RESUMEN

En este artículo presento algunas consideraciones respecto a la relevancia que algunas antropólogas feministas mexicanas asignan a la etnografía como parte crucial en el proceso de generación de conocimientos antropológicos. Coloco sus narrativas en el marco de una reflexión sobre la configuración de ubis antropológicos en los que se articulan sus posiciones teóricas, epistemológicas y políticas en el ejercicio de la disciplina.

Palabras clave: Etnógrafas feministas; Etnografía feminista; Conocimiento etnográfico; Posicionalidad; Ubi antropológico.

ABSTRACT

In this article, I present some considerations regarding the relevance that certain Mexican feminist anthropologists assign to Ethnography as a crucial part in the process of generating anthropological knowledge. I place their narratives within the framework of a reflection on the configuration of anthropological ubi in which their theoretical, epistemological and political positions are articulated in the exercise of the discipline.

Keywords: Female Ethnographers; Feminist Ethnography; Ethnographic Knowledge; Positionality; Anthropological Ubi.

Cómo citar este artículo / Citation: Castañeda Salgado, Martha Patricia. 2019. «Etnógrafas etnografiadas: de posicionamientos, dislocaciones y ubicaciones epistémicas». Disparidades 74(1): e002b. doi: <https://doi.org/10.3989/dra.2019.01.002.02>.

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. PRESENTACIÓN
  4. ACERCA DE LA ETNOGRAFÍA FEMINISTA
  5. DEVENIR ANTROPÓLOGAS FEMINISTAS
  6. LA RELEVANCIA DEL TRABAJO ETNOGRÁFICO
  7. PODER/PODERES DE LAS ETNÓGRAFAS
  8. EL UBI ANTROPOLÓGICO
  9. LA PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTOS ANTROPOLÓGICOS
  10. LA ETNOGRAFÍA ENCARNADA
  11. EL SUJETO DE LA ANTROPOLOGÍA FEMINISTA
  12. PARA CONTINUAR LA REFLEXIÓN
  13. NOTAS
  14. BIBLIOGRAFÍA CITADA

PRESENTACIÓN[Subir]

El contenido de este artículo deriva de una investigación que he desarrollado desde 2010

La primera etapa de realización del proyecto titulado Antropología feminista en México y países de habla hispana contó con el apoyo institucional del Programa de Apoyos para la Superación del Personal Académico de la UNAM (PASPA).

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en torno a las trayectorias de la antropología feminista en varios países de habla hispana, con base en los recursos analíticos desarrollados por las epistemólogas feministas para estudiar cómo se generan conocimientos feministas, y en la propuesta de la antropología crítica respecto a hacer la antropología de las antropologías con un enfoque histórico.

En este artículo exploro una línea de análisis específica: revisar la narrativa de tres etnógrafas, a partir de reconocer a las mujeres como el sujeto privilegiado de la investigación y situarme en el mismo plano crítico de ellas. Me baso en entrevistas realizadas en el curso de 2018, pero derivo mis apreciaciones del conjunto de información que he recabado en estos años.

ACERCA DE LA ETNOGRAFÍA FEMINISTA[Subir]

Para caracterizar la etnografía feminista retomo la síntesis propuesta por Faye V. Harrison ( ‍Harrison, Faye V. 2013. «Foreword. Navigating Feminist Activist Ethnography», en Christa Craven y Dána-Ain Davis (eds.), Feminist Activist Ethnography. Counterpoints to Neoliberalism in North America: ix-xv. Lanham/Boulder/Nueva York/Toronto/Plymouth: Lexington Books.2013: x-xi):

Feminist ethnography, which is concentrated within —but also extends beyond— the discipline of anthropology, has long been a critical site for methodological engagement, responsible ethical negotiations, and theoretically nuanced social analysis. Among other things, these factors «[underscore] the value of women’s [and other subjugated gendered subjects’] voices, experiencies, and agency and the sociocultural and political-economic contexts in which they are situated» […].

Como otras autoras ( ‍Gregorio Gil, Carmen. 2006. «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 1(1): 22-‍39. Disponible en: < http://www.redalyc.org/pdf/623/62310104.pdf>. Fecha de acceso: 14 mar. 2019.Gregorio 2006;  ‍Castañeda Salgado, Martha Patricia. 2010. «Etnografía feminista», en Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios y Maribel Ríos Everardo (coords.), Investigación feminista. Epistemología, metodología y representaciones sociales: 217-238. México: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades/Universidad Nacional Autónoma de México/Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinares. Castañeda 2010), Harrison afirma que los conocimientos etnográficos feministas son conocimientos situados enmarcados en las teorizaciones antropológicas.

Un rasgo a destacar de la etnografía feminista es su intersubjetividad. En el plano metodológico, las entrevistas de corte antropológico son uno de los recursos que permiten construir esa relación, pues en ellas se interpela la subjetividad de la persona entrevistada, propiciando la activación de la memoria, la evocación, la selección de lo que se quiere compartir con quien realiza la entrevista, la recreación del pasado y la explicación del presente o, al menos, la interrogación respecto a las conexiones que se hacen mentalmente en el momento de la enunciación. En las entrevistas que aquí retomo de forma parcial, las referencias a experiencias compartidas entre nosotras, son el contexto que da sentido a muchas de las alusiones presentes en las narrativas que se citan en este artículo.

DEVENIR ANTROPÓLOGAS FEMINISTAS[Subir]

Retomaré algunas de las ideas compartidas conmigo por tres reconocidas antropólogas feministas

Agradezco profundamente a las colegas mencionadas a continuación su generosa participación en el proyecto que desarrollo, así como la lectura y sugerencias que cada una de ellas hizo a la versión preliminar de este artículo.

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que han desarrollado su actividad profesional en México: María Eugenia D’Aubeterre Buznego

Doctora en Antropología. Profesora-Investigadora en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades «Alfonso Vélez Pliego» de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. La entrevista personal con ella se llevó a cabo el 9 jul. 2018 en Puebla (Puebla).

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, Mary Rosaria Goldsmith Conelly

Doctora en Antropología. Profesora-Investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. La entrevista personal con ella se produjo el 29 ago. 2018 en Ciudad de México.

‍[5]
y Patricia Torres Mejía

Doctora en Antropología. Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, sede Ciudad de México. La entrevista personal con ella se llevó a cabo el 10 jul. y el 17 ago. 2018 en Ciudad de México.

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. Cada una expresa una forma particular de devenir antropóloga feminista, resultado de sus trayectorias académicas y su identificación temprana o tardía con el feminismo. Las tres plantean perspectivas críticas frente a la propia antropología y al feminismo hegemónico ( ‍Fraser, Nancy. 2015. Fortunas del feminismo. Del capitalismo gestionado por el Estado a la crisis neoliberal. Quito/Madrid: Instituto de Altos Estudios Nacionales/Universidad de Posgrado del Estado/Traficantes de Sueños.Fraser 2015): María Eugenia D’Aubeterre enfatiza el imperativo de desmarcarse de él; Mary Goldsmith reivindica su formación marxista «pero no de manera acrítica»; y Patricia Torres se aleja de la «comodidad» que supone decir «tengo una mirada de género» para explicitar que se ha decantado por la perspectiva feminista.

Si bien comparten la pasión por estudiar e investigar, el malestar ante la pobreza y la desigualdad de las mujeres, las inquietudes que les suscita la observación de los efectos del capitalismo en las vidas de la gente común, cada una de ellas tiene diferentes posicionamientos teóricos y polemiza con las posturas de otras colegas, feministas y no, respecto a aspectos fundamentales de los cruces entre las distintas posturas teóricas dentro de la antropología y los feminismos.

LA RELEVANCIA DEL TRABAJO ETNOGRÁFICO[Subir]

Para las tres autoras, el primer trabajo de campo que realizaron les imprimió una marca indeleble. Pasar de las indicaciones en el aula a las prácticas etnográficas reales tuvo distintas implicaciones, como descubrir si tenían la capacidad de observar, de escuchar, de construir un dato etnográfico, pero, sobre todo, reconocer y desarrollar habilidades propias para conducirse en el campo. En ese marco, coinciden en: a) comprender que observar, escuchar y preguntar son procesos interdependientes; b) asumir que el trabajo de campo disloca las certezas y remueve los prejuicios; c) vindicar que el trabajo de campo es un trabajo; d) reconocer que se requiere formación teórica y metodológica para hacer una buena etnografía. Al respecto, Patricia Torres enfatiza: «la etnografía se va construyendo con el tiempo y tu capacidad de preguntar bien y de observar y relacionar; implica muchísima formación…».

Con el trabajo de campo adquirieron también una identidad disciplinaria. María Eugenia D’Aubeterre explica: «La única, o una de las importantes distinciones de la disciplina con respecto a otras disciplinas que también estudian prácticas sociales, es que tú te quedas allí. Esta idea de la permanencia prolongada creo que es un sello distintivo de la disciplina y que yo sigo defendiendo, de manera tradicionalista si lo quieres ver así…».

La permanencia prolongada se extiende a múltiples espacios. Mary Goldsmith ejemplifica esto con su observación de conferencias, talleres y reuniones con trabajadoras del hogar, espacios en los que su mirada abarca «cómo se relacionan [las personas], cómo es el lenguaje corporal, los manejos, los espacios», pero remite a una vieja discusión: «en términos de feministas, cuando yo era joven se decía que las mujeres, de manera esencialista, vemos cosas que no ven los hombres, pero yo creo que la etnografía sí es una forma en que vemos e interactuamos, desde tratar de comprender las relaciones que hay entre los seres [humanos], el manejo del sentido del humor, los chistes, el casi coqueteo entre las partes, como los participantes [se desenvuelven] en el debate público…».

PODER/PODERES DE LAS ETNÓGRAFAS[Subir]

Las tres autoras han privilegiado la investigación con mujeres, estudiando en profundidad sus relaciones de género, incluyendo relevar la experiencia de los hombres sin reproducir los acercamientos androcéntricos propios de posturas antropológicas no feministas. Sin embargo, eso no significa que dejen de reconocer que, en tanto mujeres investigadoras, ocupan posiciones claramente diferenciadas respecto a las personas con quienes llevan a cabo sus indagaciones. María Eugenia D’Aubeterre es enfática al afirmar:

mientras que yo tengo una serie de prerrogativas por el hecho de ser profesora universitaria, pertenecer a una clase social determinada y ser investigadora, ellos [los migrantes] no tienen la prerrogativa de moverse sin ser eventualmente sujetos a la deportación o ser masacrados. Eso marca una diferencia que yo no puedo obliterar, no puedo decir «es que no existe porque somos mujeres», no, perdón, existe una distancia enorme, y esto cabe no solamente para los migrantes, cabe para la mayor parte de las poblaciones que usualmente la antropología estudia (María Eugenia D’Aubeterre).

Mary Goldsmith destaca que ser antropóloga feminista no exime de tener prácticas de dominación: «en nuestra forma de actuar todavía todos tenemos nuestras actitudes patriarcales, y racistas, y clasistas, imperialistas […]».

En el trabajo con colegas, en cambio, el elemento diferenciador es la autoridad académica. Así, aunque se conformen grupos colaborativos en los que se discute colectivamente y se comparten los hallazgos de campo, la manifestación de esa autoridad puede traslucirse en formas de intolerancia, «soy muy exigente y me he vuelto un poquito intolerante con la gente que no es capaz de producir su dato» (Patricia Torres), o en evitar formas de apropiación indebida de información o de conocimientos: «me encanta juntarme con generaciones distintas y miradas distintas, [pero] no como vampira, no me gusta lo que mucha gente hace de montarse sobre [el trabajo de las estudiantes]» (Mary Goldsmith).

El reconocimiento de las personas dialogantes como sujetos que intervienen de forma decisiva en la investigación ha conducido a profundas reflexiones teóricas, políticas y éticas en torno a la autoría de los trabajos etnográfico-antropológicos. Las antropólogas entrevistadas manifiestan al respecto:

Yo no creo en esta idea de la autoría compartida. No participo de eso, esa no es mi experiencia… [En el campo] construyo relaciones que intentan no violentar este elemental respeto que sientes por el otro sin que sea el informante, es simplemente la relación que tú mantienes con un conocido con quien compartes el autobús, o una cátedra con tus estudiantes o tu amigo pues, de poder compartir cosas, compartir vidas, compartir experiencias, etc., y que siempre vas a leer a partir de tu propia subjetividad (María Eugenia D’Aubeterre).

Pero hay otro tipo de autoría, la autoría de las ideas:

sí, soy muy buena observadora, sí descubro muchas cosas de un simple paisaje… y construyo muy buenas hipótesis que luego ando regalando para que otra gente las explote, … me encanta ver que esa propuesta mía otra persona la tome, me da mucha satisfacción, a diferencia de otras personas que te dicen: «No, es que esa fue mi idea, ¿por qué te la llevas?». No, porque la das, cada vez que la expresas es del mundo, ¿no? (Patricia Torres).

Mary Goldsmith aborda el tema desde otra arista: «quiero seguir trabajando, pero como colegas, con gente que me lleve fuera de mi zona de confort, que me obliguen a hacerlo».

Las tres aluden a la importancia del respeto como un principio ético que debe estar presente siempre en las relaciones que establecen las antropólogas, afirmación basada en sus propias experiencias de campo, las cuales les han permitido sostener relaciones afectivas de larga data con mujeres y hombres participantes en sus investigaciones. Este principio ético, propio de la disciplina, puesto en práctica por las colegas citadas se ha traducido en su desplazamiento de la pretensión de neutralidad de la antropología convencional al reconocimiento de los poderes y privilegios que ellas ponen en juego en cada experiencia etnográfica.

EL UBI ANTROPOLÓGICO[Subir]

El ubi

Retomo el concepto de ubi de Celia Amorós (

Amorós, Celia. 1994. Feminismo: igualdad y diferencia. Colección de libros del Programa Universitario De Estudios de Genero. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

1994
), quien lo refiere al lugar ontológico y político que ocupa el sujeto en el mundo, lugar que —desde mi perspectiva— se construye a partir de la experiencia y las relaciones sociales. Aquí lo utilizo para comprender la dialéctica sujetos-prácticas en la que se inscribe el conocimiento antropológico.

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antropológico es el lugar ontológico político en el que quienes hacen antropología construyen el hecho etnográfico con una perspectiva epistemológica que dará paso al conocimiento antropológico. Es el lugar de la práctica e interacción antropológica en el que los diferentes actores despliegan los hechos de la cultura en toda su complejidad. Por lo tanto, es el punto nodal en el que antropólogas y antropólogos son capaces de relacionar empiria y teoría.

El ubi antropológico contiene y refleja las profundas contradicciones sociales en las que se desenvuelve la vida cotidiana, en el que las dislocaciones entre «hacer antropología de» y «hacer antropología con» (María Eugenia D’Aubeterre) pueden dar pie a discusiones no resueltas, pues las relaciones que se establecen en el trabajo antropológico, marcadas por el género, no son neutrales ni igualitarias. En esa disyuntiva, desde una postura crítica, la autora referida afirma:

la realidad no habla por sí misma, necesita forzosamente ser interrogada. Y ser interrogada asumiendo que lo haces desde una determinada posición política, es decir, sin ingenuidad, sin pensar que eres neutral… no, no eres neutral, yo tengo un punto de vista de lo que significa la opresión de estos sujetos, de ninguna manera creo que estoy en la misma posición que ellos, esto me parece que es una fantasía.

Pero el ubi antropológico también puede elaborarse desde las coordenadas identitarias. Es el caso de Patricia Torres cuando afirma:

Es interesante que me siento muy mexicana a pesar de tener un papá chicano… esa doble identidad siempre la juega uno, a veces me siento más chicana porque te da un juego para trabajar con la gente migrante y a veces soy mucho más mexicana, porque es una tradición de los ranchos de Apan, Hidalgo y de esta relación de campo-ciudad que después sin saberlo se convierte consciente trabajando en Ciudad Sahagún.

La definición del ubi antropológico también puede depender de la edad y la experiencia de vida. Mary Goldsmith recuerda que su director de tesis del doctorado le llamó la atención respecto a que tenía una buena formación académica, pero teniendo 21 años cuando cursaba el posgrado, le faltaba experiencia de vida para la investigación.

A partir de muy variadas vertientes e influencias, cada una de las colegas mencionadas construyó su respectivo ubi en torno a los temas centrales que han explorado por varias décadas. María Eugenia D’Aubeterre lo ha hecho a partir de problemáticas derivadas de la relación entre género y migración. Mary Goldsmith ha colocado en el centro a las trabajadoras del hogar, mientras que Patricia Torres lo ha elaborado a partir de la antropología del trabajo en las sociedades complejas.

LA PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTOS ANTROPOLÓGICOS[Subir]

En los ubis antropológicos se producen los conocimientos antropológicos situados, algunos de ellos desde ejercicios de pensamiento metaetnográficos; otros se derivan directamente de la etnografía «puesta a hablar», ya sea desde perspectivas empiricistas o desde los andamiajes teóricos que conforman la manera de ver y de pensar de las antropólogas. Cada conocimiento situado forma parte de una ubicación epistémica, es decir, de una intencionalidad múltiple en la que se conjugan los posicionamientos teóricos, los procedimientos epistemológicos-metodológicos y la finalidad misma del saber.

Las autoras referidas se colocan en ubicaciones epistémicas para las cuales la etnografía siempre se relaciona con la teoría:

siempre vas a hacer las preguntas a partir del conjunto de herramientas conceptuales que llevas en tu equipaje… eso no quiere decir que llevas un script rígido, que no pueda ser movido, pero si no vas al campo con preguntas, siento que la realidad no se te impone (María Eugenia D’Aubeterre).

Patricia Torres subraya:

la etnografía para mí es el centro de la antropología porque le dio el potencial de revisar sus propias teorías y de reconsiderarlas. Teorías que no son de la disciplina solamente: teoría social, teorías sociológicas... creo que si no empiezas por la etnografía, aunque tengas la lente de la buena pregunta… [no se da] el verdadero diálogo con las teorías. Por eso la etnografía es el core, si quieres, el centro. Claro que no hay etnografía si no hay teoría.

Desde otra arista, el conocimiento es el resultado de múltiples diálogos, entre ellos un diálogo interno, como lo plantea Mary Goldsmith: «me gusta el trabajo solitario…Trabajar en equipo no va tanto con mi personalidad, aunque soy muy sociable, cuando voy a trabajar necesito estar sola y hablar conmigo misma».

LA ETNOGRAFÍA ENCARNADA[Subir]

Para las antropólogas de campo, la etnografía está encarnada, ha sido in-corporada a una forma de pensar y vivir el mundo. Ver, escuchar, «guardar todo» («las agendas de toda la vida», diarios de campo, fotografías, mapas, genealogías, objetos, todo aquello que se va recogiendo en campo y que documenta la investigación) es parte de llevar la etnografía consigo misma: «Mi sensación de la etnografía es que ya forma parte de quien es una, la mirada que tenemos, la forma en que observamos, las reflexiones que tenemos» (Mary Goldsmith).

A manera de broma, varias colegas afirman que el entrenamiento etnográfico es parte de su «deformación» disciplinaria. Patricia Torres afirma que en cada situación y contexto encuentra una oportunidad para pensar en términos etnográficos, debido a que «estoy viendo todo, la deformación ocular, como le digo, […]».

Esa capacidad de ver y establecer relaciones es expresada por María Eugenia D’Aubeterre en términos de que la observación etnográfica le suscita apelaciones intelectuales que le permiten establecer conexiones a través de un ejercicio constante de pensamiento, lo cual es otra dimensión de la encarnación de la etnografía.

EL SUJETO DE LA ANTROPOLOGÍA FEMINISTA[Subir]

La etnografía es una mirada, una práctica, un hacer in-corporado a las vidas, una forma de pensar, parte de una subjetividad que se pregunta quiénes son el sujeto de la antropología feminista. Las mujeres no son la única respuesta. Para María Eugenia D’Aubeterre en el centro de esa perspectiva está «la formación de un sujeto diferenciado». Para Patricia Torres sí son las mujeres porque «quiero escuchar a los que no tienen la palabra, porque esa es la obligación del antropólogo con una perspectiva feminista». En cambio, para Mary Goldsmith la antropóloga misma está involucrada en esa delimitación del sujeto y las motivaciones de la antropología feminista, pues «uno nunca es antropóloga a secas», se requiere «asumir las cuestiones no solo políticas sino también epistemológicas [de lo que] sería una antropología feminista».

PARA CONTINUAR LA REFLEXIÓN[Subir]

En la etnografía feminista, la forma de «estar con las mujeres» ( ‍Lagarde, Marcela. 1990. Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. México: Universidad Nacional Autónoma de México.Lagarde 1990: 36) hace la diferencia con otras aproximaciones etnográficas. En la investigación que he realizado acerca de las trayectorias de mis colegas, ese estar con ellas ha implicado un corte temporal transitorio en relaciones de larga data. Con María Eugenia D’Aubeterre, Mary Goldsmith y Patricia Torres comparto la perspectiva de la etnografía crítica, incorporada a mi acepción de etnografía feminista. Hacer etnografía de las etnógrafas es un arduo ejercicio de intersubjetividad, en el que comparto la pertenencia a una misma comunidad epistémica pero, a la vez, soy una outsider interesada por comprender cómo se produce la antropología feminista a partir de sus protagonistas. En este proceso, la empatía se combina con el necesario extrañamiento y la metalectura de las narrativas de mis colegas. Supone verlas, escucharlas, reflexionar junto con ellas y entender de manera crítica sus posicionamientos y dislocaciones.

En nuestras conversaciones surge también su propio extrañamiento al hablar de sí mismas con alguien que es conocida y a quien, al mismo tiempo, le transmiten reflexiones en un plano en el que, por momentos, se invierten las posiciones que suelen ocupar en la investigación etnográfica. Se produce un desplazamiento de ubicación epistémica cuando se reconocen a sí mismas al darse a conocer, mientras que yo descubro facetas novedosas de personas con quienes he compartido mucho más que la vida profesional.

Estos dislocamientos llevan consigo una reelaboración de la confianza, de la mutua acreditación y de la comprensión de lo que viven las otras con quienes nos relacionamos en los procesos de investigación. Así, cuando revelan las distintas formas como han incorporado la etnografía a su vida cotidiana, también me consideran como una etnógrafa que ha vivido procesos similares. Al aceptar que me acerque a sus trayectorias y a su obra, me conceden autoridad epistémica, lo que cierra el círculo abierto con mi acercamiento a ellas a partir de reconocerles esa autoridad como premisa para solicitarles participar en mi investigación. En otro plano, en el momento de las entrevistas vislumbro también un reacomodo de poderes, pues al hablar de sí mimas, se afirman en sus saberes y reconocen en mí a alguien que les convoca a moverse de su posición de privilegio epistémico.

Las temáticas que abordo en el artículo emergieron del análisis de las entrevistas; son una agrupación categorial que desprendo de vincular las respuestas con sus ubicaciones epistémicas. En consecuencia, son el resultado de un proceso etnográfico en el que la entrevista es un recurso con el que exploro aspectos específicos que me permiten proponer una forma de interpretación, cuyo trasfondo es la convivencia, el diálogo, el trabajo compartido, el compromiso ético político y el afán de desplegar ubis antropológicos producto de un ejercicio crítico de la disciplina.

NOTAS[Subir]

[1]

Correo electrónico: marthap@unam.mx. ORCID iD: <https://orcid.org/0000-0001-7977-0355>.

[2]

La primera etapa de realización del proyecto titulado Antropología feminista en México y países de habla hispana contó con el apoyo institucional del Programa de Apoyos para la Superación del Personal Académico de la UNAM (PASPA).

[3]

Agradezco profundamente a las colegas mencionadas a continuación su generosa participación en el proyecto que desarrollo, así como la lectura y sugerencias que cada una de ellas hizo a la versión preliminar de este artículo.

[4]

Doctora en Antropología. Profesora-Investigadora en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades «Alfonso Vélez Pliego» de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. La entrevista personal con ella se llevó a cabo el 9 jul. 2018 en Puebla (Puebla).

[5]

Doctora en Antropología. Profesora-Investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. La entrevista personal con ella se produjo el 29 ago. 2018 en Ciudad de México.

[6]

Doctora en Antropología. Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, sede Ciudad de México. La entrevista personal con ella se llevó a cabo el 10 jul. y el 17 ago. 2018 en Ciudad de México.

[7]

Retomo el concepto de ubi de Celia Amorós ( ‍Amorós, Celia. 1994. Feminismo: igualdad y diferencia. Colección de libros del Programa Universitario De Estudios de Genero. México: Universidad Nacional Autónoma de México.1994), quien lo refiere al lugar ontológico y político que ocupa el sujeto en el mundo, lugar que —desde mi perspectiva— se construye a partir de la experiencia y las relaciones sociales. Aquí lo utilizo para comprender la dialéctica sujetos-prácticas en la que se inscribe el conocimiento antropológico.

BIBLIOGRAFÍA CITADA[Subir]

[1] 

Amorós, Celia. 1994. Feminismo: igualdad y diferencia. Colección de libros del Programa Universitario De Estudios de Genero. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

[2] 

Castañeda Salgado, Martha Patricia. 2010. «Etnografía feminista», en Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios y Maribel Ríos Everardo (coords.), Investigación feminista. Epistemología, metodología y representaciones sociales: 217-238. México: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades/Universidad Nacional Autónoma de México/Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinares.

[3] 

Fraser, Nancy. 2015. Fortunas del feminismo. Del capitalismo gestionado por el Estado a la crisis neoliberal. Quito/Madrid: Instituto de Altos Estudios Nacionales/Universidad de Posgrado del Estado/Traficantes de Sueños.

[4] 

Gregorio Gil, Carmen. 2006. «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder». AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 1(1): 22-‍39. Disponible en: <http://www.redalyc.org/pdf/623/62310104.pdf>. Fecha de acceso: 14 mar. 2019.

[5] 

Harrison, Faye V. 2013. «Foreword. Navigating Feminist Activist Ethnography», en Christa Craven y Dána-Ain Davis (eds.), Feminist Activist Ethnography. Counterpoints to Neoliberalism in North America: ix-xv. Lanham/Boulder/Nueva York/Toronto/Plymouth: Lexington Books.

[6] 

Lagarde, Marcela. 1990. Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. México: Universidad Nacional Autónoma de México.