RESUMEN

La etnografía feminista se caracteriza por una particular relación etnográfica donde los afectos y la confianza tienen un papel central. El artículo analiza la manera en que estos se desarrollan y procesan, a la vez que discute cómo nos hacemos cargo de las angustias y sufrimientos de nuestros/as interlocutores/as tanto cuando estamos cara a cara durante el trabajo de campo como cuando revisamos las notas y las entrevistas en el escritorio, en relación a una investigación sobre feminicidios.

Palabras clave: Etnografía feminista; Feminicidios; Afectos.

ABSTRACT

Feminist ethnography is characterized by a particular ethnographic relationship, where affection and trust play a central role. The article analyses the way these are developed and processed, while discussing how we ‘deal’ with the anxieties and sufferings of our interlocutors both when we are face-to-face during fieldwork and when we review notes and interviews at the desk, in relation to research on femicides.

Keywords: Feminist Ethnography; Femicide; Affects.

Cómo citar este artículo / Citation: Rostagnol, Susana: «La relación etnográfica en el campo y en el escritorio». Disparidades 74(1): e002f. doi: <https://doi.org/10.3989/dra.2019.01.002.06>.

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. MUJERES ASESINADAS POR SUS PAREJAS O EXPAREJAS
  4. LOS ENCUENTROS CON FAMILIARES, AMIGOS/AS Y ASESINOS
  5. EN EL ESCRITORIO: PALABRAS Y REMEMORACIONES
  6. DESPUÉS DE LA ESCRITURA
  7. NOTAS
  8. BIBIOGRAFÍA CITADA

MUJERES ASESINADAS POR SUS PAREJAS O EXPAREJAS[Subir]

Esta reflexión proviene de una investigación sobre mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. Se trata de feminicidios

Utilizo el término feminicidio del mismo modo que otros/as utilizan femicidio.

‍[2]
, término que designa el asesinato de mujeres cuando sus cuerpos son cosificados (dándole el valor de un trofeo, un mensaje

Rita Segato (

Segato, Rita. 2004. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en la ciudad Juárez. Serie Antropología, 362. Brasilia: Universidad Federal de Brasila.

2004
) en su estudio de los asesinatos de ciudad Juárez señala que las mujeres asesinadas fungen como mensajes entre bandas de narcotraficantes.

‍[3]
, constituyendo un instrumento de venganza, etc.). Esta violencia articula parte de las relaciones que se desarrollan en la vida social, forma parte de la estructura de dominación-opresión que caracteriza a las relaciones de género. Tensa de manera extrema el poder patriarcal por lo que el análisis e interpretación de estas situaciones puede arrojar algo de luz para entender la desigualdad que signa la vida social.

La investigación tiene dos momentos, un primer estudio exploratorio; y un segundo, más comprehensivo, en el que participaron varios organismos estatales. El primero analizó las problemáticas de dos mujeres asesinadas y el segundo indagó sobre cinco historias. El trabajo etnográfico tuvo como objetivo reconstruir las vidas de las mujeres a fin de encontrar indicios no percibidos en su momento que podrían haber previsto el desenlace posterior. Nos interesaba adentrarnos en la comprensión de la trama que culminó con el asesinato, para lo cual fue necesario reconstruir los aspectos centrales de las características de las mujeres, sus entornos, sus historias de pareja. Era preciso tener una mente abierta a significados no contemplados hasta el momento para una mayor comprensión del fenómeno.

Recurrimos a una adaptación de la técnica de las autopsias verbales, originaria de la epidemiología. Así como la entrevista biográfica intenta reconstruir el itinerario vital de una persona, la autopsia verbal intenta reconstruir los hechos y circunstancias que le provocaron la muerte.

LOS ENCUENTROS CON FAMILIARES, AMIGOS/AS Y ASESINOS[Subir]

A partir de información a la que accedimos, seleccionamos los casos de feminicidio a investigar, contemplando que las mujeres abarcasen un amplio rango de edad, proviniesen de distintos sectores socioeconómicos y diversos niveles de escolaridad. Contactamos con las personas a entrevistar del entorno cercano de la mujer. El trabajo de campo estuvo restringido a encuentros pautados: en algunos casos largas conversaciones distendidas de varias horas superpuestas a actividades compartidas, en otros casos apenas sobrepasaron el tiempo necesario para tomar un café; y aun otros limitados a unas pocas palabras en una conversación telefónica, a lo que se suman entrevistas realizada en contexto de encierro. Con algunos/as entrevistados/as, la relación se prolongó durante meses. Los encuentros eran concitadores para nuestros/as interlocutores/as: desde revivir su tristeza y llorar, hasta encontrarse culpable por no haberlo evitado o sentir rabia ante el homicida. Estaba presente el sesgo del recuerdo y del olvido que borra algunos hechos y realza otros. Nuestra experiencia de campo permitió un devenir donde la producción de conocimiento resultó de un proceso de co-construcción ( ‍Pérez Busto, Tania, Victoria Tobar Roa y Sara Márquez Gutiérrez. 2016. «Etnografías de los contactos. Reflexiones feministas sobre el bordado como conocimiento». Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 26: 47-‍66.Pérez, Tobar y Márquez 2016).

Todas las entrevistas, tanto a amigos/as y familiares, como a sus asesinos recluidos, nos movilizaron, cada historia nos marcó de una manera particular, al releer nuestras notas lloramos más de una vez.

Arreglé con Rosa

Todos los nombres son ficticios para preservar el anonimato e intimidad de nuestros/as interlocutores/as y de las mujeres asesinadas.

‍[4]
para ir a su casa por la mañana. Me estaba esperando con el mate. En cuanto entré me mostró fotos de Adriana. La casa era modesta. Los muebles decididamente provenían de una casa más espaciosa, por lo que estaban algo amontonados. Paulita entró despeinada y con los ojos lagañosos, acababa de despertarse. Rosa me presentó diciendo que yo había ido para hablar de su mamá. Paulita me miró extrañada. Luego oí que le decía «mamá» a Rosa, aunque sabía que su mamá era Adriana y que ya no estaba en este mundo. Rosa estaba algo nerviosa. Me decía que Adriana era muy bonita, muy vital, pero que también parecía querer llevarse el mundo por delante. «Ramiro, ese mal nacido», me dijo con mucho enojo y decididamente queriendo adjetivar con otras palabras. «Ese la mató, 36 puñaladas le dio, 36 puñaladas a mi hija, y dice que se va a llevar a la nena cuando salga». En sus palabras había tanta bronca como angustia. Me sentí impotente, sentí que mi estudio no le iba a servir para nada, no le iba a devolver a su hija, no le iba a quitar el dolor. ¿Qué estaba haciendo yo ahí? Apenas pude decir, casi que susurrando «Sí, ya sé…», refiriéndome a las 36 puñaladas (Diario de campo, sep. 2015).

Hacer etnografía implica arriesgarnos a sentir, a dejar que las emociones afloren, pasa por el cuerpo; en tanto experiencia, es inscripción y registro. En palabras de Behar ( ‍Behar, Ruth. 1996. The Vulnerable Observer. Anthropology that Breaks your Heart. Boston: Beakon Press.1996: 5)

Original en inglés.

‍[5]
, «en tanto un modo de conocimiento que depende de una relación particular moldeada por un antropólogo particular y un grupo de gente particular en un tiempo y espacio particular, la antropología siempre se ha irritado con la cuestión de la vulnerabilidad». Los/as antropólogos/as somos observadores/as vulnerables. El ejercicio de comprensión procede de animarnos a la vulnerabilidad, dejarnos doler. En nuestro caso, las integrantes del equipo nos vimos profundamente afectadas por las historias, todas lloramos al repasar nuestras notas de campo, todas sentimos indignación, profundo pesar, rabia, impotencia. También sentimos que podíamos haber sido nosotras la muerta, la madre, la hermana o la amiga, todas, cualquiera puede estar en el lugar de ser asesinada. La vulnerabilidad nos llegó a los huesos.

Metodológicamente resultó fundamental reconocer el desafío emocional que significó llevar a cabo la investigación. En la relación etnográfica, la interacción con nuestros/as informantes o interlocutores/as no necesariamente pasa solo por la razón. La compasión —recordemos que literalmente significa ‘sufrir juntos’— resulta un elemento fundamental en la comunicación. El dolor sentido en el cuerpo y en el alma —si tal cosa existe—, las lágrimas derramadas frente a las historias contadas y en ese momento compartidas, me (nos, junto a mis colegas) colocaron en un lugar de vulnerabilidad total, de alguna manera estábamos desnudas. No solo carecíamos de herramientas para cambiar lo irremediable, sino que también éramos impotentes para actuar sobre el futuro de los/as niños/as que volverían a estar bajo la patria potestad de los asesinos de sus madres una vez cumplida la condena. Esa angustia compartida con abuelos/as, tíos/as nos invadía. Una vez más Behar ( ‍Behar, Ruth. 1996. The Vulnerable Observer. Anthropology that Breaks your Heart. Boston: Beakon Press.1996: 14)

Original en inglés.

‍[6]
me ayuda a entender, «La exposición del self, que es también un espectador, tiene que llevarnos a algún lugar al cual de otra manera no iríamos». Ese es el verdadero viaje sobre el cual tantos/as antropólogos/as han escrito

Me refiero especialmente a los artículos de Esteban Krotz (

Krotz, Esteban. 1991. «Viaje, trabajo de campo y conocimiento antropológico». Alteridades 1(1): 50-‍57.

1991
), quien al referirse al viaje en sentido metafórico, afirma que este tiene efectos sobre el viajero —el/la etnógrafo/a— al modificarlo de una manera u otra; y de Roberto Da Matta (

Da Matta, Roberto. 1978. «O oficio de etnólogo, ou como ter "Anthropological blues"», en Edison de Oliveira Nunes (org.), A aventura sociológica: 23-35. Río de Janeiro: Zahar Editores.

1978: 29
), donde se señala que en las investigaciones en la misma sociedad, el viaje etnográfico recuerda al del chaman, «un movimiento drástico donde, paradójicamente, no se sale del lugar … [para] llegar al fondo del pozo de la propia cultura» [original en portugués].

‍[7]
, un viaje que nos permite ahondar en nuestras emociones, sacarlas fuera de nosotras mismas y ponerlas al servicio de la comprensión del otro en la construcción dialógica de conocimiento. La antropología feminista introdujo las emociones y los sentimientos de manera explícita en las relaciones antropológicas, lo cual obviamente modifica la estructura de la relación yo-otro. Las emociones como dispositivo cognitivo permiten encuentros intersubjetivos característicos del trabajo de campo antropológico. En tanto lo emocional y personal no pueden separase fácilmente de lo intelectual ( ‍Okely, Judith. 1992. «Anthropology and Autobiography. Participatory Experience and Embodied Knowledge», en Judith Okely y Hellen Callaway (comps.): Anthropology & Autobiography: 1-28. Londres: Routledge.Okely 1992: 9) se incluyen en el proceso etnográfico.

El hecho irremediable del asesinato cambió para siempre las vidas de nuestros/as entrevistados/as. «No es fácil, nunca se va, lo llevas, aprendes a convivir con el dolor pero no lo superas, no lo superas, porque si hace fecha de ella lloro, porque si es el cumpleaños de los nenes me acuerdo y lloro» (Martina, amiga de Marcela, en  ‍Rostagnol, Susana, Carla Calce, Natalia Magnone, Gabriela Pacci y Mariana Viera. 2015. ¿De qué murieron? Trayectorias de violencia y muerte de mujeres a través de la autopsia verbal. Informe de investigación para el Programa Integral de lucha contra la Violencia de Género. Montevideo.Rostagnol et al. 2015: 57).

En el proceso de reconstrucción del sentido de sus vidas intervinimos con preguntas, pero sobre todo con nuestra escucha atenta y también amorosa. Coincido con Jimeno en que

El trabajo de investigación antropológica sostiene una tensión interna que lo constituye: es al mismo tiempo estudio metódico, riguroso, y experiencia vital, relaciones y vínculos personales. La antropología, entonces, cabalga entre lo sistemático y lo subjetivo, podríamos decir entre vínculos racionales y apegos emotivos, si es que unos y otros pueden separarse. Hablamos de rigor, verificación, validez; pero también de empatía, confianza, complicidad, colaboración ( ‍Jimeno, Myriam, Daniel Varela y Ángela Castillo. 2011. «Experiencias de violencia: etnografía y recomposición social en Colombia». Sociedade e cultura 14(2): 275-‍285.Jimeno, Varela y Castillo 2011: 276)

La autorreflexividad nos permite trabajar los «vínculos racionales y apegos emocionales». La etnografía feminista interpela a la tradición del pensamiento occidental que escinde razón de emoción al pensarse como «un acto total que implica cuerpo, mente, razón y emoción de manera indisoluble, como una práctica de reconocimiento de la configuración de las relaciones de poder» ( ‍Gregorio Gil, Carmen. 2006. «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 1(1): 22-‍39.Gregorio 2006: 33). En algunos casos, para los/as entrevistados/as el encuentro tuvo cierto efecto en el reacomodo de los sentidos al habilitar la revisita de un proceso doloroso y redimensionarlo. Eso no nos da un lugar de privilegio; los procesos son profundamente compartidos y suceden en diálogo.

La decisión de ser un sujeto implicado, con lo que conlleva de emociones, empatía y compasión, ha constituido una crítica recurrente a las antropólogas feministas, sin embargo, en ello debería reconocerse una forma de encarar «con creatividad el dilema dentro-fuera» (Del Valle, en  ‍Gregorio Gil, Carmen. 2006. «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 1(1): 22-‍39.Gregorio 2006). Nencel, por su parte, desarrolla la noción de «empatía radical» para señalar que «moverse entre la teoría, la práctica y la empatía» nos obliga a «no atrevernos a divorciarnos de la perspectiva de cercanía» (Dana-Ain Davis, comunicación personal, en  ‍Nencel, Lorraine. 2014. «Situating Reflexivity: Voices, Positionalities and Representations in Feminists Ethnographic Texts». Women’s Studies International Forum 43: 75-‍83.Nencel 2014: 81).

En suma, la antropología feminista se caracteriza por la empatía tanto emocional como intelectual ( ‍Jimeno, Myriam, Daniel Varela y Ángela Castillo. 2011. «Experiencias de violencia: etnografía y recomposición social en Colombia». Sociedade e cultura 14(2): 275-‍285.Jimeno, Varela y Castillo 2011;  ‍Gregorio Gil, Carmen. 2006. «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 1(1): 22-‍39.Gregorio 2006 y  ‍Gregorio Gil, Carmen. 2014. «Traspasando las fronteras dentro-fuera. Reflexiones desde una etnografía feminista». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 9(3): 297-‍322.2014;  ‍Davids, Tine. 2014. «Trying to Be a Vulnerable Observer: Matters of Agency, Solidarity and Hospitality in Feminist Ethnography». Women’s studies International Forum 43: 50-‍58.Davids 2014;  ‍Nencel, Lorraine. 2014. «Situating Reflexivity: Voices, Positionalities and Representations in Feminists Ethnographic Texts». Women’s Studies International Forum 43: 75-‍83.Nencel 2014) que permite aprehender la realidad y la vida de nuestros/as interlocutores/as de manera más comprometida y comprehensiva.

EN EL ESCRITORIO: PALABRAS Y REMEMORACIONES[Subir]

Solas en nuestros escritorios, con las grabaciones, las notas de campo, los mensajes en el teléfono, con los recuerdos que se nos atiborran en la cabeza, con el equipaje de dolores y miedos; ¿qué hacer?, ¿cómo trascender el momento del encuentro?, ¿cómo plasmar ese relato co-construido en un conocimiento transmisible a otros/as? Al volver sobre las notas de campo para elaborar el texto definitivo, fue necesario pensar detenidamente en poner sobre el papel un balance entre el lugar que nosotras asumíamos en el texto —con nuestras perspectivas teóricas y definiciones feministas— y las historias vertidas por los/as interlocutores/as, ser fieles a sus relatos. Como espectros se presentaron en mi escritorio las personas entrevistadas, con sus dolores y rabias. El asesinato de un ser querido, el haber dado muerte a quien supuestamente se amó otorga a mis interlocutores/as un lugar definido por sus emociones. Fue fácil entonces recurrir a noción de «economía política de las emociones» (Scheper-Hughes en  ‍Alcázar-Campos, Ana. 2014. «"Siendo una más". Trabajo de campo e intimidad». Revista de Estudios Sociales 49: 59-‍71.Alcázar-Campos 2014), que refiere a como determinadas emociones se utilizan políticamente, pasando del ámbito privado al público.

En el relato de José, asesino de María, aparecen nítidamente las emociones que lo embargaron; en su recuerdo se nubla el hecho de la muerte. No puede verbalizarlo, el relato es fragmentado. La muerte de María fue consecuencia de golpes en la cabeza y luego ahogo. El relato de José no coincide con el parte policial. ¿Miente? Por supuesto que no, su memoria y sus emociones dan cuenta de lo caleidoscópico de la realidad. Entender a José fue un gran desafío, especialmente después de haber conocido la historia desde las palabras de la madre de María, quien decía que «después de «aquel día» se acabó la alegría en esta casa» ( ‍Calce, Carla, Flor de María Meza, Serrana Mesa, Natalia Magnone, María Goñi Mazzitelli, Valeria España, Gabriela Pacci, Susana Rostagnol y Mariana Viera Cherro. 2015. La violencia contra las mujeres en la agenda pública. Aportes en clave interdisciplinar. Montevideo: Universidad de la República/Comisión Sectorial de Investigación Científica. Calce et al. 2015). José también era un ser vulnerable, aún cuando fuese un asesino. Se hacía necesario escudriñar en los mecanismos sociales que habilitaron su accionar.

Este tipo de crímenes está inscripto en las «configuraciones emotivas» ( ‍Jimeno, Myriam. 2007. «Lenguaje, subjetividad y experiencias de violencia». Antípoda 5: 169-‍190.Jimeno 2007)

Concepto que Jimeno elabora inspirada en Norbert Elias.

‍[8]
que otorgan sentido al uso de la violencia que culmina en un feminicidio: «forman parte del juego de relaciones y de medios de jerarquización y demarcación simbólica en las relaciones amorosas» (ibid.: 181). Aluden a sentimientos asentados en el individuo, pero que son socialmente compartidos y culturalmente construidos. Las emociones que conducen al fenimicidio, lejos de constituir estados mentales alterados de los sujetos que cometen el crimen, son acciones que juegan un papel fundamental al establecerse como una «necropolítica» ( ‍Mbembe, Achille. 2003. «Necropolitics». Public culture 15(1): 11-‍40.Mbembe 2003) en sociedades estructuradas sobre la desigualdad.

La escritura fue una forma de descubrir ideas que daban vuelta en mi cabeza, se engarzaron y de pronto adquirieron forma. Recurrí a la noción de habitar la etnografía, «tratando de restituir de esta forma el valor del conocimiento desde mi propio cuerpo, en tanto sujeto de acción que experimenta, siente y se emociona» ( ‍Gregorio Gil, Carmen. 2014. «Traspasando las fronteras dentro-fuera. Reflexiones desde una etnografía feminista». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 9(3): 297-‍322.Gregorio 2014: 300)

Toma la idea de habitar de Jone Hernández.

‍[9]
. Desde este habitar, pude dar forma a las emociones y sensaciones corporales que perduraban en mi cuerpo, pude trascenderlas para hacerlas inteligibles fuera de mi.

Entre notas revisadas y entrevistas leídas una y otra vez, se me hizo necesario reflexionar una vez más sobre mi lugar en la enunciación ( ‍Mohanty, Chandra. 1988. «Under Western Eyes: Feminist Scholarship and Colonial Discourses». Feminist review 30: 61-‍88.Mohanty 1988). No solo se refiere al reconocimiento de que la intersubjetividad desarrollada en los encuentros se experimenta y performa situadamente, sino también considerar que el contexto de la investigación ocupa un lugar primordial. La manera en que me relacioné con Rosa, la madre de Adriana, en su casa, tomando mate, rápidamente nos llevó a una zona de confianza; mientras que con Ramiro, asesino de Adriana, la entrevista en una oficina de la penitenciaría se daba en un contexto amable pero de cierta distancia. Cada contexto incide en el desarrollo de la interacción, pero es en el instante de la escritura cuando es preciso sacar a luz las peculiaridades del mismo en cada uno de los momentos del proceso, a fin de tomarlos en cuenta para el análisis y la interpretación.

Ahora bien, tomar en cuenta nuestro lugar en la enunciación también implica aceptar que somos nosotras quienes elaboramos la versión final del texto. Coincido con Nencel quien afirma: «Ser quien interpreta significa aceptar la autoridad que conlleva. Esa autoridad exige un sentido de responsabilidad para resguardar de cualquier daño a los/as participantes de la investigación y representarlos/as de tal forma que se respete y destaque su agencia» ( ‍Nencel, Lorraine. 2014. «Situating Reflexivity: Voices, Positionalities and Representations in Feminists Ethnographic Texts». Women’s Studies International Forum 43: 75-‍83.Nencel 2014: 78)

Original en inglés.

‍[10]
.

La relación etnográfica se continúa en el escritorio, es allí cuando debemos elegir qué aspectos de todo lo que nos fue dicho, vamos a llevar al papel para darlo a conocer. Toda la información, sensaciones y emociones nos están habitando para entender los procesos de violencia en la vida de las mujeres cuyas historias nos abocábamos a recomponer. Pero no todo podría ser contado. Aquí la ética de la investigación juega un papel central. Hubo secretos en la mayoría de las entrevistas, fueron tales por la forma en que se me transmitió la información; el secreto no es una cosa, sino una forma de relacionarnos los seres humanos. Ciertamente formó parte de las relaciones de confianza establecidas con mis interlocutores/as. Obviamente que en mis interpretaciones eché mano a todo lo que conocía, pero ¿cuánto de todo eso podía difundir? Me importaba especialmente guardar la memoria de las mujeres muertas, más allá de proteger su anonimato e intimidad, sentía un gran pudor en compartir en un texto aspectos de su vida que ella solo había compartido con quienes tenía más cercanía y confianza, y resultaba que ahora yo lo sabía, me habían confiado ese trozo del relato. Debí asumir la responsabilidad de hacer los recortes que consideré pertinentes para preservar la memoria de las mujeres asesinadas y a mis interlocutores/as. La sororidad sentida para con esas mujeres asesinadas fue constante y medular en el proceso de esta etnografía

La idea de sororidad con las mujeres asesinadas surgió de comentarios hechos por Mariana Viera, mi agradecimiento por ello.

‍[11]
.

Varios/as de nuestros/as informantes e interlocutores/as estaban en carne viva y tenían miedo. El fin de la condena del asesino podía significar llevarse a los/as niños/as porque no había perdido la patria potestad. Parte de nuestro trabajo fue intentar dar cuenta de una vida con miedo, un temor siempre presente. Una etapa fue aquella previa a la muerte, la cual era nuestro objeto de estudio, pero en el proceso de la investigación encontramos esta segunda etapa, vivir con miedo y con un duelo que no logra cerrarse.

DESPUÉS DE LA ESCRITURA[Subir]

Los textos resultantes de las dos investigaciones tuvieron suerte diversa. En el primer caso, forma parte de un libro que siguió su camino propio como todos los libros.

La segunda, más comprehensiva que la primera, ciertamente de mayor envergadura, no corrió la misma suerte. La motivación para solicitar la investigación era profundizar en el conocimiento de la problemática para mejorar las estrategias que podrían, si no poner fin, al menos disminuir la incidencia de la violencia en las relaciones de género. Nuestro informe fue bien recibido por algunas, pero no por todas, las instituciones componentes del Programa, por lo que nunca salió a luz. Estimo que existe una ausencia de crítica feminista sobre el tema por parte de las instituciones involucradas, pero sobre todo las personas que las integran parecen no tener la posibilidad de cuestionar la estructura social y comunitaria que sostiene y facilita las prácticas violentas, de las cuales dichas instituciones forman parte. Esto no parece ser algo excepcional, lo han constatado otras investigadoras ( ‍González Focke, Mariana y Priscilla Viera Alcázar. 2014. «Caminando en la frontera: un planteamiento sobre la relevancia de la ética feminista cuando de violencia contra las mujeres se trata», en María Guadalupe Huacuz Elías y Verónica Rodríguez Cabrera (coord.), Estudios sobe ética de la investigación y violencia de género en México: 149-166. Ciudad de México: Universidad Metropolitana Autónoma-Xochimilco. González y Viera 2014). Y da cuenta de la enorme dificultad que existe para modificar las estructuras de dominación, la fuerza con que se yerguen en la sociedad. Una vez más parece que las feministas somos excesivamente ambiciosas cuando nos proponemos cambiar el mundo.

NOTAS[Subir]

[*]

Este artículo es fruto de una investigación realizada en dos fases. La primera contó con el financiamiento de CSIC-UdelaR, Programa Comprensión pública de temas de interés general, Art. 2. Proyecto: Violencia doméstica en la agenda: aportes interdisciplinarios para su comprensión. En el estudio exploratorio me acompañaron Carla Calce, Mariana Viera y Serrana Mesa (Ver  ‍Calce, Carla, Flor de María Meza, Serrana Mesa, Natalia Magnone, María Goñi Mazzitelli, Valeria España, Gabriela Pacci, Susana Rostagnol y Mariana Viera Cherro. 2015. La violencia contra las mujeres en la agenda pública. Aportes en clave interdisciplinar. Montevideo: Universidad de la República/Comisión Sectorial de Investigación Científica. Calce et al. 2015). La segunda fue solicitada a la UdelaR por el Programa Integral de Lucha contra la Violencia de Género, integrado por el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio del Interior, el Instituto Nacional de las Mujeres y el Poder Judicial. En este estadio de la investigación me acompañaron Carla Calce, Mariana Viera, Natalia Magnone y Gabriela Pacci ( ‍Rostagnol, Susana, Carla Calce, Natalia Magnone, Gabriela Pacci y Mariana Viera. 2015. ¿De qué murieron? Trayectorias de violencia y muerte de mujeres a través de la autopsia verbal. Informe de investigación para el Programa Integral de lucha contra la Violencia de Género. Montevideo.Rostagnol et al. 2015).

[1]

Correo electrónico: susana.rostagnol@gmail.com. ORCID iD: <https://orcid.org/0000-0001-7022-8869>.

[2]

Utilizo el término feminicidio del mismo modo que otros/as utilizan femicidio.

[3]

Rita Segato ( ‍Segato, Rita. 2004. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en la ciudad Juárez. Serie Antropología, 362. Brasilia: Universidad Federal de Brasila.2004) en su estudio de los asesinatos de ciudad Juárez señala que las mujeres asesinadas fungen como mensajes entre bandas de narcotraficantes.

[4]

Todos los nombres son ficticios para preservar el anonimato e intimidad de nuestros/as interlocutores/as y de las mujeres asesinadas.

[5]

Original en inglés.

[6]

Original en inglés.

[7]

Me refiero especialmente a los artículos de Esteban Krotz ( ‍Krotz, Esteban. 1991. «Viaje, trabajo de campo y conocimiento antropológico». Alteridades 1(1): 50-‍57.1991), quien al referirse al viaje en sentido metafórico, afirma que este tiene efectos sobre el viajero —el/la etnógrafo/a— al modificarlo de una manera u otra; y de Roberto Da Matta ( ‍Da Matta, Roberto. 1978. «O oficio de etnólogo, ou como ter "Anthropological blues"», en Edison de Oliveira Nunes (org.), A aventura sociológica: 23-35. Río de Janeiro: Zahar Editores. 1978: 29), donde se señala que en las investigaciones en la misma sociedad, el viaje etnográfico recuerda al del chaman, «un movimiento drástico donde, paradójicamente, no se sale del lugar … [para] llegar al fondo del pozo de la propia cultura» [original en portugués].

[8]

Concepto que Jimeno elabora inspirada en Norbert Elias.

[9]

Toma la idea de habitar de Jone Hernández.

[10]

Original en inglés.

[11]

La idea de sororidad con las mujeres asesinadas surgió de comentarios hechos por Mariana Viera, mi agradecimiento por ello.

BIBIOGRAFÍA CITADA[Subir]

[1] 

Alcázar-Campos, Ana. 2014. «"Siendo una más". Trabajo de campo e intimidad». Revista de Estudios Sociales 49: 59-‍71.

[2] 

Behar, Ruth. 1996. The Vulnerable Observer. Anthropology that Breaks your Heart. Boston: Beakon Press.

[3] 

Calce, Carla, Flor de María Meza, Serrana Mesa, Natalia Magnone, María Goñi Mazzitelli, Valeria España, Gabriela Pacci, Susana Rostagnol y Mariana Viera Cherro. 2015. La violencia contra las mujeres en la agenda pública. Aportes en clave interdisciplinar. Montevideo: Universidad de la República/Comisión Sectorial de Investigación Científica.

[4] 

Da Matta, Roberto. 1978. «O oficio de etnólogo, ou como ter "Anthropological blues"», en Edison de Oliveira Nunes (org.), A aventura sociológica: 23-35. Río de Janeiro: Zahar Editores.

[5] 

Davids, Tine. 2014. «Trying to Be a Vulnerable Observer: Matters of Agency, Solidarity and Hospitality in Feminist Ethnography». Women’s studies International Forum 43: 50-‍58.

[6] 

González Focke, Mariana y Priscilla Viera Alcázar. 2014. «Caminando en la frontera: un planteamiento sobre la relevancia de la ética feminista cuando de violencia contra las mujeres se trata», en María Guadalupe Huacuz Elías y Verónica Rodríguez Cabrera (coord.), Estudios sobe ética de la investigación y violencia de género en México: 149-166. Ciudad de México: Universidad Metropolitana Autónoma-Xochimilco.

[7] 

Gregorio Gil, Carmen. 2006. «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 1(1): 22-‍39.

[8] 

Gregorio Gil, Carmen. 2014. «Traspasando las fronteras dentro-fuera. Reflexiones desde una etnografía feminista». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 9(3): 297-‍322.

[9] 

Jimeno, Myriam. 2007. «Lenguaje, subjetividad y experiencias de violencia». Antípoda 5: 169-‍190.

[10] 

Jimeno, Myriam, Daniel Varela y Ángela Castillo. 2011. «Experiencias de violencia: etnografía y recomposición social en Colombia». Sociedade e cultura 14(2): 275-‍285.

[11] 

Krotz, Esteban. 1991. «Viaje, trabajo de campo y conocimiento antropológico». Alteridades 1(1): 50-‍57.

[12] 

Mbembe, Achille. 2003. «Necropolitics». Public culture 15(1): 11-‍40.

[13] 

Mohanty, Chandra. 1988. «Under Western Eyes: Feminist Scholarship and Colonial Discourses». Feminist review 30: 61-‍88.

[14] 

Nencel, Lorraine. 2014. «Situating Reflexivity: Voices, Positionalities and Representations in Feminists Ethnographic Texts». Women’s Studies International Forum 43: 75-‍83.

[15] 

Okely, Judith. 1992. «Anthropology and Autobiography. Participatory Experience and Embodied Knowledge», en Judith Okely y Hellen Callaway (comps.): Anthropology & Autobiography: 1-28. Londres: Routledge.

[16] 

Pérez Busto, Tania, Victoria Tobar Roa y Sara Márquez Gutiérrez. 2016. «Etnografías de los contactos. Reflexiones feministas sobre el bordado como conocimiento». Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 26: 47-‍66.

[17] 

Rostagnol, Susana, Carla Calce, Natalia Magnone, Gabriela Pacci y Mariana Viera. 2015. ¿De qué murieron? Trayectorias de violencia y muerte de mujeres a través de la autopsia verbal. Informe de investigación para el Programa Integral de lucha contra la Violencia de Género. Montevideo.

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