En este artículo presento algunas consideraciones respecto a la relevancia que algunas antropólogas feministas mexicanas asignan a la etnografía como parte crucial en el proceso de generación de conocimientos antropológicos. Coloco sus narrativas en el marco de una reflexión sobre la configuración de
In this article, I present some considerations regarding the relevance that certain Mexican feminist anthropologists assign to Ethnography as a crucial part in the process of generating anthropological knowledge. I place their narratives within the framework of a reflection on the configuration of anthropological
El contenido de este artículo deriva de una investigación que he desarrollado desde 2010
En este artículo exploro una línea de análisis específica: revisar la narrativa de tres etnógrafas, a partir de reconocer a las mujeres como el sujeto privilegiado de la investigación y situarme en el mismo plano crítico de ellas. Me baso en entrevistas realizadas en el curso de 2018, pero derivo mis apreciaciones del conjunto de información que he recabado en estos años.
Para caracterizar la etnografía feminista retomo la síntesis propuesta por Faye V. Harrison (
Feminist ethnography, which is concentrated within —but also extends beyond— the discipline of anthropology, has long been a critical site for methodological engagement, responsible ethical negotiations, and theoretically nuanced social analysis. Among other things, these factors «[underscore] the value of women’s [and other subjugated gendered subjects’] voices, experiencies, and agency and the sociocultural and political-economic contexts in which they are situated» […].
Como otras autoras (
Un rasgo a destacar de la etnografía feminista es su intersubjetividad. En el plano metodológico, las entrevistas de corte antropológico son uno de los recursos que permiten construir esa relación, pues en ellas se interpela la subjetividad de la persona entrevistada, propiciando la activación de la memoria, la evocación, la selección de lo que se quiere compartir con quien realiza la entrevista, la recreación del pasado y la explicación del presente o, al menos, la interrogación respecto a las conexiones que se hacen mentalmente en el momento de la enunciación. En las entrevistas que aquí retomo de forma parcial, las referencias a experiencias compartidas entre nosotras, son el contexto que da sentido a muchas de las alusiones presentes en las narrativas que se citan en este artículo.
Retomaré algunas de las ideas compartidas conmigo por tres reconocidas antropólogas feministas
Si bien comparten la pasión por estudiar e investigar, el malestar ante la pobreza y la desigualdad de las mujeres, las inquietudes que les suscita la observación de los efectos del capitalismo en las vidas de la gente común, cada una de ellas tiene diferentes posicionamientos teóricos y polemiza con las posturas de otras colegas, feministas y no, respecto a aspectos fundamentales de los cruces entre las distintas posturas teóricas dentro de la antropología y los feminismos.
Para las tres autoras, el primer trabajo de campo que realizaron les imprimió una marca indeleble. Pasar de las indicaciones en el aula a las prácticas etnográficas reales tuvo distintas implicaciones, como descubrir si tenían la capacidad de observar, de escuchar, de construir un dato etnográfico, pero, sobre todo, reconocer y desarrollar habilidades propias para conducirse en el campo. En ese marco, coinciden en: a) comprender que observar, escuchar y preguntar son procesos interdependientes; b) asumir que el trabajo de campo disloca las certezas y remueve los prejuicios; c) vindicar que el trabajo de campo es un trabajo; d) reconocer que se requiere formación teórica y metodológica para hacer una buena etnografía. Al respecto, Patricia Torres enfatiza: «la etnografía se va construyendo con el tiempo y tu capacidad de preguntar bien y de observar y relacionar; implica muchísima formación…».
Con el trabajo de campo adquirieron también una identidad disciplinaria. María Eugenia D’Aubeterre explica: «La única, o una de las importantes distinciones de la disciplina con respecto a otras disciplinas que también estudian prácticas sociales, es que tú te quedas allí. Esta idea de la permanencia prolongada creo que es un sello distintivo de la disciplina y que yo sigo defendiendo, de manera tradicionalista si lo quieres ver así…».
La permanencia prolongada se extiende a múltiples espacios. Mary Goldsmith ejemplifica esto con su observación de conferencias, talleres y reuniones con trabajadoras del hogar, espacios en los que su mirada abarca «cómo se relacionan [las personas], cómo es el lenguaje corporal, los manejos, los espacios», pero remite a una vieja discusión: «en términos de feministas, cuando yo era joven se decía que las mujeres, de manera esencialista, vemos cosas que no ven los hombres, pero yo creo que la etnografía sí es una forma en que vemos e interactuamos, desde tratar de comprender las relaciones que hay entre los seres [humanos], el manejo del sentido del humor, los chistes, el casi coqueteo entre las partes, como los participantes [se desenvuelven] en el debate público…».
Las tres autoras han privilegiado la investigación con mujeres, estudiando en profundidad sus relaciones de género, incluyendo relevar la experiencia de los hombres sin reproducir los acercamientos androcéntricos propios de posturas antropológicas no feministas. Sin embargo, eso no significa que dejen de reconocer que, en tanto mujeres investigadoras, ocupan posiciones claramente diferenciadas respecto a las personas con quienes llevan a cabo sus indagaciones. María Eugenia D’Aubeterre es enfática al afirmar:
mientras que yo tengo una serie de prerrogativas por el hecho de ser profesora universitaria, pertenecer a una clase social determinada y ser investigadora, ellos [los migrantes] no tienen la prerrogativa de moverse sin ser eventualmente sujetos a la deportación o ser masacrados. Eso marca una diferencia que yo no puedo obliterar, no puedo decir «es que no existe porque somos mujeres», no, perdón, existe una distancia enorme, y esto cabe no solamente para los migrantes, cabe para la mayor parte de las poblaciones que usualmente la antropología estudia (María Eugenia D’Aubeterre).
Mary Goldsmith destaca que ser antropóloga feminista no exime de tener prácticas de dominación: «en nuestra forma de actuar todavía todos tenemos nuestras actitudes patriarcales, y racistas, y clasistas, imperialistas […]».
En el trabajo con colegas, en cambio, el elemento diferenciador es la autoridad académica. Así, aunque se conformen grupos colaborativos en los que se discute colectivamente y se comparten los hallazgos de campo, la manifestación de esa autoridad puede traslucirse en formas de intolerancia, «soy muy exigente y me he vuelto un poquito intolerante con la gente que no es capaz de producir su dato» (Patricia Torres), o en evitar formas de apropiación indebida de información o de conocimientos: «me encanta juntarme con generaciones distintas y miradas distintas, [pero] no como vampira, no me gusta lo que mucha gente hace de montarse sobre [el trabajo de las estudiantes]» (Mary Goldsmith).
El reconocimiento de las personas dialogantes como sujetos que intervienen de forma decisiva en la investigación ha conducido a profundas reflexiones teóricas, políticas y éticas en torno a la autoría de los trabajos etnográfico-antropológicos. Las antropólogas entrevistadas manifiestan al respecto:
Yo no creo en esta idea de la autoría compartida. No participo de eso, esa no es mi experiencia… [En el campo] construyo relaciones que intentan no violentar este elemental respeto que sientes por el otro sin que sea el informante, es simplemente la relación que tú mantienes con un conocido con quien compartes el autobús, o una cátedra con tus estudiantes o tu amigo pues, de poder compartir cosas, compartir vidas, compartir experiencias, etc., y que siempre vas a leer a partir de tu propia subjetividad (María Eugenia D’Aubeterre).
Pero hay otro tipo de autoría, la autoría de las ideas:
sí, soy muy buena observadora, sí descubro muchas cosas de un simple paisaje… y construyo muy buenas hipótesis que luego ando regalando para que otra gente las explote, … me encanta ver que esa propuesta mía otra persona la tome, me da mucha satisfacción, a diferencia de otras personas que te dicen: «No, es que esa fue mi idea, ¿por qué te la llevas?». No, porque la das, cada vez que la expresas es del mundo, ¿no? (Patricia Torres).
Mary Goldsmith aborda el tema desde otra arista: «quiero seguir trabajando, pero como colegas, con gente que me lleve fuera de mi zona de confort, que me obliguen a hacerlo».
Las tres aluden a la importancia del respeto como un principio ético que debe estar presente siempre en las relaciones que establecen las antropólogas, afirmación basada en sus propias experiencias de campo, las cuales les han permitido sostener relaciones afectivas de larga data con mujeres y hombres participantes en sus investigaciones. Este principio ético, propio de la disciplina, puesto en práctica por las colegas citadas se ha traducido en su desplazamiento de la pretensión de neutralidad de la antropología convencional al reconocimiento de los poderes y privilegios que ellas ponen en juego en cada experiencia etnográfica.
El
El
la realidad no habla por sí misma, necesita forzosamente ser interrogada. Y ser interrogada asumiendo que lo haces desde una determinada posición política, es decir, sin ingenuidad, sin pensar que eres neutral… no, no eres neutral, yo tengo un punto de vista de lo que significa la opresión de estos sujetos, de ninguna manera creo que estoy en la misma posición que ellos, esto me parece que es una fantasía.
Pero el
Es interesante que me siento muy mexicana a pesar de tener un papá chicano… esa doble identidad siempre la juega uno, a veces me siento más chicana porque te da un juego para trabajar con la gente migrante y a veces soy mucho más mexicana, porque es una tradición de los ranchos de Apan, Hidalgo y de esta relación de campo-ciudad que después sin saberlo se convierte consciente trabajando en Ciudad Sahagún.
La definición del
A partir de muy variadas vertientes e influencias, cada una de las colegas mencionadas construyó su respectivo
En los
Las autoras referidas se colocan en ubicaciones epistémicas para las cuales la etnografía siempre se relaciona con la teoría:
siempre vas a hacer las preguntas a partir del conjunto de herramientas conceptuales que llevas en tu equipaje… eso no quiere decir que llevas un
Patricia Torres subraya:
la etnografía para mí es el centro de la antropología porque le dio el potencial de revisar sus propias teorías y de reconsiderarlas. Teorías que no son de la disciplina solamente: teoría social, teorías sociológicas... creo que si no empiezas por la etnografía, aunque tengas la lente de la buena pregunta… [no se da] el verdadero diálogo con las teorías. Por eso la etnografía es el
Desde otra arista, el conocimiento es el resultado de múltiples diálogos, entre ellos un diálogo interno, como lo plantea Mary Goldsmith: «me gusta el trabajo solitario…Trabajar en equipo no va tanto con mi personalidad, aunque soy muy sociable, cuando voy a trabajar necesito estar sola y hablar conmigo misma».
Para las antropólogas de campo, la etnografía está encarnada, ha sido in-corporada a una forma de pensar y vivir el mundo. Ver, escuchar, «guardar todo» («las agendas de toda la vida», diarios de campo, fotografías, mapas, genealogías, objetos, todo aquello que se va recogiendo en campo y que documenta la investigación) es parte de llevar la etnografía consigo misma: «Mi sensación de la etnografía es que ya forma parte de quien es una, la mirada que tenemos, la forma en que observamos, las reflexiones que tenemos» (Mary Goldsmith).
A manera de broma, varias colegas afirman que el entrenamiento etnográfico es parte de su «deformación» disciplinaria. Patricia Torres afirma que en cada situación y contexto encuentra una oportunidad para pensar en términos etnográficos, debido a que «estoy viendo todo, la deformación ocular, como le digo, […]».
Esa capacidad de ver y establecer relaciones es expresada por María Eugenia D’Aubeterre en términos de que la observación etnográfica le suscita apelaciones intelectuales que le permiten establecer conexiones a través de un ejercicio constante de pensamiento, lo cual es otra dimensión de la encarnación de la etnografía.
La etnografía es una mirada, una práctica, un hacer in-corporado a las vidas, una forma de pensar, parte de una subjetividad que se pregunta quiénes son el sujeto de la antropología feminista. Las mujeres no son la única respuesta. Para María Eugenia D’Aubeterre en el centro de esa perspectiva está «la formación de un sujeto diferenciado». Para Patricia Torres sí son las mujeres porque «quiero escuchar a los que no tienen la palabra, porque esa es la obligación del antropólogo con una perspectiva feminista». En cambio, para Mary Goldsmith la antropóloga misma está involucrada en esa delimitación del sujeto y las motivaciones de la antropología feminista, pues «uno nunca es antropóloga a secas», se requiere «asumir las cuestiones no solo políticas sino también epistemológicas [de lo que] sería una antropología feminista».
En la etnografía feminista, la forma de «estar con las mujeres» (
En nuestras conversaciones surge también su propio extrañamiento al hablar de sí mismas con alguien que es conocida y a quien, al mismo tiempo, le transmiten reflexiones en un plano en el que, por momentos, se invierten las posiciones que suelen ocupar en la investigación etnográfica. Se produce un desplazamiento de ubicación epistémica cuando se reconocen a sí mismas al darse a conocer, mientras que yo descubro facetas novedosas de personas con quienes he compartido mucho más que la vida profesional.
Estos dislocamientos llevan consigo una reelaboración de la confianza, de la mutua acreditación y de la comprensión de lo que viven
Las temáticas que abordo en el artículo emergieron del análisis de las entrevistas; son una agrupación categorial que desprendo de vincular las respuestas con sus ubicaciones epistémicas. En consecuencia, son el resultado de un proceso etnográfico en el que la entrevista es un recurso con el que exploro aspectos específicos que me permiten proponer una forma de interpretación, cuyo trasfondo es la convivencia, el diálogo, el trabajo compartido, el compromiso ético político y el afán de desplegar
Correo electrónico:
La primera etapa de realización del proyecto titulado
Agradezco profundamente a las colegas mencionadas a continuación su generosa participación en el proyecto que desarrollo, así como la lectura y sugerencias que cada una de ellas hizo a la versión preliminar de este artículo.
Doctora en Antropología. Profesora-Investigadora en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades «Alfonso Vélez Pliego» de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. La entrevista personal con ella se llevó a cabo el 9 jul. 2018 en Puebla (Puebla).
Doctora en Antropología. Profesora-Investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. La entrevista personal con ella se produjo el 29 ago. 2018 en Ciudad de México.
Doctora en Antropología. Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, sede Ciudad de México. La entrevista personal con ella se llevó a cabo el 10 jul. y el 17 ago. 2018 en Ciudad de México.
Retomo el concepto de