RESUMEN

Para la mayoría de los americanistas Jehan A. Vellard (1901-‍1996) es un desconocido. Para muchos es apenas una referencia bibliográfica más, y para otros tan solo el médico que acompañó al Mato Grosso a Claude Lévi-Strauss. Definitivamente Vellard no es un contemporáneo: su obra resulta anticuada, poco glamorosa y carece de potencia heurística, mientras que su autor se presenta como un ancestro incómodo, antipático, que nadie reivindica. Sin embargo, contentarse con este diagnóstico sería demasiado fácil. El descarte disciplinar de la figura de Vellard deja escapar una personalidad polifacética, testigo de tiempos críticos para el Chaco, los Andes o la Amazonía, y al mismo tiempo una obra que combina la etnografía, la antropología física, la lingüística, la arqueología y la biología. Se trata, entonces, de revisar desapasionadamente algunas de las expediciones científicas que Vellard realiza para el Museo del Trocadero en la década de 1930, en particular los viajes al Paraguay (1931-‍1932) en vísperas de la guerra del Chaco y al Mato Grosso (1938) en la famosa expedición con Lévi-Strauss, y de repasar las circunstancias específicas en las cuales se conformó una parte de las colecciones del museo. Al mismo tiempo, el análisis permite echar luz sobre las ambigüedades del legado personal y científico de Vellard.

Palabras clave: Historia del americanismo; Historia de la antropología; Amazonía; Chaco; Etnología; Colecciones etnográficas; Jehan A. Vellard; Claude Lévi-Strauss.

ABSTRACT

For most Americanist scholars, Jehan Albert Vellard (1901-‍1996) is relatively unknown. He may appear as a passing bibliographical reference, or at best as the doctor of medicine who joined Claude Lévi-Strauss on his trip to Mato Grosso. Vellard the Americanist is definitely not a contemporary author: to us, his works may seem antiquated, devoid of glamour and heuristic potential, while the author himself appears as an awkward and unpleasant ancestor whom nobody defends. Yet, such a diagnosis is simplistic and premature. This customary dismissal of Vellard prevents us from grasping his multifaceted personality, his role as a key witness at a critical moment for Chaco, the Andes and the Amazon, and his scientific research which combined ethnography, physical anthropology, linguistics, archaeology and biology. This paper therefore revisits some of the anthropological expeditions in which Jehan Vellard took part during the 1930s, commissioned by the Musée d'Ethnographie du Trocadéro, and particularly his voyage to Paraguay (1931-‍1932) during the Chaco War and the famous Mato Grosso expedition (1938) with Lévi-Strauss. The aim is to reconstruct the specific context in which part of the Museum’s anthropological collections were formed, while at the same time shedding light on the ambiguities of the personal and scientific legacy of Jehan Vellard.

Keywords: History of Americanism; History of Anthropology; Amazon; Chaco; Ethnology; Anthropological collections; Jehan A. Vellard; Claude Lévi-Strauss.

Cómo citar este artículo / Citation: Villar, Diego. 2020. «Los viajes del doctor Vellard». Disparidades. Revista de Antropología 75(1): e002. doi: <https://doi.org/10.3989/dra.2020.002>.

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. PARAGUAY, 1931-‍1932: FORTINES, TIROTEOS E INVENTARIO
  4. INTERLUDIO: PIGMALIÓN AMERINDIO
  5. BRASIL, 1938: A TRAVÉS DE LA SELVA EN TELÉGRAFO
  6. LA FILIACIÓN IMPOSIBLE
  7. ARCHIVOS
  8. NOTAS
  9. BIBLIOGRAFÍA CITADA

Para la mayoría de los americanistas, Jehan A. Vellard (1901-‍1996) es un desconocido; para algunos es apenas una referencia bibliográfica más, y para otros tan solo el médico que acompañó al Mato-Grosso a Claude Lévi-Strauss. Limitándonos solo a la academia francesa: ¿cómo es posible que no cite su trabajo Pierre Clastres, que trabaja con los guayakis apenas treinta años después? ( ‍Clastres, Pierre. 1964. «Compte rendu de mission chez les Indiens Guayaki». L’Homme 4(2): 122-125. doi: < https://doi.org/10.3406/hom.1964.366647>.Clastres 1964,  ‍Clastres, Pierre. 1967. «Ethnologie des Indiens Guayaki. La vie sociale de la tribu». L’Homme 7(4): 5-24. doi: < https://doi.org/10.3406/hom.1967.366917>.1967,  ‍Clastres, Pierre. 1998. Crónica de los indios Guayaquís. Barcelona: Alta Fulla.1998) ¿O que al estudiar los venenos yanomamis Jacques Lizot ( ‍Lizot, Jacques. 1972. «Poisons yanõmami de chasse, de guerre et de pêche». Antropológica 31: 3-20.1972: 3) declare que conoce el clásico libro de Vellard sobre el curare, pero prefiere ignorarlo? Podrían multiplicarse los ejemplos, pero, definitivamente, no es un contemporáneo. Su obra nos parece poco glamorosa y hasta anticuada. No tiene potencia heurística y, a diferencia de otros ancestros disciplinarios, no anticipa las preocupaciones de la antropología actual. Ni siquiera es un gran escritor. Desterrado del linaje prestigioso de Nimuendaju, Nordenskiöld o el propio Lévi-Strauss, Vellard se nos presenta como un personaje incómodo, antipático, que nadie revindica.

Sin embargo, contentarse con ese diagnóstico sería demasiado fácil. El descarte en bloque de la obra de Vellard seguramente tiene razones más profundas. Porque, a la vez, hay que preguntarse si no deja escapar un personaje polifacético, testigo de tiempos críticos para el Chaco, los Andes o la Amazonía, y asimismo una obra científica que combina la etnografía, la antropología física, la lingüística, la arqueología y la biología. Las investigaciones de Vellard sobre el curare o los venenos animales son todavía clásicos de referencia ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1936. Le Venin des araignées. París: Masson.Vellard 1936,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939c. «Préparation du curare par les Ñambikwara». Journal de la Société des Américanistes 31: 211-222.1939c,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1965. Histoire du curare, les poisons de chasse en Amérique du Sud. París: Gallimard.1965). Pero también era un gran fotógrafo. Y, de forma más sorprendente, fue narrador de Vuelve Sebastiana (1953), primer film boliviano en obtener un premio internacional. No se trata entonces de trazar un revisionismo que anule las contradicciones de la figura de Vellard, pero sí de revisar algunas de las expediciones que realiza para el Museo del Trocadero en la década de 1930, en particular los viajes al Paraguay y al Mato Grosso, y de repasar las circunstancias específicas en las cuales se conforma parte de las colecciones etnográficas del museo ‍[2].

PARAGUAY, 1931-‍1932: FORTINES, TIROTEOS E INVENTARIO[Subir]

En 1931, Paul Rivet encomienda a Vellard una misión de campo al Paraguay para el Trocadero y el Muséum national d’histoire naturelle (MNHN). El objetivo es documentar «la etnografía y la historia natural» del país y estrechar relaciones científicas con los círculos intelectuales paraguayos

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 27-‍03-1931 (MNHN, 2 AP 1 C). Junto a Marcel Mauss, Rivet era secretario general del Institut d’ethnologie, donde Mauss formaba a los jóvenes antropólogos –pero también funcionarios coloniales, estudiantes y público general– siguiendo la agenda metodológica de una «etnología descriptiva» de corte comparativo, meticuloso y detallista (

Hirsch, Thomas. 2017. «I’m the whole show. Marcel Mauss professeur à l’Institut d’ethnologie», en Christine Laurière y Carine Peltier-Caroff (eds.), Les Années folles de l’ethnographie. Trocadéro 28-37: 341-403. París: Muséum national d’histoire naturelle.

Hirsch 2017
).

‍[3]
:

El objetivo principal era realizar estudios etnográficos sobre las tribus menos conocidas de Paraguay y reunir colecciones para el Trocadero y el Museum. Al mismo tiempo recogí todas las observaciones, documentos y colecciones que pude reunir sobre la historia natural y la biología de las regiones que visité ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 325)

Ver, asimismo, carta de J. Vellard a P. Rivet, 06-‍05-1931 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[4]
.

Junto a su madre Amélie, Vellard emprende una estadía que duraría desde mediados de julio de 1931 hasta comienzos de 1933, incluyendo el inicio de la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (1932-‍1935).

El Chaco boreal está ocupado por fuerzas militares y el periplo se transforma en una negociación constante con las autoridades castrenses. Desde su misma génesis se percibe la impronta marcial de la expedición al Chaco que dura tres meses y medio que van desde el 2 de septiembre al 21 de diciembre de 1931. Vellard se asesora con el general ruso Ian Belaieff, enrolado en el ejército paraguayo, que conoce la región y particularmente a los makás, y juntos planean expediciones a los lengua-maskoi, sanapanás, angaités, ayoreos y chamacocos

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 15-‍04-1931 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[5]
. Equipado con salvoconductos militares y dotado de un guía por el Ministerio de Guerra –el sargento mestizo Escobar–, Vellard visita a los tobas de Espinillo y Laguna Müller. La experiencia es frustrante: privados de su territorio, sumidos en la «miseria profunda», los harapientos indígenas poco tienen que ver con los soberbios jinetes guaycurúes de las fuentes jesuitas: «Solo pude recoger un vocabulario, muy pocos objetos interesantes y algunas medidas antropométricas» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 326-‍327). También intenta excavar una tumba junto a su compatriota Jojot, pero debe detenerse al percibir el notorio malestar de los indígenas ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 298-‍299).

Comienza luego la experiencia de la drôle de guerre chaqueña: «Mi itinerario debía seguir la línea de los fortines avanzados, único camino posible» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 304). Hambreadas, enfermas, desabastecidas, las guarniciones viven una existencia digna de una novela. Escobar se esfuma, borracho, poco antes de llegar a Fuerte Bruguez:

A pocos cientos de metros de una decena de ranchos, el único pueblo de la orilla paraguaya, dos toscas chozas de barro con techo de paja, un corralito para el ganado, una carreta de bueyes desacoplada y nadie a la vista cuando llegamos: así encontré el primer fortín del Chaco. Solo el alto mástil sin bandera indicaba un puesto militar ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 299).

Únicamente hay mujeres y niños: los soldados han salido a perseguir ladrones de ganado mientras el único militar a la vista combate las langostas que amenazan los sembradíos. Cuando la tropa regresa anuncia un ataque inminente y corren rumores sobre un gigante negro, desnudo, que recorre el río con un enorme cuchillo –se trata finalmente del fugitivo sargento Escobar, que más tarde, en una de las ironías de la historia, sería nombrado comandante del fortín–.

Vellard contrata unos soldados guaraní-hablantes como guías, y prosigue camino hacia Fuerte Delgado, donde las condiciones físicas son extremas y el río no conserva más que unos pocos centímetros de agua. Allí estudia la fauna acuática y se esfuerza por llegar a Fuerte Aquino. El precario fortín consiste de ranchos destartalados con medio centenar de hombres: los uniformes están hechos jirones, los caballos están muertos, el agua escasea, la dieta está racionada, los suministros no llegan desde hace meses, la radio no funciona y nadie ha anunciado su visita. Vellard tarda dos días en encontrar a los makás, que han huido al monte por una epidemia de viruela. Comprueba aliviado que son hospitalarios y que incluso saben algunas palabras en guaraní:

Pero a cambio de la cosa más nimia pedían muchos regalos, sin la menor noción del valor de las cosas. A cambio de una manta uno pidió mi caballo, mi escopeta o un silbatito de pocos centavos. Cada mañana mi choza se llenaba de indios que venían a buscar algún presente, sobre todo mujeres de senos caídos que escupían, se despiojaban, se depilaban y hablaban en voz lenta. Pasaba el día yendo de choza en choza, preguntando, anotando, comprando muchas cosas; a veces acompañaba a los hombres a cazar. Gané rápidamente su confianza y reuní una linda colección para el Trocadero, con muchos apuntes sobre su religión, sus costumbres, sus tradiciones, etc. ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 303).

Envalentonado, parte en mula hacia el Chaco central pero el calor y los mosquitos son un suplicio y pierde en el camino buena parte de sus placas fotográficas. En Fuerte Genes y Mariscal López, a pocos kilómetros de las posiciones bolivianas, encuentra grupos desperdigados de makás y mínimas guarniciones militares abandonadas a su suerte. Finalmente llega a Fortín Nanawa, el más importante bastión paraguayo. Evidentemente es un mal momento: recrudecen los enfrentamientos con las tropas bolivianas, acuarteladas a una veintena de kilómetros, y la nerviosa guarnición ha sufrido más de treinta bajas. Por si fuera poco, el cambio de autoridades deja sin efecto los salvoconductos de Vellard y el capitán se niega a permitir que prosiga su viaje ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 306). Frustrado, espera una solución mientras se instala entre los makás y completa sus notas antropológicas y lingüísticas. Finalmente llegan nuevas instrucciones que lo autorizan a continuar y decide visitar a los indígenas lenguas de las misiones anglicanas, pero por razones que ignora los militares lo desarman, lo arrestan y lo escoltan hasta Concepción. Tras aclarar el malentendido, finaliza su periplo chaqueño.

El desencanto no dura. Guiado por el paraguayo Robustiano Vera, en enero de 1932 realiza excavaciones arqueológicas y paleontológicas en los alrededores de Asunción ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 309-‍310). Mientras tanto es invitado a una estancia junto a su madre, y planea un segundo viaje a Villa Rica, Ajos y Caaguasú. Los anfitriones son colonos que descienden del botánico Benjamín Balanza, antiguo corresponsal del MNHN y la Sociedad Botánica francesa

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 02-‍05-1932, p. 5 (MNHN, 2 AM 1 K96e).

‍[6]
. En ese entorno propicio trabaja con los «mbwiha» (mbia), un grupo de guaraníes enemistados con los guayakis y en contacto asiduo con los colonos. Si bien «los mbwiha son muy reservados acerca de sus creencias y tradiciones», los regalos, la atención médica y la sensación que provoca Vellard al capturar animales venenosos con las manos desnudas gradualmente gana su confianza, y se propaga el rumor de que posee una «electricidad» que paraliza personas y animales. Haciendo «uso y abuso» de esa creencia logra reunir numerosos objetos para el Trocadero y recopila los encantamientos rituales para invocar la protección de las divinidades ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 314,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.1939a: 49). A la vez, lamenta no encontrar una tumba ni poder avanzar con la antropología física: «Un solo mbwiha aceptó dejarse medir; con mucha dificultad estudié los grupos sanguíneos de tres indios de esta tribu» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 329).

A pedido de Rivet, emprende luego el estudio de los guayakis. El interés es claro: «Sin ningún contacto directo con otros indios o con civilizados, los guayaquis todavía viven como se vivía en Europa en el neolítico» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 13). Anota:

Los guayakis cuentan entre los indios más difícilmente accesibles. Viven en grupos reducidos con un promedio de cinco a ocho individuos, en las zonas más espesas y alejadas de la selva, sin construir campamento fijo y se desplazan casi diariamente. No tienen ningún contacto con los civilizados, ni con los otros indios que los persiguen como si fueran animales dañinos; atacan por su parte a los cazadores y a los trabajadores aislados en el monte ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 315).

Aislados, nómadas, animalizados: todas las imágenes de la barbarie están ahí. Los guayakis se acercan furtivamente a las estancias, matan ganado a flechazos y lo carnean con hachas de piedra; roban las herramientas que no tienen y el maíz y la mandioca que no cultivan. Los estancieros los exterminan: «para ellos los guayakis son animales dañinos, bestias hediondas que deben eliminarse. Pero, curiosa contradicción, perdonan a los niños a los que crían luego con cuidado y ternura en las haciendas» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 40). Vellard recoge varias historias de enfrentamientos con los guayakis que le hacen suponer que una convivencia intensiva será imposible, y que el intento de estudiarlos será algo parecido a una «captura»: «El modo de hacer es tal vez algo brutal y realmente no sé qué resultados podría dar»

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 15 de abril de 1931 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[7]
. Forzados al ultranomadismo por el avance de haciendas, obrajes y yerbales sobre sus tierras, los guayakis sobreviven en las condiciones más simples, sin industria ni agricultura, atomizados en pequeñas hordas errantes, último estertor de «una civilización muriente llamada a desaparecer en pocos años» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 14). Para la agenda museológica, el corolario es grave: «Los museos tienen muy pocos objetos guayakis y los datos sobre ellos en la literatura americanista son extremadamente pobres» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 315)

Tal vez por eso el aislamiento guayaki es un auténtico leitmotiv de la narración (

Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.

Vellard 1939a: 41, 43, 69, 117
). El tropo del minimalismo material de estos indígenas, «más interesante por lo que les falta que por lo que tienen», es parte fundamental del discurso del ultranomadismo, y se repite una y otra vez la letanía sobre objetos escasos, elementales, repetitivos, sin decoración, estrictamente utilitarios (

Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.

Vellard 1939a: 39, 115-‍116
). Hay, en suma, un intento deliberado por situar al grupo en una especie de «grado cero» de lo social.

‍[8]
.

Con un puñado de peones paraguayos e indígenas mbwiha Vellard organiza cuatro expediciones para encontrar a los guayakis. Como no pueden cazar, puesto que los disparos ahuyentarían a los indígenas, deben cargar todas las provisiones, lo que reduce su autonomía. Del 10 al 28 de marzo, la primera partida ni siquiera logra rastrear a los guayakis y apenas logran encontrar campamentos abandonados.

La segunda expedición parte el 14 de abril y otra vez, apenas perciben su presencia, los guayakis se esfuman. Finalmente, en medio de la selva, oyen llorar a un niño. Los guías mbwiha huyen aterrorizados pero los peones criollos avanzan y se topan con medio centenar de guayakis fabricando flechas y preparando comida en un clima de serenidad total. Por la noche Vellard y sus hombres se retiran al lecho seco de un arroyo cercano. Pero a la madrugada, cuando intentan regresar, los indígenas los sorprenden con una andanada de flechazos. Vellard había dado la orden de tirar al aire en esos casos, pero todo el mundo dispara alocadamente y un indígena cae herido. Los guayakis huyen. Hacen un rápido inventario de los objetos del campamento mientras los indígenas arrojan de vez en cuando más flechas, con lo cual ordena cargar «los objetos para el Trocadero» y regresar, no sin que los ataquen tres veces más por el camino ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1932. «Exploration du Dr Vellard au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 24(1): 215-218.Vellard 1932: 216,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.1933: 320,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.1939a: 62-‍63).

En la estancia lo aguarda una sorpresa. Los mbwihas fugitivos han vuelto poco antes con un tarro de miel, un coatí y una niñita guayaki atada y amordazada. Confiesan que al huir se toparon con dos mujeres y la niña, intentan violar a las mujeres, que si embargo logran escapar, y se apropian del bebé para venderlo: «Varios estancieros de la región han comprado de esta manera a niños guayakis, les crían en casa y de hecho les tratan muy bien; estos niños se compran en 200 a 300 pesos paraguayos, un centenar de francos» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 320). Vellard les quita a la niña y la entrega a Amélie. La nombran Marie-Yvonne.

Vellard parte en mayo en una tercera expedición, con la idea de verificar la turbia historia de los guías mbwiha. Logra dar con el segundo campamento y al volver, en un bosque de naranjos, encuentra otro grupo de guayakis que le arroja varias flechas antes de esfumarse: «Completé mis colecciones con muchos objetos interesantes, abandonados en su campamento» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 321). En junio, por fin, una cuarta y última partida no logra dar con los indígenas, aunque un nuevo raid por los campamentos desiertos le permite completar las colecciones. A inicios de julio, regresa a Asunción.

A mediados de 1932 la situación bélica entre Bolivia y Paraguay se agrava, y el planeado retorno al Chaco es imposible

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 20-‍09-1932 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[9]
. Del 24 de agosto al 9 de noviembre retorna a Villa Rica, para continuar el estudio de los guayakis desde la estancia de Pedro Gugiari, tío del presidente de Paraguay. Recién en octubre logra localizar a los elusivos indígenas, o más bien los habituales campamentos vacíos. Finalmente, a mediados de ese mismo mes logra sorprender a un pequeño grupo:

Aparecemos entre los indios antes de que puedan recobrarse de la sorpresa. Los de la choza huyen, llevándose todas las armas; desaparecen en una ráfaga de ramas rotas, seguida por un impresionante silencio. Los demás no tuvieron tiempo de escapar y estábamos a punto de hablar para tranquilizarlos cuando estallaron disparos detrás de nosotros; de milagro ninguno de los guías fue alcanzado. Todos se apartaron para esquivar las balas, llevando al niño guayaki paralizado por el terror. Los últimos guayakis huyeron, a excepción de uno, herido, que jadeaba en el suelo. Fue un momento trágico y penoso: hubo que salvarlo de los guías y de los mbwihas totalmente descontrolados, que querían ultimarlo a machetazos. Todo pasó tan rápido que no acabo de entenderlo: al ver a un guayaki levantarse para aparentemente tomar su hacha, los tres hombres de la retaguardia dispararon como locos, aterrorizados, arriesgándose a matar a sus compañeros de la vanguardia pese a la terminante orden de no hacer fuego si no era absolutamente necesario: cansancio, irritación por las largas caminatas, miedo de los guayakis y, sobre todo ese mal insidioso, el mal de la selva… Acabamos rápidamente el inventario del campamento: solo hay 30 objetos incluyendo bolas de cera y una punta de flecha rota. Nada de collares. Pocas herramientas. Las armas desaparecieron. Delante del cuerpo de quien fuera tal vez su pariente el niño guayaki nos mira con sorpresa, sin un grito, sin una lágrima, sin un gesto de emoción; obedece sin decir nada ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 324).

Vellard lleva consigo al niño: «Pese a la escasez de objetos recogidos la expedición fue muy interesante; completé mis observaciones sobre el modo de vivir de los guayakis y pude comprobar la existencia de un mestizaje sin duda antiguo en esa raza tan aislada. Por último, recogí un buen vocabulario de la lengua gracias al niño» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 325). Decide exponer los primeros resultados de las campañas guayakis en el inminente Congreso de Americanistas de La Plata, y regresa entonces a Rio de Janeiro en enero de 1933. El retorno es feliz:

¡Los resultados han sido excelentes pese a la interrupción forzosa de mi viaje al Chaco en Nanawa y los disturbios en Paraguay! Estudié tres tribus indígenas en profundidad: los makás, los mbwihas y los guayakis. Además, visité rápidamente a los tobas del Pilcomayo y tomé apuntes sobre los lenguas ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 326).

Aunque el estado de las colecciones no es perfecto, puesto que la humedad y los insectos han dañado parte de los objetos, es obvio que constituyen el mayor éxito de la misión:

En resumen los resultados de mi viaje al Paraguay son: una gran colección completa de 300 objetos makas; urnas funerarias encontradas en la cercanía de Asunción; algunos huesos fósiles, en mal estado; apuntes y fotografías de petroglifos del Cerro de Villarica; colección guayaki, un centenar de objetos; colección mbwiha todavía incompleta; reducida colección toba del Chaco argentino; un esqueleto toba; un esqueleto guayaki; tal vez un esqueleto mbwiha (en negociación) ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 326-‍328)

Ver, asimismo, carta de J. Vellard a Rivet, 15-‍06-1932 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[10]
.

Rivet responde exultante: «Las colecciones recogidas entre los indios guayakis colman una de las más importantes lagunas de nuestro museo»

Carta de P. Rivet a J. Vellard, 16-‍06-1932 (MNHN, 2 AM 1 K96e).

‍[11]
. Publica incluso parte de la correspondencia de Vellard en el Journal de la Société des Américanistes, y lo incita a recapitular sus andanzas en el libro Une civilisation du miel

Aunque gran parte del libro repite textualmente lo publicado en los textos científicos, la trama revela cierta pretensión literaria: «No puedo pensar en Paraguay sin volver a ver la orquesta rústica, una guitarra, un acordeón y una pequeña arpa tocando en alguna pobre choza mal iluminada con una o dos lámparas arcaicas, de aceite o petróleo. Los músicos son simples peones, gente del campo, sin educación musical, que tiene un sentido innato del ritmo aunque no siempre de la armonía tal como la entendemos» (

Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.

Vellard 1939a: 11
). Más allá del estilo florido, el argumento aparece edulcorado; así, por ejemplo, no se menciona la violación frustrada de las muchachas guayakis (

Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.

Vellard 1939a: 64
).

‍[12]
. Anota en el prefacio:

Leí con pasión estas páginas, muchas de ellas simples transcripciones de apuntes de campo, escritos a las apuradas por la noche tras una dura jornada en el precario descanso del campamento. De ahí todo su mérito y su encanto. Exhalan el inquietante perfume de la selva húmeda y pegajosa cuando la vida misteriosa surge en el monte impenetrable y hostil ( ‍Rivet, Paul. 1939. «Préface», en Jehan Vellard, Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay: 5-7. París: Gallimard.Rivet 1939: 6).

INTERLUDIO: PIGMALIÓN AMERINDIO[Subir]

Sin embargo, lo que más lo deslumbra de todo el asunto es, sin duda, Marie-Yvonne. Vellard deja a la pequeña guayaki al cuidado de Amélie. Luis, el niño proveniente del último tiroteo, es entregado por su parte a los hermanos Balanza ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.Vellard 1933: 325, 328-‍329,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.1939a: 134-‍137). Escribe a Rivet:

Voy a fotografiarlo, estudiarlo, si es posible sacarle una radiografía en Asunción, medirlo, pesarlo; si mi madre no quiere hacerse cargo, lo entregaré luego a una familia local para que lo críe. ¿Tiene usted algún consejo? ¿Desea algún estudio más? ¿O quiere tenerlo? ¿Le interesa que lo guarde conmigo para estudiar su desarrollo? Espero su respuesta antes de decidir ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1932. «Exploration du Dr Vellard au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 24(1): 215-218.Vellard 1932: 217).

Aprovecha los últimos días en Paraguay tomando las medidas de Luis, Marie-Yvonne y Fortunata, otra niña indígena, y comienza a reunir notas comparativas sobre los guayakis criados entre los blancos ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1934. «Les Indiens Guayakí». Journal de la Société des Américanistes 26(2): 223-292.Vellard 1934: 271-‍291,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.1939a: 131-‍139)

Complementa sus observaciones con datos sobre Manuel (otro joven radicado con los Balanza), Mauricio Podesley (criado por el Arzobispo de Asunción) y Damiana (llevada como sirvienta a Buenos Aires y finalmente recluida en una institución psiquiátrica hasta morir de tuberculosis).

‍[13]
.

Ha decidido finalmente adoptar a Marie-Yvonne, pero la niña despierta llorando por las noches y tiene crisis nerviosas. Mientras se adapta Vellard estudia su desarrollo físico, afectivo e intelectual. Al principio la niña se comunica por gestos. A los tres meses domina el lenguaje esencial para la vida cotidiana. A los cinco comienza a expresarse en voz alta, hilando frases complejas y pensando en tiempo futuro. En el Congreso de Americanistas de La Plata habla en público y comprende casi todo lo que le dicen en francés, provocando la admiración de los colegas

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 15-‍06-1932 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[14]
. Simultáneamente olvida el guayaki: «Cuando volví a Asunción siete meses más tarde, con un vocabulario guayaki que establecí con Luis, ya ni siquiera entendía las palabras que había pronunciado al principio y que yo había anotado sin comprender entonces su significado exacto. Hasta los objetos guayakis le eran indiferentes». Pese a algunas crisis esporádicas de tristeza, «físicamente se desarrolla de manera normal y su sensibilidad a la bronquitis ha disminuido desde su vacunación (...) Habla un francés fluido pero olvidó su lengua y no sabe nada de su vida anterior»

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 18-‍09-1933 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[15]
. Con apenas tres años ama la lectura y el dibujo, pero la exasperan las lecciones de cálculo ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1934. «Les Indiens Guayakí». Journal de la Société des Américanistes 26(2): 223-292.Vellard 1934: 268-‍271, 289- 291,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.1939a: 132-‍138). Y continúa la educación sentimental:

Adoptada por Vellard y su madre, Marie-Yvonne es hoy una encantadora niña de 10 a 11 años, inteligente y cariñosa, estudiosa, que habla portugués y francés y, según las fotografías que me envió Vellard, también es bonita. Trasplantada a un medio completamente nuevo, gracias al cuidado inteligente de sus padres adoptivos pudo adaptarse sin ningún problema hasta el momento, sin que su herencia la haya desviado de la vida civilizada que le reservó el destino ( ‍Rivet, Paul. 1939. «Préface», en Jehan Vellard, Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay: 5-7. París: Gallimard.Rivet 1939: 7; cf.  ‍Métraux, Alfred. 1978. Itinéraires 1. Carnets de notes et journaux de voyage. París: Payot.Métraux 1978: 42).

Con estas líneas Rivet inaugura una línea argumental que legitima la adopción de Marie-Yvonne y busca hacer recapacitar a «aquellos que creen en la irreductible desigualdad de las razas y en las imprescriptibles leyes de la herencia» ( ‍Rivet, Paul. 1939. «Préface», en Jehan Vellard, Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay: 5-7. París: Gallimard.Rivet 1939: 7). En 1950 la Unesco publica una proclama refutando el racismo y postulando la igualdad del género humano ( ‍Unesco. 1950. «Fallacies of Racism Exposed». Unesco Courier 3 (6-7): 1, 8. Unesco 1950: 1, 8) ‍[16]. El afamado etnólogo Alfred Métraux presenta la prueba irrefutable: «Una niña india con una lección para la humanidad» ( ‍Métraux, Alfred. 1950. «An Indian Girl with a Lesson for Humanity». Unesco Courier 3(8): 8.Métraux 1950: 8). Marie-Yvonne Vellard, «una niña de una de las tribus más primitivas de la Tierra», es intelectualmente igual a cualquier otra jovencita de su edad: a los siete años se apasiona por la mitología griega y habla perfectamente el francés o el portugués

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 04-‍06-1944 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[17]
. Cuando Amélie envejece y pierde la vista, Marie-Yvonne le lee los clásicos ( ‍Dollfus, Olivier. 1996. «Jean Albert Vellard». Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines 25(2): 165-167.Dollfus 1996: 166). A los veinte años estudia biología, y comienza a ayudar a Vellard en el laboratorio:

Hoy en día la muchachita, cuyos parientes probablemente estén en el río Paraná cazando o cortando árboles con hachas de piedra, es una niña atractiva e inteligente, producto típico del ambiente cultural en el cual ha vivido por dieciocho años (...) Como todos los seres humanos tiene aptitudes innatas, ninguna de las cuales puede considerarse exclusivamente en función de su ‘raza’. La lección que enseña la historia de Marie-Yvonne, y de cientos de niños como ella, es que todos los seres humanos de una inteligencia promedio son capaces de desempeñar su papel en cualquier forma de civilización ( ‍Métraux, Alfred. 1950. «An Indian Girl with a Lesson for Humanity». Unesco Courier 3(8): 8.Métraux 1950: 8).

No obstante, lo paradójico es que el mismo episodio que para unos constituye un ejemplo de humanitarismo, para otros resulta escandaloso. En efecto, en julio de 1937 Curt Nimuendaju declina la invitación de Claude Lévi-Strauss para formar parte de la célebre expedición al Mato Grosso:

Rechacé la invitación. Primero, porque me gusta trabajar solo. Segundo, porque apenas me dejan tiempo mis trabajos con los Gê. Tercero, porque parece que la dirección estará en manos del doctor Vellard, cuyos métodos de trabajo no comparto: según sus propios informes publicados en el Journal de la Société des Américanistes de París, en sus expediciones a los guayakis asaltó campamentos indígenas a mano armada, y saqueó y robó a los tiros a una niña que ahora está criando ‍[18].

Más allá de la distorsión de las circunstancias no se trata de un juicio personal aislado, tal como muestra una extensa nota al pie del traductor al castellano de la obra de Nimuendaju, el médico paraguayo Francisco Recalde:

Recientemente un etnólogo de pocos escrúpulos humanitarios, de nacionalidad francesa, tomó a su cargo la triste misión de aprisionar un guayakí. Tomó como guías a otros indios mansos de la región, mbyá y avachiripá, los armó con rémington y asaltó un campamento guayakí en pleno bosque. Conquistó muertos, heridos, y un niño que fue abandonado, juntamente con todos los enseres del campamento, cuya lista ofrece minuciosamente. El niño conducido a Colonia Mainshussen, cerca de Encarnación, a pesar de los buenos cuidados, sufrió de tristeza incurable, se enfermó probablemente de tuberculosis y murió, no sin antes haber dictado todo lo que sabía de su idioma. Esta sauvagerie de nuestra ‘civilización’, fue descrita en un libro romanceado, bajo el título de: Civilization du Miel. Las autoridades paraguayas no tomaron cartas en el asunto. Oficialmente, también allá, matar indios no es delito (Recalde en  ‍Nimuendaju, Curt. 1978 [1914]. Las leyendas de la creación y destrucción del mundo como fundamento de la religión de los apapokuva-guaraní. Lima: CAAAP.Nimuendaju 1978: 125n).

Nimuendaju y sus discípulos proponen entonces una lectura muy distinta de la Rivet, que había entendido el affair Marie-Yvonne en clave humanitaria y virtuosa, e insisten por el contrario en la adopción violenta de los niños guayakis (p. ej.  ‍Melià, Bartomeu y Christine Münzel. 2011. «Ratones y jaguares. Reconstrucción del genocidio a la manera de los ache-guayaki del Paraguay Oriental», en Augusto Roa Bastos (ed.), Las culturas condenadas: 173-197. Asunción: Servilibro.Melià y Münzel 2011: 125-‍127). Podrían multiplicarse los ejemplos, pero seguramente haya que buscar ahí los reparos de Clastres o Lizot ante la figura de Vellard. Ligando de forma inesperada las misiones de 1921-‍1932 y 1938, Marie-Yvonne divide entonces las aguas: lo que para la tradición americanista de Rivet y Métraux es un acto humanitario, que refuta el flagelo racista y evidencia la unidad del género humano, para Nimuendaju y sus seguidores es un atropello inaceptable, propio de la insensibilidad colonial.

BRASIL, 1938: A TRAVÉS DE LA SELVA EN TELÉGRAFO[Subir]

El proyecto que Nimuendaju rehúsa integrar es el famoso viaje al Mato-Grosso que Lévi-Strauss inmortalizaría en Tristes Tropiques, cuyo relato barroco es uno de los más glosados en la historia disciplinar ‍[19]. Al menos en la medida de lo posible, se trata aquí de reconstruir la expedición desde el punto de vista de Vellard, fundamentalmente a partir de su informe de actividades para el MNHN ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b ).

Como en Paraguay, el papel de Rivet es crucial. Contacta a Vellard con Claude y Dina Lévi-Strauss ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 55-‍56)

Ver, asimismo, carta de J. Vellard a P. Rivet, 08-‍07-1935 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[20]
. El plan es documentar la vida indígena en el Mato Grosso. Los Lévi-Strauss se encargarían de la etnografía y la lingüística, y él «de la antropología física y de lo relativo a la medicina y las ciencias naturales» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 1). Vellard duda:

Solo tengo un temor: ¡Lévi-Strauss! Es demasiado entusiasta y habla demasiado de este viaje (...) A la hora de los preparativos imagina todo a lo grande, y quiere llevar demasiadas cosas y demasiada gente. Espero calmarlo y mostrarle el inconveniente de estorbar con tanto equipaje. ¿No podría usted decirle algo?

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 20-‍05-1937 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[21]
.

Como además la misión se organiza entre instituciones francesas y brasileñas, «se nos ha impuesto un delegado del gobierno brasileño» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 1). Se trata de Luiz Castro Faria, a quien Vellard jamás llama por su nombre

Aunque quienes prohíben la comunicación de los nombres personales son supuestamente los nambikwaras, la rutina onomástica del relato tiene algo de cómico: Vellard se refiere a Castro Faria como «el brasileño» y Lévi-Strauss construye su epopeya sin nombrar a «mi esposa» Dina, ni a «nuestro médico» ni a «mi compañero brasileño»; es solo al final de Tristes Tropiques, casi inadvertidamente, que aparecen los nombres «Luis» y «Vellard». Por su parte, Castro Faria comienza su diario refiriéndose al «Profesor Lévi» y termina hablando de «Claude».

‍[22]
.

Lévi-Strauss se ocupa del aprovisionamiento en Cuiabá, la «Chicago brasileña», donde contrata al guía Fulgencio ( ‍Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.Lévi-Strauss 1998: 287). A principios de mayo el equipo planea seguir el trazado de la línea telegráfica desde Cuiabá hasta la cuenca del río Madeira. La línea de telégrafos, de hecho, será una de las grandes protagonistas del viaje. Bajo la dirección del mariscal Rondon se había sembrado la selva de estaciones telegráficas, y si el viaje de Vellard por el Chaco paraguayo había sido de fortín en fortín, aquí se tratará de una serie de saltos de un puesto telegráfico a otro. Irónicamente, la aparición de la radiotelegrafía había vuelto obsoleta la línea al mismo momento en que era completada, con lo cual las estaciones de 1938 son ruinas vivientes: los cables caen y los postes se pudren mientras el personal es corroído por las enfermedades, el tedio y la soledad: «Quien vive en la línea de Rondón cree vivir en la Luna. Imaginen un territorio grande como Francia, inexplorado en sus tres cuartas partes, recorrido apenas por pequeñas bandas de indígenas nómadas que se cuentan entre los más primitivos del mundo, y atravesado por una línea telegráfica» ( ‍Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.Lévi-Strauss 1998: 295). Pero aun en la Luna conviene prevenirse, y antes de partir los expedicionarios envían un cuestionario –literalmente telegráfico– al personal para saber qué indígenas hay en cada estación, si son amistosos, si hablan portugués o tienen objetos para intercambiar ( ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a: 50). No extraña, así, que algún crítico denuncie luego la «telegrafitis» que sesga la mirada de los expedicionarios ( ‍Aspelin, Paul. 1979. «The ethnography of Nambicuara agriculture». Bijdragen tot de Taal-, Land- en Volkenkunde 135(1): 18-58.Aspelin 1979: 36-‍37).

El 13 de junio, finalmente, la comitiva parte con los 4 científicos, Fulgencio, 10 ayudantes, 15 caballos y mulas y 30 bueyes de carga. En Utiariti trabajan con una treintena de nambikwaras. A pesar de estar en contacto desde hace años, no aceptan extraños en sus aldeas y han masacrado hace poco a una misión protestante. Aceptan la encuesta, pero tienen repentinos cambios de humor. Mientras intenta obtener muestras de sangre y medidas antropométricas, Vellard advierte su carácter volátil. Además, no hay intérpretes, los indígenas hablan poco o ningún portugués, los expedicionarios apenas comprenden el nambikwara y no pocas veces deben recurrir a la mímica. Sin embargo, los indígenas también se muestran sensibles a los regalos. Al poco tiempo, no los dejan en paz: las mujeres les revisan sin pudor los bolsillos y deben bañarse frente a multitudes de niños curiosos que molestan a Vellard –y un ofuscado Lévi-Strauss atribuye la molestia de Vellard a su educación católica ( ‍Loyer, Emmanuelle. 2015. Lévi-Strauss. París: Flammarion.Loyer 2015: 224). A pesar de los baños frecuentes, Vellard observa que se propaga una epidemia de oftalmia purulenta.

Por medio del comerciante sirio Fuad, Vellard obtiene unas flechas envenenadas. Algunos ancianos paresís todavía saben preparar el curare e incluso recuerdan las leyendas sobre su origen. En cambio, entre los nambikwaras el curare no constituye un saber esotérico: «Luego de algunas dificultades, tentados por nuestros regalos, un par de los hombres más influyentes aceptaron prepararlo» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 9). Vellard documenta el proceso de elaboración del veneno y ensaya sus efectos en batracios, lagartos, aves de corral y perros. Las ranas quedan paralizadas a los tres minutos y mueren en cinco, y los perros tardan 45 minutos en morir. Cuando los dueños que le han vendido sus animales comprenden las intenciones de Vellard, se producen pequeños «dramas» que debe apaciguar con regalos y palabras amables ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 47; cf.  ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a: 88).

Luego de un mes Dina Lévi-Strauss contrae oftalmia y deben evacuarla en automóvil ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 10)

Ver, asimismo, carta de J. Vellard a P. Rivet, 29-‍07-1938 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[23]
. Vellard y Lévi-Strauss encuentran más dificultades al regresar a Utiariti: el calor, el cansancio y la falta de pastura hacen que varios bueyes mueran o no puedan proseguir. Se ven forzados a quedarse veinte días más y apelan al comerciante sirio, que a cambio de una tarifa abusiva transporta parte de la carga hasta la próxima estación. La debacle de la tropilla los obliga a reducir estrictamente el equipaje, con lo que el convoy se reduce a 22 bueyes y 4 mulas, con provisiones para apenas dos meses.

En Juruena no hay más que un destartalado puesto telegráfico, una guarnición de tres soldados y una misión jesuita. Julio, el jefe indígena que enseña a Vellard la técnica del curare, se transforma en la estrella tras bambalinas de la expedición. Propone visitar una aldea de un viejo achacoso que se niega a recibirlos: «Para no perder los regalos prometidos, Julio organizó un verdadero viaje de turismo sin avisarnos de la negativa. Tras dos días de vacilaciones, decidió llevarnos a su casa». El tour por los campamentos nambikwaras es provechoso: «Tras una escena cómica de intercambio de objetos para nuestras colecciones bajo la dirección de Julio, los indios se dispersaron y volvimos al puesto telegráfico de Juruena» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 12-‍13)

Llamado «A1» por Lévi-Strauss, Julio es guía, informante, traductor y organizador de transacciones: «A1 es sumamente inteligente, consciente de sus responsabilidades, dinámico, emprendedor e ingenioso (…) Es un informante valioso, que entiende los problemas, percibe las dificultades y se interesa por el trabajo; pero muchas veces sus ocupaciones lo reclaman y desaparece días enteros para cazar, reconocer un camino o buscar árboles con semillas o frutos maduros» (

Lévi-Strauss, Claude. 1948. «La vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara». Journal de la Société des Américanistes 37: 1-132. doi: <https://doi.org/10.3406/jsa.1948.2366>.

Lévi-Strauss 1948: 40, 89
,

Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.

1998: 337-‍349
; cf.

Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul.

Faria 2001a: 68, 93, 102, 109
). También es el protagonista involuntario de la controversia suscitada por la teoría de Lévi-Strauss sobre la relación entre escritura y jerarquía política (

Lévi-Strauss, Claude. 1948. «La vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara». Journal de la Société des Américanistes 37: 1-132. doi: <https://doi.org/10.3406/jsa.1948.2366>.

Lévi-Strauss 1948: 318-‍321
;

Derrida, Jacques. 1986. De la gramaticología. Madrid: Siglo Veintiuno.

Derrida 1986: 133-‍180
;

Johnson, Christopher. 1997. «Lévi-Strauss: The Writing Lesson Revisited». The Modern Language Review 92(3): 599-612. doi: <https://doi.org/10.2307/3733388>.

Johnson 1997
;

Déléage, Pierre. 2017. Lettres Mortes, Essai d’anthropologie inversée. París: Fayard.

Déléage 2017
).

‍[24]
. Lévi-Strauss se pierde en el regreso, pero los nambikwaras consiguen encontrarlo pocas horas más tarde ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 13; cf.  ‍Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.Lévi-Strauss 1998: 322;  ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a: 110).

Poco después Castro Faria contrae la misma oftalmia que había dejado fuera de combate a Dina. Lévi-Strauss se adelanta con el convoy hasta el insalubre puesto telegráfico en Campos Novos, mientras Vellard se queda atendiendo al brasileño y estudiando los arácnidos locales. El 28 de agosto, por fin, bajo un sol implacable agravado por los incendios, parten hacia Campos Novos encontrando bueyes muertos por el camino. Los aguarda un solitario Lévi-Strauss:

Había encontrado al llegar a un grupo de indios ñambikwaras, y trabajado bien con ellos. Pronto se les unieron otros, llegados desde el norte (…); parecían ser miembros de una parcialidad más rica e industriosa que los ñambikwaras del curso superior del Juruena, que organizan a menudo expediciones de saqueo en sus aldeas. En cuanto llegaron a Campos Novos estuvieron a punto de pelear con los otros indios; se fueron casi en seguida, tras haber sido despojados de sus arcos y flechas por sus enemigos. Estos últimos tampoco tardaron en irse cuando les faltó comida y ya mucho tiempo, antes de mi llegada, no quedaba ni un solo indio con Lévi-Strauss ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 18).

El 4 de septiembre parten hacia Vilhena. Cruzan un río, se accidenta un animal y pierden algunos objetos, y prosiguen la marcha eludiendo los grandes termiteros rojos. Luego la suerte cambia: en Vilhena la caza es abundante y hay unos cuarenta nambikwaras. Las dos semanas allí, de hecho, son el punto alto del viaje. Los nambikwaras pertenecen a dos grupos distintos, Tagnani y Cabané, entre los que hay sensibles diferencias dialectales y culturales. Vellard estudia la fauna y la vegetación. Gracias a un chamán logra presenciar una vez más la preparación del curare y reactiva los bocetos de antropología física, mientras Lévi-Strauss analiza la organización social ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 41-‍42). Además, toma notas sobre las epidemias y sus efectos demográficos ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 20-‍22, 47-‍48). Al mismo tiempo, llega un grupo de nambikwaras cabixi solicitando regalos. No solo son más numerosos, sino que tienen menor contacto con el frente colonizador y están en mejores condiciones físicas: proveen de collares y objetos a los demás nambikwaras de la región, lo cual sugiere la existencia de una red preexistente de intercambio ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 22; cf.  ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a: 116, 130).

Con las primeras lluvias parten luego hacia Três Buritys, donde abundan la caza y la pesca y los guardias tienen una gran plantación en la cual se reaprovisionan. Vellard realiza nuevas mediciones antropométricas ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 24, 42-‍43). Cuando parten hacia Barón de Melgaço, el 23 de septiembre, las lluvias torrenciales, el suelo más arcilloso y la vegetación frondosa alteran por completo el escenario. Observan los restos de extensos sembradíos, que evidencian la magnitud de una antigua población pulverizada por las epidemias. Hospitalario, el personal del puesto los invita a un recital de tangos y valses en bandoneón ( ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a: 141).

A fines de septiembre Vellard padece un ataque de malaria ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 27). Cuando logra reponerse parten en canoa hacia Pimenta Bueno. Llueve, los ríos están crecidos y se produce uno de los contados momentos de communitas:

Estalló una fuerte tormenta la primera noche del viaje y cayó una lluvia torrencial. Todavía no estaba instalado el campamento y a duras penas armamos una pequeña carpa donde esperamos apretujados que apareciera el sol mientras escuchábamos a nuestros hombres contar, en su rústico lenguaje, curiosas historias de cacería, de la vida en la selva y de amores salvajes mezcladas con reminiscencias de antiguas leyendas de Europa ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 29).

Lévi-Strauss visita brevemente un grupito de indígenas mondé mientras Vellard padece un nuevo ataque de malaria. Se reestablece estudiando la fauna fluvial. El 21 de octubre descienden por el Gy Paraná y encuentran caucheros en las orillas, que les ofrecen información para llegar a los tupí-kawahib. Aquejado por un nuevo ataque de malaria, Vellard se adelanta hasta una barraca cauchera a tres días de canoa. La separación dura poco: al llegar al campamento tupí-kawahib, Emídio, uno de los ayudantes, se dispara accidentalmente en la mano: «los huesos triturados, los nervios expuestos, los dedos en pedazos» ( ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a: 170, 174; cf.  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 33). Lo transportan sedado y delirando hasta Presidente Penna: «La amputación no fue necesaria y una larga serie de pequeñas operaciones, que duraron cerca de un mes y que probaron la habilidad de Vellard como vivisector y entomólogo, devolvieron a Emídio una mano aceptable» ( ‍Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.Lévi-Strauss 1998: 392). Además de honrar el juramento hipocrático, Vellard dedica los ratos libres al estudio zoológico:

No teníamos nada más que hacer excepto vender los restos de nuestro material a la población local o intercambiarlos por pollos, huevos o leche –pues había algunas vacas–, vivir perezosamente y recuperar nuestras fuerzas esperando a que el río, crecido a causa de las lluvias, permitiera al primer navío subir hasta allí, lo cual llevaría sin duda unas tres semanas. Cada mañana, disolviendo en la leche nuestras reservas de chocolate, desayunábamos contemplando a Vellard, que extraía astillas de hueso de la mano de Emídio y le iba dando forma. El espectáculo tenía algo de nauseabundo y de fascinante; se combinaba en mi pensamiento con el de la selva, pleno de formas y amenazas ( ‍Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.Lévi-Strauss 1998: 401).

A principios de noviembre el letargo crepuscular en Presidente Penna se vuelve intolerable. Castro Faria padece problemas intestinales, Fulgencio y Vellard malaria y algunos de los hombres, fiebre: «Se impone el retorno» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 33-‍34). Afloran, además, las tensiones personales. A Castro Faria lo irritan las dudas de Lévi-Strauss («¿hasta dónde irá la inconciencia de ese hombre?»), pero a la vez deplora los «caprichos» de Vellard, que en lugar de esperar la próxima embarcación prefiere partir lo antes posible por tierra («Solamente apunta a sus propios intereses y desvirtúa los hechos para ajustar las cosas a su conveniencia»). En una «desagradable discusión» Lévi-Strauss no logra armonizar las posiciones: «Como al jefe le faltan enteramente la autoridad y la energía, no sé cómo se resolverá» ( ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a: 180, 185-‍186). Finalmente deciden navegar río abajo por el Madeira y llegan a Porto Velho el 7 de diciembre. Como el viaje hasta Cuiabá dura seis o siete semanas más, Vellard propone a Lévi-Strauss regresar a Río de Janeiro vía Bolivia y dejar «al brasileño» en el barco junto a los hombres y las colecciones ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 38-‍40). El epílogo está marcado por los recelos institucionales. Hay que cumplir el acuerdo que estipula la división de los objetos etnográficos entre Francia y Brasil (750 objetos por país), y fiscalizarlo por medio de agentes locales: el protocolo es riguroso y se incauta parte de las colecciones zoológicas de Vellard por carecer de un inventario detallado

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 20-‍03-1939 (MNHN, 2 AP 1 C);

Loyer, Emmanuelle. 2015. Lévi-Strauss. París: Flammarion.

Loyer 2015: 232.

‍[25]
.

En su informe, no obstante, Vellard resalta la labor cumplida: «Los resultados son excelentes». Luego de subrayar el papel de Rivet, añade: «Debo señalar las perfectas relaciones con mi colega, el señor Lévi-Strauss, con lo que pudimos llevar a cabo el viaje y completar nuestras investigaciones en estrecha colaboración» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. Vellard 1939b: 55-‍56). Pero lo cierto es que cuando se encuentra con Métraux en Río de Janeiro, en febrero de 1939, la sensación es otra: «Habla de Brasil con asco: considera que la expedición a los nambikwaras fue un completo fracaso» ( ‍Métraux, Alfred. 1978. Itinéraires 1. Carnets de notes et journaux de voyage. París: Payot.Métraux 1978: 42). Vellard afirma que las informaciones nambikwaras son «muy contradictorias» y que fueron bien recibidos «permitiéndonos trabajar de manera provechosa, pero fue imposible visitar sus pueblos»

Cartas de J. Vellard a P. Rivet, 18-‍06-1938, 28-‍12-1938 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[26]
. No es el único en pensarlo. El propio Castro Faria, que también trabajaría con Rivet en el Musée de l’Homme y de quien no cabe sospechar simpatía alguna por Vellard, es todavía más explícito:

Mi posición es muy clara y negativa: la expedición a la Sierra del Norte fue un fracaso total. Fue un fracaso en términos de etnografía. La expedición fue un gran error. Nos pasamos todo el tiempo andando. No permanecimos el tiempo suficiente en ningún lugar como para estudiar bien nada (...) Yo estaba afligido por la falta de tiempo para quedarnos en algún lugar y poder estudiar algún grupo indígena. Nunca lo hicimos. Pasamos poquísimos días con ellos ( ‍Faria, Luiz de Castro. 2001b. «Ridentes Tropicos». Folha de São Paulo, 16 de diciembre.Faria 2001b )

Por otra parte podría contraponerse a la vez la percepción metodológica del brasileño con la de sus colegas franceses: si para Vellard (

Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p.

1939b
,

Vellard, Jehan-Albert. 1939c. «Préparation du curare par les Ñambikwara». Journal de la Société des Américanistes 31: 211-222.

1939c
) y Lévi-Strauss (

Lévi-Strauss, Claude. 1948. «La vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara». Journal de la Société des Américanistes 37: 1-132. doi: <https://doi.org/10.3406/jsa.1948.2366>.

1948
,

Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.

1998 [1955]
) los indígenas parecen casi un medio para un fin (en el primer caso el estudio de antropometría o los venenos tropicales, en el segundo la organización social y el parentesco), para Faria (

Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul.

2001a
) se trata de mostrar a un grupo humano singular, «brasileñizado» en una realidad espacio-temporal bien concreta, cifrada en frágiles relaciones con militares, comerciantes, personal telegráfico, colonos mestizos y otros grupos nativos.

‍[27]
.

Todo hace suponer que las meditaciones melancólicas de Tristes Tropiques no fueron apreciadas por Vellard ni por Castro Faria, ostensiblemente inclinados hacia una etnografía descriptiva, respetuosa de los datos empíricos. Su compañero de viaje les pareció un filósofo, o un literato, y el brasileño lo rememora brillante pero a la vez silencioso, aislado, introspectivo, totalmente individualista, sin capacidad para el trabajo etnográfico ‍[28]. Un amazonista que estudió con Vellard recuerda asimismo que este mostraba una «actitud muy desdeñosa hacia las especulaciones tempranas de su colega y compañero de viaje Claude Lévi-Strauss» ( ‍Varese, Stefano. 2003. Salt of the Mountain: Campa Asháninka History and Resistance in the Peruvian Jungle. Norman: University of Oklahoma Press.Varese 2003: 25). Para Vellard, en definitiva, los aspectos circunstanciales de la expedición al Mato Grosso parecen haber superado retrospectivamente a sus logros científicos.

LA FILIACIÓN IMPOSIBLE[Subir]

Aun entre quienes saben quién fue efectivamente Vellard casi nadie lo recuerda por su análisis del curare nambikwara o por su aporte al estudio de la cultura material guayaki, sino más bien por ser el médico que acompaña a Lévi-Strauss, o bien por asaltar a balazos los campamentos guayakis. En ambos casos termina cumpliendo el papel del villano, y el examen de las expediciones tal vez permita esbozar una lectura más desapasionada de esa deslucida posición disciplinar.

La individualidad de Vellard no es fácilmente aprehensible. Nacido en Túnez, en 1901, su padre es un colono y su madre desciende de una familia de cultivadores haitianos. En 1920 se establece en Brasil para trabajar en el Instituto Butantan. Tiene varias perras a las cuales, invariablemente, nombra Joujou o Pluchette

Cartas de J. Vellard a M-Y. Vellard, 15-‍07-1975, 25-‍09-1975, 20-‍07-1976, 15-‍04-1978 (JAV).

‍[29]
. Recorre Brasil, Bolivia, Perú, Paraguay y Argentina, y su castellano con acento francés, salpicado de portugués, deja entrever ese itinerario tortuoso. A los treinta años seguramente habrá sido un individuo pintoresco: alto, desgarbado, de uniforme caqui estricto e imponente bigote, obsesionado con los ofidios y los arácnidos, viaja con su madre de guantes largos, capelina y sombrilla mientras narra las tragedias de Racine o antiguas historias de Haití ‍[30]. Seguramente el retrato tenga algo de legendario, pero en todo caso se trata de un personaje difícil de categorizar. Sabemos por un lado que trabaja como asesor de las reformas agrarias de Víctor Paz Estensoro en Bolivia (1952) y Fernando Belaúnde Terry en Perú (1964), y que nada altera su devoción por Paul Rivet, «querido maestro», figura destacada del socialismo francés y abanderado internacional de la lucha contra el fascismo y las ideologías raciales ( ‍Laurière, Christine. 2008. Paul Rivet, le savant et le politique. París: Muséum national d’histoire naturelle.Laurière 2008: 487-‍518). En una carta de 1935, Vellard lo felicita por la presidencia del ‘Comité de vigilance des intellectuels antifascistes’ e incluso propone afiliarse: «Hace tiempo que estoy interesado»

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 08-‍07-1935 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[31]
. Pero también es cierto que más tarde profesaría un catolicismo cada vez más estricto, y que al final de sus días lega sus posesiones a la Universidad Austral del Opus Dei

Actuación Notarial, 11-‍12-1978, Testamento nº 94820 fechado el 22-‍09-1992 (UA). El creciente catolicismo de Vellard se aprecia en sus cartas a Marie-Yvonne: «Continúo con mi existencia solitaria, con mis recuerdos y bajo la mirada de Dios y la Santa Virgen (…) Mi hijita, estoy feliz de ver que conservas la fe y el amor por el buen Dios y la Virgen. Sigue siendo fiel: es la única manera de conservar la serenidad de los cristianos. Es mi fuerza y mi consuelo en mi soledad. Cada día me siento más cercano a Dios y cada día rezo largamente para ti» (carta de J. Vellard a M-Y. Vellard, 20-‍07-1976, JAV).

‍[32]
.

Las aporías no acaban allí. Por un lado, hay en Vellard un afán de recorrer la Sudamérica profunda; por el otro es evidente su propensión a una escritura seca, monótona, casi burocrática. Tal vez se deba a otra faceta personal de Vellard, que según Métraux fue un «mercenario de las instituciones culturales» ( ‍Dollfus, Olivier. 1996. «Jean Albert Vellard». Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines 25(2): 165-167.Dollfus 1996: 166)

La lista de instituciones en las cuales trabaja es impresionante: p. ej. Instituto Butantan (San Pablo), Instituto de Biología de Pernambuco (Recife), Instituto Francés de Estudios Andinos, Instituto Riva-Agüero, Universidad Católica y Universidad Mayor de San Marcos (Lima), Museo de Tihuanacu e Instituto de Biología de Altura (La Paz), Universidad de Buenos Aires y Museo Etnográfico (Buenos Aires).

‍[33]
. Si por un lado nos da la impresión de ser un hombre inmune a las modas académicas, sabemos que colecciona doctorados honoris causa y condecoraciones: la Legión de Honor francesa, la Orden del Cóndor boliviana, la Orden del Sol en Perú. Quizá haya que percibir aquí, una vez más, la influencia de Rivet, hombre institucional si los hay ( ‍Laurière, Christine. 2008. Paul Rivet, le savant et le politique. París: Muséum national d’histoire naturelle.Laurière 2008: 283 y ss ). De esta forma Vellard ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1933. «Une mission scientifique au Paraguay». Journal de la Société des Américanistes 25(2): 293-334.1933: 293) despliega una gran soltura social cuando evoca el apoyo de figuras como el argentino Ricardo Lafuente Machaín o bien al presidente de facto del Paraguay

Carta de J. Vellard a Stroessner, 29-‍09-1972, UA. Los papeles del fondo Vellard (UA) incluyen correspondencia con figuras como José Imbelloni, Raymond Aron, Roger Caillois o Charles de Gaulle.

‍[34]
. Hombre de conexiones en la cátedra también lo fue en el terreno, y su rigor administrativo nos permite reconstruir la maquinaria logística que sustenta los viajes de campo: estancias, fortines, estaciones telegráficas, ministerios, salvoconductos, cónsules, religiosos, el general Belaieff o los políticos paraguayos. Pero también, y, sobre todo, los más modestos, pero no menos imprescindibles servicios de baqueanos, ayudantes e intérpretes mestizos e indígenas: Robustiano Vera, Fulgencio, el sargento Escobar, el sirio Fuad, el capitán Julio...

Lo notable es que, al menos en los textos, esa ductilidad social se combina con una frialdad difícil de aceptar hoy para las ciencias humanas. Percibimos en Vellard el tono del científico sin fisuras ni incertidumbres, totalmente seguro de sí mismo, con una fe inconmovible en el poder de la razón. Una fe que en sus mejores momentos desborda desparpajo y espíritu de aventura, y en los peores roza la insolencia: así, cuando cuenta que los tobas del Pilcomayo no quieren que excave sus tumbas, o que los mestizos de Vilhena se indignan porque mata sus perros para probar la eficacia del curare, su sorpresa es totalmente genuina. Si hay instantes de empatía en el terreno está claro que no se preocupa por evocarlos, y refiere la entrada al campamento con el guayaki agonizante y el pequeño Luis temblando de miedo con la misma neutralidad con la que describe las medidas de las arañas amazónicas. Tras el imprevisto tiroteo en el campamento guayaki, anota: «Ya que no podemos llevarnos el cadáver, me contentaré con medirlo» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 40). Y cuando circulan rumores de ataques indígenas en Cuiabá advierte: «De ninguna manera adhiero a esa idea de Rondón: “Morir, si es necesario; matar jamás”. Si me siento amenazado, mato» ( ‍Faria, Luiz de Castro. 2001b. «Ridentes Tropicos». Folha de São Paulo, 16 de diciembre.Faria 2001b ). Vellard de hecho parece racionalizar las circunstancias de la adopción de Marie-Yvonne cuando reporta la «facilidad» con la que las madres guayakis «abandonan a sus niños», o bien la «insensibilidad» de los pequeños ante los cadáveres de sus familiares ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 45, 119-‍120).

Hay que cuidarse, no obstante, de reducir esas actitudes a una mera condición psicológica. Las expediciones a Mato Grosso y Paraguay tienen lugar en el marco institucional de una agenda metodológica precisa ( ‍Clifford, James. 1981. «On Ethnographic Surrealism». Comparative Studies in Society and History 23(4): 539-564. doi: < https://doi.org/10.1017/s0010417500013554>.Clifford 1981;  ‍Giobellina Brumana, Fernando. 2005. Soñando con los dogon. En los orígenes de la etnografía francesa. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.Giobellina Brumana 2005;  ‍Loyer, Emmanuelle. 2015. Lévi-Strauss. París: Flammarion.Loyer 2015: 210, 229). Hay que imaginar la cara de los nambikwaras en 1938 cuando aparecen Lévi-Strauss y Vellard con una docena de personas, toneladas de equipo y casi medio centenar de animales. Saltando de fortín en fortín en el Chaco, de campamento a campamento en la selva paraguaya y de un puesto telegráfico a otro en la áspera sabana de Rondonia, Vellard no intenta ocultar que sus expediciones distan mucho del canon malinowskiano –no en vano, recordemos, se queja a Rivet por la magnitud exagerada de la comitiva que planea Lévi-Strauss

Lo cual no puede relativizarse apelando a la presunta predilección «retro» de Lévi-Strauss por una metodología decimonónica (

Loyer, Emmanuelle. 2015. Lévi-Strauss. París: Flammarion.

Loyer 2015: 229-‍230
). Si bien la etnología francesa sigue organizando partidas multitudinarias en África al estilo de la famosa expedición Dakar-Djibouti, lo cierto es que en el contexto americanista tanto Vellard como Lévi-Strauss saben bien que otra forma de trabajo es posible: conocen los trabajos de Nimuendajú, Nordenskiöld, Métraux o Max Schmidt, quienes en esa misma época viajan solos o en partidas ínfimas para transcurrir un mayor tiempo con los indígenas.

‍[35]
–.

Al mismo tiempo tampoco sería justo atribuir enteramente la lógica del trabajo en el terreno a un protocolo metodológico, o al propio colonialismo. La vocación por una ciencia empírica, positiva, multidisciplinaria, hoy puede parecer anticuada. Pero en la formación personal de Vellard, así como en el diseño de sus viajes, se percibe el influjo omnipresente de la figura de Rivet: mentor, colega, corresponsal, financista, para quien las fronteras disciplinares entre etnología, lingüística, antropología física, arqueología o biología son algo artificial, y para quien una formación renacentista como la de Vellard, que se interesa tanto por las plegarias a Ñamandú como por el diámetro nasio-alveolar de los guaraníes, es claramente un valor positivo ( ‍Laurière, Christine. 2008. Paul Rivet, le savant et le politique. París: Muséum national d’histoire naturelle.Laurière 2008, 2012: 53; cf.  ‍Clifford, James. 1981. «On Ethnographic Surrealism». Comparative Studies in Society and History 23(4): 539-564. doi: < https://doi.org/10.1017/s0010417500013554>.Clifford 1981: 557;  ‍Rivron, Vassili. 2003. «Un point de vue indigène? Archives de l’expédition Lévi-Strauss». L’Homme 165(1): 301-308.Rivron 2003: 305). Después de todo, Rivet intuye que Vellard es un «biólogo de alma» ( ‍Rivet, Paul. 1939. «Préface», en Jehan Vellard, Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay: 5-7. París: Gallimard.Rivet 1939: 5). No se sorprende cuando le envía por correo el cráneo de un joven guayaki mientras deplora que el estado del cadáver no le permita transportarlo completo

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 15-‍06-1932 (MNHN, 2 AP 1 C).

‍[36]
. Cuando Vellard nota el carácter taciturno de un muchacho guayaki, afirma «¡lo que hubiera dado un etnógrafo en este momento para leerle el pensamiento!» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 135). Pero es una duda fugaz. El resto del tiempo piensa como un naturalista, y aun antes de decidirse a adoptar a Marie-Yvonne ya la está midiendo y pesando. Lo atrae irresistiblemente lo concreto: aquello que se mide, se pesa, se cataloga y se lleva al laboratorio. Cuando toma huellas digitales, medidas corporales o muestras de sangre, como en Vilhena, siente que la misión ha sido cumplida. La pasión por la antropometría lo acompaña durante toda su vida, y Olivier Dollfus recuerda que, viajando con Vellard por Perú en la década de 1960, detenía la camioneta en el camino para medir el cráneo de un perplejo campesino, y le decía: «Usted señor es un uro, uno de los últimos: usted es una rareza» ( ‍Dollfus, Olivier. 1996. «Jean Albert Vellard». Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines 25(2): 165-167.Dollfus 1996: 167).

Más allá de la urgencia institucionalizada de la etnografía de rescate, tan en boga en aquella época, la fe en un cientificismo que se sabe omnipotente tal vez nos permita entender mejor el protocolo etnográfico de las expediciones. Porque si Vellard mide el éxito de una campaña en función de la cantidad de objetos, hay que recordar que en la misma década Rivet y Georges-Henri Rivière se jactan del «botín» de la expedición Dakar-Djibouti ( ‍Clifford, James. 1981. «On Ethnographic Surrealism». Comparative Studies in Society and History 23(4): 539-564. doi: < https://doi.org/10.1017/s0010417500013554>.Clifford 1981: 555,  ‍Laurière, Christine. 2012. «Lo bello y lo útil, el esteta y el etnógrafo: el caso del Museo Etnográfico de Trocadero y del Museo del Hombre (1928-1940)». Revista de Indias 72(254): 35-66. doi: < https://doi.org/10.3989/revindias.2012.i254.886>.Laurière 2012: 61). Lo que nos permite poner sobre el tapete un análisis comparado de las expediciones de 1931-‍1932 y 1938, en definitiva, es la diversidad de las técnicas de recolección. No es posible atribuir la rapiña museográfica solo a la coyuntura: sabemos, por ejemplo, que en la misma época Métraux adquiere cerámica para el Trocadero negociando tranquilamente con los chiriguanos, o comprando artefactos a los indígenas que trabajan en los ingenios azucareros del noroeste argentino ( ‍Villar, Diego. 2016. «Culture matérielle et changement : Alfred Métraux chez les Chiriguano». Journal de la société des américanistes 102(2): 99-119.Villar 2016: 99-‍119). Los propios informes de Vellard revelan asimismo una amplia gama de matices. En los fortines del Chaco, como entre los nambikwaras, los objetos se consiguen mediante intercambios, transacciones y algún que otro engaño: diplomacias engorrosas, pacientes, minimalistas, en las cuales rige cierto paternalismo, pero a veces también, como en el caso del nambikwara Julio, hay lugar para la capacidad negociadora de los indígenas.

El dossier guayaki es distinto. La información proviene de unos cuantos indígenas capturados que viven en las estancias. Fuera de breves encuentros con los grupos salvajes, que en algunos casos duran minutos, no hay contacto etnográfico. Sabemos que el propio Vellard había anticipado esas condiciones a Rivet, e incluso albergaba dudas sobre su eventual eficacia. Reporta con franqueza llamativa la forma en que se acerca la forma en que se acerca a los campamentos, los guayakis huyen despavoridos y procede a realizar el inventario de los objetos –como si se tratara de bienes sin dueño, abandonados, naturales. La cultura material guayaki es literalmente recolectada. La racionalidad museológica se lleva al extremo: conseguir el objeto puro, genuino, intacto, tal y como se usa, casi arrancado al dueño de sus propias manos ( ‍Richard, Nicolás. 2006. «Cinco muertes para una breve crítica de la razón artesanal». Anales de desclasificación comparada 1(2): 810-831.Richard 2006). Hay aquí una resolución expeditiva, carente de tribulación alguna, que tiene algo de abrumador. La pulsión etnográfica se transforma en una predación, una requisa, un pillaje, y hasta cabría evaluar en qué medida la glosa analítica del ultranomadismo guayaki no legitima el despojo de una cultura material abandonada en la desesperación.

Tal vez estos claroscuros nos permitan entrever las razones por las cuales, para el americanismo, Jehan Vellard sigue siendo un ancestro imposible. Una especie de antihéroe anacrónico, incómodo, políticamente incorrecto, en cuya genealogía nadie se reconoce. Las razones que forjan esa imagen parecen diversas, y al analizarlas nos topamos una y otra vez con la ambivalencia de un legado. Con todos los tics del cientificismo decimonónico Vellard se presenta como una figura opaca pero a la vez policroma, anómala, inclasificable, que transmite certezas pero lo hace envuelto en ambigüedades: apreciado por unos (Rivet) y desprestigiado por otros (Nimuendaju); científico institucional y a la vez hombre de acción; católico conservador que colabora con una agenda socialista; biólogo multidisciplinario que se dedica a la cinematografía; un insensible que, en una de las situaciones más violentas que puedan imaginarse, adopta una hija. Si hablamos de legados y filiaciones imposibles, nada expone mejor los dilemas del americanismo a la hora de atribuirle un lugar que «la niña indígena con una lección para la humanidad». Lo que para unos es un atropello para otros es un acto humanitario que prueba la unidad del género humano. Y aun en este caso, con todas sus luces y sus sombras, la historia guarda un final amargo. En una serie de cartas de la década de 1970 dirigidas a «mi hijita» Vellard declara su soledad. Marie-Yvonne solo contesta de vez en cuando, con vagas alusiones a su vida en Iquitos, sus relaciones con los misioneros franciscanos e incluso a un proyecto de trabajo entre los yaguas de la Amazonía peruana –Vellard le sugiere la posibilidad de reunir «datos positivos» y publicar un texto

Cartas de J. Vellard a M-Y. Vellard, 15-‍07-1975, 25-‍09-1975, 20-‍07-1976, 15-‍04-1978 (JAV).

‍[37]
–. Pero con el correr de los años la brecha inexorablemente se ensancha: Marie-Yvonne se niega a abandonar Perú y se distancia cada vez más del padre, que ni siquiera abre sus cartas y, en una última paradoja, la deshereda

Testamento de Jehan A. Vellard del 22-‍09-1992 (UA).

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ARCHIVOS[Subir]

MNHN Muséum national d’histoire naturelle - París
2 AP 1 C dossier Vellard (Lettres à P. Rivet)
2 AM 1 K96e dossier Vellard (Correspondance avec le Musée
d’ethnographie de Trocadéro et le Musée de l’Homme)
UA Universidad Austral - Buenos Aires
Instituto de Estudios Americanistas J. Cáceres Freire - Fondo Vellard
JAV Archivo privado José Antonio Vellard - Berlín

NOTAS[Subir]

[*]

Agradecemos la colaboración de Christine Laurière, Isabelle Combès, José Braunstein, José Antonio Vellard, Alicia Nores y Lorena Córdoba. Una versión en francés del texto, ligeramente distinta, ha sido publicada en André Delpuech, Christine Laurière & Carine Peltier-Caroff (eds.), «Les Années folles de l’ethnographie». Trocadéro 28-37, Muséum national d’histoire naturelle, París, 2017, pp. 536-‍579.

[1]

Correo electrónico: diego_villar@uca.edu.ar. ORCID iD: <https://orcid.org/0000-0002-0648-5024>.

[2]

Vellard realiza otros viajes de campo durante la misma década, p. ej. a Brasil (1929-‍1930), Venezuela (1936) y Bolivia (1938). Sobre el Museo del Trocadero, ver  ‍Laurière, Christine. 2012. «Lo bello y lo útil, el esteta y el etnógrafo: el caso del Museo Etnográfico de Trocadero y del Museo del Hombre (1928-1940)». Revista de Indias 72(254): 35-66. doi: < https://doi.org/10.3989/revindias.2012.i254.886>.Laurière 2012.

[3]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 27-‍03-1931 (MNHN, 2 AP 1 C). Junto a Marcel Mauss, Rivet era secretario general del Institut d’ethnologie, donde Mauss formaba a los jóvenes antropólogos –pero también funcionarios coloniales, estudiantes y público general– siguiendo la agenda metodológica de una «etnología descriptiva» de corte comparativo, meticuloso y detallista ( ‍Hirsch, Thomas. 2017. «I’m the whole show. Marcel Mauss professeur à l’Institut d’ethnologie», en Christine Laurière y Carine Peltier-Caroff (eds.), Les Années folles de l’ethnographie. Trocadéro 28-37: 341-403. París: Muséum national d’histoire naturelle.Hirsch 2017).

[4]

Ver, asimismo, carta de J. Vellard a P. Rivet, 06-‍05-1931 (MNHN, 2 AP 1 C).

[5]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 15-‍04-1931 (MNHN, 2 AP 1 C).

[6]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 02-‍05-1932, p. 5 (MNHN, 2 AM 1 K96e).

[7]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 15 de abril de 1931 (MNHN, 2 AP 1 C).

[8]

Tal vez por eso el aislamiento guayaki es un auténtico leitmotiv de la narración ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 41, 43, 69, 117). El tropo del minimalismo material de estos indígenas, «más interesante por lo que les falta que por lo que tienen», es parte fundamental del discurso del ultranomadismo, y se repite una y otra vez la letanía sobre objetos escasos, elementales, repetitivos, sin decoración, estrictamente utilitarios ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 39, 115-‍116). Hay, en suma, un intento deliberado por situar al grupo en una especie de «grado cero» de lo social.

[9]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 20-‍09-1932 (MNHN, 2 AP 1 C).

[10]

Ver, asimismo, carta de J. Vellard a Rivet, 15-‍06-1932 (MNHN, 2 AP 1 C).

[11]

Carta de P. Rivet a J. Vellard, 16-‍06-1932 (MNHN, 2 AM 1 K96e).

[12]

Aunque gran parte del libro repite textualmente lo publicado en los textos científicos, la trama revela cierta pretensión literaria: «No puedo pensar en Paraguay sin volver a ver la orquesta rústica, una guitarra, un acordeón y una pequeña arpa tocando en alguna pobre choza mal iluminada con una o dos lámparas arcaicas, de aceite o petróleo. Los músicos son simples peones, gente del campo, sin educación musical, que tiene un sentido innato del ritmo aunque no siempre de la armonía tal como la entendemos» ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 11). Más allá del estilo florido, el argumento aparece edulcorado; así, por ejemplo, no se menciona la violación frustrada de las muchachas guayakis ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939a. Une civilisation du miel. Les indiens guayakis du Paraguay. París: Gallimard.Vellard 1939a: 64).

[13]

Complementa sus observaciones con datos sobre Manuel (otro joven radicado con los Balanza), Mauricio Podesley (criado por el Arzobispo de Asunción) y Damiana (llevada como sirvienta a Buenos Aires y finalmente recluida en una institución psiquiátrica hasta morir de tuberculosis).

[14]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 15-‍06-1932 (MNHN, 2 AP 1 C).

[15]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 18-‍09-1933 (MNHN, 2 AP 1 C).

[16]

Sobre la participación de Rivet, ver  ‍Laurière, Christine. 2008. Paul Rivet, le savant et le politique. París: Muséum national d’histoire naturelle.Laurière 2008: 603-‍606.

[17]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 04-‍06-1944 (MNHN, 2 AP 1 C).

[18]

Carta de C. Nimuendaju a C. Estevão, 21-‍11-1937 (cit. en  ‍Nimuendaju, Curt. 2000. Cartas do sertão de Curt Nimuendaju para Carlos Estevão de Oliveira. Lisboa: Museu Nacional de Etnologia.Nimuendajú 2000: 272).

[19]

Véase por ejemplo  ‍Lévi-Strauss, Claude. 1948. «La vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara». Journal de la Société des Américanistes 37: 1-132. doi: < https://doi.org/10.3406/jsa.1948.2366>.Lévi-Strauss 1948,  ‍Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.1998 [1955],  ‍Ans, André Marcel d’. 2003. «La tristesse des Tropiques n’est plus ce qu’elle était». Sociétal 40: 125-128.d’Ans 2003,  ‍Aspelin, Paul. 1979. «The ethnography of Nambicuara agriculture». Bijdragen tot de Taal-, Land- en Volkenkunde 135(1): 18-58.Aspelin 1979,  ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a,  ‍Derrida, Jacques. 1986. De la gramaticología. Madrid: Siglo Veintiuno.Derrida 1986,  ‍Déléage, Pierre. 2017. Lettres Mortes, Essai d’anthropologie inversée. París: Fayard.Déléage 2017,  ‍Johnson, Christopher. 1997. «Lévi-Strauss: The Writing Lesson Revisited». The Modern Language Review 92(3): 599-612. doi: < https://doi.org/10.2307/3733388>.Johnson 1997,  ‍Loyer, Emmanuelle. 2015. Lévi-Strauss. París: Flammarion.Loyer 2015.

[20]

Ver, asimismo, carta de J. Vellard a P. Rivet, 08-‍07-1935 (MNHN, 2 AP 1 C).

[21]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 20-‍05-1937 (MNHN, 2 AP 1 C).

[22]

Aunque quienes prohíben la comunicación de los nombres personales son supuestamente los nambikwaras, la rutina onomástica del relato tiene algo de cómico: Vellard se refiere a Castro Faria como «el brasileño» y Lévi-Strauss construye su epopeya sin nombrar a «mi esposa» Dina, ni a «nuestro médico» ni a «mi compañero brasileño»; es solo al final de Tristes Tropiques, casi inadvertidamente, que aparecen los nombres «Luis» y «Vellard». Por su parte, Castro Faria comienza su diario refiriéndose al «Profesor Lévi» y termina hablando de «Claude».

[23]

Ver, asimismo, carta de J. Vellard a P. Rivet, 29-‍07-1938 (MNHN, 2 AP 1 C).

[24]

Llamado «A1» por Lévi-Strauss, Julio es guía, informante, traductor y organizador de transacciones: «A1 es sumamente inteligente, consciente de sus responsabilidades, dinámico, emprendedor e ingenioso (…) Es un informante valioso, que entiende los problemas, percibe las dificultades y se interesa por el trabajo; pero muchas veces sus ocupaciones lo reclaman y desaparece días enteros para cazar, reconocer un camino o buscar árboles con semillas o frutos maduros» ( ‍Lévi-Strauss, Claude. 1948. «La vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara». Journal de la Société des Américanistes 37: 1-132. doi: < https://doi.org/10.3406/jsa.1948.2366>.Lévi-Strauss 1948: 40, 89,  ‍Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.1998: 337-‍349; cf.  ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. Faria 2001a: 68, 93, 102, 109). También es el protagonista involuntario de la controversia suscitada por la teoría de Lévi-Strauss sobre la relación entre escritura y jerarquía política ( ‍Lévi-Strauss, Claude. 1948. «La vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara». Journal de la Société des Américanistes 37: 1-132. doi: < https://doi.org/10.3406/jsa.1948.2366>.Lévi-Strauss 1948: 318-‍321;  ‍Derrida, Jacques. 1986. De la gramaticología. Madrid: Siglo Veintiuno.Derrida 1986: 133-‍180;  ‍Johnson, Christopher. 1997. «Lévi-Strauss: The Writing Lesson Revisited». The Modern Language Review 92(3): 599-612. doi: < https://doi.org/10.2307/3733388>.Johnson 1997;  ‍Déléage, Pierre. 2017. Lettres Mortes, Essai d’anthropologie inversée. París: Fayard.Déléage 2017).

[25]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 20-‍03-1939 (MNHN, 2 AP 1 C);  ‍Loyer, Emmanuelle. 2015. Lévi-Strauss. París: Flammarion.Loyer 2015: 232.

[26]

Cartas de J. Vellard a P. Rivet, 18-‍06-1938, 28-‍12-1938 (MNHN, 2 AP 1 C).

[27]

Por otra parte podría contraponerse a la vez la percepción metodológica del brasileño con la de sus colegas franceses: si para Vellard ( ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939b. Rapport sur la mission du Dr. Vellard au Mato Grosso (1938). París: Muséum national d’histoire naturelle (MNHN), dossier Vellard, 56 p. 1939b,  ‍Vellard, Jehan-Albert. 1939c. «Préparation du curare par les Ñambikwara». Journal de la Société des Américanistes 31: 211-222.1939c) y Lévi-Strauss ( ‍Lévi-Strauss, Claude. 1948. «La vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara». Journal de la Société des Américanistes 37: 1-132. doi: < https://doi.org/10.3406/jsa.1948.2366>.1948,  ‍Lévi-Strauss, Claude. 1998 [1955]. Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.1998 [1955]) los indígenas parecen casi un medio para un fin (en el primer caso el estudio de antropometría o los venenos tropicales, en el segundo la organización social y el parentesco), para Faria ( ‍Faria, Luiz de Castro. 2001a. Um outro olhar. Diário da Expedição à Serra do Norte. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul. 2001a) se trata de mostrar a un grupo humano singular, «brasileñizado» en una realidad espacio-temporal bien concreta, cifrada en frágiles relaciones con militares, comerciantes, personal telegráfico, colonos mestizos y otros grupos nativos.

[28]

Para lecturas divergentes, ver  ‍Ans, André Marcel d’. 2003. «La tristesse des Tropiques n’est plus ce qu’elle était». Sociétal 40: 125-128.d’Ans 2003: 125-‍128;  ‍Loyer, Emmanuelle. 2015. Lévi-Strauss. París: Flammarion.Loyer 2015: 227-‍228.

[29]

Cartas de J. Vellard a M-Y. Vellard, 15-‍07-1975, 25-‍09-1975, 20-‍07-1976, 15-‍04-1978 (JAV).

[30]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 06-‍05-1931 (MNHN, 2 AP 1 C); cf.  ‍Dollfus, Olivier. 1996. «Jean Albert Vellard». Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines 25(2): 165-167.Dollfus 1996: 165-‍166.

[31]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 08-‍07-1935 (MNHN, 2 AP 1 C).

[32]

Actuación Notarial, 11-‍12-1978, Testamento nº 94820 fechado el 22-‍09-1992 (UA). El creciente catolicismo de Vellard se aprecia en sus cartas a Marie-Yvonne: «Continúo con mi existencia solitaria, con mis recuerdos y bajo la mirada de Dios y la Santa Virgen (…) Mi hijita, estoy feliz de ver que conservas la fe y el amor por el buen Dios y la Virgen. Sigue siendo fiel: es la única manera de conservar la serenidad de los cristianos. Es mi fuerza y mi consuelo en mi soledad. Cada día me siento más cercano a Dios y cada día rezo largamente para ti» (carta de J. Vellard a M-Y. Vellard, 20-‍07-1976, JAV).

[33]

La lista de instituciones en las cuales trabaja es impresionante: p. ej. Instituto Butantan (San Pablo), Instituto de Biología de Pernambuco (Recife), Instituto Francés de Estudios Andinos, Instituto Riva-Agüero, Universidad Católica y Universidad Mayor de San Marcos (Lima), Museo de Tihuanacu e Instituto de Biología de Altura (La Paz), Universidad de Buenos Aires y Museo Etnográfico (Buenos Aires).

[34]

Carta de J. Vellard a Stroessner, 29-‍09-1972, UA. Los papeles del fondo Vellard (UA) incluyen correspondencia con figuras como José Imbelloni, Raymond Aron, Roger Caillois o Charles de Gaulle.

[35]

Lo cual no puede relativizarse apelando a la presunta predilección «retro» de Lévi-Strauss por una metodología decimonónica ( ‍Loyer, Emmanuelle. 2015. Lévi-Strauss. París: Flammarion.Loyer 2015: 229-‍230). Si bien la etnología francesa sigue organizando partidas multitudinarias en África al estilo de la famosa expedición Dakar-Djibouti, lo cierto es que en el contexto americanista tanto Vellard como Lévi-Strauss saben bien que otra forma de trabajo es posible: conocen los trabajos de Nimuendajú, Nordenskiöld, Métraux o Max Schmidt, quienes en esa misma época viajan solos o en partidas ínfimas para transcurrir un mayor tiempo con los indígenas.

[36]

Carta de J. Vellard a P. Rivet, 15-‍06-1932 (MNHN, 2 AP 1 C).

[37]

Cartas de J. Vellard a M-Y. Vellard, 15-‍07-1975, 25-‍09-1975, 20-‍07-1976, 15-‍04-1978 (JAV).

[38]

Testamento de Jehan A. Vellard del 22-‍09-1992 (UA).

BIBLIOGRAFÍA CITADA[Subir]

[1] 

Ans, André Marcel d’. 2003. «La tristesse des Tropiques n’est plus ce qu’elle était». Sociétal 40: 125-‍128.

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[4] 

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