquemáticas sobre el trato recibido, especialmente en los servicios sociales. . Si bien el «incremento en generalidad » (Boltanski)-generador de legitimidad y de un mínimo consenso- es un rasgo fundamental de la crítica ordinaria en tanto que es constitutiva de la atención y de la recepción, el procedimiento deja en entredicho que los comportamientos denunciados no son totalmente generalizados ni generalizables: por omisión o deferencia, conscientemente o no, el acuerdo y el reconocimiento se logran en detrimento de la restitución del elenco de situaciones y experiencias vividas o conocidas.

2.5 LÓGICAS VALORATIVAS

 

Cuestiones de otro calado conciernen a la distinción entre la escena contada y la narración propiamente dicha. Las separan diversos aspectos entre los cuales destacan la diferencia entre lo acaecido y su reconfiguración ex post en un relato hablado, así como la mediación de las reinterpretaciones que intervienen entre medias. No obstante resulta todavía más importante la diferencia señalada por Lambek (2010)Lambek, Michael. 2010. «Toward an Ethics of the Act» en Michael Lambek (ed.) Ordinary Ethics. Anthropology, Language and Action: 39-63. Nueva York: Fordham University Press. entre el «juicio inmediato» y el «juicio retrospectivo»: concretamente, aquel que ha guiado la actuación del agente social al suceder los hechos frente a la valoración expresada posteriormente al relatarlos, estando ya fuera del juego y sin correr riesgo de represalias.

El juicio inmediato se refiere por lo general al proceso en el que el protagonista de la situación ha adecuado su acción al marco social en el que se movía, según como entendiera su posición (trabajador, demandante de servicios...) o su interés. Por el contrario, el juicio retrospectivo hecho explícito en el diálogo no tiene más propósito a priori que relatar lo sucedido. En este último contexto, el sujeto de la enunciación se presenta como un testigo directo y, podríamos decir, provisional y aparentemente imparcial: evoca algo que le ha sucedido o que ha presenciado pero de lo que, como si de un espectador se tratase, se distancia reflexiva y críticamente. Sus decires quieren ser (se presentan como, y se supone que son) una descripción o réplica de la escena. En este sentido, se aprecia un desfase comparable al señalado por Scott (2003 [1990])Scott, James. 2003 [1990]. Los dominados y el arte de la Resistencia. Tafalla: Era/Txalaparta. entre el «discurso público» (aquello que las acciones evidencian) y el «discurso oculto» (lo que el sujeto opina pero no trasciende). Mientras el primero pone en juego el juicio inmediato, el segundo articula el retrospectivo. La cuestión rebasa lo que sugeriría un análisis meramente situacional y político; a pesar de referirse a la misma secuencia, ambas escenas, lo sucedido y lo narrado, apuntan por lo general a economías morales y subjetividades éticas diferentes.

Siguiendo a Scott, se podría entender el desajuste entre lo sucedido y lo narrado como el resultado de una resistencia -o al menos, de una oposición- de parte del dominado ante la subordinación. Pero tal vez fuera esta una interpretación demasiado restrictiva y unilateral. Cabe verlo como una manifestación de autonomía relativa del sujeto y del carácter marginal de la dependencia desde el punto de vista subjetivo. Por contradictorias que sean las acciones (discursivas y no discursivas) protagonizadas por el mismo individuo en los distintos contextos, este las valora de diferente modo y no las vive ni considera como incompatibles. Las situaciones responden a mundos diferentes, regidos por «lógicas de acción» (Thévenot 2006Thévenot, Laurent. 2006. L’action au pluriel. Sociologie des régimes d’engagement. París: La Découverte.) ellas mismas diferentes y, por lo tanto, como legítimas las divergencias discursivas y comportamentales. En un caso los agentes sociales se someten a la estructura del campo en el que actúan y a la posición que ocupan en él; en el otro, están desinhibidos de las sujeciones que aquel implica y expresan sus convicciones y valores personales. Siguiendo a Foucault (1984)Foucault, Michel. 1984. L’usage des plaisirs. París: Gallimard., se puede considerar que se trata de dos tipos de «conductas éticas», dos maneras de constituirse los individuos como sujetos morales, ellas mismas constitutivas de distintas «subjetividades éticas»12Las distintas respuestas no se deben entender en los términos de un ‘hombre plural’ (Lahire 1998Lahire, Bernard.1998. L’homme pluriel. Les ressorts de la action. París: Éditions Nathan.), como sistemas de disposiciones incorporadas diferentes sino, más bien, como un juego en el que el sujeto simula estar conforme con la situación y la subordinación. Pero tampoco se debe entender como algo individual. La referencia a unas «economías morales» diferentes tiene precisamente el interés de recordar, siguiendo a Daston (2014 [1995]: 24)Daston, Lorraine. 2014 [1985]. L’économie morale des sciences modernes. Jugements, émotions et valeurs. París: Éditions La Découverte. que se trata de «estados mentales colectivos».. Como Keane (2010: 69)Keane, Webb. 2010. «Minds, Surfaces, and Reasons in the Anthropology of Ethics» en M. Lambek (ed.). Ordinary Ethics. Anthropology, Language and Action: 64-83. Nueva York: Fordham University Press. destaca, la ética «no forma un todo único»; los individuos «estamos a veces en el corazón de la acción; otras veces parecemos apartados de la misma». Las prácticas y los comportamientos permanecen en cierto modo desconectados y jerarquizados tanto cognitiva como valorativamente. Desde el punto de vista subjetivo, el agente social no considera que sus acciones, actitudes y reacciones frente a individuos de los que depende sean ilustrativos de su ética personal; son estrategias que responden a situaciones adversas y subalternas. Por el contrario, tiende a identificarse con la presentación de sí que hace ante sus iguales, tal y como su relato, las valoraciones que este contiene y su capacidad crítica lo objetivan.

Asimismo, las conversaciones son a menudo actos que -como cuando acaecieron los asuntos relatados- condensan mucha afectividad y emotividad. «Las emociones -afirma Parish (2010: 300)Parish, Steven. 2013 [2004]. «Sentiments et conscience» en Fassin, Didier y Samuel Lezé. La question morale. Une anthologie critique: 298-310. París: PUF.- son juicios sociales encarnados». Expresiones directas de ello serían «las ganas» de llorar a las que se alude frecuentemente refiriéndose al momento en el que los sujetos se ven impedidos de llevar a cabo una gestión o de responder, oponerse, denunciar o expresar la rabia… Pero también lo delata a posteriori la vehemencia relativa del discurso al narrar lo sucedido, manifestada en los términos utilizados, más o menos crudos o rotundos, el tono de la voz, las exclamaciones, las risas sardónicas o medio ahogadas, la cadencia de los decires, las interrupciones anticipándose a las palabras del contertulio así como, las apelaciones al respeto … Interpretado en términos psicológicos, la acción de relatar lo ocurrido ante terceros pareciera funcionar como un escape de tensiones acumuladas. Más importante tal vez sea recalcar que el sujeto muestra que no está totalmente impotente y dominado. Tras la afectación, los modos de expresión de la disconformidad traducen su capacidad de juzgar, afirmarse, incidir en el curso de las cosas (Foucault 2001Foucault, Michel. 2001. «El sujeto y el poder», en Dreyfus Hubert, Paul Rabinow y Michel Foucault. Más allá del estructuralismo y de la hermenéutica. Buenos Aires: Edición Nueva Visión. ) así como desenmascarar la absurdidad, la irracionalidad, la ilegalidad o la injusticia, de la situación.

Ahora bien, como advierte Boltanski (1993: 101)Boltanski, Luc. 1993. La souffrance à distance. París: Metailié. para que el objeto de la denuncia o la reivindicación sean reconocidos como legítimos, es recomendable que las muestras de afectación sean mínimas. Los relatos entre pares que desvela el discurso oculto ponen así en juego una doble tensión, entre la base empírica -constitutiva del discurso público- y el modo en el que se narra, y entre la experiencia particular y lo extrapolable a otros hechos o casos.

3. A MODO DE CONCLUSIÓN: EL SENTIDO DE LA JUSTICIA

 

Siguiendo la sugerencia de Pharo (1996)Pharo, Patrick. 1996. L’injustice et le mal. París: L’Harmattan., conviene distinguir analíticamente la base empírica que es objeto de la denuncia y el juicio que condena los hechos. Ello invita a plantearse cómo los agentes sociales construyen lo justo. A este respecto, los diálogos citados permiten destacar varias dimensiones cuyo núcleo gira en torno a la reivindicación de un mayor reconocimiento social y de más equidad entre las personas. En las líneas que siguen retomaré, pues, las principales formas en las que se manifiesta, declina y subjetiva, entendiendo que son representativas de la economía moral en la que se basan dichas críticas ordinarias.

La ausencia de pautas claras no sólo genera desconcierto sino también repercute en el agente social, engendrando indeterminación, inseguridad, vulnerabilidad e, incluso, riesgos de exclusión social. Se traduce en consecuencias diversas tanto cognitivas (desconocimientos, no saber a qué atenerse) como materiales (perder tiempo, tener más gastos en papeles, desplazamientos inútiles, restar oportunidades de trabajo, no proceder a la reagrupación familiar...) y en agravios comparativos. En última instancia esto se considera como faltas de atención -y formas de desprecio- hacia el usuario, en general y, más precisamente, hacia el inmigrante. En este sentido lo que se percibe como malos modales o, incluso, malos tratos, se interpreta como la objetivación y consecuencia explícita de dicha falta de miramientos. Así, un comentario comprensivo como el de una de las participantes al excusar la actitud de la empleada administrativa («¡estaría cabreada la mujer!») pierde fuerza ante la recurrencia de situaciones similares y, en el marco mismo de la conversación, ante la reacción emotiva de la persona afectada.

El conjunto converge hacia una reivindicación de reconocimiento de igual dignidad de las personas, independientemente de su grupo social y procedencia: se entiende que un trato justo es un trato de igual a igual y debe traducirse tanto en las relaciones interpersonales como en la posibilidad de disfrutar de condiciones de vida básicas. La apelación a los Derechos Humanos constituye a este respecto una herramienta útil y legítima en la que apoyarse. En efecto, no se cuestiona únicamente la gestión y razón administrativa, con sus requisitos y jerarquías más o menos arbitrarias. En el ámbito laboral, la negación de derechos se traduce no solo en la desigualdad y la subordinación de los inmigrantes con respecto a los españoles, sino en prácticas incompatibles con, y antitéticas de, la igualdad, a saber, el abuso del otro por parte de los empleadores («la explotación») y el aprovechamiento de su vulnerabilidad social. Los agentes sociales no se limitan a señalar las diferencias comparativas de las condiciones laborales y a dar cuenta de ellas. Reprochan la invisibilización de su papel social desvirtuándolo y convirtiendo el hecho de «tener trabajo» en «suerte», sin consideración alguna de las irregularidades e injusticias que se cometen en detrimento suyo. Como se ha indicado, denuncian la falta de voluntad e incapacidad de los jefes o jefas para reconocer la calidad de su cometido más allá de meras declaraciones de agrado y satisfacción, es decir, compensándolo por un salario adecuado y respetando la legislación laboral vigente (contrato, pago de la Seguridad social, vacaciones, horas extraordinarias…). En definitiva, en vez de ser deudor el empleador, parece serlo el trabajador: la negación de la desigualdad llega, pues, a su colmo cuando no solo se invierte la relación sino que se trasmuta en valor simbólico («agradecimientos ») el coste económico que debería remunerar el trabajo de manera justa.

Todo ello es entendido como manifestaciones de desprecio de la persona que el trabajador inmigrante, al juzgarlas inapropiadas e injustas, critica en ámbitos privados o semi-públicos mediante distintas formulaciones irónicas. La diferencia entre la «base empírica» y el «juicio moral» emitido al respecto sorprende menos a la luz de la distinción entre «juicio inmediato» y «juicio a posteriori». En realidad, ambas situaciones remiten a mundos diferentes donde se ponen en juego y yuxtaponen lógicas de acción y economías morales a su vez diferentes, hechas compatibles gracias a la desvinculación material y social de los contextos en los que se ejercen.

Si se las compara, la ética que articula la conversación entre pares entra en conflicto con la que orientó la acción tal como se dio en el momento y en la situación en que se produjo. Esta última en efecto parte del presupuesto de que el agente social está en una situación de sumisión y de sujeción (derivada de la condición de inmigrante y de demandante) que obliga (al menos en parte, para no comprometer lo adquirido) a aceptar las condiciones impuestas a pesar de no compartir los juicios que la sustentan; la incorporación y subjetivación de la relación de subordinación en formas de actuar, comportarse y callar relativamente estables asegura la perennidad de la relación. En cambio, el «discurso oculto» hecho explícito fuera de juego y ante iguales, está libre de las coerciones que aquella impone, y permite no solo juzgar el comportamiento ajeno sino reivindicar -apoyándose en la ideología de los derechos humanos y en los argumentos que proporciona la legislación española vigente- más respeto, igualdad, justeza y justicia13En este contexto y como Boltanski (1990)Boltanski, Luc. 1990. L’amour et la justice comme compétences. París: Metailié. apela a hacerlo, parece oportuno distinguir la justeza de la justicia. . Dentro de este marco social restringido y libre de constreñimientos externos, los agentes sociales se otorgan la posibilidad de manifestar su propio sentir y sus valores, y de recobrar momentánea y subrepticiamente la autonomía y la dignidad personal que la dependencia -en el contexto social, político y laboral actuales- les resta de manera recurrente en la cotidianeidad. Asimismo, la puesta en evidencia de la insensatez de muchas situaciones de manera humorística constituye un modo de expresión que salva el abismo práctico, ideológico y moral que separa las distintas actuaciones de los sujetos en función de donde estén y de lo que esté en juego.

NOTAS

 
*

Los fragmentos analizados proceden de un trabajo de campo realizado en la provincia de Almería entre 2012 y 2014, en el marco del Proyecto I+D «Aproximación antropológico social de la vulnerabilidad y de los derechos humanos» (CS2011-25322).

1

En este sentido, tiene que quedar claro que no se trata de restituir una muestra basada en criterios de representatividad estadística de las prácticas, denuncias y testimonios.

2

Me introdujo una de las contertulias (a la que había entrevistado el año anterior a estos encuentros) dando todo lujo de detalles sobre quién era yo, lo que hacía y, sobre todo, la persona de referencia que me había recomendado a ella. Me comentó en aparte que era conveniente decirlo porque la referencia a esta persona era la mejor carta de presentación de cara a sus compañeros y compañeras, para que no desconfiaran de mí. A raíz de estos encuentros repetidos, tuve luego la oportunidad de hacer entrevistas con alguno y algunas de los presentes. Esto sirvió como complemento importante en la medida en que, como dejo constancia en las líneas que siguen, permitió situar sociológicamente los discursos con respecto al abanico de situaciones conocidas a nivel local.

3

Hay que precisar que los varones solían participar poco. De hecho, todas las citas de este texto proceden de mujeres.

4

La advertencia no es baladí. Aunque la caracterización de los agentes sociales que sigue sea suficiente a efectos de ubicación y comprensión de sus decires inmediatos, conviene no reducir su implicación personal y afectiva a datos puntuales de índole sociológico. Como defiende Veena Das, los acontecimientos pasados siguen notándose «en el margen» (Das 2007: 8, 10Das, Veena. 2007. Life and Words. Violence and the Descent into the Ordinary. Los Angeles-Londres: University California Press.), y en particular en las historias, gestos y conversaciones (ibídem: 97), así como en la anticipación del presente. Se constata a menudo su permanencia (aunque no se exprese verbalmente, como también señala dicha autora) en temas o acciones relativos a la inserción en el país de acogida.

5

De hecho no era infrecuente que aludieran a estas diferencias y dejaran constancia de casos de mayor discriminación que la que padecían ellos.

6

A nivel local, la población de origen latinoamericano constituía entonces el mayor contingente de inmigrantes. La mayoría de ellos procedían de Bolivia, Ecuador y Colombia, y en mucho menor medida de Perú y Costa Rica.

7

Considero importante subrayar esta cuestión porque la similar situación de inmigrantes y la común procedencia latinoamericana de los agentes sociales podría inducir a interpretaciones erróneas de lo que se pretende en el desarrollo del artículo: no se trata en absoluto de dar cuenta de un modelo discursivo distintivo que caracterizara, supuestamente, a una población dominada y, menos aún, a las inmigrantes “latinoamericanas”.

8

En un artículo anterior señalé como, a falta de requisitos claros, son los propios servicios de información a los inmigrantes quienes aconsejan que lleven consigo un sinfín de papeles para prevenir que se retrase el proceso una vez llegado el momento de entregar la documentación (Devillard 2013Devillard, Marie José. 2013 «La inmigración como una prueba social y los márgenes legales del desencuentro. Políticas públicas, prácticas sociales y construcción de la persona». Política y sociedad 52 (3): 897-920.).

9

Ver también Parajuá y otros 2014Parajua Daniel, Débora Ávila, Adela Franzé y Marie José Devillard. 2014. «Desdibujando derechos: políticas públicas, vulnerabilidad y formas reincidentes de desamparo» en Rivas Rivas, Ana y Begoña Leyra (eds.). Políticas públicas y nuevas formas de gobernabilidad social: 530-547. Tarragona: Universitat Rovira i Virgili..

10

Retomo aquí la distinción que Pharo introduce para diferenciar los distintos modos de enfrentarse a la injusticia. Me interesa especialmente aquí la diferenciación entre la «injusticia en primera persona» y la «injusticia en tercera persona ». Mientras la primera es padecida, la segunda es aquella de la que «uno no es la víctima ni el agente [responsable], (…) sino testigo» (Pharo, 1996: 19Pharo, Patrick. 1996. L’injustice et le mal. París: L’Harmattan.). Según los momentos y circunstancias uno encara la injusticia de una u otra manera.

11

Las entrevistas en profundidad y realizadas en ámbitos privados constituyen una ocasión más favorable para obtener informaciones menos esquemáticas sobre el trato recibido, especialmente en los servicios sociales.

12

Las distintas respuestas no se deben entender en los términos de un ‘hombre plural’ (Lahire 1998Lahire, Bernard.1998. L’homme pluriel. Les ressorts de la action. París: Éditions Nathan.), como sistemas de disposiciones incorporadas diferentes sino, más bien, como un juego en el que el sujeto simula estar conforme con la situación y la subordinación. Pero tampoco se debe entender como algo individual. La referencia a unas «economías morales» diferentes tiene precisamente el interés de recordar, siguiendo a Daston (2014 [1995]: 24)Daston, Lorraine. 2014 [1985]. L’économie morale des sciences modernes. Jugements, émotions et valeurs. París: Éditions La Découverte. que se trata de «estados mentales colectivos».

13

En este contexto y como Boltanski (1990)Boltanski, Luc. 1990. L’amour et la justice comme compétences. París: Metailié. apela a hacerlo, parece oportuno distinguir la justeza de la justicia.

4. BIBLIOGRAFÍA CITADA

 

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