RESUMEN

El artículo reflexiona sobre las etnografías orientadas a la comprensión de los oficios textiles y a la forma en que estas se ven afectadas por los haceres materiales de las prácticas que estudian. El texto da cuenta de las dimensiones íntimas, cotidianas y colectivas que enmarcan el quehacer textil y se concentra en tres prácticas constitutivas de estas labores: la costura como escritura, el deshilar y el destejer, y el remendar. Se señala que estas dimensiones y prácticas tienen el potencial de entretejer las etnografías permitiendo que éstas puedan imaginarse como prácticas terapéuticas de investigación y de acompañamiento, capaces de cuestionar las temporalidades y subjetividades de la investigación contemporánea.

Palabras clave: Etnografías; Quehaceres textiles artesanales; Prácticas encarnadas de conocimiento.

ABSTRACT

The article reflects on ethnographies aimed at understanding textile trades and the way in which they are affected by the material make-up of the practices they study. The text gives an account of the intimate, everyday and collective dimensions that frame textile work and concentrates on three constitutive practices of these tasks: sewing as writing, unravelling and unweaving, and mending. It is pointed out that these dimensions and practices have the potential to interweave ethnographies allowing them to be imagined as therapeutic practices of research and accompaniment, capable of questioning the temporalities and subjectivities of contemporary research.

Keywords: Ethnographies; Handcrafted textiles; Embodied Knowledge Practices.

Cómo citar este artículo / Citation: Pérez-Bustos, Tania. 2019. «¿Puede el bordado (des)tejer la etnografía?». Disparidades 74(1): e002d. doi: <https://doi.org/10.3989/dra.2019.01.002.04>.

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. LAS REALIDADES QUE ESTUDIAMOS AFECTAN NUESTRAS PRÁCTICAS DE INVESTIGACIÓN
  4. ¿Y LA ETNOGRAFÍA? ¿Y EL BORDADO?
  5. ETNOGRAFÍAS ÍNTIMAS, DOMESTICAS, COLECTIVAS
  6. PRÁCTICAS TEXTILES VUELTAS ETNOGRAFÍA
    1. Labores de aguja
    2. Deshilar/destruir/deshacer
    3. Remendar/zurcir
  7. BREVE EPÍLOGO
  8. NOTAS
  9. BIBLIOGRAFÍA CITADA

LAS REALIDADES QUE ESTUDIAMOS AFECTAN NUESTRAS PRÁCTICAS DE INVESTIGACIÓN[Subir]

La pregunta sobre cómo participamos activamente en la construcción de las realidades que estudiamos no es reciente. Responderla ha llenado páginas de tinta sobre la reflexividad de quien investiga y de quien es estudiado ( ‍Guber, Rosana. 2001. «El Trabajo de Campo: Un Marco Reflexivo Para La Interpretación de Las Técnicas», en Rosana Guber (ed.), La etnografía. Método, campo y reflexividad, enciclopedia latinoamericana de sociocultura y comunicación: 41-54. Buenos Aires/Barcelona/Caracas: Grupo Editorial Norma.Guber 2001), sobre la necesidad de involucrar activamente investigadoras e investigadores nativos en nuestros trabajos de campo ( ‍Rappaport, Joanne. 2007. «Más allá de la escritura: la epistemología de la etnografía en colaboración». Revista Colombiana de Antropología 43: 197-‍229. Disponible en: < http://www.redalyc.org/html/1050/105015277007/>. Fecha de acceso: 22 mar. 2019.Rappaport 2007), sobre las metodologías y métodos que mejor descentran el lugar de la producción de conocimiento ( ‍Rahman, M. Anisur y Orlando Fals Borda. 1992. «La Situación Actual y Las Perspectivas de La Investigación-Acción Participativa En El Mundo», en María Cristina Salazar (ed.), La Investigación-Acción Participativa : Inicios y Desarrollos: 205-230. Madrid: Editorial Popular/Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura/Quinto Centenario. Rahman y Fals Borda 1992). Estas reflexiones, sin embargo, suelen asumir que la manera en que nuestra investigación (etnográfica o no) afecta y construye aquello que estudia es intencional. Pero, independiente de sus intenciones, toda investigación crea la realidad que estudia, no solo porque al producir relatos sobre ella genera también nuevas formas de verla, sino porque los métodos que utilizamos tienen agencia ( ‍Law, John (ed.). 2004. After Method: Mess in Social Science Research. Nueva York: Routledge. doi: < https://doi.org/10.4324/9780203481141>.Law 2004). Tan es así que nuestras preguntas de investigación interfieren en las percepciones que tienen nuestras entrevistadas sobre sí mismas, llegando incluso a transformar sus prácticas ( ‍Blazquez Graf, Norma y Olga Bustos Romero. 2013. Saber y poder. Testimonios de directoras de la UNAM. México, D. F.: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias Humanas, UNAM. Blazquez y Bustos 2013).

Ahora bien, reconocer y reflexionar sobre esos efectos e interferencias nos permite hacernos responsables de lo que causan ( ‍Müller, Ruth y Martha Kenney. 2014. «Agential Conversations: Interviewing Postdoctoral Life Scientist and the Politics of Mundane Research Practices». Science as Culture 34(4): 537-‍559. doi: < https://doi.org/10.1080/09505431.2014.916670>.Müller y Kenney 2014), de modo que podamos responder por aquello que creamos, incluso si no ha sido parte de nuestras búsquedas e intenciones. Este sentido de responsabilidad sobre lo que la investigación crea también interpela la forma en la que esta es creada. Así, los métodos de investigación no solo afectan aquello que estudian, son afectados por esto. Reconocer dicha afectación en esa doble vía implica reconocer que devenimos investigadoras e investigadores con las realidades que estudiamos: ellas nos afectan, nos interpelan, interfieren en nuestros métodos, nos construyen como sujetos que investigamos.

¿Y LA ETNOGRAFÍA? ¿Y EL BORDADO?[Subir]

Estas reflexiones sobre la agencia de las realidades en la construcción de los métodos surgen de mi trabajo etnográfico en torno al quehacer textil artesanal. Un acercamiento que busca indagar acerca de cómo estos oficios son productores de conocimiento, más allá de que sean usados como metáforas de este. Veamos un ejemplo. En 1983, Belinda Bozzoli ( ‍Bozzoli, Belinda. 1983. «Marxism, Feminism and South Marxism, Feminism and South African Studies». Journal of Southern African Studies 9(2): 139-‍171.1983) propone entender el concepto de patriarcado en Sudáfrica, como atravesado y constituido históricamente por diversas dimensiones y contextos raciales y de clase, llamándolo una colcha de retazos, un patchwork-quilt de patriarcados. ¿Qué implica esto? ¿Qué hace esta metáfora en el argumento de Bozzoli? ¿Cómo el hacer-patchwork la constituye?

Estas preguntas llaman la atención sobre las metáforas que usamos para pensar o que están incrustadas en la forma en que entendemos (y practicamos) la producción de conocimiento, metáforas que usualmente no son textiles

Conocimiento aquí es una práctica inserta e inseparable de aquello que humana y más-que-humanamente la produce.

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. Sobre esto nos dice Katerine Collins ( ‍Collins, Katie. 2016. «The Materiality of Research: ‘Woven into the Fabric of the Text: Subversive Material Metaphors in Academic Writing’». London School of Economy Review of Books 27 may. Disponible en: < https://blogs.lse.ac.uk/lsereviewofbooks/2016/05/27/the-materiality-of-research-woven-into-the-fabric-of-the-text-subversive-material-metaphors-in-academic-writing-by-katie-collins/>. Fecha de acceso: 22 mar. 2019.2016), reflexionando acerca de la materialidad de la investigación social, que el oficio textil tiene una capacidad de subvertir ciertos órdenes de género que configuran el quehacer científico:

a menudo escribimos acerca de nuestra investigación como si las teorías y los argumentos fueran edificios… una enorme pared de ladrillos rectangulares, ordenada y recta, que progresa hacia arriba y hacia adelante… esta forma de pensar sobre el conocimiento es poderosa [pues] ofrece un sentido reconfortante de progreso y control… Y aunque todos sabemos muy bien que la creación de conocimiento no sucede realmente de la manera controlada y predecible como se deduce de la metáfora, esta es la estructura que imponemos a nuestra escritura: una actividad que es ordenada, implica racionalidad antes que emoción y habita en la esfera pública no en la privada (ibid.: 1, mi traducción).

Las metáforas del trabajo textil artesanal ofrecen otra forma de pensar sobre la práctica creativa y generativa de la escritura y del conocimiento, que consiste en juntar fragmentos diversos que no necesariamente encajarían en la tradición metafórica más estructurada de las teorías como edificios. Así, la idea de patchwork que nos ofrece Bozzoli invita a pensar en el patriarcado como una estructura de poder que logra combinar, como en una colcha, aspectos históricos y geográficos del orden social y de poder con los que se va encontrando en su análisis, los cuales desde tradiciones puramente marxistas no tienen una cabida interpretativa clara.

Ahora bien, cambiar la metáfora del edificio por la de la costura es un acto subversivo por los valores de género que esta representa y que puede resignificar ( ‍Parker, Rozsika. 2010 [1984]. The Subversive Stitch: Embroidery and the Making of the Feminine. 3.ª ed. Londres: I. B. Tauris.Parker 2010 [1984]). Pero, siguiendo a Collins ( ‍Collins, Katie. 2016. «The Materiality of Research: ‘Woven into the Fabric of the Text: Subversive Material Metaphors in Academic Writing’». London School of Economy Review of Books 27 may. Disponible en: < https://blogs.lse.ac.uk/lsereviewofbooks/2016/05/27/the-materiality-of-research-woven-into-the-fabric-of-the-text-subversive-material-metaphors-in-academic-writing-by-katie-collins/>. Fecha de acceso: 22 mar. 2019.2016), la subversión no es solo la búsqueda de visibilizar algo que normalmente se desprecia para dar cuenta del valor que tiene «el truco es deshacer los nudos sin romper el hilo y desenredar el bello trabajo, para valorar lo que se ha construido como femenino y al mismo tiempo escapar de esa red que nos constriñe» (ibid.: 1, mi traducción).

Comencé a interesarme por esta reflexión a mediados del 2013 cuando me acerqué a un tipo particular de bordado artesanal, conocido como calado, que se realiza en Cartago, Colombia. Mi intención era entender cómo este quehacer, cuidadoso, no solo por su contexto de produccióqn (en tanto que hecho por mujeres en el espacio doméstico), sino por su manufactura (destruir telas deshilándolas para luego remendarlas generando nuevas estructuras, ver Figura 1), implicaba formas de conocimiento particulares. Quería entender como la ontología del calado, su llegada a existir, implicaba una epistemología, una forma particular de entender el mundo.

Figura 1.

Mano de Olivia, maestra caladora, señalando la puntada de una pieza calada por ella. Foto de Victoria Tovar Roa

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Esta fue la primera de otras aproximaciones etnográficas a los oficios textiles

Para mayor información sobre estos proyectos consultar: < http://artesanaltecnologica.org/proyectos/>. Fecha de acceso: 22 mar. 2019.

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, en las que mis preguntas siempre me llevaron a acompañar estas labores en su hacer, al punto que la etnografía se fue tornando una exploración textil. Aprender a hacer bordado mientras se acompaña ese hacer, aprender a coger la aguja y el hilo, a entender la tela, a dejarse enseñar por las manos de otras, a escuchar esas manos y las voces de quienes las mueven, escuchar que el bordado consuela, dejarse consolar por el bordado

El bordado implica consuelo y escucha pues en su hacer se generan espacios en donde estas sensibilidades se activan. Es así que los espacios de costura entre mujeres se convierten en escenarios afectivos que propician la solidaridad y sociabilidad entre sus participantes. Para mayor información: Hall y Jayne (

Hall, Sarah Marie y Mark Jayne. 2016. «Make, Mend and Befriend: Geographies of Austerity, Crafting and Friendship in Contemporary Cultures of Dressmaking in the UK». Gender, Place & Culture 23(2): 216-‍234.

2016
).

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. Antes que buscar producir un relato sobre esta labor, esa era la etnografía a la que me veía avocada, una que llegaba a ser con esos procesos colectivos de pensamiento que consolaban, procesos de intracción humano-no-humano ( ‍Barad, Karen. 2003. «Posthumanist Performativity: Toward an Understanding of How Matter Comes to Matter». Signs: Journal of Women in Culture and Society 28(3): 801-‍831. doi: < https://doi.org/10.1086/345321>.Barad 2003), una etnografía que devenía allí, en ese juntar pedazos de aprendizajes.

ETNOGRAFÍAS ÍNTIMAS, DOMESTICAS, COLECTIVAS [Subir]

Las etnografías no se afectan de manera estándar por las realidades que estudian; los quehaceres textiles, en su diversidad, las afectan de formas particulares. Esto tiene implicaciones profundamente ontológicas. Es decir, la etnografía se hace, con, en y desde ese hacer textil, llega a ser en ese hacer material. De manera particular, me interesa retomar tres dimensiones en las que la etnografía se ve afectada y define formas particulares de afectación por estos quehaceres.

En primer lugar, se hace la etnografía como se hace el bordado, esto es hacer etnografía implica bordar. Ello trae consigo una inmersión en la dimensión cotidiana y doméstica de estas labores, más aun, considerando su contexto de producción. Se borda/se hace etnografía entre los quehaceres domésticos, que son los momentos en que se puede bordar y esto construye dichos quehaceres como feminizados, asociados con el cuidar de otros ( ‍Pérez-Bustos, Tania y Sara Márquez-Gutiérrez. 2015. «Aprendiendo a Bordar: Reflexiones Desde El Campo Sobre El Oficio de Bordar e Investigar». Horizontes Antropológicos Octuber 44: 279-‍308. doi: < http://dx.doi.org/10.1590/S0104-71832015000200012>.Pérez-Bustos y Márquez-Gutiérrez 2015); pero también con el cuidar de sí, pues el bordar se constituye para muchas de estas mujeres y otras como un espacio propio que permite salir de la rutina doméstica con sus constricciones, un espacio para estar consigo misma, cuando la demanda es estar con y para otros. El acercamiento etnográfico a estos quehaceres, cuando es realizado por mujeres etnógrafas, está entretejido por el lugar de género del bordado, pero también tiene la posibilidad de cuestionarlo ( ‍Gregorio Gil, Carmen. 2014. «Traspasando las fronteras dentro-fuera: reflexiones desde una etnografía feminista». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 9(3): 297-‍322. doi: < https://doi.org/10.11156/274>.Gregorio Gil 2014).

La otra dimensión que configura la forma en que la etnografía se ve afectada por el bordado es aquella que se refiere a la intimidad que estos quehaceres propician, en particular por lo que posibilita el trabajo con las materialidades de costura. La posición corporal que se adopta para bordar y los movimientos repetitivos que se realizan, entablan una conversación entre la tela, la aguja, el hilo y el propio cuerpo, una conversación cercana. En palabras de Claire Pajaczkowska ( ‍Pajaczkowska, Claire. 2016. «Making Known: The Textiles Tollbox – Psychoanalysis of Nine Types of Textile Thinking», en Janis Jefferies, Diana Wood Conroy y Hazel Clark (eds.), The Handbook of Textile Culture: 79-94. Nueva York: Bloomsbury Academic.2016: 85-‍86) se conoce en ese contacto íntimo con un hacer que atraviesa la tela y la amarra y al tiempo va reflejando esos actos en los que se piensa (Figura 2). Como las bordadoras, quienes estudian el bordado etnográficamente se ven en la necesidad de pensar con esas materialidades, con la intimidad que propician, con sus posibilidades físicas, sus fuerzas y las nuestras, con sus texturas y nuestras sensibilidades, con las limitaciones de ambas, con la manera en que ellas nos acercan a otras y/o a nosotras mismas.

Figura 2.

Cercanía íntima entre etnógrafa y bordadora mediada por las materialidades textiles. Foto de Victoria Tovar Roa

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Por último, y en estrecha relación con lo anteriormente dicho, se encuentra la dimensión colectiva del bordado. Lo textil, se aprende con otras

Esta referencia en femenino es de carácter empírico, en tanto que recoge a quienes hacen etnografía y hacen bordado en estos casos, pero no implica que etnografías de este tipo sean, o puedan ser, solo encarnadas por mujeres.

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, bien en presencia o virtualmente, y en muchas ocasiones esto supone un aprendizaje colaborativo mediado por diversos espacios de encuentro. Ese aprender es una necesidad que supone cercanía corporal y que también construye la etnografía. El hacer bordado no siempre se puede explicar con palabras, estas son insuficientes para orientar la acción, se requiere el movimiento y el contacto mutuo para que el diálogo con las materialidades se pueda transmitir y escuchar. Esta cercanía corporal en el aprendizaje, mediada por las materialidades, entreteje una relación íntima con aquellas con quienes aprendemos (personas y materialidades más que humanas). Esa dimensión de aprendizaje e intimidad que define lo colectivo de estos quehaceres, permite que no solo se compartan saberes sino que se generen espacios de escucha activa que tienen una dimensión sanadora y terapéutica ( ‍Pöllänen, Sinikka. 2013. «The Meaning of Craft: Craft Makers’ Descriptions of Craft as an Occupation». Scandinavian Journal of Occupational Therapy 20(3): 217-‍227. doi: < https://doi.org/10.3109/11038128.2012.725182>.Pöllänen 2013).

PRÁCTICAS TEXTILES VUELTAS ETNOGRAFÍA[Subir]

En lo que resta de este artículo me quiero concentraren tres prácticas de afectación textil hacia la etnografía, que están atravesadas por estas dimensiones cotidianas, objetivas, contextuales, íntimas, materiales y colectivas a las que me acabo de referir. Estas son prácticas que se entretejen entre sí y que constituyen el quehacer textil artesanal en sí mismo, esto es, el quehacer textil se hace en ellas, aun a pesar de que a éstas no se las comprenda como constitutivas de lo textil como producto acabado. Me refiero a las labores de aguja como formas de escritura, el deshacer textil como el deshilar y el destejer y, por último, el remiendo que reconstruyen lo textil.

Labores de aguja[Subir]

El hacer textil es una forma de escritura, es decir, responde a una gramática tan compleja como la del lenguaje binario. De hecho, texto y textil tienen la misma etimología, y como dice Rosalind Jana ( ‍Jana, Rosalind. 2016. «Mark My Words: The Subversive History of Women Using Thread as Ink | Broadly». Broadly 4 mar. Disponible en: < https://broadly.vice.com/en_us/article/mark-my-words-the-subversive-history-of-women-using-thread-as-ink>. Fecha de acceso: 22 mar. 2019.2016), desde que las mujeres han cosido y tejido, han usado estas técnicas para contar historias, que no siempre son escuchadas o percibidas como tales por las sociedades en las que son creadas, donde son percibidas como cosas de casa, irrelevantes, banales, entretenciones de tiempo libre para mujeres ( ‍Edwards, Clive. 2006. «‘Home Is Where the Art Is’: Women, Handicrafts and Home Improvements 1750-‍1900». Journal of Design History 19(1): 11-‍21. doi: < https://doi.org/10.1093/jdh/epk002>.Edwards 2006). Como formas de escritura, en el sentido de formas de inscripción que registran lo que pensamos y sentimos, el hacer textil ha sido usado para documentar los conflictos y construir memoria, pero también para transportar mensajes de guerra (Figura 3)

Estas imágenes revelan un importante contraste entre los usos del quehacer textil y el papel de las mujeres en contextos de conflicto. Reparar la guerra, en el caso de Bojayá, sostenerla en el caso de Berlín. Esto, por su parte, permite cuestionar ciertas ideas asociadas al textil como oficio femenino, en el sentido de lo puro y pulcro.

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Figura 3.

Izquierda: Tapiz hecho por el Grupo Artesanías Choibá (2016) para conmemorar la masacre de Bojayá en Colombia (2002).

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Fuente: Archivo Conflict textiles. Derecha: Mujeres inscribiendo mensajes tejidos para soldados en Berlín (1914).

Fuente: <https://lccn.loc.gov/2014698377>. Fecha de acceso: 22 mar. 2019

Ahora bien, de la misma forma en que para aprender a leer hay que aprender a escribir, para aprender a leer documentos textiles, hay que aprender a producirlos. Así, estas etnografías van a necesitar bordarse para poder escribir sobre el bordado, como conocimiento, como escritura, como experiencia encarnada. Esto supone reconocer que estas etnografías pueden ser prácticas de conocimiento encarnadas como el trabajo textil y que necesitan aprender a bordar porque es el cuerpo en su conjunto, no la mente y las manos de forma separada, el que aprende a mover el hilo y a contar las historias en ese movimiento, más que en lo que queda registrado del movimiento cuando el bordado está hecho. Dicha encarnación de la producción de conocimiento en la escritura textil implica una disposición de quietud, de introspección que pasa por una relación particular con los materiales (con lo más-que-humano) en la que el hacer que cuenta, se entiende desde cuerpos en contexto y movimiento, y en donde lo que se inscribe se pude leer desde esas mismas disposiciones corporales.

Deshilar/destruir/deshacer[Subir]

En mi primer acercamiento a estos oficios me topé con el calado como una práctica textil que consiste en destruir la estructura de la tela, deshilando cuidadosamente su trama y urdimbre, para así construir la base de lo que va a bordarse. En ese hacer fui reconociendo que para destruir la tela hay que conocerla, es decir que se requiere conocer su estructura para poder destejerla. Deshacer supone un proceso de conocimiento central de lo que se desteje ( ‍Pérez-Bustos, Tania. 2017. «Penser Avec Soin. Effilage et Raccommodage Dans Une Ethnographie de Broderie Artisanale et Technologie Tania». Revue d’anthropologie Des Connaissances 11(1): 1-‍22. doi: < https://doi.org/10.3917/rac.034.0001>.Pérez-Bustos 2017).

Los procesos de deshacer son parte integral del tejido; no se desteje todo cuando se desbarata una tela que va a calarse, como tampoco se desteje por completo un tejido de punto que tiene errores. El deshacer es un proceso cuidadoso; si deshacemos todo nos quedamos sin referentes frente a lo que estamos haciendo. Incluso cuando hay que reiniciar un tejido, esto supone un conocimiento de lo que se está construyendo.

Así, los procesos de deshacer son consustanciales al trabajo textil, bien porque son constitutivos del proceso (como en el calado), o bien porque los errores integran el proceso, aparecen y suponen estar atentos a ellos y sus posibilidades, a lo que nos impiden o permiten. No podemos evitar deshacer, somos en esa acción. ¿Cómo esto afecta la etnografía?, ¿cómo lo textil deshace (desteje) la etnografía?

Deshacemos todo el tiempo. Cuando escribimos, por ejemplo, borramos y reescribimos de forma permanente, cuando el campo sale mal y tenemos que volver a reconstruir un lazo o visitar nuevamente un lugar. Sin embargo, estas son prácticas no siempre visibles en lo que se produce etnográficamente, como relatos acabados, no deshechos y rehechos. Dicho esto, el trabajo textil contribuye a que se deshaga una cierta idea de investigación social que se mantiene distante, bien porque lo manual no es lo nuestro, bien porque hay otras formas de hacer investigación que nos parecen más legítimas y quizás efectivas que ponernos a bordar; como me decía una asistente de investigación enfrentada con resistencia a tener que hacer estas labores: «yo no soy buena en esto… prefiero hacer entrevistas y observarlas hacerlo». Pero incluso creemos que al hacer con nuestras manos lo textil, de manera no siempre consciente, estamos reproduciendo algo que no queremos ser y que el bordado representa: «yo soy antropóloga, no bordadora». Con ello no queremos reproducir en nuestros cuerpos ciertas ideas de lo femenino que se hacen en el bordado, de mujeres de casa, por ejemplo; y tampoco queremos entender que lo femenino y lo doméstico en el bordado tienen matices y se construyen como espacios de posibilidad para estas mujeres, espacios para salir adelante económicamente, pero también espacios de encuentro consigo mismas.

El deshacer/destruir/destejer propio de lo textil nos enfrenta a otros tiempos, a otros ritmos. El deshacer implica otros cuerpos, y estos cuestionan ciertas formas arraigadas de la producción de conocimiento contemporánea. En contextos de hiperproductivismos académicos, reconocer que a veces hay que deshacer, también implica desacelerar, implica aprender a hacer etnografías en ese hacer que es el deshacer.

Remendar/zurcir[Subir]

Entretejido con el deshacer está el remendar. Esto es, todo aquello que es cuidadosamente destruido en lo textil, implica rehacerlo y, cuando no, zurcirlo. Son remiendos los bellos diseños del calado, formas de construir una nueva estructura luego de que hemos destruido la tela. Pero también lo son las prácticas de remiendo que se utilizan para prolongar la vida de las telas rasgadas, un saber hacer que se va perdiendo con la progresiva mercantilización de lo textil. Estos trabajos de remiendo son invisibles. El arte de ellos es que no se noten, que escondan la mano de quien les hace, pues así se crea la ilusión de que las telas no están rotas/destruidas ( ‍König, Anna. 2013. «A Stitch in Time : Changing Cultural Constructions of Craft and Mending». Culture Unbound. Journal of Current Cultural Research 5: 569-‍585.König 2013).

Además de la invisibilidad del trabajo cuidadoso, el remendar produce otros valores, nos ayuda a imaginar que la destrucción puede mitigarse, supone un conocimiento encarnado de aquello que estamos remendando, incentiva la imaginación para modificar las estructuras base dándoles otro sentido. ¿Cómo puede afectar el remiendo a la etnografía?

Al remendar, la etnografía puede remendar también ciertas ideas de lo femenino, imaginando la posibilidad de que este adjetivo no solo sea atributo de lo invisible, sino que califique la producción de conocimiento. Esto supone reconocer que la feminización del bordado se reproduce cuando somos mujeres quienes hacemos etnografía bordando, y esta reproducción de la feminización del oficio (por parte de quienes le estudian) implica deshacer la idea de que el bordado es solo un oficio y entender que es un conocimiento. Esto quiere decir que no es solo una labor trivial/banalizada/doméstica/femenina, sino que es un lugar de encuentro colectivo, un lugar propio que interrumpe las rutinas de lo doméstico y que por tanto puede ser también un lugar de libertad, un lugar íntimo, con sus tiempos, otros tiempos posibles; unos que podrían llegar a desacelerar las demandas de la cienciometría que describe la academia neoliberal en la que vivimos hoy ( ‍Gómez-Morales, Yuri Jack. 2018. «Abuso de las medidas y medidas abusivas. Crítica al pensamiento bibliométrico hegemónico». Anuario Colombiano de Historia Social y de La Cultura 45(1): 269-‍290. doi: < https://doi.org/10.15446/achsc.v45n1.67559>.Gómez-Morales 2018).

En ese remendar, la etnografía se remienda, remienda su canon académico, la idea de que ella sea una obra individual y que pueda ser, pueda hacerse, un lugar de encuentro; pueda ser, pueda hacerse, un lugar íntimo y doméstico. Al remendarse nos permite imaginar que el conocimiento etnográfico va más allá de observar y escuchar, que tocar y sentir también son formas de acceder al conocimiento ( ‍Pérez-Bustos, Tania, Victoria Tobar-Roa y Sara Márquez-Gutierrez. 2016. «Etnografías de Los Contactos. Reflexiones Feministas Sobre El Bordado Como Conocimiento». Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 26: 47-‍66. doi: < http://dx.doi.org/10.7440/antipoda26.2016.02>.Pérez-Bustos, Tobar-Roa y Márquez-Gutierrez 2016), que tienen otros tiempos, que devienen a otros ritmos que los del discurso articulado y la escucha racional, que implican creatividad y aprendizaje sociomaterial. Esto nos invita también a cuestionar nuestras propias prácticas de textualización de aquello que estudiamos: ¿escribir para qué?, ¿sobre qué?, ¿cómo?

BREVE EPÍLOGO[Subir]

El calado puede destejer la etnografía, pero también puede retejerla. Las dimensiones domésticas, íntimas y colectivas, las prácticas de escritura, deshilado y remiendo de estos saberes-haceres textiles, en tanto que formas de conocer, artesanales y feminizadas, son procesos constructores de mundo, o mejor, tejedores de mundo ( ‍Angulo, Annuska y Miriam Mabel Martínez. 2016. El mensaje está en el tejido. Ciudad de México: Futura Textos.Angulo y Martínez 2016). En ellos las etnografías pueden entretejerse de otras formas: más que descripciones densas incrustadas en textos, como prácticas capaces de cuestionar las temporalidades de la investigación, así como sus subjetividades (sus lugares de género), como prácticas que al investigar acompañan, están, escuchan y permiten la reflexión común.

NOTAS[Subir]

[1]

Correo electrónico: tcperezb@unal.edu.co. ORCID iD: <https://orcid.org/0000-0002-2885-2606>

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Conocimiento aquí es una práctica inserta e inseparable de aquello que humana y más-que-humanamente la produce.

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Para mayor información sobre estos proyectos consultar: <http://artesanaltecnologica.org/proyectos/>. Fecha de acceso: 22 mar. 2019.

[4]

El bordado implica consuelo y escucha pues en su hacer se generan espacios en donde estas sensibilidades se activan. Es así que los espacios de costura entre mujeres se convierten en escenarios afectivos que propician la solidaridad y sociabilidad entre sus participantes. Para mayor información: Hall y Jayne ( ‍Hall, Sarah Marie y Mark Jayne. 2016. «Make, Mend and Befriend: Geographies of Austerity, Crafting and Friendship in Contemporary Cultures of Dressmaking in the UK». Gender, Place & Culture 23(2): 216-‍234.2016).

[5]

Esta referencia en femenino es de carácter empírico, en tanto que recoge a quienes hacen etnografía y hacen bordado en estos casos, pero no implica que etnografías de este tipo sean, o puedan ser, solo encarnadas por mujeres.

[6]

Estas imágenes revelan un importante contraste entre los usos del quehacer textil y el papel de las mujeres en contextos de conflicto. Reparar la guerra, en el caso de Bojayá, sostenerla en el caso de Berlín. Esto, por su parte, permite cuestionar ciertas ideas asociadas al textil como oficio femenino, en el sentido de lo puro y pulcro.

BIBLIOGRAFÍA CITADA[Subir]

[1] 

Angulo, Annuska y Miriam Mabel Martínez. 2016. El mensaje está en el tejido. Ciudad de México: Futura Textos.

[2] 

Barad, Karen. 2003. «Posthumanist Performativity: Toward an Understanding of How Matter Comes to Matter». Signs: Journal of Women in Culture and Society 28(3): 801-‍831. doi: <https://doi.org/10.1086/345321>.

[3] 

Blazquez Graf, Norma y Olga Bustos Romero. 2013. Saber y poder. Testimonios de directoras de la UNAM. México, D. F.: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias Humanas, UNAM.

[4] 

Bozzoli, Belinda. 1983. «Marxism, Feminism and South Marxism, Feminism and South African Studies». Journal of Southern African Studies 9(2): 139-‍171.

[5] 

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