SUMARIO

  1. BIBLIOGRAFÍA CITADA

La antropología (en realidad las ciencias sociales) ha debatido ampliamente sobre lo que podemos considerar o no escritura. No obstante, es probable que los miembros de estas disciplinas tengamos la sensación de que ha sido estéril, pues poco o nada ha afectado a las creencias populares occidentales. Por mucho que Walter Ong ( ‍Ong, Walter. 1987. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. México: Fondo de Cultura Económica. 1987), en su pionero estudio, se encargara de dividir el mundo en sociedades con y sin escritura, y que posteriormente Jack Goody ( ‍Goody, Jack. 1987. The Interface between the Written and the Oral. Cambridge: Cambridge University Press. 1987) le matizara y corrigiera, hace ya tiempo que antropólogos y arqueólogos vienen mostrando cómo en realidad estamos ante diferentes sociedades «cada una con sus propias técnicas gráficas y métodos orales que organizan la memoria, estructuran el discurso, facilitan el orden y producen la verdad», según señalaron Tristan Platt, Thérèse Bouysse-Cassagne y Olivia Harris ( ‍Platt, Tristan, Thérèse Bouysse-Cassagne y Olivia Harris. 2006. Qaraqara-Charka Mallku, Inka y Rey en la provincia de Charcas (siglos XV-XVII) Historia antropológica de una confederación aymara. La Paz/Lima/Saint Andrews: Plural/Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia/Instituto Francés de Estudios Andinos, IFEA/University of St. Andrews. 2006: 11) respecto al encuentro entre la sociedad andina y la española en el siglo XVI.

El propio Platt ( ‍Platt, Tristan. 1992. «Writing, Shamanism and Latin American Identity; or Voices from Abya-Yala». History Workshop 34: 132-‍147.1992 y  ‍Platt, Tristan. 1997. «El sonido de la luz. Comunicación emergente en una diálogo chamánico quechua», en Thérèse Bouysse-Cassagne (ed. y comp.), Saberes y memorias en los Andes: 401-433. Lima: Centro de Investigación y Documentación sobre América Latina, CREDAL/Instituto Francés de Estudios Andinos, IFEA. 1997), en textos previos, ya había puesto la atención sobre las diferentes formas de escritura o de registro de la memoria establecidas por los hombres en los Andes, desde la época prehispánica (véase los quipus) hasta la actualidad (por ejemplo, los cantos chamánicos).

El nuevo trabajo de Gerardo Fernández Juárez complementa con su investigación esa reflexión sobre los modos de escritura amerindios. Lo realmente interesante de esta obra es que Gerardo Fernández quiere llamar la atención sobre los modos de lectura. O más bien, en cómo no podrían existir otras escrituras si no existieran otras formas de lecturas. Pensar que la escritura, adquiera la forma que adquiera, siempre es leída (como entienden esta acción los diccionarios europeos) es un error. La lectura no es una y las formas de hacerlas son variadas, aunque, por supuesto, conocidas y sistematizadas por una sociedad.

El principio básico sobre el que se basa la reflexión recogida en el libro lo podemos encontrar en las pp. 17 y 18 del mismo:

La pervivencia y predominio en el ámbito ritual andino de expresiones orales que canalizan la ejecución de objetos ceremoniales sensibles, resultan de gran importancia y complejidad, justificando la necesidad de la sistemática repetición o la presencia de formularios estereotipados capaces de canalizar y consolidar dichas fórmulas rituales a la vez que se distancian cognitivamente con respecto a las expresiones basadas fundamentalmente en los sistemas escriturarios.

Es decir, el objetivo principal del libro es demostrar, por medio del análisis de diferentes tipos de «escritura[s] ideográfica[s] andina[s]», que estas son usadas «como recurso nemotécnico de aprendizaje y recuerdo de las oraciones católicas» (p. 29), y que estas técnicas nemotécnicas pueden ser entendidas (y así lo hacen los propios habitantes del Altiplano boliviano en algunas ocasiones) como formas de lectura.

Los tipos de «escritura ideográfica andina» trabajados por Fernández Juárez son tres: los risalip’ichis o ‘cueros’ donde fueron grabados con símbolos ideográficos oraciones católicas con el fin de que fueran más fácilmente aprendidas por los locales; las llut’asqas o discos de ‘barro’ con figuras en tres dimensiones donde se representaban también oraciones; y, por último, la labor de los especialistas rituales altiplánicos que va desde la lectura de las hojas de coca hasta la preparación de complejas mesas rituales.

Los dos primeros son tratados en el capítulo 2, además de retomados en una reflexión conjunta en el 5 y 6, y detalladamente analizados (en este caso los risalip’ichis) por Daniela Castro en el llamado «Anexo metodológico». Lo realmente importante del trabajo de Gerardo Fernández, a mi juicio, no es presentar la existencia de soportes que sirvan como sistema de retención de la memoria, ya que esto es algo sumamente común en las sociedades amerindias, desde los tejidos de las mujeres de Jalq’a (que el autor menciona) hasta los diablos realizados por los purépechas de Ocumicho (Michoacán, México). Por cierto, casi todos ellos, estudiados más como formas artísticas que como formas nemotécnicas (una excepción notable son los trabajos de Verónica Cereceda). Creo que el acierto de la obra es precisamente poner el acento en su uso local mediante dos premisas fundamentales: la primera es que siendo los risalip’ichis soportes elaborados hace mucho tiempo y claramente en desuso (la mayoría de los presentados se encuentran en museos universitarios), el proceso de registro y de lectura continua vigente precisamente mediante las llut’asqas; y la segunda es que el libro muestra cómo realmente hay un uso local y propiamente andino asociado a ese proceso de registro y lectura. Un uso relacionado claramente con la necesidad de incorporación al imaginario local de las entidades católicas y las oraciones a ellas asociadas.

Es precisamente en los capítulos destinados a los complejos rituales de los yatiris (claramente el terreno donde el autor se siente más cómodo) donde se demuestra todo este accionar. La compleja tipología de mesas tiene, entre otros objetivos, hacer presente las entidades que pueblan el universo andino. Entre ellas, claro está, aquellas que residen en la Gloria, es decir, la mayor parte de figuras más representativas del catolicismo. Mediante una detallada exposición de rezos y fotografías, Fernández nos demuestra como el yatiri Gregorio Mamani elabora la «gloria mesa» según un sistema similar al usado por los lectores de los risalip’ichis y las llut’asqas. Sin duda alguna, estos dos capítulos dedicados a la acción de los yatiris son los que más fuerza presentan en el libro, nada extraño para aquellos que conocemos el dilatado trabajo de Gerardo Fernández al respecto.

Es por esta razón que creo que el verdadero interés de su nueva propuesta reside precisamente en los últimos dos capítulos del libro (especialmente el capítulo 6), donde consigue convencernos de que las ofrendas rituales, los discos de barro o los cueros, forman todos parte de un proceso andino de organizar su memoria.

Las expresiones escriturarias logográficas andinas y las ofrendas rituales aymaras se alejan con precisión de la forma recta, proyectan su curvatura en una espiral ‘a la izquierda’, trazadas desde una perspectiva cenital y buscando ese centro, taypy, chaypi, sonqo, chuyma, fundamental en la recreación de su memoria y su saber (pp. 139 y 140).

Gerardo Fernández propone que al menos en lo que se refiere a los proceso de memorización relacionados con las oraciones católicas, así como de las ofrendas rituales locales (que, por otra parte, como apunta en la p. 141, no es que sean compatibles con esas oraciones, es que conviven en estrecha relación y podríamos decir armonía) existe un sistema basado en la lectura de los ideogramas en forma circular, levógira y en espiral, hacía un centro (ese chaypi o sonqo) que sirve al mismo tiempo de punto culmen de la oración, pero también de transición.

Pero hay un elemento, nos dice Fernández, fundamental a la hora de poner en circulación estos sistemas nemotécnicos: la oralidad. Soportes visuales todos ellos (humo, barro y cuero) que no podrían funcionar sin un aprendizaje detrás. Pero, curiosamente, el autor nos señala, que al menos en el caso de los yatiris, nada se enseña y nada se aprende tal cual entendemos estas acciones en Occidente. La oralidad, en estas sociedades como en la andina, no funciona a modo de sistema reglado, sino de cotidianidad. Un sistema nemotécnico como el estudiado funciona en la medida en que se conocen y se ponen en circulación las formas orales de lectura de los mismos. Concluye el autor: «La palabra, el canal auditivo y sus expresiones verbales y sonoras parecen volver a tomar protagonismo entre los pueblos amerindios en plena era de internet, las redes sociales y los teléfonos móviles» (p. 149).

En definitiva, el nuevo texto de Gerardo Fernández Juárez, Humo, barro y cuero, se muestra como un sugerente «recorrido por la memoria en los Andes del Sur», donde las «Ofrendas y Plegarias» surgen ahora bajo una nueva forma de interpretación y, sobre todo, bajo una nueva forma de lectura de la cultura andina.

BIBLIOGRAFÍA CITADA[Subir]

[1] 

Goody, Jack. 1987. The Interface between the Written and the Oral. Cambridge: Cambridge University Press.

[2] 

Ong, Walter. 1987. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. México: Fondo de Cultura Económica.

[3] 

Platt, Tristan. 1992. «Writing, Shamanism and Latin American Identity; or Voices from Abya-Yala». History Workshop 34: 132-‍147.

[4] 

Platt, Tristan. 1997. «El sonido de la luz. Comunicación emergente en una diálogo chamánico quechua», en Thérèse Bouysse-Cassagne (ed. y comp.), Saberes y memorias en los Andes: 401-433. Lima: Centro de Investigación y Documentación sobre América Latina, CREDAL/Instituto Francés de Estudios Andinos, IFEA.

[5] 

Platt, Tristan, Thérèse Bouysse-Cassagne y Olivia Harris. 2006. Qaraqara-Charka Mallku, Inka y Rey en la provincia de Charcas (siglos XV-XVII). Historia antropológica de una confederación aymara. La Paz/Lima/Saint Andrews: Plural/Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia/Instituto Francés de Estudios Andinos, IFEA/University of St. Andrews.